Disclaimer: La saga de Darren Shan es propiedad de Darren Shan, valga la redundancia.
Prólogo
Mi nombre es Darren Shan, como sin duda saben por los libros que publique anteriormente. En especial por mi Saga. No, no voy a volver a contar la historia de cómo, junto con mi mejor amigo, Steve "leopard" Leonard, asistí al Cirque du Freak; del error que cometí al robar la araña de un vampiro, el Sr. Crepsley, y terminé fingiendo mi muerte para salvar a Steve convirtiéndome en un semi-vampiro. No volveré a contar sobre mis fallidas pruebas de iniciación: los triales de la muerte; o sobre la traición de Kurda, la lucha con los vampanezes en la montaña de los vampiros y mi ascenso como un príncipe vampiro… Contar la misma historia no tendría sentido, ¿verdad?
Aunque, mucho de lo que tengo que contar tiene que ver con todo eso, aunque técnicamente no me sucedió a mí. Al menos en esta línea del tiempo. Si son lectores nuevos, esto puede ser confuso. Y a su vez hace que yo me pregunte: ¿qué hacen leyendo esto? La historia comienza cuatro libros atrás. Tienen que leerlos para comprender lo que relataré en este libro.
Los que ya han terminado aquella historia, la historia del otro Darren, saben dónde quedó todo. Al final, gracias a los planes de Evanna, se me dio la oportunidad de engañar al destino. El otro Darren, convertido en personita, logró desviarme del camino a tiempo. No espié la reunión del Sr. Crepsley con mi amigo Steve; por tanto no tuve motivos para dudar de él. Y por supuesto, como no supe que el Sr. Crepsley era un vampiro, no tuve la "grandiosa" idea de robarle su araña, madame Octa.
Y como ninguna de esas cosas pasaron, durante los siguientes diez años fui Darren Shan el humano. Terminé mis estudios de secundaria con un promedio aceptable, me aficioné a la lectura y a la escritura creativa (como ya vaticinaba el otro Darren al final último volumen) y luego ingresé a la universidad para estudiar inglés. Y más tarde, a los veinte años (siendo aún universitario), publiqué mi primer libro.
Darren Shan, en otra vida un príncipe vampiro, ahora era Darren Shan el autor de novelas juveniles de acción, aventura y terror. Esto último gracias a mi amigo Steve. No puedes crecer con un fanático de todo lo horroroso en el mundo como mejor amigo sin verte un poco influenciado por él. No es que me queje, le agradezco en realidad. El terror es un género complicado, pero cuando das con la historia adecuada y la desarrollas bien, muy satisfactorio.
Y sí, Steve siguió siendo mi mejor amigo. Ya saben, en esta vida Steve no llegó a odiarme. No juró vengarse de mí; porque nunca fue atacado por madame Octa, nunca estuvo al borde de la muerte y, por supuesto, su mejor amigo nunca se convirtió en un semi-vampiro "robando" su lugar como una criatura de la noche. En esta vida, Steve y yo continuamos siendo amigos, incluso cuando inevitablemente nuestras vidas nos llevaron por caminos separados. Eso no evita, sin embargo, que cada cierto tiempo nos reunamos con nuestros amigos, Tom y Alan, para tomar unas cervezas en un bar del centro de nuestra ciudad natal, cuando volvemos a casa para pasar las fiestas de fin de año.
Pero esa vida alterna terminó cuando cumplí veinte dos años. Unos meses después de que el segundo volumen de mi serie Demonata saliera a la venta. Ese día llegó un paquete por correo. Era una simple caja de color marrón, sin más indicación en su envoltorio que la dirección de entrega. Espéculo que no llegó por correo ordinario, puesto que no tenía estampillas ni remitente alguno.
A decir verdad, no lo abrí de inmediato. ¿Quién lo haría? Un paquete sin remitente, que parece haber aparecido como por arte de magia en la puerta de tu casa, sin nada más que tu nombre y tu dirección inscritos en una simple tarjetita blanca… ¡Habría que ser muy estúpido para confiar en eso!
Aunque, debo confesar, tampoco llamé a la policía. No por falta de sentido común, sino por un mero presentimiento. Aquel paquete me daba la sensación de ser algo trascendental. Algo tan importante que aterraba y emocionaba al mismo tiempo. Casi como cuando recibes la carta de la universidad a la que aplicaste, y tienes miedo de abrirla por temor a un rechazo; y a la vez no puedes esperar, porque si fuiste aceptado será posiblemente lo mejor que te ocurrirá en la vida hasta ese punto. ¿Me explico? Esa caja se sentía como algo que determinaría mi futuro, sin importar el contenido.
