Por Claudia Medina
Capítulo I
Iba colina arriba, amaba ver las extensiones de las tierras altas desde su colina; según su apreciación no había paisaje más hermoso en el mundo y donde se sintiera mejor. El aire le daba en la cara, su rubio cabello hasta el cuello volaba con el galopar del caballo, se sentía libre, a pesar de que tal vez, para entonces, legalmente sería un hombre casado. Esa maniobra no era de su total agrado, siempre creyó en el matrimonio por amor, era como le había dicho una que otra de sus miles de conquistas "un estúpido romántico". Pero la terquedad de la Tía Elroy y la de su mismo padre al estipularlo en el testamento, que hasta que no estuviera casado no ocuparía su lugar como patriarca oficial del clan Andley, lo obligaron a tomar esa descabellada decisión. Tal vez no se casaría por amor, pero si a su manera. Al fin de cuentas, dejaría en claro a su terca tía que no iba a permitir jamás que manipulara su vida. Más de tres chicas casi se las metió por los ojos, no eran feas, tampoco bonitas, solo unas chicas de sociedad que de seguro veían el matrimonio como una inversión más de sus propias familias, directo al 99% de posibilidad al fracaso "Si voy directo al suicidio… por lo menos que sea como yo quiera" se decía a sí mismo.
Tenían razón, todos, a sus 28 años sus compañeros de generación ya tenían hijos casi adolescentes, tenían sus propios negocios... Y él, solo había acumulado kilómetros en su experiencia de aventurero por el mundo, África, Asia, América del Sur sin olvidar Australia fueron testigos de sus expediciones apoyando a científicos en la búsqueda de nuevas especies de animales o estudio de los que ya existen, otras con fines antropológicos e históricos, sí, suena divertido y emocionante, pero también estaba de acuerdo en que ya era imposible seguir dejando a la tía Elroy todo el peso de su responsabilidad, por el bien de todos ya era apremiante que tomara las riendas del carruaje.
Tomó una bocanada de aire fresco, sus ojos azul celeste se perdieron en el horizonte, escondido en lo verde de la irregular planicie, vio a lo lejos el viejo castillo, cómplice de sus innumerables travesuras de la infancia, cuando nadie debía de saber si quiera de su existencia, de la soledad en su adolescencia y su eterno refugio después de cada expedición o de sus viajes a Chicago. Tal vez, ya no quería estar solo, ella era la ideal para eso…ella… su princesa sin rostro, sin cuerpo, solo unas letras sepia escritas en papel de mínima calidad, doblada en un sobre con olor a rosas y con estampillas de Chicago, sellados por el correo americano. Al parecer sencilla, dulce, maestra de música, que vive con su hermana en un departamento en uno de los barrios más sencillos pero decentes. Sobre todo de origen humilde, ambas fueron adoptadas por una pareja madura que fue perdiendo su fortuna para dejarlas solo con lo necesario para vivir dignamente; lo que pondría de seguro los pelos de punta a la tía Elroy. Soltó una sonrisa de complacencia y tomó del bolsillo de su pantalón la mitad del broche que quedó al enviarle el otro a su ya esposa. Lo apretó en su mano-Bien, empecemos esto princesa, espero que por lo menos alcancemos a despegar, ojalá algún día volemos como Atila-dijo al ver a su amiga el águila blanca que volaba a lo lejos-veamos que nos depara Annie Bitter.
El piano sonaba nada melodioso tras de la puerta, la voz suave y paciente de una chica indicaba que podría hacerlo mejor, entonces, de nuevo empieza la tortura a quien pasara cerca. Archie, se decidió a tocar la puerta fuertemente para ser escuchado, una voz le indicó que ya iba a ser atendido, una chica vestida de enfermera, delgada, no muy alta de cabello rubio rizado, de ojos esmeralda le abrió la puerta con una gran sonrisa- en un momento Jimmy termina la clase, si gusta pasar, usted es su tío verdad?- dijo para asegurarse al ver al desconocido ante su puerta, era un joven de casi su misma edad, 24 a lo sumo, elegantemente vestido y porte de lord inglés.
-No, en lo absoluto, permítame presentarme-dijo el hombre, pero el ruido del piano lo interrumpió, entonces la chica salió y cerró la puerta tras de sí.
