¡Hola! Soy nueva en este fandom y me sorprende a mí misma que mi primera historia aquí sea de esta forma y con esta ship (que me gusta, aunque prefiero varias antes :v) paso a explicar: este fic es para la actividad: "Servicio de Delivery de Fics" del grupo Lo que Callamos los Fickers en Facebook. El pedido o sea la idea principal de esta historia le pertenece a Jane Mikael, yo solo tome el pedido porque me inspiró a esto :3 ¡gracias por permitirme trabajar tu idea, espero que te guste!

Pareja principal: Gajeel Redfox x Levy McGarden.

Disclaimer: Fairy Tail y sus personajes le pertenecen a Hiro Mashima, la idea principal de esta historia le pertenece a Jane Mikael.

El abismo del alma

Capítulo 1: Coincidencia

Era un edificio cualquiera en aquella ciudad llamada Magnolia, él era un hombre cualquiera entre las muchas vidas que habitaban ese mundo, se sentía tan insignificante y pequeño, tan solo. La soledad se encontraba en cada rincón de ese departamento, el cual ahora él recorría lentamente, con un arma en su mano derecha, que se sentía tan pesada pero también que parecía estar encastrada a su mano, ¿o sería él que no quería soltarla? La necesitaba para morir y ese objeto lo llamaba para al fin cumplir su único propósito: arrebatar una vida. Estaba decidido, luego de su pequeño tour lo haría, iría a la buhardilla de aquel viejo edificio y…lo haría.

Al llegar al último cuarto, que se trataba de la sala, observó a su gato dormir en el sillón, él no hizo ningún ruido y aún así el animal levantó su cabeza para mirarlo, parecía escudriñarlo con sus ojos, querer decirle algo y él rogaba al Dios en que no creía para que el felino hablara y lo detuviera. Su paseo era más para calmar a esa insignificante parte que siempre está ahí, que quiere ver con optimismo la situación y seguir viviendo. Pero, ¿qué era vivir? ¿Por qué la gente quería hacerlo? Si en la vida solo había sufrimiento, traición, dolor. Todos esos oscuros recuerdos que lo empujaban al borde del precipicio, como si fuera un fuerte viento al que él no podía enfrentar; volvieron a invadir sus pensamientos e hicieron un desastre en su destrozada mente. Sacudió la cabeza para alejarlos, quería paz, y en unos cuantos minutos la tendría. Se acercó a Lily y acarició su cabeza, pidiéndole que se portara bien e informándole que le dejaría la ventana abierta para que pudiera irse. Como todos.

Salió al lugar escogido y colocó el arma en su sien, su pecho se contrajo, sus lágrimas parecían estar congeladas, su respiración era tan fuerte. Sonrió con ironía, incluso en el borde del abismo le temía a la muerte, pero…le temía más a la vida. Su dedo índice temblaba mientras iba apretando cada vez más la cola del disparador y cuando más cerca estaba, cuando más pesada sentía el arma, un insistente golpeteo lo distrajo. Bajó el arma instintivamente y su respiración agitada se permitió salir, apoyó sus manos contra lo más cercano que tuvo para apoyarse y miró con odio hacia atrás, ¡basta de interrupciones, él quería paz! Con ese pensamiento en mente, cerró fuerte los ojos y volvió a colocar el arma en su cabeza, pero ahora no solo era el golpeteo sino una voz que pocas veces escuchó pero que reconocía. Una que le pedía por favor que saliera, que lo necesitaba. Su corazón se contrajo y su garganta se hizo un nudo, ¡no, nadie lo necesitaba, no tenían que necesitarlo! La insistencia de la joven universitaria lo exasperó y lo obligó a ir a ver qué sucedía. Un retraso, solo eso era, nadie podría evitar su final.

