¡Hola! Este es mi primer fanfic aunque haya escrito ya varias historias anteriormente. Quizá os parezca extraña conforme vayan pasando los capítulos, pero es una historia fuera de lo común ya que pocas parejas de las que habrán en ella son las habituales que se pueden ver en Glee. Por lo que mantened la mente abierta, esa es la clave del éxito. :P

Espero que os guste mucho y me sigáis en los próximos capítulos.

Tengo que dar las gracias a Esther, Tami, Azuki y Syl por aportar cada una su granito de arena. Si no es inspirándome, es animándome, sino corrigiéndome o ayudándome con los títulos. Gracias a las cuatro.


Disclaimer: Ni Glee ni los personajes que utilizo en esta historia me pertenecen, bueno, quizá alguno, pero tampoco tiene tanto mérito.


Un nuevo cartel colgaba del tablón de anuncios del instituto, de nuevo lo suficientemente alto como para no leerlo. La voz de Tina pronunció las palabras Glee Club casi sin tartamudear. "¿Eso que es?" Pensó Artie observando que en el papel había una estrella dorada al lado de un nombre. Tina, que se encontraba detrás de él cogiendo su silla de ruedas y que ya había leído lo que ponía en el papel, le explicó a Artie.

- E-e-es un c-c- coro escolar.

Artie giró la cara y miró a Tina por encima de su propio hombro, curioso, incluso se podía decir que sus ojos denotaban ilusión e intriga por el asunto, al igual que los de ella.

Tina y él se conocían desde hacía muchísimo tiempo, iban juntos al colegio, jugaban juntos en el parque, pero nunca su amistad había sido tan fuerte como cuando entraron al instituto y empezaron a compartir las horas del día que allí pasaban.

Ella era muy tímida y cuando empezaron el instituto aquello se agravó, provocando que tartamudeara cada vez que intentaba hablar con alguien. A veces, estando con él a solas el síntoma no era tan latente, pero otras, como cuando estaban en clase o con otros chicos en el comedor, no podía evitar hacerlo.

Mucha gente pensaba que eran pareja, siempre iban juntos a todos los sitios, lo compartían todo, momentos inolvidables en clase y fuera de ellas, largas tardes en la biblioteca estudiando y ayudándose mutuamente, o simplemente en el parque tomando el sol y escuchando música. Almorzaban cada día juntos y se contaban absolutamente todo, sus experiencias y secretos. Y por supuesto, los dos sabían que uno de sus mayores hobbies y pasiones era la música y cantar, y ambos se apoyaban en ese sueño que según ellos era totalmente inalcanzable.

Artie sonrió, adivinando lo que en ese momento estaba pensando Tina.

- ¿Estás segura? – Preguntó pícaramente.

Y sin contestar a la pregunta que Artie le había formulado, Tina se adelantó y escribió con pulso tembloroso, a causa de los nervios, los nombres de ambos en la lista, justo debajo de una chica llamada Rachel Berry que había firmado con una estrella dorada.

- He-e-e-cho. Qui-quizá esto n-nos ayude a-a ser ma-más populares. ¿No crees?

Artie sonrió ante esa posibilidad, soñaba con eso desde que entraron al instituto y el único motivo, ella, Quinn Fabray, la jefa de animadoras, la más popular y guapa del instituto, la misma que se acercaba de frente a ellos con sus manos en la cadera y con pose de superioridad, mientras ambos se dirigían hacia su próxima clase. Artie se quedó mirándola y en cuanto la rubia llegó a la altura de ellos, alzó la mano para saludarla, mano que se quedó alzada hasta que Quinn pasó por su lado sin hacerles caso, sin ninguna mirada, ni siquiera de desprecio. "Si hubiésemos caminado unos centímetros a la izquierda Tina y ella se hubiesen chocado y Quinn igualmente hubiese seguido su camino" Pensó Artie sin pronunciar palabra mientras apoyaba de nuevo su mano en su regazo y agachaba la cabeza.

- A-a-artie, nunc-c-ca serán para noso-tr-tros. Mira Mike Chang. Él es jug-g-gador de fútbol. Nunca s-se fijari-ia en alg-gui-guien como yo.

Tenía que reconocer que a veces le exasperaba esperar a que Tina terminara sus frases, sobre todo cuando decía esas cosas tan pesimistas, aunque en el fondo, sabía que tenía toda la razón del mundo. Ellos nunca estarían a la altura de estar con gente como Quinn o Mike, como si Artie y Tina fueran unos apestados, como si no tuvieran el mismo derecho a amar que todos los demás, el mismo que los populares, el mismo que cualquier persona de cualquier edad y sexo. Algún día conseguirían su sueño, y no sólo pensaba en su sueño de cantar y bailar, sino en el que ambos tenían de ser amados y encontrar a esa persona con la que compartir su vida.

