Este fic participa del Reto temático de Febrero, "Dramione", del foro "Provocare Revenclaw"
¡HISTORIA GANADORA! Felicitaciones a los demás participantes.
Ninguno de los personajes que aparecen en esta historia. Todos fueron creados por J. . Sólo el argumento es mío.
El título completo de la historia sería "Como convertirse en una Malfoy y no cancelar la boda en el intento", o al menos ese es el que pensé en un principio pero resultaba demasiado largo, así que lo acorté. Espero que les guste, aunque quizás resulte un poco hilarante en ciertos momentos. Me divertí escribiéndolo.
Como convertirse en una Malfoy y no cancelar la boda en el intento.
—Ya que, inevitablemente, pronto te convertirás en parte de esta familia, hay ciertas cosas que deberás aprender.
Hermione contempló a su futura suegra intentando de contener su molestia. No había pasado desapercibido para sus oídos el "inevitablemente" pero iba a hacer como si jamás lo hubiera escuchado. Lo último que quería era tener que discutir con ella. No ahora que faltaba tan poco para la boda, sólo un par de meses. No ahora que habían acordado, sin necesidad de mediar palabras, dejar sus diferencias de lado para poder convivir con relativa paz.
—¿Aprender?—preguntó ella con curiosidad y cierto recelo—¿Qué debo aprender?
Se había sorprendido aquella mañana en el trabajo al descubrir que una lechuza majestuosa se posaba sobre su escritorio con un pergamino sujeto a su pata. Lo había abierto preguntándose quién le había escrito pero debía de haber adivinado que era Narcisa. Después de todo, ¿Quién más escribe con tinta roja que desprende un aroma a fresas? La mujer la había invitado a tomar el té de las cinco en la mansión familiar y era allí donde se encontraba en ese instante.
Se habían sentado en el patio trasero, junto a una fuente de agua que podría competir con las mejores del mundo y cerca de la zona de descanso de los pavos reales blancos. Los radiantes animales caminaban con toda elegancia por el césped y, cada tanto, abrían los abanicos de plumas que eran sus colas. Ella no se sentía cómoda en aquel lugar. Ni en ningún sitio de la mansión. Todo era demasiado extravagante y lujoso para su gusto y la estricta vigilancia de Narcisa la hacía sentir juzgada a cada paso que daba. Como en ese mismo momento, cuando ella llevaba la taza de té a sus labios y la mujer apretaba sus labios con disgusto.
—Muchas cosas, sin lugar a dudas—respondió con firmeza—Modales, principalmente. Protocolo. Historia familiar. Postura.
—¿Postura?
¡Ella siempre se sentaba derecha y no caminaba jorobada! ¿A caso intentaba insultarla?
—Es algo muy importante aunque parezca superfluo—le aseguró la mujer—Debes tener siempre el mentó en alto y los hombros para atrás… No como estás tú ahora.
Hermione intentó colocarse según las indicaciones pero se dio cuenta que era bastante arduo. ¿Cómo es que Narcisa lo hacía ver tan natural y fácil?
—De igual modo al caminar. Y no es apropiado que te cruces de piernas como lo haces. Pareces insinuar que quieres que los hombres te miren y delante de las demás damas de la sociedad quedarás como una…—tomó aire antes de pronunciar la palabra, como si le costase demasiado—cualquiera.
Rápidamente descruzó las piernas. No era su intención parecer una cualquiera (aunque pensaba que quizás Narcisa exageraba un poco) y muchos menos incitar a que los hombres la observasen.
—Tu postura debe demostrar tu posición en la sociedad. No seguirás siendo Hermione Granger, sino Hermione Malfoy y es una gran diferencia. Serás más importante que muchos otros magos que…
—Un apellido no me hará más importante que nadie—protestó—ni nada. Estos tiempos modernos son de igualdad. Desde que la ley de Equidad Universal se puso en vigencia, todos los seres del mundo mágico tienen iguales derechos. Los elfos domésticos pueden tener un sueldo, vacaciones y vestimenta que sea de su agrado. Los hombres lobos son vistos nuevamente como hombres y no bestias; los centauros volvieron a…
Narcisa suspiró. Si por ella fuera, Hermione Granger no formaría parte nunca de su familia. Pero su querido hijo la había elegido y no podía hacer nada para evitarlo. Lo había intentando. ¡Con todas sus fuerzas, de hecho! Sin embargo, Draco había descubierto su pequeña artimaña y la había amenazado con renunciar a la herencia y a ella como madre sino lo aceptaba a Hermione. ¿Qué otra opción había tenido? Amaba demasiado al niño que había criado como para permitirle alejarse.