Del otro lado de la puerta de entrada, Levy McGarden se sostenía la mano nerviosa, tal vez lo estaba molestando y no lo conocía lo suficiente, pero no tenía opción: su puerta se había trabado y el portero estaba ocupado. Todos sus amigos estaban ocupados y su única opción era su ruidoso vecino del departamento de arriba. Sin embargo se sentía tan nerviosa, ese hombre a todas luces era peligroso, se le notaba en la cara y en la forma de hablar. Pero debía descansar bien, al día siguiente debía presentar su trabajo de literatura inglesa, al que tanto empeño le había puesto, y aparecerse con unas prominentes ojeras no era opción.

Por un momento, evaluó la posibilidad de que él la golpeara por molestarlo a esas horas de la noche, sudó frío. Ojeras no era nada comparado con un ojo morado. Trató de marcharse pero escuchó el crujido de la puerta, volvió a su lugar rígida, si él la perseguía por las escaleras le ganaría y cuando la atrapara…no quería pensar en eso. Mas lo primero que sus ojos vieron sus ojos la dejó paralizada, quería gritar, ¡él tenía un arma! Suplicó a todos los cielos no morir allí, no quería dejar esta vida a la corta edad de diecinueve años. Lo último que esperaba era notar ese sentimiento en los ojos rojos del hombre frente a ella. Sus palabras salieron solas de su boca y retumbaron en el incómodo silencio en el que quedó sumido el pasillo.

― ¿Estás bien?

Gajeel Redfox, el inquilino del departamento del quinto piso, observó a aquella mocosa. ¿Sabía ella lo que era estar bien? ¿Podría comprender a su corta edad lo que la vida podía hacerle? No lo creía, pero su garganta estaba seca y no podía hablar, así que solo se limitó a mirarla. Ella agachó la cabeza, obviamente inhibida, él soltó entonces una risilla sarcástica ya que no le extrañaba que esa coincidencia no fuera más que otra de las malas bromas de la vida. Después de todo, nadie querría detenerlo.

Levy tenía el corazón latiéndole a mil por hora, sus ojos estaban inundados de lágrimas, su silencio le hizo entender que esa arma no era para ella, era para él. No lo conocía, pocas veces se cruzó con él, pero no podía entender qué lo había llevado a tomar esa decisión. Debía tomar una decisión, podía irse y dejarlo ser, esperar sentada en su cama el sonido del disparo o podría detenerlo, aunque no fuera su asunto, aunque no tuviera nada que ver con ella.

―Idiota, ¿¡qué se supone que tratabas de hacer!? ―gritó mientras se lanzaba a tomarle el brazo donde él tenía el arma. En pocos minutos decidió que si podía impedirlo, no lo dejaría morir.

Empezaron una lucha por el arma, ambos forcejeaban y ella no sabía de dónde estaba sacando la fuerza. Por su parte, Gajeel no podía entender qué estaba mal con esa niña, porque eso era: una estúpida niña que se creía una heroína. Eso lo enfureció y sin medir sus acciones la golpeó, pero ella no desistió y comenzó a gritar histéricamente que podría hacerle lo que quisiera pero que ella no lo dejaría morir. Esas palabras fueron las necesarias para que él dejara de forcejear.

Ambos cayeron de rodillas, ella por el mismo impulso del cuerpo de él al caer y él al sentir en su corazón calidez, una que odiaba pero que se sentía tan bien. Comenzó a reír, asustando a la joven, que no entendía por qué esa risa se escuchaba tan triste…por qué esas lágrimas se veían tan amargas.

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Unos minutos luego ambos se encontraban sentados en la mesa de la cocina del departamento de él, ella lo miraba duramente y sin temor, con una humeante taza de té frente suyo; mientras que él bebía la suya mientras observaba a Lily tomar leche de su tazón. En medio de ellos, en la mitad de la mesa, se encontraba el arma de fuego, y en el olvido estaba la puerta trabada del departamento de Levy.

― ¿Por qué viniste aquí? ―preguntó, su voz sonó ronca, cosa que lo hizo molestarse.

