GUARDIÁN
"Mi corazón está lleno y mi puerta siempre abierta para que puedas entrar cada vez que quieras". [Este fic participa en la actividad 'La Taberna de Ogi' del foro 'El feliz grupo de hambrientos'] [Trigger warning].
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Este fic participa en la actividad La Taberna de Ogi del foro El feliz grupo de hambrientos.
Basada en la canción She will be loved de la banda Maroon 5.
Rating: M
Avisos: AU, OoC.
Advertencias: Contenido sexual (nada demasiado explícito), menciones de violencia física y psicológica.
Descargo de responsabilidad: Akatsuki no Yona no me pertenece
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GUARDIÁN
El par de cuerpos se tambalean y tropiezan a medida que avanzan a través del apartamento en su apasionada y fervorosa danza, las prendas caen a sus pies, arrojadas sin cuidado, con violencia, como las hojas de los árboles en medio de una tormenta. Ella desliza las manos delicadas sobre su pecho, sobre sus músculos abdominales, perdiéndose hacia el sur, él deja escapar un gruñido antes de apoderarse de su cuello, de levantarla con urgencia permitiendo que sus piernas se envuelvan como una serpiente alrededor de su cintura. Entierra sus manos en sus cabellos, y por un momento su mente le hace creer que la cabellera entre sus dedos es del rojo del fuego, del que le quema las entrañas y no de ese suave y claro castaño rojizo. Cuando finalmente alcanza el culmen, se traga el nombre que su cuerpo y su mente claman por gritar.
¡Ayame!, Ayame tendría que ser el único nombre en su mente y en su corazón.
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Ayame lo sabe, siempre lo ha sabido, pero Ayame esperó, esperó creyendo que un día ella sería primero, que él no la dejaría plantada en medio de una cita, porque ella lo necesitaba con urgencia. Ayame nunca pensó que él no llegaría a su primer recital, ese que tanto había soñado, porque ella había vuelto a pelear con su novio, que él nunca aparecería a la cena con sus padres, porque ella lo necesitaba. Ayame pensó que en realidad tendría un lugar en su corazón, pero el corazón de Son Hak, correspondido o no, estaba en otro lugar. Y aunque era ella la que cada noche tenía su cuerpo, era ella, Yona, la que tenía su corazón.
Riega un camino de besos sobre el pecho desnudo de él, mientras sus manos recorren ahora más despiertas su espalda, se ha sentado a horcajadas sobre su cadera cuando el teléfono suena, no necesita mirar para saber que es ella. Él detiene todo juego y extiende la mano para tomar el teléfono. Su mano se mueve al instante para detener la suya.
—No —dice, pero a sus oídos sus palabras suenan más a súplica que a una orden.
Él la mira y vuelve a observar al teléfono.
—No, por favor —vuelve a repetir.
—Tengo que.
—Necesita aprender a vivir una vida sin ti, no puedes ir a rescatarla todas y cada una de las veces, no eres su novio, no eres su marido…, no eres nada para ella.
—Lo sé —dice apartándola y levantándose para comenzar a vestirse—, pero ella es mi mejor amiga.
—Hak, si te vas, si te vas… —la amenaza se niega a abandonar sus labios.
—Lo entiendo —responde con una sonrisa resignada en los labios y dejando un beso en su frente agrega—, lo siento.
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Hak conduce por dos largas horas hasta finalmente alcanzar la puerta de la casa de Yona, y se repite que tiene que dejar de hacer esto, no puede y no debe dejar tirada su vida por ella, no debería estar camino a su puerta bajo la furiosa lluvia oliendo al perfume de otra mujer, pero su corazón late por Yona, porque ella es todo, aunque no lo vea, aunque dude sobre cada paso que da, sobre quién es, sobre su belleza.
Ella abre la puerta y automáticamente se lanza a sus brazos y él, él no puede detener la calidez que crece en su pecho, no puede evitar que sus brazos se envuelvan alrededor de su menuda figura, porque Yona lo es todo, siempre lo ha sido, pero él nunca ha tenido el valor para decir lo que sus acciones pregonan a gritos. Que sus brazos y las puertas de su ser siempre estarán abiertas para ella, para que tome todo lo que necesite de él, sin reparo, porque él es de ella, aunque ella no sea de él, nunca de él.
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Ha sido una larga semana y Hak no quiere más que tomarse una copa y dejarse caer en su cama, pero cualquier plan que tuviese se desvanece cuando la ve allí, encogida en el pórtico de entrada de su casa.
—¿Por qué no me llamaste? —dice acercándose.
—…
—¿Yona?
Pero Yona no levanta la cara que mantiene escondida entre sus encogidas rodillas.
—Fue mi culpa —dice entre hipidos.
—Yona —vuelve a llamar Hak, la mandíbula prieta—, mírame —ordena.
Hak siente la sangre helarse en sus venas al ver la marca en su mejilla derecha, sus ojos enrojecidos.
—Lo voy a matar.
—¡No!, no por favor, fue mi culpa.