Había veces en que se preguntaba si Draco era consciente de las dificultades que tenían. Seguían teniendo dinero y poder pero el apellido Malfoy ya no tenía el mismo peso que en tiempos antiguos. Todos los miraban con recelo y murmuraban a sus espaldas creyendo que ellos no se daban cuenta. Los seguían invitando a los eventos a los que asistían todos los magos más poderosos pero eran poco los que se acercaban a dirigirles la palabra. Nadie les temía, nadie los respetaba como era debido. ¡¿Y qué pensaba hacer su hijo?! ¡Casarse con Hermione Granger!
Cuando se había enterado que había empezado a salir juntos se sorprendió mucho, al igual que el resto del mundo que los creían una pareja totalmente irracional. Draco siempre había tenido a mujeres hermosas a su alrededor, siempre había disfrutado de lo mejor del bufet femenino. Hermione Granger era como un simple pastel de calabaza alrededor de otros postres deliciosos y suculentos. Narcisa creyó que se trataría de algo pasajero; que él, cansado de lo mismo de siempre, había querido probar algo diferente pero que una vez cansado, volvería. Pero no fue así. Draco se quedó con ella. La insulsa y aburrida chica Gryffindor.
Miró a la muchacha sin poder entender qué veía su hijo en ella. Era charlatana (aún seguía hablando sobre la igualdad), no era precisamente bonita, su cabello era una maraña de risos sin orden y tenía amistades muy poco interesantes.
—También debes aprender a llevar una conversación sin que las personas que te escuchan—la interrumpió—se queden dormidas.
Hermione se ruborizó con vergüenza. En eso podía tener razón. Hablaba mucho y era consciente de que los temas que trataba no interesaban a todos.
—Lo siento—se disculpó.
Narcisa asintió.
—Empezaremos mañana a esta misma hora.—le informó—Recuerda que la puntualidad es una cualidad digna de admiración.
…
—Ven conmigo.
No fue un pedido, fue una orden.
Draco miró a su novia con el ceño fruncido.
—¿A dónde?
—¿A caso no me estabas escuchando?—inquirió indignada.
Él le sonrió de lado y le giñó un ojo.
—Estaba muy interesado contemplando este par—le dijo mientras acercaba su mano a su escote y con la yema de su dedo índice acariciaba delicadamente el contorno de su escote donde se podía ver el inicio de sus senos.
Ella se apartó rápidamente y le pegó en la mano. Sus mejillas se habían vuelto rojas de la vergüenza.
—¡Auch!—se quejó el rubio—¿Me maltratarás así cuando sea tu esposo?
—Sólo cuando te comportes como un tonto… ¡Estamos en un restaurant, Draco! No puedes decir ni hacer cosas como esas.
Habían ido a almorzar juntos en la hora que tenían libres en sus respectivos trabajos.
—Nadie no está viendo, Hermione. Y el que nos oyera solamente pensará que te tengo bien satisfecha.
—Cerdo.
—A ti te gusta.
Esperó que ella se riera o que, al menos, hiciera una mueca de diversión, pero no fue así. Su novia seguía viéndolo con seriedad. Suspiró, dando esa batalla por perdida.
—¿A dónde quieres que vaya?—le preguntó finalmente.
—Con tu madre.
—¿Mi madre?—eso era raro—¿Por qué quieres ir con ella? Pensé que desde la última vez que discutieron por las flores de los centros de mesa para la boda ella se resignó a dejar que tú te las arreglaras sola.
—Tengo a Ginny y a Luna. No estoy sola… Pero no es por eso. Ayer fui a tomar el té con ella y me dijo que hay cosas que debo aprender. Y comenzó a hablar sobre postura, modales y otras cosas que no toleraré...
—No vayas si no quieres—la interrumpió.
—No toleraré sola—completó ella.
—Yo pasé toda mi vida aprendiendo esas tonterías—le aseguró—No voy a hacerlo de nuevo. Ya sé cómo pararme, sentarme, ponerme de pie, llevar una conversación, servir el té…
—¿Servir el té? Pero si siempre lo hacen los elfos domésticos.
—Sí, pero según las normas, si un elfo no puede, el anfitrión debe hacerlo. Nadie más.
—¿En serio? No lo sabía.