Por supuesto, lo que había en aquel paquete varios cuadernos desgastados y firmados por el otro Darren. Los diarios que al final de su relato entregó al Sr. Tall para que me los hiciera llegar a mí. Aquellos cuadernos contenían la historia de terror en que se habría convertido mi vida si, diez años atrás, una personita no me hubiera arrojado del viejo palco del teatro donde se presentaba el Cirque du Freak.
Tarde una semana en decidirme en abrir el paquete y descubrir todo lo anterior. Y sucedió justo después de que todos los invitados a la cena de cumpleaños se hubieran ido. Cuando me encontraba solo en mi pequeño departamento, reordenando ideas sobre el contenido de mi siguiente libro.
Fue un shock reconocer mi letra desordenada de la infancia y la prosa descuidada que empleaba a la edad de doce años; encontrarme con aquel diario, que sin duda era el que llevaba en mis días de secundaria, pero que al mismo tiempo no lo era. Pues aunque se trataba de una réplica exacta, salvo en contenido luego de la fecha en la asistí al Cirque, al diario que lleve en aquellos días sabía que el original (mi original) estaba perfectamente empaquetado, junto con otros tantos, en un armario de mi vieja habitación en casa de mis padres.
Y tarde otra semana, luego de leer como aquella personita de diez años atrás (el otro Darren) había desaparecido, en decidirme a llevar a cabo el plan de Evanna… mi propio plan.
Encendí la laptop que uso para escribir, abrí un nuevo documento en el procesador de textos y comencé a escribir el primero de doce libros sobre la vida del otro Darren… Sobre mi propia vida.
Y la primera línea, como no podía ser de otra forma, fue: "Siempre me han fascinado las arañas…"
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Cuando tecleé las últimas líneas de Hijos del Destino, mis ojos estaban mojados en lágrimas. Había muchas emociones rondando mi mente. Tristeza, impotencia y rabia principalmente. Por todo lo que Desmond Tiny, nuestro padre, nos había hecho a Steve y a mí. O bueno, al menos a esa otra versión de nosotros.
Y a la vez, una gran satisfacción me inundó. Había trabajado dos meses sin parar, dejando incluso de lado el siguiente libro de Demonata, aunque definitivamente valía mucho la pena. Sabía que esta historia debía contarse lo antes posible.
Evanna dejó en claro que la historia ya no podía cambiarse. Incluso si yo no era un semi-vampiro, un príncipe del clan, alguien más allá afuera lo era. ¿Estaba esa persona ahora mismo pasando sus pruebas de iniciación? ¿Había comenzado ya la guerra de las cicatrices? ¿Quién era el Señor de los Vampanezes? ¿Steve nuevamente u otra persona…?
Dolía pensar en Steve. Todos esos años de escuela secundaria preparándose para algo… Nunca supimos exactamente para qué. Se sometió a un riguroso régimen de entrenamiento. Siempre dijo que quería ser un mercenario, así que asumimos automáticamente que se estaba preparando para eso. Sin embargo, ahora que sé lo que ocurrió en su reunión con el Sr. Crepsley hace tantos años, no puedo evitar tener mis sospechas sobre los motivos reales detrás de su entrenamiento.
¿Estaba Steve preparándose para ser un cazador de vampiros? ¿Lo había conseguido o sólo cumplió su sueño de la infancia y era ahora un mercenario? ¿Se había encontrado con Gannen Harst? ¿Era Steve el Señor de los Vampanezes?
Demasiadas preguntas. Demasiadas posibilidades. ¡Maldición, Steve! ¿Por qué siempre eres tan reservado sobre tus planes y tu vida luego de la escuela?
—No es algo que quieras saber —me respondió una vez, y eso sólo hace que ahora me sienta peor al pensar en todo eso.
Pero lo mejor es dejar era dejar esas sospechas de lado, ahora debía terminar mi parte del trabajo. Los libros estaban escritos. Durante la siguiente semana haría una revisión final, y luego los enviaría al editor. Quizá, cuando estuvieran editados, se los mostraría a Steve… Y entonces ya me preocuparía por su reacción.
Con eso en mente, decidí concentrarme en mi propia vida. Sin que yo lo supiera, las garras del destino estaban listas para atraparme de nuevo.
