"Suena, suena". Pensaba un yo pequeño insistentemente.

El reloj colgado en la pared sobre el pizarrón marcaba las once y media de la mañana. Con mis manos apretando fuertemente el pupitre, miraba como la aguja giraba marcando los minutos. A mi lado, Izumin leía en voz alta un fragmento de Romeo y Julieta para que nuestros compañeros escuchasen. Si no me hubiera hipnotizado viendo el reloj hubiera podido ver como la nieve caía afuera en el patio.

"Suena, suena".

Mi panza hacia ruidos. Sentía como si estuviera a cuarenta grados dentro del salón. La respiración me pesaba. Mis manos habían transpirado tanto que se resbalaban del pupitre. La voz de Izumin se convertía en un zumbido en la distancia. La ansiedad me comía por dentro sin razón comprensible para mi yo de once años.

Yo no sabía que era en ese entonces pero mientras más se agitaba mi respiración más cercano a mi cuerpo se sentía todo. La periferia al rededor del reloj se deformaba de forma misteriosa. Pero solo podía prestarle atención al reloj, a su sonido característico de tic tac, a su movimiento repetitivo. Como si un portal fuera a abrirse para expulsar a un monstruo horrible y baboso que se comiera a los niños o algo por el estilo. Supongo que la palabra paranoia era la correcta para describir mis sentimientos de ese entonces.

"Suena, ¡suena!".

No me malentiendan. No es como si hubiera creído que eso pudiera a pasar, pero muy dentro mío sentía cuando el timbre sonara todo estaría bien. Era lo que pensaba sin siquiera saber que era lo que estaba mal. Pero algo estaba mal y tenía que ver con el reloj. Tenía QUE.

Y pasó. No que sabía qué pero así fue. Mi ansiedad y mi paranoia se calmaron, mi percepción volvió a la normalidad como si nada nunca me hubiera sucedido. Estaba bañado en sudor pero ya no sentía el calor, muy por el contrario; me estaba congelando. Todos a mi alrededor se había levantado para tomar sus abrigos.

-Shou-chan ¿pasa algo?

-Izumin...-miré a mi amigo, luego a los demás niños y luego al reloj. Marcaba las once y treinta y dos-a donde van todos?

-Al descanso, ya es medio día-Izumin giró la cabeza para ver el reloj, marcaba y treinta y tres-lo ves?

-No...-susurré asustado-No... No me siento bien-forcé una sonrisa, tratando de hacerle creer que estaba todo bien, aunque supongo que es tonto que alguien que finge estar enfermo sonría. Lo mas lógico seria no hacerlo. Pero izumin me creyó. Quizás porque es algo que yo haría cuando me enfermaba sin darme cuenta o porque de verdad tenia mala cara. No sé- Creo que pesqué un resfriado. Voy a ir a la enfermería.

-¿Quieres que te acompañe?

-No... estoy bien.

Me levanté de mi silla y salí del salón, no sin antes echarle una mirada por ultima vez al reloj que marcaba las once y treinta y cinco. Sentí como si una piedra me golpeara en el estomago, "¿nadie mas se da cuenta que no son las doce?" recuerdo haber pensado.

Tardé tres años en entender que el que hacia que todo el salón creyera que era mediodía era yo.

Hola, siento como si no hubiera escrito nada hace años. Me siento contenta que después de tanto tiempo lo primero que escriba sea sobre Haikyuu.

Esto es como los X-men o un solo que un poco mas tonto. Pero me fascinan las historias de gente con súper poderes sin importar lo tontas que puedan ser las mías.

No se si poner parejas o no solo se que lo mas probable es que el pobre Hinata me salga Oc espero que no, pero recién llevo escribiendo un par de palabras y ya no se siente como él, supongo que Hinata no es la persona indicada para andar describiendo cosas.

Bueno, nos vemos querido amigos.