Ella pensaba en qué palabras elegir, ¿él sería un creyente? ¿Sería apropiado referirse a Dios en esos momentos? Pero las personas que elegían suicidarse comúnmente ya habían abandonado sus creencias hacía tiempo. ¿Cuánto tiempo llevaría así? ¿Qué lo llevó a eso? Escudriñando la situación y con los pocos datos que tenía, no había forma de que diera una respuesta apropiada. Una coincidencia, eso era lo que debía contestar: la verdad, era una coincidencia.

―Llegué a casa y la puerta de mi departamento estaba atascada, necesitaba dormir y no sabía a quién recurrir ―sus últimas palabras trató de disfrazarlas, él no fue su primera opción, pero estaba segura que alguien en su posición no querría oír la palabra "todos mis amigos estaban ocupados" ―. ¿Crees en las coincidencias?

―No.

La respuesta fue seca y parecía poner una barrera entre ellos, una de fuerte y frío hierro que ella no sabía cómo atravesar, pero quería ser escritora y las palabras eran su mejor arma. De alguna forma llegaría a él.

―A mi también me gustan los gatos, ¿cómo se lla…?

―Vete de aquí ―la petición de él cortó todas sus palabras. Las manos de Levy se contrajeron en puños, no quería irse, no quería dejarlo solo…

―Sé que no es mi asunto, pero no quiero dejarte morir.

― ¿Por qué? ¿Qué puedes saber tú, niñata?

En cualquier otra ocasión eso la ofendería, pero no ahora, las personas como él estaban enojadas con el mundo, con todos. Debía ser paciente. Suavizó su mirada y le sonrió, confundiéndolo.

―No sé nada ―confesó―, tienes razón, soy muy joven. Pero si de verdad hubieses estado decidido, ahora estarías muerto. Déjame preguntarte, ¿por qué abriste la puerta?

El maullido de Lily la distrajo, para cuando volvió su mirada a Gajeel este tenía un indescriptible sentimiento reflejado en su rostro, parecía nostalgia, tristeza, soledad. Una profunda oscuridad lo rodeaba. Se sintió insegura, jamás había pasado por algo muy malo, más allá que alguna ruptura amorosa o peleas con sus padres, nunca nadie la lastimó enserio, tenía amigos que velaban por ella, padres que llamaban para preguntar cómo estaba. Hasta ese noche no se había enfrentado a nada igual en su vida.

El hombre de negros cabellos no podía entender a esa muchacha, él a sus veinticinco años había aprendido a desconfiar de todos, había sufrido traiciones y mucho maltrato, no fue siempre puesto que hasta su adolescencia su vida había transcurrido sin mayores problemas. ¿Cuándo fue que tomó una mala decisión? ¿Cuándo fue que todo comenzó a salir mal? ¿Fue cuando se mudó solo, fue cuando su madre falleció, fue cuando comenzó su primer empleo? Otra vez, la oscuridad comenzaba a rodearlo y en medio de ella una pregunta: "¿por qué abriste la puerta?".

―No lo sé ―confesó con el corazón roto y un nudo en la garganta. No iba a llorar, pero tampoco podía mantenerse más de pie ante esos oscuros pensamientos. Una mano se acercó a la suya y observó la ternura en la cara de la chica, una suave mirada que hacía mucho no le daban―. No lo sé―, repitió, esta vez más bajo.

La noche continuó su transcurso, ella olvidó su departamento, su presentación, consiguió apoderarse del arma y pese a que hablaron temas triviales, consiguió sacarle unas cuantas palabras al hombre frente suyo. Aquel que había escuchado nada más en reuniones de consorcio y que siempre la intimidaba con su mirada al encontrarse en el ascensor. Sin saber cuándo, se había quedado dormida.