-MI nombre es Archibold Cronwall Andley, a sus pies madam. Como uno de los representantes legales de la familia Andley, vengo con una especial encomienda de parte de mi tío abuelo Sir William Andley…- Candy se quedó boquiabierta al escuchar dicha encomienda, solo veía a su interlocutor hablar lo más propiamente posible solo para decir que venía con una carta poder a casarse con Annie, solo logro tomar aire, ¿sería eso posible? ¿no sería una trampa? Ese hombre se veía sincero, vio todos lados y sin esperar a que el hombre castaño y de cabello lacio terminara de hablar entró de nuevo a casa, interrumpió la clase, solo se escuchó un estridente "¡¿qué?!
Archie vio salir al chico verdugo del pobre piano
-Dice mi mamá que la clase se la paga el próximo jueves..
-Si está bien, no te preocupes-contestó una nerviosa chica castaña de cabello lacio hasta la cintura, recogido en media cola y un fleco que le enmarcaba su dulce cara, las pestañas apenas dejaban ver que los ojos eran café claro, su nariz era pequeña y respingada que se movía cuando movía sus delgados labios, completamente erguida daba altura a su cuello y podía ser preciado un cuerpo espigado; Archie quedó mudo por primera vez no sabía que decir apenas pudo articular
-Archibold Cronwall Andley a sus pies mi lady.
Annie salió de su letargo al ver a ese hombre, jamás había visto un muchacho tan guapo y con tanta personalidad. Se sonrojó completamente, sabía que era bonita, pero el brillo de su hermana según ella, la opacaba, no estaba acostumbrada a ser halagada.
-¡mi lady, por Dios!, pase, por favor tenemos que aclarar esto- dijo con su tono suave pero firme.
-El té, ustedes toman té ¿verdad?- dijo Candy con una pícara sonrisa al entrar a la sala con una bandeja de plata y un fino juego de té.
-Bueno, si pero es algo temprano, apenas son las tres-contestó Archie con cierto compromiso,- pero está bien porque creo que estamos algo alterados con la noticia-añadió soltando una risilla nerviosa y viendo constantemente a Annie.
-Candice White Bitter, estamos esperando una explicación a todo esto.
Candy se sentó en el sillón favorito de su madre y bajó la cabeza, Annie y Archie la observaban. Archie vio a las dos hermanas, verdaderamente ambas eran muy bellas y como lamentaba que Annie fuera la escogida por su tío. Candy se mojó los labios y empezó su discurso.
-Mire señor Cronwall, yo prometí a mi madre en su lecho de muerte que no haría mi vida antes de que dejara bien casada a mi hermanita, alrededor de hace un año yo tomé la decisión de entrar al convento que pertenece la hna. María una de las mujeres que nos crió antes que nos adoptaran los Bitter; pero me pidieron que no dejara nada pendiente… así que estuve pensando la manera de ayudar a mi hermana y como un mensaje del cielo-dijo abriendo sus dos lagos verdes- vi ese anuncio en el periódico, bueno, la verdad contesté varios-dijo con su risilla nerviosa- anime a Annie pero solo me hizo caso unas cuantas cartas…
-disculpe, ¿usted en un convento? No lo entiendo…
-siempre he querido ayudar al prójimo…y siendo enfermera..
-no seas mentirosa, fue por culpa de Terry que se fue con Susana- dijo Annie molesta.
-miss annie veo que le desagrada la idea…
-claro que si, podré ser tímida pero no tonta, yo estoy bien así solo que no me he enamorado es todo… no …necesito que me consigas marido
-ha encontrado a alguien especial?...entonces se niega a firmar porque el juez y el otro representante llegan en veinte minutos
-perdóname Annie…no debí de hacer eso, decidí por ti, fui tan egoísta..- dijo Candy al abrazar a su hermana.
-creo que mi tío abuelo merece una explicación, disculpen pero jugaron con algo serio, si él se molesta, podría incluso meterlas a l cárcel.
-de verdad?- dijo Candy asustada-yo acepto toda la responsabilidad, yo iré personalmente a explicarle si es necesario, yo no actué de mala fe… en ningún momento quise …
-lo sé, pero esto es tan complicado… al menos que miss Annie…
Annie, se quedó pensativa y recordó aquella noche de tormenta…
-Candy, vámonos, es ahora o nunca- dijo casi en susurro Terry, abrazando a Candy, sin importar que estuviera completamente empapado, le sacaba casi 40cm de diferencia y la cubría con su cuerpo, llorando le suplico que se fueran lejos, y se casaran para que la madre de Susana se diera por vencida y los dejara en paz.