—Quizás por eso cree mi madre que debes aprender, pero son cosas sin importancia, Hermione. Ya te lo dije, no vayas si no quieres ir.
—Pero quiero—aseguró y Draco la contempló con sorpresa—Si seré una Malfoy no quiero avergonzarte.
—¡Eso es ridículo! ¿Quién te dijo que una Malfoy debe aprender todo eso?
—Tu madre.
Iba a tener una larga charla con su querida madre, pensó con los labios apretados.
—No tienes que hacerlo. De hecho, no lo harás…
—No me lo vas a prohibir. Pensé que ya habíamos dejado claro hace años que por más que sea tu novia, tu esposa o lo que sea no podrías manejarme. No soy realmente tuya.
—¡No quiero ordenártelo! Sólo te lo digo, es una tontería. No vale la pena aprender esas cosas que tienen poca utilidad.
—Eso será algo que decidiré yo. No aprendí jamás cómo debe comportarse una dama de la alta sociedad mágica porque jamás me interesó. Era un mundo muy lejos del mío. Pero ahora que seré tu esposa siento que es mi deber. ¡Por favor, Draco! Quiero que vengas conmigo. Sabes que tu madre me pone nerviosa…
…
—¡No, no, no! ¡Estás haciéndolo mal!
Hermione gimió angustiada, ganándose una mirada represora de parte de Narcisa.
—¿Qué hablamos de esos sonidos? Ni gimas, ni resoples. Tampoco pongas los ojos en blanco… y eso de encogerse de hombros no tiene lugar aquí.
Ella miró a su prometido que se encontraba sentado a unos metros de ella. Él sólo le sonrió con burla, como diciéndole "tú te lo buscaste". Y sabía que tenía razón pero por más que había intuido que aquello no sería fácil, algunas cosas eran demasiado.
—Hazlo de nuevo—ordenó Narcisa—Camina hasta donde está Draco y regresa.
Hermione tomó aire profundamente y volvió a caminar. Jamás había imaginado que había tantas técnicas para hacer algo que llevaba haciendo desde su primer año.
Dio un paso hacia adelante y luego otro, balanceando su peso sobre aquellos zapatos de tacón alto y delgado que se asemejaban mucho a un arma mortal que le haría romperse la cabeza contra el suelo cuando cayera. Oyó que la mujer se aclaraba la garganta y recordó que debía mover sus caderas delicadamente, de un lado al otro sin que resultara falso.
—¿Divirtiéndote, amor?—le preguntó con falso tono meloso el rubio cuando llegó a su lado.
Sin decirle nada, giró y volvió con ese mismo andar.
Draco observó divertido, al principio, pero luego advirtió que, de ese modo, Hermione se veía sumamente exquisita. Sus ojos se detuvieron en el movimiento de las dos redondeces de su pantalón de jean y sintió deseos de ponerse de pie, correr hacia ella como un desesperado y apretar con sus manos aquel par de…
—¿Qué opinas, Draco?
La pregunta de su madre lo sacó de sus ensoñaciones por lo que intentó poner una expresión seria en su rostro en vez de la de un hambriento baboso.
—Excelente—aseguró.
Los ojos de la mujer se estrecharon.
—Creo que le falta balanceo.
¿A caso estaba ciega? Si movía aún más ese suculento trasero que tenía iba a lograr que todos los hombres se quedaran idiotizados observándola. ¡Y definitivamente no iba a permitir que eso sucediese!
—Parecerá forzado—dijo como excusa—Así está bien.
Narcisa entrecerró los ojos, meditando lo que estaba diciendo su hijo y finalmente asintió.
—¿Por qué no vamos a almorzar?—preguntó, sabiendo que Hermione agradecería unos momentos de descanso—Ya han pasado las doce y media.
Los ojos de Narcisa brillaron de entusiasmo.
—¡Excelente! Así aprovecharé para mostrarle a tu prometida cómo comportarse correctamente en la mesa.
Quizás proponer aquello no había sido una buena idea después de todo, se dijo el rubio.
En menos de quince minutos ya se encontraban sentados en el comedor de la mansión. Su padre también estaba allí pero eso no representaba ningún mal. Lucius se había resignado en un primer momento cuando le anunció que salía con Hermione. No es que estuviera conforme, Draco sabía que no era así; simplemente había aceptado sin pegar un grito al cielo como lo había hecho su madre.
—¿Qué estás haciendo?
Hermione miró a Narcisa, confundida.