A la mañana siguiente sus ojos se abrieron y lo primero que sintió fue un fuerte dolor en el cuello y la espalda. Tardó en reconocer el lugar, sobretodo al gato que la miraba fijamente. Entonces, lo recordó, se sobresaltó al no encontrar el arma en su cintura y abrió cada puerta de ese lugar, gritando el nombre del inquilino, no obteniendo respuesta. La única puerta trabada era la del baño, golpeó con insistencia y empujó con su cuerpo la puerta, sintiendo un gran alivio cuando esta se abrió.

― ¿Estás loca, niñata? ―cuestionó irritado el hombre, ella contuvo sus ganas de llorar, por un momento creyó que él…

― ¿Dónde está el arma? ―preguntó sin reparo, frunciendo su ceño y cruzando sus brazos, con una clara intención de no dejarlo salir de frente de la puerta hasta no recibir respuesta.

Gajeel rascó sus cabellos y miró hacia otro lado, admitía que la noche anterior había sido muy dramática pero no por eso dejaría que una muchachita se llevara semejante cosa, ¿acaso no entendía lo que implicaba llevar una?

―La escondí, no te la puedes llevar ―. Ella no pareció contenta con la respuesta por lo que el hombre rechistó por lo bajo, ¿por qué le debía dar explicaciones? Pero entonces notó un hematoma bajo la sien derecha y parte de la oreja de la chica, el color verde predominaba, él había hecho eso―. Lo siento, prometo no usarla. Te ayudaré a abrir tu departamento, pero con la condición que no vuelvas a acercarte a mí.

Levy se mostró claramente sorprendida por su respuesta, pero también dudaba sobre si creerle y él no podía culparla. Al parecer ella aún no sentía su golpe, por lo que no podía entender que sus palabras eran sinceras solo por la culpa que sentía de haberla lastimado.

―No puedo aceptar eso ―concluyó la chica, molestándolo―. Quiero…quiero que seamos amigos.

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Amigo. Una palabra que perdió significado hace mucho para él, una vez tuvo una amiga, creía que se llamaba Juvia o algo así, pero ella también lo abandonó. Todos se iban, no podía culparlos, él era un ser despreciable que no merecía a nadie cerca. Incluso en ese momento, no pasaban de las once de la mañana y ya estaba en un bar bebiendo, pensando en una propuesta de una jovencita. ¿Acaso era estúpido? ¡Ser amigo de una niña de diecinueve años! A sus veinticinco años eso era algo hilarante, a su parecer.

Terminó la jarra de cerveza que estaba bebiendo y dejó el dinero exacto en la barra. Se levantó de su asiento y salió, tratando de pensar en la propuesta de esa mocosa.

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Su presentación fue un éxito, pero no podía estar satisfecha por ello puesto que su cabeza estaba en otro lado. ¿En qué se había metido?

―Levy-chan ―la voz de su mejor amiga la sacó de sus pensamientos y notó que se veía preocupada―, ¿ocurre algo?

La de cabellos azules no sabía si contárselo o no, sería exponer a Gajeel y no quería causarle problemas. Aunque Lucy no vivía en su edificio, era novia de Natsu y se la pasaba mucho tiempo allí.

―Es…un amigo, se quiso suicidar y yo…

― ¡Levy-chan, eso es terrible! ―dijo exaltada la rubia, se apresuró a abrazarla―, no tienes que decirme quién es ni nada, tampoco lo comentaré con nadie más, pero si necesitas hablar puedes hacerlo conmigo.

Esas simples palabras la llenaron de paz, ya no se sentía tan sola y agobiada con ese tema, además sabía que podía confiar en Lucy. Sus palabras le dieron una idea, pero no sabía si funcionaría con Gajeel, él dejó muy en claro que no quería decirle sus motivos y con presionarlo no creía que llegaría a nada.

Comenzó a descargar todas sus dudas en su amiga, quien pese a no haber pasado tampoco por lo mismo había leído varios libros de psicología con los que podía sacar conjeturas y proponer ideas. Sin embargo, sentía que no podía ponerlas a prueba, esa maldita realidad no la podía encontrar en ningún libro. Creía fervientemente que cada persona era un mundo y poner una personalidad y vida entera en la bolsa junto con otras, no le parecía lo correcto.