Suspiró profundamente rodando sus ojos.

- No importa, estoy acostumbrado a que nadie me tenga en cuenta.

"¿Cómo podía si quiera pensar que alguien como ella lo haría?"

Siguieron su camino hacia la clase mientras Tina empujaba la silla de Artie como ya era costumbre, sin poder dejar de preguntarse qué les depararía ese nuevo club.


Artie Abrams, 26 años, licenciado con honores en dirección cinematográfica por la prestigiosa Universidad Californiana de Los Ángeles.

- Vaya, tiene varios premios por algunos cortos y videoclips que ha dirigido.

- Y producido.- Dijo el relaciones públicas.

- Este es nuestro chico. Necesitamos a jóvenes como él que aporten algo nuevo al proyecto.- El director de la obra cogió el teléfono y no dudó en marcar el número que en el currículo del joven talentoso figuraba.

Artie se sentía totalmente extraño en aquella ciudad, después de vivir siete años en la ciudad de Los Ángeles pensaba que no sería para tanto, pero sí lo era, Nueva York era totalmente diferente, era una ciudad mágica, distinta, algo difícil de explicar, donde parecía que todos los sueños se podían hacer realidad, donde podías encontrar en cada esquina alguien con quien compartirlos. Siempre había soñado con triunfar en Nueva York, y allí estaba, tan solo al comienzo de un largo camino.

Tenía miedo de haber dejado Los Ángeles después de tantos éxitos en aquella ciudad para nada, para no conseguir sus metas, para no conseguir siquiera un trabajo. Pero no se arrepentía, estaba haciendo lo posible para que las mejores compañías de cine y de teatro en Nueva York lo conocieran, y estaba orgulloso de ello.

Arrastraba su silla en dirección al Empire State, mientras intentaba que ninguna de las personas que andaban por las estresadas calles de Manhattan chocara contra él. ¿No debía ser al revés? Pensaba cuando de repente notó vibrar su móvil en el bolsillo del pantalón. Por la hora que era estaba seguro que sería su madre, la cual lo llamaba cada día para preguntarle cómo le iba todo, pero al fijarse en el número, pudo ver que éste no era conocido.

Antes de apretar el botón verde para coger la llamada carraspeó un poco, llevaba desde el desayuno sin hablar con nadie y las únicas palabras que había pronunciado habían sido "Un café con leche y un donuts por favor", no quería que su voz sonase mal al intentar hablar por segunda vez en el día.

- ¿Diga?- Contestó nervioso el muchacho.

- ¿Señor Abrams?

- Sí, soy yo. ¿Quién pregunta?

- Somos de la compañía de teatro musical "M&M" – Artie casi soltó una risita, recordaba aquella compañía, había dejado su currículum hacía una semana y le había producido la misma risa al leer el nombre de ésta, que en ese mismo momento al escucharlo. Desde luego el nombre no era el más adecuado pero era un tema serio y no se podía permitir reírse en ese momento.

- Oh, ¿Qué puedo hacer por ustedes? – Consiguió pronunciar Artie después de tragarse la risa.

- Verá, estamos comenzando con un nuevo proyecto y vimos su currículo. Nos encantaría tenerlo en nuestra plantilla para un nuevo musical que si llega a buen puerto estamos seguros de que se representará en los mejor teatros de Broadway. ¿Estaría usted interesado?

En aquél momento, lo que tuvo que contener Artie, no fue precisamente la risa, sino las ganas de chillar de la emoción y corretear por todas partes con su silla.

- Por supuesto. Dígame hora y día y estaré allí sin falta.

- Pues nos encantaría que viniese mañana para visionar alguno de sus cortos y videoclips y hablar del contrato, de las condiciones de trabajo, y de todas las dudas que podamos tener cualquiera de las dos partes. ¿A las nueve le vendría bien señor Abrams?

- A las nueve estaré allí señor. Muchas gracias por la llamada.

- A usted, hasta mañana entonces.- Colgó el director del musical.

Artie miró el móvil ilusionado por la gran noticia y se dio cuenta de que tenía dos llamadas perdidas de su madre, que había sido tan puntual como siempre. No dudó en darle al botón de rellamada para hablar con ella, necesitaba que supiera que ya había conseguido trabajo y que iba a ir todo bien.