-Te amo, Terry te amo tanto…pero no puedo dejarla…
-ella se casará algún día… hará su vida..¿y tú?...vámonos si quieres después mandamos por ella a donde vayamos…
-es todo…no, Terry, no puedo…-fue entonces que ella cerró la puerta y se dejó derrumbar.
-Está bien sr. Cronwall, acepto, firmaré donde y cuando me indique, las Bitter, tenemos palabra.-dijo seria, viéndolo a los ojos.
La sonata de Franz Liszt se escuchaba en el salón de juegos del trasatlántico. Archie y Ann parecían siameses, se movían con una sincronía innata esa melodía sueño de amor los unía. Candy estaba anonada escuchándolos, al igual que George, que tal vez por su edad ya estaba viendo más allá que los jóvenes. Esas miradas que los intérpretes de tan romántica pieza se lanzaban hasta un ciego las veía, sentía justo al inicio del estómago esa sensación que le indicaba que algo importante iba a suceder en la que muy seguramente su cabeza estaba en peligro, de pronto volteo a ver a su joven acompañante y ella lo vio a los ojos con esa complicidad que trató de disimular con una blanca y media sonrisa.
-Vaya, que sorpresa son maravillosos-dijo Candy
-Y usted, Candy con que nos puede deleitar
-ay yo no..
-por favor Candy no peques de modesta… canta como un ángel- dijo Annie con orgullo- dejó la escuela de artes donde estaba becada para canto, por estudiar enfermería, anda no seas tímida hermana
-Háganos el honor, además nadie más en el barco nos conoce,-añadió George Johnson con su elegante acento inglés.
- No pasa de que nos tapemos los oídos- dijo Archie con familiaridad
Candy se paró junto al piano y pidió al hombre que la acompañara, entonces empezó la melodía de "The last rose of summer" que solo con las voces de Adelina Patti o de Elizabeth Wheels se habían escuchado con gracia y perfección. Su figura delgada, su carabello rizado y rubio le daban un aire etéreo, dulce como su nombre. Un hombre en un rincón del bar reconoció sin error aquella voz que desde el día que la escuchó se enamoró de ella. Su corazón empezó a latir fuertemente, pero quedó paralizado, asido a su copa como un naufrago a un madero, ni siquiera quiso buscarla con la mirada siguió en su posición original, disfrutando cada nota, cada desliz de esa voz, cerró los ojos y recordó cada momento feliz junto a ella, desde que se conocieron en los pasillos de la escuela de artes. El estudiaba actuación y ella canto aunque la descubrió tomando clases de dibujo por la ventana del salón trepada en la rama de un árbol, así fue como empezó a llamarla "tarzán pecoso". También la acompañó cuando su madre murió, eran una pareja de esas que se cree que son para siempre, pero el destino los traicionó, ahora él estaba casado con Susana Marlow, por decisión propia, a medias porque fue a rogarle que huyeran justo una noche antes de su boda, pero ella prefirió cumplir son la promesa que le hizo a su madre en su lecho de muerte. Suspiró fuertemente y abandonó el lugar para que el aire de la proa le diera en la cara.
-Oh por Dios, es usted encantadora, justo escuchamos a Elizabeth Wheels en New York, antes de ir a Chicago- dijo Archie al ponerse de pie aplaudiendo junto con los demás que no dejaban de hacerlo mientras Candy agradecía con la cabeza gentilmente. Se sentaron y Candy todavía tenía rubor en sus mejillas, era la primera vez que tenía una audiencia que no fueran su madre y su hermana o…Terry. Tuvo que abandonar la escuela antes de poder dar alguna practica ante público real, la medicina siempre estuvo en sus prioridades pero sus padres quisieron apoyarla con su don al igual que a Ann, ya que terminarían casadas y era algo al nivel de las señoritas decentes. No puedo ser medicina sino enfermería, lo que estudiara pero bueno amaba, ayudar a las personas, ahora lo haría más libremente, con el casamiento de Annie, podrá entrar al convento y practicar la enfermería a sus anchas.
