Resumen: Todo es natural, hasta que lo destruye por dentro.
Advertencias: No más de cinco capítulos... eso espero.
Disclaimer: Haruichi Furudate.
Sonrisa lunar.
Así que Oikawa grita muchas maldiciones, órdenes y reclamos que, en efecto, todo el equipo debe obedecer.
Hanamaki contiene el aire, allí, quieto, a punto de reventar su rostro con sus apretados nudillos. Bueno, quizá no tan así pero por mil demonios que este chico no tiene piedad por nadie. Ni nada. Por lo que aquello dicho por el capitán debe cumplirse quieran o no. Quiera o no.
El asunto es que Matsukawa se ríe de Oikawa, y Takahiro no puede evitar unirse cual espejo completamente contagioso porque de hecho el rostro de Oikawa enfadado al extremo es muy gracioso. Y se ríen largo y tendido; primero despacio, labios apretados con murmullos, luego, ya rojos en las orejas y mejillas, explotan como bombas y resuenan en todo el silencioso gimnasio. Son unos idiotas.
Iwaizumi intenta reprenderlos con su voz rasposa que con los toques necesarios les haría temblar del miedo ya que... es Iwaizumi. Todos respetan, asimismo temen, a Iwaizumi.
Pero, qué locura, para Hanamaki reírse con Mattsun es más fuerte, es una extraña droga que lo atrapa, le ata las manos y le hace cosquillas. Y se ríe más fuerte.
Para entonces las cara de Oikawa es como salida del infierno mientras emite un aura tan roja como las llamas de sus ojos.
A Hanamaki le importaría muchísimo de no ser por un dolor que se despierta, poco a poco, en su estómago de modo que lleva las manos allí como si acaso pudiera calmarse mágicamente y recuperar la compostura. Sin embargo fracasa junto a la toxina que ingresa a sus oídos, lo motiva y carcajea ya sin fuerzas. Pero tan feliz.
— Diablos — risitas. Le tiembla la mandíbula —. Lo siento. Yo...— Más risitas —, ¡Es culpa de Mattsun! — Todas las miradas se posan en ellos dos; curiosos, distraídos e incrédulos al show.
— ¡Traidor! — Matsukawa apenas logra gesticular, o moverse, o simplemente ser pues siguen riendo por dentro, temblando en el pecho y en los labios. Las sonrisas contenidas en sus labios. Ni siquiera se están tomando en serio.
Hanamaki intenta con todo lo que queda, asistirse con grandes bocanadas de aire, una, dos, cinco. Luego los suspiros. Uh, cuánto calor. Y apenas han hecho ejercicio. Mas no importa, es un agotamiento placentero. Porque es reír a carcajadas. Y nada puede contra el humor de dos cómplices si el momento es natural, si se está cómodo y la alegría reboza más que cualquier sentimiento.
El capitán y vice capitán son estatuas de ceños fruncidos que, al complementarse, Hanamaki empieza a sentir real temor. O más o menos. Pues con tan sólo una brisa proveniente de Matsukawa le hace regresar, reír y detonar.
— Ya. Ya está — le dice al capitán. Una sonrisa pequeña de desplaza en él como agua vertiéndose y deslizándose. Es una bonita sensación.
Cuando mira hacia Matsukawa encuentra mucho más de lo que esperaba, con su corazón bailando rítmico, que ese mimo se trasforma y muestra ya todos los dientes con el nombre de enorme sonrisa. Vaya tontos.
Matsukawa alza los hombros y da un pequeño gran paso hacia él. Y a pesar de que no es el momento, pues nadie es capaz de controlarse al cien por ciento, el cariño se le escapa por las venas y lo siente en todo el cuerpo como un empujón que desequilibra y hace aún más acelerados los latidos del corazón. Porque de repente es consciente de la cercanía. Realmente es consciente de él.
Y muy pronto calla, como bien dicen, es una tumba.
Matsukawa podría hablar, empujarle a despertar o continuar mirándole pero él persistirá siendo más piedra que uniforme.
Oikawa hace una seña, tan sólo alzando una mano, impetuoso, brillante, y al parpadear todos han vuelto a sus actividades.
Y ahí quedan los tres (Hajime como buen caballero regresó al entrenamiento). Entonces Oikawa inicia una de sus largas charlas sobre cómo interrumpieron la actividad, lo hicieron ver mal frente a todos -sobretodo los nuevos a los que les impone su gran capacidad e intimidación de capitán para que, cuando marchase, lo recuerden con gran respeto y admiración-, entre otras cosas que resbalan por cientos de toboganes y nunca desembocan en sus oídos inclusive cuando ya no es la risa la culpable de la distracción.
Hanamaki deambula en las largas praderas de su mente. La voz de Oikawa son lejanas cosquillas cuales hormiguitas que pasean a su lado por el verde pasto.
Matsukawa en cambio no se rinde, nada de eso, sino que se acerca más, pegados, lado a lado, y cuidadoso, tan disimulado que el capitán ignora el gesto pues está demasiado entusiasmado en sus extravagantes palabras, que se abre paso con su mano temblorosa y acaricia los dedos de Makki... con sus dedos.
Ah, sí. Un sobresalto.
Hanamaki regresa con torpeza y clava sus ojos asustados en su mejor amigo. Y éste parece dudar un momento, como cachorro regañado casi aleja el contacto. Pero Hanamaki se vuelve veloz (Oikawa al diablo, ignorado) y termina por tomar toda su mano, muy unidas, y apretarlas.
Una manera de confortarse, suavemente.
Esta vez sonríe pequeñito, en secreto, sin saber exactamente qué están haciendo pero total y completamente seguro que justo así podrían eludir al mundo entero.
Y es algo raro, mas elige disfrutar el fragmento de tiempo.
Pues enseguida el capitán los asesina con el doble de ejercicios como penitencia.
Se sienten como niños pequeños, lo cual desata una sonrisa, dos hileras de risas y ahí vuelven a empezar.
Se oyen gritos y corridas.
