No hay más sonido.

La vida ha vuelto a su curso. La escuela secundaria ha finalizado, la carta de admisión del departamento de música de la universidad a la que aplicó está sobre el escritorio de su habitación, los capullos de flor de cerezo están lentamente poblando las ramas de los arboles… Ella no está, pero el mundo ha continuado sin ella.

Algunas veces, Kousei cree escuchar su risa, tan ruidosa y viva como ella lo estuvo alguna vez. En otras ocasiones escucha sus gritos escandalizados, llamándolo idiota. En otras, recuerda como rompió en llanto en ese hospital, desesperada por recuperar la normalidad de su vida.

Pero cuando lo necesita, recuerda jalándolo del brazo, exigiendo que hiciera su acompañamiento en el piano. Obligándolo a retomar su vida, a abrazar tanto los recuerdos dulces como dolorosos.

Es gracioso, porque aunque se fue, Kaori vive con tanta fuerza dentro de él que su presencia y voluntad se hacen presentes siempre que la necesita.