Viendo la cantidad de historias que hay sobre Lizzy y el señor Darcy, decidí arriesgarme a escribir sobre otra de las parejas de esa maravilosa historia (me gustan las posibilidades que ofrecen los personajes secundarios). De momento es todo lo que tengo ya que tuve problemas con el ordenador y perdí todo el trabajo realizado, pero prometo que me estoy esforzando al máximo. De cualquier forma quería compartir esta pequeña idea con vosotros y ya sabéis... ¡Todo comentario será bien recibido! Anima saber que algo en lo que te vuelcas llega a otras personas.

Todos los personajes provienen de la maravillosa mente de Jane Austen :)


Capítulo 1

Amanecía en Hertfordshire al tiempo que una hermosa joven despertaba de su sueño. Jane Bennet no pudo evitar sonreír al ver a su hermana dormir plácidamente. De pronto, todos los acontecimientos sucedidos en las últimas semanas volvieron a ella: Charles Bingley declarándole su amor, su expresión de absoluta felicidad al saberse aceptado, su pequeña Elizabeth comprometida con el señor Darcy, el amor de las dos jóvenes parejas… Suspiró. Definitivamente ambas iban a ser muy dichosas. En ese momento, algo la sacó de su ensoñación, Lizzy había despertado y la miraba con los ojos desbordantes de felicidad. No pudieron evitar echarse a reír, como venía siendo costumbre en los últimos tiempos.

- Realmente lo amas ¿No es así? –preguntó Jane.

- Oh, Jane, soy tan feliz que apenas puedo expresarlo en palabras -Elizabeth sonrió-. Pero, por extraño que pueda parecerte, no era él quién ocupaba ahora mis pensamientos, en realidad estaba pensando en ti y en tu señor Bingley… "Jane Bingley" ¿No suena fabuloso?

- Por supuesto que sí –respondió Jane mientras una expresión de deleite acudía a su rostro- Y tú serás "Elizabeth Darcy, dueña de Pemberley".

- Eso suena extremadamente serio y pomposo, yo me conformo con ser simple y llanamente "Elizabeth Darcy, la que fue feliz por siempre".

- Eso no suena demasiado simple- rió Jane.

La conversación continúo por estos derroteros hasta que su madre subió a recordarles que sus caballeros vendrían a verlas en no mucho tiempo y que ambas debían estar listas para recibirles, también la escucharon murmurar algo acerca de sus pobres nervios y sobre lo mucho que se le hacía sufrir en aquella casa. Las dos jóvenes se adecentaron rápidamente y bajaron a la sala entre risas y bromas, deseosas de ver a aquellos hombres que les habían prometido un futuro lleno de amor y esperanza. Después del desayuno, Kitty entró exclamando mientras reía -¡Aquí vienen, aquí vienen!-, Jane no pudo evitar asomarse a la ventana, desde donde vislumbró dos siluetas, de porte evidentemente masculino, y un breve resplandor anaranjado, proveniente de la cabeza de uno de ellos. Aquello tranquilizó su agitado corazón -Él está aquí- pensó- No va a volver a dejarme.

Cuando los dos hombres llegaron, fueron recibidos con todas las cortesías, pero Jane no pudo evitar notar la diferencia entre las manifestaciones de afecto que se le proclamaban a Bingley y las que iban dirigidas al señor Darcy. Tampoco se le escapó la leve sombra que cruzó el rostro de su hermana; Lizzy también lo había percibido. En ese momento algo distrajo su atención, Charles, "su" Charles, venía directo a ella con una sonrisa en los labios y no pudo evitar sonrojarse. Por un momento fue como si solamente existieran ellos dos y nadie más importase. Pero, por desgracia, sí había más gente en esa habitación y tanto los convencionalismos como las charlas triviales, debían ser respetados sin discusión, de modo que hubo de pasar media hora de angustia y espera hasta que al fin la señora Bennet dejó la sala llevándose a sus hijas menores con ella. En el momento en que las dos parejas se quedaron a solas, el ambiente se tornó más distendido y las risas y sonrisas afloraron con mayor facilidad. Charles le propuso ir a dar un paseo por los alrededores y Jane aceptó de inmediato, mientras salían, lo último de lo que Jane fue testigo fue un suave "Te amo" pronunciado por el señor Darcy y un enorme sonrojo por parte de Lizzy, seguido de una sonrisa de felicidad.

Durante el trayecto, Jane y el señor Bingley permanecieron en silencio, lanzándose sonrisas y miradas cómplices cada tanto. Al llegar a un pequeño arroyo cercano, donde Jane se sentó a descansar, el señor Bingley dijo las primeras palabras desde que saliesen de la casa de los Bennet:

- Jane, si me permite el atrevimiento, debo decir que está usted increíblemente hermosa esta mañana y que, si no había hablado hasta ahora, es porque no encontraba las palabras que le hicieran justicia.

La turbación de Jane fue notoria, sus mejillas se sonrojaron intensamente y hubo de agachar la cabeza. Bingley se alegró por la reacción que había provocado y corrió a sentarse junto a ella.

- Señor Bingley, yo… -Jane hizo acopio de valor y continuó- Si aún no había pronunciado palabra es porque me sentía tan feliz de tenerle a mi lado, que no quería romper el momento pronunciando algo desafortunado.

Aquella breve declaración fue más de lo que Bingley podía haber esperado de su dulce Jane y, sin pararse a pensar, la besó. Fue un beso tierno y suave, casi tanto como lo era la dama que le había robado el corazón.


