"La sangre es vida... ¿por qué crees qué todos la aprecian? La de unicornio, tiene magníficos poderes curativos, la de los humanos, la aprecian los vampiros hasta la necesitan para vivir, la de dragón... Un excelente ingrediente para pociones. Recuerda, Lily: la sangre es vida. Y tu sangre es muy importante"

En todo esto pensaba Lily, mientras veía su propia sangre, su vida, como salía de su cuerpo. Si... La sangre es vida. De sus numerosos cortes, a lo largo de sus delgados brazos, la sangre brotaba y fluía hasta llegar al suelo, formando un charco alrededor de la chica, de diecisiete años, que estaba apoyada en la puerta de su habitación. Nadie la podría oír llorar, hoy era el día de un partido muy importante de quidditch, la final; sabía que nadie la impediría acabar con toda la farsa que era su vida, toda la obra de teatro que todos habían interpretado para ella a petición del magnífico director...

Ante sus ojos, vio pasar sus recuerdos más hermosos, los instantes en que creyó ser feliz: desde que entró en Hogwarts, todos sus amigos, sus amores, sus aventuras y sus problemas. Todo estaba ya organizado. Ella solo interpretaba un papel, que tendría que cumplir. Su destino. Irónico. En una sangre sucia estaba el salvador del mundo mágico. Pronto dejaría de serlo.

¿Sangre sucia? Miró el líquido que recorría el largo de sus brazos. Sabía que era una expresión, pero le parecía tan pura... Ese color granate que brillaba sobre el blanco de su piel, que manchaba ya todo su atuendo. ¿Cómo algo tan maravilloso podría ser sucio? No, era imposible...

A medida que la sangre salía de los cortes, la pelirroja se iba sintiendo más ligera... Se miró en el espejo que tenía enfrente. Su cabello igual de rojo que el líquido, ahora le parecía de lo más hermoso, y anteriormente era la característica que más había odiado, junto a esos ojos verdes, que todo el mundo admiraba. En cambio, a ella le parecían de lo más horrible. El color del agua estancada. Pero ahora era diferente. Se veía a sí misma como un ser hermoso, con un aura blanca que le rodeaba, ¿es así cómo la veían todos? Podría ser. Pero sabía que era la sangre lo que la hacía más bonita ante sus ojos.

Su vista se nublaba, dando paso a recuerdos felices. Todos en realidad eran títeres, tenían un rol que desarrollar, igual que ella. La diferencia es que ellos sabían quien movía los hilos. Sabían qué se escondía detrás de su papel, y querían interpretarlo. Ella no.

Los únicos que nunca habían sido manipulados eran ellos. Los merodeadores. Sabía que James Potter la odiaba, y no creía que ese fuese su papel de verdad, no trataba de ocultar nunca el odio que profesaba hacia ella. Sabía que Sirius Black sentía indiferencia. Sabía que Peter Pettigrew la adulaba. Y sabía que Remus era su amigo. Su único amigo. Por el único que lamentaba dejar todo. Pero ella no podía soportar el peso del mundo. Toda esa presión, que al final le fue revelada, para qué y por qué ella estaba allí. Y no era más que su función. No era Lily. Era la portadora de la salvación. Por eso todos la mimaban, hacía que la apreciaban... Porque sabían que la necesitarían en un futuro. Para salvarles.

Todos hablaban de ella como "La Portadora" nada más. No era Lily, no se molestaban en conocerla. Daban por hecho que ella era buena persona, y que tenía unas cualidades tan nobles como para ser la madre del futuro héroe. Solo la valoraban por su destino, no por lo que ella se había esforzado en conseguir.

Lentamente, gota a gota, su vida se iba... Y ella estaría feliz, en paz. La única duda que le quedaba es que si ella era la portadora... ¿quién sería el padre del salvador? Nunca lo sabría, pero ahora ya no le importaba. Dentro de poco estaría tranquila. Que importaba el dolor ahora, si todo iba a acabar bien. Lo sentía por el mundo, pero ella era cobarde. No merecía estar en Gryffindor. Cuando se enteró de su papel, se dio cuenta de que siempre la habían estado presionando, para que encontrara a su "príncipe". A ella la trataban de princesa y soñaba con ello algún día. Creía que todos la querían, que se preocupaban por ella, porque no sufriera... Pero no. Se preocupaban por sí mismos.

Y sabía que si hoy mismo, no acababa con todo, el propio mundo se encargaría de acabar con ellas. A fin de cuentas, ya lo habían hecho. A pesar de todo lo que sabía, nunca pensó que sus padres y sus niñeras la mimaban con una ternura incierta, que abandonaban su habitación por la noche con una sonrisa falsa, y que los obsequios que la regalaban era una muestra para que les tuviera en cuenta años más tarde.

No, ya no podía más. Es verdad que todos se esforzaban para hacerla feliz. Pero no por ella. Por "la Portadora" si no, ¿qué sería de ella? Una joven como otras tantas. No lo veía tan mal. Tendría amigos de verdad y no marionetas. Podrían discutir, sentir un abrazo, sentir el cariño, el amor, el miedo.

Miedo... Ella nunca supo qué era aquello. Siempre se había sentido protegida por todos. Sabía que no la pasaría nada, pero no sabía el por qué de la preocupación por su seguridad por parte de todos. Ahora que lo sabía, no valía para nada.

Se restregó los ojos. No iba a llorar. No ahora. Iba a pasar lo que ella quería. Iba a ser libre. Se miró de nuevo al espejo: una chica sentada, esforzándose por no llorar, con la cara manchada de su propia sangre, toda ella manchada por esa sustancia que todos apreciaban y la consideraban algo sagrado.

A su lado, estaba aquella espada, no sabía de donde procedía,simplemente la había encontrado en su baúl. Era plateada, y su empuñadura estaba llena de grandes rubíes fulgurantes. Al final le sirvió de algo aquel regalo. Ya no tenía tiempo para agradecérselo a quien se lo había dado.

Su vestido, debajo de la túnica, ya era totalmente rojo. La cantidad que de sangre que había perdido no era la suficiente para morir, al menos de momento, pero eso con los minutos se arreglaba. El charco que había en el suelo a su alrededor, cada vez iba volviéndose más amplio... Y cerró los ojos. Veía sus recuerdos cada vez más vívidos. Incluso podía escuchar pasos. ¿Pasos? ¿Ahora? No importaba. Apoyó su cabeza contra la puerta, se llevó una gota de su sangre a los labios. Era amarga. Después de todo, "la Portadora" era una sangre sucia... Sonrió. Casi era libre...


Continuará...


"no sabrás todo lo que valgo hasta que no pueda ser junto a ti, todo lo que soy"