Un hombre de mediana edad entró corriendo al salón pidiendo ayuda médica. Candy volteó a todos lados esperando que algún doctor se ofreciera
-Yo, solo soy enfermera, puedo ayudar en algo
-un ahogado, acaban de ayudarlo, pronto venga está inconsciente.
Salieron corriendo hacia donde tenían tendido al hombre. Annie y Candy solo se vieron asombradas, quien estaba totalmente empapado tirado en el suelo era Terry. Candy le tocó el cuello y logro sentir un poco de su pulso.
-Tranquilos no está muerto- suspiró hondamente y recordó que un doctor militar les enseñó cómo actuar, le sacó el agua del estomago y procedió a darle respiración artificial. Sus labios que tantas veces los sintió tibios ahora estaban fríos y sin sentido. Terry por fin pudo respirar por si solo y abrió los ojos y volvió a toser al ver a su salvadora. Pero no dijo nada
-Ya está bien- dijo al ver que reaccionaba y como alma que persigue el diablo se levantó y corrió junto con Annie para sorpresa de los caballeros que las acompañaban
-Señorita, señorita- gritó el mismo hombre que le pidió ayuda- espere por favor, - dijo agitado al alcanzar al par de chicas- mucho gusto, mi nombre es Tomas Cage, ¿Con quién tengo el gusto?
-Candy, Candice White Bitter y ella es mi hermana Ann Bitter.- contestó tratando de tomar aire y de ser cortés.
-soy agente de artistas, señoritas usted tiene una hermosa voz y con su presencia, tendría los teatros llenos en cada presentación, además estaríamos seguros en caso de accidente- añadió tratando de hacer un chascarrillo.
-Disculpe usted está equivocado, mucho gusto pero no interesa, tengo otras metas…
-Será monja
-¿Usted? Bueno, de todas formas que tiene mi tarjeta por si se decide… voy a Paris con un grupo de Teatro, después creo que vamos a Londres… estoy a sus ordenes… Candy hermoso y dulce nombre…- dijo al alejarse.
Los golpes en la puerta del camarote la despertaron, se había recluido ahí por 2 días, al saber de la presencia de Terry no quería encontrar o quería tener la más mínima oportunidad de hacer un incidente entre Susana y él, más si la madre de Susana viajaba con ellos.
-Señorita Bitter, señorita Bitter- decía George del otro lado de la puerta.
-Un momento Mr. Johnson.- contestó al levantarse y ponerse la bata para cubrirse.
-Pronto por favor, es urgente- insistía con premura.
-Dígame, Mr. Johnson- apenas pudo decir al abrir la puerta y ver la cara de preocupación de George.
-El joven Archie y Miss Annie se bajaron ayer en Portugal
-Si, si me dijo Annie que irían de compras, o se preocupe
-Pues usted también tendrá que preocuparse, si bajaron pero no subieron de nuevo al barco, se quedaron en tierra…para casarse… me lo dice Mr. Cornwall en esta carta, de seguro miss Annie le dejó una a usted.
-¿Cómo?- Candy echó una ojeada en el camarote y encontró lo que no quería un sobre con letra de Ann estaba su nombre, abrió la carta, la leyó y cayó desplomada al suelo- y ahora ¿Qué voy a hacer?
En cuanto los pies de Candy tocaron el suelo, la carreta arrancó a todo galope, ya estaba ahí, en el pueblo más cercano al castillo Andley, según las indicaciones de George, él se quedaría en Londres para poder hacer los ajustes necesarios en la papelería, mientras Candy iría a explicar todo a William, esperando que fuera una persona sensata y entendiera a su hermana y a su sobrino. Salió del pueblito y vio el extenso valle frente a ella solo una angosta vereda que de seguro la llevaría a su destino. Por un instante se sintió en su niñez, descalza y correando por el valle, yendo a su colina favorita, porque desde ahí, según su parecer, no había lugar más hermoso del mundo y donde se sintiera mejor, tomó la maleta y su bolsillo tejido, se levantó un poco la falda y se dispuso a caminar, a lo lejos en las alturas pudo distinguir un águila en vuelo, bien Sir William Andley estoy en sus manos, como me gustaría volar como tú, amiga, dijo al referirse al águila.
Continuará…
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