Nada me pertenece, solo la viñeta. Y la viñeta no tiene sentido. Es algo estúpido, pero me divertí escribiéndolo.


Interpretación

SAM

—¡Sería capaz de hacer cualquier cosa por tu hermano! —grita, tomándolo con fuerza por un brazo. Los ojos del ángel refulgen. Se aleja un paso y lo mira con pena, algo que lo deja desconcertado—, pero no hay nada que yo pueda hacer. Hay que esperar.

Sam lo observa desaparecer sin hacer nada, totalmente paralizado en su lugar, con muchas cosas distintas en su cabeza. Se queda callado, quieto en medio de la calle. Las luces del Impala siguen prendidas, el motor en marcha. La compra hecha, la bolsa con la comida en el asiento del copiloto.

Sam analiza la situación con calma.

No hay nada que Castiel pueda hacer para mejorar a su hermano, cualquiera sea el problema que tiene. El porqué no habla del Infierno, el porqué está así, el porqué esconde sus recuerdos detrás de una sonrisa fingida... Lo que sea que lo tortura, Castiel no puede hacer nada.

Sam lo acepta con cierta pesadumbre. Sabe que es así.

Sigue pensando, porque ese no es el único mensaje; no sonó como si lo fuera.

Piensa. Hay que esperar.

Sí, el tiempo lo cura todo. O eso dicen.

Es una respuesta aceptable; posible incluso.

Está bien, eso es todo.

No, no lo es. Algo sigue dando vueltas en su cabeza… no termina de entender todas sus palabras. Hay algo que no termina de captar. ¡Se siente tan estúpido! Se supone que él es el más inteligente de los hermanos Winchester, ¿por qué no…?

Ah.

Oh.

Bueno. Mierda. Eso es una sorpresa.

Niega con la cabeza; lo piensa de nuevo; se lleva una mano a la boca, asombrado. Se dice que tiene sentido, que algunas cosas se entenderían de ese modo. Contiene el impulso de golpearse la cabeza contra el capó del auto (porque si lo abolla, Dean lo mata) y mira al cielo. No hay respuesta ni seguridad de nada ahí arriba, así que da media vuelta, camino al Impala.

Se lo piensa un momento, pero decide volver al hotel donde se aloja; después de todo, Dean estaría esperando fervientemente las hamburguesas. Pero las palabras de Castiel siguen haciendo eco en la mente de Sam Winchester. No sabe si debería reír o qué.

¡Cualquier cosa por tu hermano!… ¡por tu hermano!…

Sam abre la puerta, apesadumbrado, y la cierra detrás de sí. Dean alza la vista de la televisión, recostándose un poco más sobre el respaldo de la silla con una sonrisa en el rostro («¡Que haya traído pie!») y frunce el ceño al ver la expresión de su hermano, que se acerca hasta dejarse caer sobre la cama.

—¿Sammy? —murmura, incorporándose con preocupación. Camina unos pasos y termina parándose enfrente de donde está acostado el chico, que mira atentamente el techo. Dean balancea la botella de cerveza que tiene en la mano y se pregunta con qué mierda se había cruzado Sam aquella vez.

—¿Sabes? —comienza—, creí que los ángeles eran asexuales.

Dean frunce el ceño, confundido. Ciertamente… Bueno, hay mucha teoría al respecto, pero tanto él como Sam habían visto a varios ángeles en sus envases humanos y no eran exactamente asexuados.

—¿Y eso? —pregunta, algo curioso—. Vimos un par de áng…

Su hermano suspira, interrumpiéndolo, y sigue observando el techo, ensimismado.

Su resolución lo atormenta un poco.

Solo un poco.

—Sí, por eso —reniega. Dean junta las cejas y espera algo más—. Creo que Cass es gay.