―No te presiones, lo que haces es maravilloso, salvaste su vida ayer pese a que…bueno…―, no entendía los gestos de su amiga, así que esta tomó su mano y la hizo tocarse su propia sien, donde sintió una punzada de dolor al hacerlo. Ahora recordaba, él la había golpeado.

―Estaba pasando un mal momento ―comentó, si bien era partidaria de no justificar la violencia, ese caso lo ameritaba―, si vuelve a hacerlo yo le daré uno también ―dijo apretando con una mano su bíceps, haciendo reír a su amiga aunque no por ello lograba quitarle la preocupación―. Es solo que, no quiero dejarlo solo. No quiero que muera.

Ambas chicas quedaron en silencio, cada una metida en sus pensamientos, notando que extrañamente habían quedado ligadas a un tema muy delicado del cual sentían que solo podían hablar entre ellas. Porque era su secreto, más bien el secreto de una tercera persona que por algún motivo sentían que debían proteger.

―Hay líneas de auto-ayuda ―comentó Lucy, más preocupada por Levy que por el misterioso hombre. No se fiaba de un "motoquero con pinta de maleante de veinticinco años", como literalmente Levy lo había descrito―. Mira, si tienes algún problema llama a Natsu. No importa dónde esté él, te ayudará.

La mirada ofendida de la de orbes marrones hizo suspirar cansada a Lucy, sabiendo que alguna estupidez había hecho su novio. Según Levy, la noche anterior había recurrido a él pero este la ignoró ya que Happy, su gato, se había escapado por la ventana. Ese felino era demasiado escurridizo y solía hacer eso, pero Natsu era un exagerado al creer que no volvería.

―También puedes llamar a Erza o a Mira, viven en tu edificio después de todo ―propuso. Y ante la certeza de que no desistiría, Levy solo pudo prometer que pediría ayuda llegado el caso.

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El hombre de cabello negro se encontraba en su sala, acariciando a su gato, nada más podía hacer pues al planear morir había dado de baja la tv por cable, había vendido su guitarra y había renunciado a su trabajo. Era un milagro que el trámite para dar de baja la luz, el gas y el agua le tomara más tiempo, sino lo único que habría allí serían los muebles. Se levantó del sofá y pensó que debería cubrirlos, cuando no estuviera quién supiera cuánto tardarían en darse cuenta y el polvo arruinaría tan fina madera, la cual tanto le gustaba a su madre.

¡Cuánto la necesitaba en ese momento! Metallica siempre sabía qué hacer, qué decir, era una mujer respetable que siempre se enfrentaba al mundo sin temor. ¿Y qué le dio la vida? Un injusto accidente de tránsito, ¿se podría llamar así a una rueda desprendiéndose de un auto y golpeando justo a su madre en la nuca? A ella, en medio de toda una multitud. Odiaba la vida, era tan injusta.

Pero si cierta persona le preguntaba, no, no por eso estaba así. Era algo más profundo, algo que se construyó con los años, no había un punto al cual volver y corregir, debía directamente cambiar todo su pasado después de… ¿después de cuándo? ¿Cuándo se equivocó?

Su oscuridad lo consumía, insectos putrefactos corroían su alma y corazón, mientras el viento soplaba fuerte tratando de empujarlo al abismo y allí, una muchachita impertinente sostenía su mano sin dejarlo caer, con lágrimas injustificadas y un golpe que no merecía. Y en medio de ese panorama, él se hacía la misma pregunta que ella le dijo la noche anterior: ¿por qué abriste la puerta?

Continuará…

¡Bueno, bueno! Este es el primer capítulo, ya que el pedido fue que sea un long-fic. Espero que les haya gustado, no estoy familiarizada muy bien con los personajes pero espero que no sean muy OOC. Nos vemos en el siguiente cap.

Ja-ne