- Ai, hijo, no me vuelvas a dar este susto nunca más. ¿Qué estabas haciendo que no me lo cogías? Ya pensaba que te habían hecho algo. – Dijo la madre de Artie en cuanto descolgó el teléfono.

- Hola mamá. ¿Cómo estás?- Pronunció irónicamente Artie- Tranquila mamá, estaba hablando con una compañía de teatro musical que se ha interesado en mí, mañana tengo que ir a hacer una especie de entrevista, pero al parecer estaban bastante interesados. ¿Qué te parece? – Ya se escuchaba a su madre gritar de la emoción al otro lado del aparato.- ¡Ya tengo trabajo!

- ¡Artie! Eso es fantástico, me alegro muchísimo.

- ¿Qué es fantástico mamá? - Dijo otra voz que sonaba bastante débil.

- ¿Esa es Eve? – preguntó asustado Artie.

- Tu hermano ha conseguido trabajo en Nueva York. – Le dijo la madre mientras la chica le robaba el móvil y se lo ponía en la oreja para hablar con su hermano.

- Vaya Artie, ¿tan pronto? Claro, de algo tenía que servir tener pinta de empollón.

- Calla Eve, me llamaron por mi gran currículum. ¿Vale? – Dijo con un tono divertido, él y su hermana siempre se habían llevado muy bien, y aunque a veces se picaban mutuamente con aquel tipo de bromas, sabían que se querían y que se tenían para lo que fuera necesario.- Vamos a ver, pequeña, ¿qué haces en casa? ¿No deberías estar en el instituto?

- Ya, claro – Rió. – Pues estoy enferma, ¿no lo notas? – Empezó a toser, una tos claramente falsa. – Y no me llames pequeña, sabes que lo odio, tengo ya catorce años, no me puedes decir eso. – Se escuchó reír desde el otro lado al chico, que se había quedado parado en una esquina intentando no molestar a nadie.

- Eve… sé que mamá está ahí delante pero a mí no me mientes. Mañana te llamaré sólo a ti para que hablemos y me cuentes qué ha pasado ¿vale? Pero si no vas al instituto, no lo haré. ¿Queda claro? Y yo me entero de todo.– Su hermano la conocía demasiado bien. Eve resopló.

- Queda claro hermano. Te paso a mamá que está aquí desesperada. Hasta mañana, y suerte "pequeño". – Remarcó la última palabra y le pasó el aparato a su madre, saliendo de la cocina y yendo de nuevo a su cuarto.

- Hijo, ¿a qué hora tienes que ir a esa entrevista?

- A las nueve mamá.- Respondió

- Bien, cuando salgas me llamas, que no se te olvide. - Su madre pronunció aquellas palabras como una orden.

- Claro, tranquila, no se me olvida, necesitaré compartir con alguien la noticia, sea mala o buena. Mamá… - Llamó la atención de su madre.

- ¿Sí?

- ¿Qué le pasa a Eve?

- ¿Qué le pasa? Cariño, está enferma.

- Oh, ¡vamos!. Nunca has sido tan tonta mamá, cuando yo me hacía el enfermo me las pillabas al vuelo. ¿Porqué a ella no se las pillas? ¿Es mejor actriz que yo? – No pudo evitar reír.

- Artie… le vino el periodo por primera vez. No quería que te lo dijera, le daba vergüenza. No quería dejar de ser tu pequeña, a pesar de que siempre te diga lo contrario. No le digas que te lo dije.

Artie se quedó totalmente paralizado, no sabía qué decir ni cómo actuar respecto a eso.

- ¿Hijo? ¿Artie? – Los gritos de su madre le hicieron despertar de sus pensamientos.

- Mamá… ¿tantos años han pasado? ¿Cómo se ha hecho tan mayor?

- Ley de vida cariño. Mírate a ti, labrándote una vida, solo, en una gran ciudad… - A su madre se le hizo un nudo en la garganta- ¿Quién hubiese dicho hace casi veinte años que ibas a poder bastártelas por ti solo?

El chico sabía de qué hablaba su madre, del accidente, de su condición, de su silla de ruedas, ella siempre le había apoyado, pero las posibilidades de que él saliera adelante solo eran prácticamente nulas, y por ello, estaba más que orgulloso de haber conseguido lo que había conseguido.

- Mamá... Ya está. Todo está bien. Por cierto. ¿Y papá? .- Cambió de tema, sabía que su madre estaba apunto de llorar y no quería que lo hiciera de nuevo por el mismo tema de siempre.

- Trabajando como siempre cariño, luego te llamará para hablar contigo.

- Está bien, espero la llamada. Mamá, me voy a ver el Empire State. Ojalá estuvierais aquí para verlo conmigo. ¿Vendréis a visitarme alguna vez no?