—Sirviéndome el almuerzo.
—Tienes que esperar a que los elfos lo hagan—le explicó Draco—y recién comenzar a comer cuando ellos se retiren.
—¿Por qué cuando ellos se retiren?—preguntó.
—Sólo es la costumbre—mintió y le lanzó una mirada de advertencia a sus padres para que mantuviesen la boca cerrada.
No iba a decirle que siempre se los habían considerado seres inferiores y que, por ende, no podían estar en la misma habitación que sus amos cuando éstos se alimentaban. Sabía que ella se iba a enfermar.
—¡Oh! Es algo tonto, ¿no creen?
El chico quiso gruñir. Decir aquello había sido un terrible error.
—¿Disculpa? ¿Has dicho tonto?—preguntó la mujer mayor con un pequeño tic nervioso en su ojo derecho—¿Tonto? Nuestras costumbres no son tontas, señorita Granger. Son milenarias y han sido creadas por una razón. ¿Con qué derecho viene a insultarlas?
—Lo siento—se apresuró a disculparse.
—No quiero oírla jamás decir cosas tan desagradables nuevamente. Y no acepto la disculpa. Pero haré como si jamás dijo eso. Simplemente sigamos con este almuerzo.
—¡Gracias a Merlín!—exclamó su padre, permitiendo que uno de los elfos domésticos le llenara el plato con comida.
Cuando fue el turno de Hermione, notó que sólo le servía una muy pequeña ración de papas y ensalada. La carne asada con salsa de calabaza parecía ser exclusiva para los hombres. Notando su mirada confusa, Narcisa se apresuró a explicarle.
—Las mujeres deben sólo comer unos bocados y después llevar una conversación interesante para entretener a los hombres. Además, comer carne es algo muy masculino. Sólo lo hacemos cuando la situación lo amerita. Tampoco puedes servirte por segunda vez…—le lanzó una obvia mirada al cuerpo de la chica—Ninguno quiere una esposa obesa.
—Tengo el peso adecuado—dijo Hermione, parpadeando con sorpresa.
—Por ahora…
Draco notó que su novia apretaba los cubiertos con demasiada fuerza y temió que hiciera algo irracional como lanzarle el tenedor a la cabeza de su madre. Así que, por debajo de la mesa, posó su mano sobre la rodilla de la chica, intentando tranquilizarla. Al sentir el contacto, ella aspiró profundamente y luego soltó el aire con lentitud. Bajó la cabeza con aceptación y no dijo ninguno de los insultos que pujaban por salir de su boca.
El resto de la comida transcurrió con igual tensión. Narcisa no paró ningún momento de corregir a Hermione ya sea porque, a sus ojos, tomaba mal los cubiertos, se limpiaba incorrectamente los labios o bebía sorbos demasiado largos de su copa de agua. ¡Eso también había sido un punto de discusión!
—Pero debes beber vino—había insistido la mujer—Es más fino.
—No me gusta el vino. Nunca lo he tomado.
—Pues deberías empezar. Es de mal gusto beber algo diferente a los demás. Y el jugo es para los niños. Eres una mujer adulta…
—¡Eso es irrelevante! No me obligará a hacerlo. Me niego rotundamente a siquiera probarlo.
Ahora Draco temió que su madre cometiera una locura. La mano que sostenía la copa se aferraba con fuerza y su tic nervioso resaltaba notablemente. Él vio en su imaginación lo que ella sería muy capaz de hechizar a Hermione y obligarla a abrir la boca para que bebiera el dichoso vino. Y no fue el único que notó el peligro, su padre también.
—¡Por Circe, Narcisa, deja que la muchacha beba lo que quiera!
Como él era la cabeza de la familia, su palabra era indiscutible, y el tema se dio por terminado.
…
—El vals es un baile majestuoso que debe ser admirado por su naturaleza sutil. Es el primer baile que harán como esposos y debe ser un reflejo de lo que será su matrimonio…—dijo Narcisa a ambos—Draco, por favor, acércate a tu prometida y toma su mano y su cintura.
El chico hizo lo que le ordenaba y, cuando tuvo a Hermione junto a él, le giñó el ojo con coquetería.
—El hombre siempre es el que guía, el que da la orden para moverse. Sin él, nada funcionaría.
—¿Escuchaste?—le preguntó en un susurro—Soy demasiado valioso.
La chica le lanzó una mirada fría.
—Cerdo machista—lo insultó.