—Y un cuerno, no sé qué te ha hecho creer ese idiota pero esto no ha sido tu culpa de ninguna manera.
—Por favor —suplica, envolviendo sus manos con las suyas—, no volverá a pasar, lo prometo.
Y Hak atiende a esa súplica, no porque crea en promesas vacías o crea que Yona tenga algún control sobre la situación, sino porque sabe que si no lo hace, la perderá, ella lo echará de su vida como hizo con todos los demás, con Yoon, con Kija, con Jae-Ha, cuando dieron voz a sus pensamientos.
—Vamos, entra —dice abriendo la puerta—, esa mejilla necesita hielo y podrías hacer buen uso de una taza de chocolate y una manta.
—Gracias.
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—Se terminó, esta vez se terminó, Hak. No pienso volver con él.
Hak quiere creerle, de verdad que sí. Pero no es ni la primera, ni será última vez que lo escuche, pero para lo que vale el consuelo, este no se atreve a tocarle ninguno de sus cabellos, para este, simple y llanamente resulta imposible mantener sus "manos" en una sola mujer y Yona se niega a verlo o quizás es dominada por su facilidad para perdonar.
—Lo juro —vuelve a repetir mientras Hak le pasa otro pañuelo.
Hak observa los chupetones en el cuello de Yona.
—Lo sé —responde, mientras continúa sosteniendo la caja de pañuelos.
Y Hak lo sabe, sabe que de intenciones está lleno el mundo, pero Hak también sabe que antes de que las marcas en el cuello de Yona desaparezcan ella estará de regreso en aquellos brazos y él en los de otra mujer.
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Reunidos tomando un café Yona le habla emocionada de las nuevas ideas que tiene para Kouka Inc. y Hak escucha maravillado, porque Yona tiene una mente prodigiosa y una visión envidiable, pero Yona pronto baja la mirada y juguetea con sus manos.
—Es demasiado ambicioso, fuera de mi alcance, ¿verdad?
—¿Lo crees? —pregunta levantando una ceja.
—Quizás Kye-Sook tiene razón —dice tomando un trago de su taza—, quizás sea mejor que deje todo en las manos más capaces de Soo-Won.
—Yona, mírame, no te he preguntado qué cree Kye-Sook, te he preguntado, ¿qué crees tú?
Los ojos de Yona recuperan esa chispa que hace a su corazón hacer piruetas.
—Creo que puedo hacerlo, necesitaré más personal y recursos, pero puedo hacerlo, ¡voy a hacerlo!
—Perfecto. Ya tienes tu respuesta, y por cierto, no creí ni por un segundo que fuera demasiado ambicioso o fuera de tu alcance.
—Eres el mejor, Hak —dice abalanzándose a sus brazos.
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Afuera llueve a cántaros, el fuego crepita en la chimenea y Hak toma una copa de vino mientras lee, cuando es interrumpido por el toque en la ventana. Deja caer el libro y se apresura hacia la puerta cuando se da cuenta de quién se trata.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunta mientras se apresura a secarla con las toallas que ha tomado del baño auxiliar—. ¿Qué sucedió?
—Lo encontré con Aro —dice Yona, la cabeza baja, temblando como una hoja.
—Lo mejor será que te saques esa ropa antes de que te congeles, entra al baño, ya te traigo algo de ropa —dice empujándola hacia el baño mientras él sube las escaleras a toda prisa.
Cuando regresa a la sala, casi deja caer su carga al verla parada frente a la chimenea en nada más que una toalla.
—Yona, ¿qué estás haciendo?
—¿Por qué no soy suficiente, Hak? ¿Qué está mal conmigo?
—Eres perfecta, Yona, cualquiera que piense lo contrario está ciego.
—Lo dices porque eres mi mejor amigo.
—Solo digo la verdad —sentencia.
Yona se muerde el labio.
—Si es la verdad…, tú… —titubea Yona—, me…, ¿me tomarías?
La mandíbula de Hak se desencaja totalmente, sabe que debe negarse, pero sus labios lo traicionan.
—En cualquier momento y en cualquier lugar —dice antes de cerrar la distancia que los separa y devorar sus labios.
Y esa noche, esa noche de lluvia y tormenta, esa noche Hak la toma, la descubre, la recorre, la construye, la deconstruye y la vuelve a construir, Hak la ama desde la punta de los pies hasta la última hebra de cabello. Hak acaricia, besa, y enciende, cada curva, cada relieve, cada valle, cada rincón y ella susurra, llama, grita, su nombre, el suyo, Hak.
Y Hak la marca, la marca como suya, porque aunque sea solo por esta noche, Yona es suya. Deja marcas de amor, en su pecho, en su bajo vientre, entre sus muslos. La huella de su paso. Un gesto egoísta. La garantía de que ella no volverá con aquel otro, no hasta que las huellas de su paso en la piel de ella se hallan desvanecido para siempre.
Cuando la lluvia cesa y el sol despunta en el horizonte, Hak despierta solo en su habitación.