- Claro, no lo dudes. – Dijo su madre limpiándose una lágrima que se le acababa de escapar. – Hasta mañana cielo.

- Hasta mañana mami. – Le mandó un beso y colgó. No podía soportar escuchar a su madre de esa manera, lamentándose una y otra vez por lo que había pasado hacía ya tanto tiempo. Él estaba bien y estaba haciendo su vida, eso era lo importante ahora.


Artie se encontraba perdido por los grandes pasillos del edificio donde lo habían citado. Estaba buscando un baño en el que pudiera entrar por la puerta, pero tuvo que bajar hasta la planta diez, dedicada a oficinas de empresas de casting, para encontrar uno adaptado a discapacitados. "¿De mujeres? ¿Por qué ponían siempre los baños para minusválidos en el de mujeres?" Pensó Artie cuando vio el símbolo femenino colgado en la puerta al lado del de minusválidos. Rodó los ojos justo antes de entrar con cuidado. Miró hacia los lados observando que no había nadie y entonces entró con total seguridad.

Artie se quedó mirando su reflejo en el espejo mientras pasaba. "Espera, ¿me puedo ver?" Se quedó extrañado. Había un lavabo más bajo que los demás, eso era un gran detalle que todos los demás edificios pasaban por alto.

Una vez entró al baño en el que había unas barras laterales para su ayuda, pudo notar que no estaba solo, en el compartimento de al lado se escucharon unos ruidos, una chica que cogía papel higiénico y se limpiaba la nariz. Artie se apresuró para salir de allí, no quería incomodar a nadie, y sobre todo, incomodarse a él mismo en cuanto lo vieran allí, en el baño de mujeres. Pero en cuanto salió del aseo, la chica que estaba allí comenzó a llorar desconsoladamente. Artie apurado miró para todos lados. "¿Y ahora qué hago?" Quiso salir de allí rápidamente, pero no podía dejar a alguien llorando de esa manera, y sola. ¿Y si le pasaba algo realmente grave? ¿Y si le podía ayudar? Cogió un rollo de papel higiénico que se encontraba encima del lavabo y se agachó para pasárselo a la chica por debajo de la puerta de su baño.

- Emm… Hola… ¿Estás bien? – Preguntó el muchacho bastante preocupado.

La chica se asustó al ver aparecer de repente una mano por debajo de la puerta y además, la voz de un hombre al otro lado de ella.

- Oh, pensaba que ya te habías ido. Gracias. – Cogió el papel y lo posó sobre sus piernas. - ¿Qué haces aquí? ¿No sabes que es el baño de las chicas?

- Claro que lo sé, ¿no sabes tú que también es el baño de minusválidos? – Dijo quizá demasiado a la defensiva.

- Ah… esto… perdona. – Volvió a sonarse con el papel que tenía en las manos y se limpió las lágrimas que le caían por la cara.

- ¿Una mala entrevista? ¿Un mal casting? ¿Un mal día? – Quiso remendar la brusquedad de antes, preguntándole esta vez de manera suave, la chica estaba mal y él sólo había hecho más que estropearlo.

- No… no es nada… gracias por preocuparte. – No le diría sus secretos más íntimos a un total desconocido en el baño de señoras. No lo haría, aunque lo estaba deseando. Se echó a llorar de nuevo desconsoladamente.

- Oh, vamos, desahógate, no me vas a ver nunca más en la vida, de hecho, ni siquiera me vas a ver ahora si no quieres. – Rió Artie intentando que la chica soltara lo que llevaba dentro.

En realidad, el muchacho tenía razón, sería una gran terapia y nunca más lo volvería a ver así que no tendría que preocuparse por lo que pensara de ella. Suspiró profundamente y cogió aire, intentando soltar todo el rollo de golpe y rápido para no aburrir al chico demasiado, suficiente había hecho preocupándose por ella.

- Primero, me acaban de despedir, segundo, había quedado con mi prometido en que me recogiera pero como me han despedido, le dije que no lo hiciera. Le mandé un mensaje para que no viniera y él se puso hecho una fiera. Se enfadó y me dijo que si no quería verlo ahora que no lo buscara en todo el día, que sólo lo quiero cuando a mí me viene bien. Y eso es mentira. Lo peor es que no es la primera discusión así, por tonterías. Lo noto extraño, distante, sé que no me quiere como antes, pero yo lo amo con locura. – Dijo las últimas palabras entre sollozos.