Aquella noche, en Netherfield, después de una agradable charla sobre lo acontecido durante el día, Bingley comenzó a reflexionar. No había podido evitar ver el cambio producido en Darcy, su amigo reía con más frecuencia y mayor intensidad. Desde su compromiso con Elizabeth Bennet, no había parado de agradecerle el que alquilase esa casa y constantemente repetía que él, Charles Bingley, era el responsable de su felicidad. Recordó sus palabras durante la cena "No te haces una idea de cuanto extrañé a Elizabeth ni de lo mucho que pensé en ella y, por algún extraño y maravilloso motivo, ella también me extrañó a mí ¿No es increíble?" Por supuesto que aquello no era increíble se dijo, Fitzwilliam Darcy era un hombre íntegro y leal y, por si esto fuese poco, Elizabeth lo amaba.

Una punzada de dolor le atravesó el pecho y el recuerdo de la confesión que su amigo le había hecho semanas atrás apareció…

- Fitzwilliam ¿Cómo pudiste hacerme una cosa así? Tú sabías que la amaba.

- Lo sé, Charles, lo sé. No sabes cuanto me arrepiento. Cuando tomé la decisión lo hice pensando en ti, estaba convencido de que ella no te correspondía. No fue hasta mucho después cuando vi lo errado de mi comportamiento –Darcy prosiguió- No era quien para intervenir así en tu vida.

- Desde luego que no tenías derecho alguno a hacer una cosa semejante- contestó Charles mientras paseaba nerviosamente por la habitación- Creía que podía confiar en ti.

La última acusación lanzada por Bingley, hizo que Darcy se sintiese aún peor. Sabía que no iba a ser fácil explicarle a su amigo lo que habían hecho y que se arriesgaba a su desprecio, pero se lo debía. Debía ser sincero y explicar el por qué de su conducta al tiempo que tenía que conseguir que lo perdonara. La amistad de Charles Bingley era una de las pocas, de las que Fitzwilliam Darcy se sentía orgulloso.

- Bingley, amigo mío, lamento profundamente el dolor que te infligimos, créeme si te digo que obré con la mejor de las intenciones.

- ¿Infligimos? ¿Acaso mis hermanas estaban al tanto de todo?

Aquello lo sorprendió. No tenía previsto delatar ni a Caroline Bingley ni a Louisa Hurst. Sin embargo no podía mentir.

- Bueno, Charles, verás… Está bien, sí. Ninguno quisimos revelarte que Jane se encontraba en Londres para evitar que os vieseis. Aún así hay algo más que debes saber…

- ¿Qué manera es ésta de meterse en mi vida? Yo sabía que mis hermanas consideraban que Jane era poco para mí y que debía aspirar a más, pero pensé que les importaba más mi felicidad… Espera, dijiste que hay algo más. Quiero saber qué.

- Ella te ama, sigue amándote a pesar de lo ocurrido. Lo vi claramente esta tarde cuando aparecimos por Loungborn, su mirada se iluminó al verte, aún no es tarde, puedes recuperarla.

Charles Bingley volvió al presente. A pesar de haber perdonado a Darcy y de entender las razones que lo movieron a actuar de semejante manera, la traición de sus hermanas era aún un dolor latente. Él sabía que consideraban a Jane insuficiente y que creían firmemente que su obligación como único hijo varón era hacer una buena boda. También sospechaba que a Caroline, le hubiese gustado que la escogida para convertirse en la nueva señora Bingley fuese Georgiana Darcy, a fin de cuentas es una verdad universalmente aceptada que cuando existe un matrimonio entre dos familias, es mucho más probable que se realice un segundo y Bingley, a pesar de lo que pudiese parecer, no era desconocedor de las intenciones de su hermana con respecto al señor Darcy. "No, nunca le contaré esto a Jane, sólo le causaría un dolor innecesario"-pensó Chales para sí.

Se obligó a pensar en cosas más alegres y, casi de inmediato, recordó su primer beso con Jane. La veía como si la tuviese delante, sus labios sonrosados, su expresión angelical, aquel suspiro en el que entremezcló la palabra "Charles"… ¡Oh, gran Dios, cuantísimo la amaba! Quería besarla y abrazarla, hacerla sentir protegida y a salvo. "No queda mucho –pensó el joven Bingley- en apenas dos meses por fin podré tenerla entre mis brazos". Sonrío feliz ¿Cómo podía ser que una criatura tan perfecta como ella, aquel ángel celestial, pudiese amar a alguien tan torpe como él?


- Vamos, Jane ¡No puedo creer lo que me dices! ¿De veras te besó? ¿Qué sentiste? Me gustaría tanto que el señor Darcy me besase… -dijo Lizzy.

- ¡Lizzy! ¿Pero qué manera de hablar es esa? ¡No se te ocurra decirle una palabra! -contestó Jane- Me moriría de vergüenza si el señor Darcy lo supiese.

- No seas ingenua, estoy segura de que el señor Bingley ya le puso al tanto de todo. Vamos, sigue contándome -Lizzy cambió el tono a otro más serio- Te aseguro, Jane Bennet, que como no me cuentes absolutamente todo, le diré a papá que te prohíba salir a solas con semejante caballero.

Después de la última aseveración realizada por Elizabeth, las dos hermanas comenzaron a reír de manera descontrolada. No cabían en sí de felicidad.