- Wow… - No sabía qué decir, aquellas situaciones entre parejas eran complicadas y alguien de fuera no debía meterse en ellas. - ¿Por mensajes de texto? ¿En serio? – "Eso era de cobardes". Aquél pensamiento le hizo recordar algo.- Como una buena amiga mía decía, el móvil es para personas que no tienen el valor de decir las cosas a la cara, así que… no vale la pena ponerse así por ello.

La chica se irguió en su asiento.

- ¿Artie?

- Sí… - Se quedó sorprendido, ¿De qué lo conocía? Entonces se percató de lo que estaba pasando. Ella se había dado cuenta al decir aquella frase de quién era él, así que, no podía ser otra persona que ella, la misma que le dijo aquello años atrás.- ¿Tina?


Primer día de instituto, Artie estaba deseando que llegara el descanso para poder ver a Tina, hasta entonces no habían coincidido en ninguna clase, cosa bastante extraña ya que casi siempre escogían las mismas para estar juntos. Llevaba el último mes de vacaciones sin verla, la chica se había ido a un campamento para niños chinos que organizaba una familia conocida de la suya. Su madre les había dicho que ella participaría, por lo que no pudo decir que no, le había puesto en un compromiso muy grande.

Antes de llegar al comedor, donde esperaría a su chica, escuchó a Brittany y Santana hablar en su casillero.

- Dios los cría y ellos se juntan.

- ¿Son hermanos? -. Contestó confusa Brittany.

- No Brittany, quiero decir, que los dos son chinos, y seguro que se han liado por eso.

Artie las miró mientras pasaba por su lado, extrañado, ¿qué dos personas chinas conocía en el instituto a parte de Tina y de Mike? Entonces, Santana advirtió que la estaba mirando y rió traviesa.

- Te han quitado a la chica Wheels.

Él no respondió nada a la chica y siguió hacia adelante, había aprendido que a veces era mejor callarse algunas cosas y no responderle a sus borderías sino se podía ganar alguna peor. Ya bastante nervioso y sin poder dejar de pensar en lo que le acababa de decir Santana, fue lo más rápido posible hasta la puerta del comedor donde esperó a Tina. Dos minutos después aparecía por el pasillo, su cara no era la más feliz del mundo, pero sus ojos denotaban ilusión. Se acercó a ella y la chica esquivó su silla a la vez que chisteaba los dientes.

- ¡Tina! – Dijo intentando llamar su atención.

En cuanto llegaron donde estaban las bandejas, cada uno cogió una. Artie, nervioso, no dudó en preguntarle.

- ¿Pasa algo? ¿Es verdad que estás con Mike? ¿Qué pasa con los nuestro Tina? ¿No significa nada?

- Lo siento Artie, eras un novio penoso, pasaste de mí durante todo el verano.

- ¿Qué? - Gritó alamado - Participaba en un maratón de videojuegos, y tú estabas en el campamento. – Al nombrar el campamento Tina se giró por fin, dejando de servirse la comida por un momento.

- Sí, donde tú no estabas, ¿quién me apoyó? ¿quién pasó su verano conmigo? Mike. Él al menos comparte cosas conmigo. – Artie notó cómo se le partía el corazón en mil pedazos, ¿acaso él no había compartido casi toda su vida con ella?

- ¿Qué cosas? ¿Una vida entera? ¿Una amistad? – Sentía que se le hacía un nudo en la garganta, si no salía pronto de allí lloraría delante de todo el instituto y aquello era lo peor que le podía pasar el primer día de clase, ser el que alimenta los cotilleos del instituto más de lo que ya lo estaba haciendo.

- Él… Mike… sabes que siempre me ha gustado y no podía pasar la oportunidad de saber qué era estar con él, además… sus abdominales…

- Oh – Artie se quedó helado en la silla mientras los que tenía detrás pasaban por delante de él en la cola. En cuanto pudo reaccionar se acercó a la mesa donde la chica se había sentado - ¿No podías habérmelo dicho antes y no tener que enterarme por Santana? ¿Un simple mensaje? ¿Una llamada?

- Artie… El móvil es para cobardes que no se atreven a decir las cosas a la cara. No quería ser de esas. Y cuando te he visto… no sabía cómo decírtelo, no quería hacerte daño Artie. Eres un gran amigo.

- Pues ya lo has hecho Tina. – Artie se giró y salió del comedor dejando su bandeja en la primera mesa que vio. Fue hasta el vestuario de chicos, con el corazón roto, intentando no soltar un grito por el pasillo. Tenía que conseguir ser como él, como Mike, y tenía que empezar por entrar en el equipo de fútbol, quizá así ella se volvería a fijar en el chico de ruedas.


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