—¿Qué has dicho?—inquirió Narcisa.
—Nada—se apresuró a decir Hermione.
—Mejor así. No se debe hablar durante el vals. Sólo hay que dejarse llevar por la música y disfrutar del momento.
Ella movió su varita con delicadeza hacia el gramófono para ponerlo en funcionamiento y se oyó en el aire el delicado compás tan típico del vals. Draco comenzó a guiar a la chica con cuidado y agilidad.
—Eres muy bueno—dijo Hermione con cierta envidia.
—He aprendido desde los cinco años—explicó—Mi madre ha dado clases a la mayoría de los chicos de Slytherin. Esta era como una materia más para nosotros.
—Nunca pensé que fuera tan necesario… yo sólo aprendí en nuestro cuarto año, cuando fue el baile de Navidad…
—¿Por qué motivo están hablando?—inquirió con molestia la mujer—Draco, aferra mejor su cintura… Cuando yo cuente tres, la elevarás. Granger, aférrate a los hombros de Draco para no caerte pero no con fuerza. Debes dar un pequeño salto para impulsarte…
—Ya he aprendido esto—le informó la chica.
—No se nota.
…
El departamento de Hermione era su guarida. Draco seguía viviendo en la inmensa mansión con sus padres pero pasaba la mayor parte del tiempo con su novia. Le importaba una mierda que fuera en Londres, una plena ciudad muggle. Simplemente agradecía poder escapar, especialmente ahora cuando su madre estaba histérica con todo lo referente a la "enseñanza".
—¿Qué lees?—le preguntó al verla sentada sobre el sillón de la sala ensimismada en la lectura de un libro.
No le resultaba extraño verla leer pero sí que tuviera una expresión horrorizada en su rostro, como si las palabras que leía fueran un insulto hacia su persona.
—Historia familiar Malfoy—dijo, mostrándole la tapa—Tu madre me lo dio.
Ahora entendía. Había, de hecho, varios insultos hacia hijos de muggles allí.
—¿Por qué pierdes el tiempo en eso? No es agradable de leer.
Se dejó caer a su lado.
—No lo es—aseguró—Pero eso no quiere decir que no sea interesante. ¿Sabías que tu tatara tía abuela Cassandra, fue una adivina reconocida, y que, según dice, vio cosas tan horribles que terminó perdiendo la cordura y una noche castró a su marido?
—¿A caso estás amenazándome?—le preguntó con una falsa expresión de horror.
Ella rió suavemente antes de negar con la cabeza.
—Sólo lo comentaba. ¿Realmente crees que vio un futuro tan atroz que se volvió loca?
—Supongo que tu no.
—No, no lo creo. Quizás esa sólo fue una excusa para justificar una enfermedad mental… o, simplemente, se muestra lo peligroso de la adivinación. Siempre la he considerado una ciencia muy inexacta.
—Sí, todo eso es muy interesante…—dijo con aburrimiento, arrebatándole el libro de las manos.
—¡Ey! Devuélvemelo… Tu madre dijo que mañana me hará preguntas sobre él.
—¡Por Merlín, Granger!—siempre que perdía la paciencia con ella la llamaba por su apellido—¿Te estás oyendo? ¿Desde cuándo quieres complacer a mi madre?
—No lo hago por ella—aseguró—Lo hago por ti.
—¡No lo hagas!—le pidió mientras tiraba el libro lejos, en el suelo—Si hubiera querido casarme con alguien que fuera una anoréxica refinada, me hubiera comprometido con alguien como Astoria Greengrass. ¡Pero no quiero! ¡Te quiero a ti! Quiero que respondas de mal modo cuando debas hacerlo, que insultes, que comas lo que se te dé la gana, que camines como se te antoje, que cruces esas largas piernas que tienes…
Antes de que pudiera seguir diciendo algo, Hermione se le arrojó encima, literalmente y le dio uno de esos besos largos y profundos que lograban enardecerlo. No tardó demasiado en envolverla entre sus brazos y apretarla contra su cuerpo. La oyó jadear cuando cortó el beso y giró, para dejarla debajo suyo, acostada sobre el sofá.
—Si sabía que te comportarías así cuando te digo cosas tan cursis, hubiera comenzado a recitarte poemas desde la primera vez que salimos… así no me habrías hecho esperar tres meses antes de dejarme meterme dentro de tu falda.
Ella rodó los ojos.
—Si me hubieses recitado un poema posiblemente habría pasado más de tres meses sin que nada suceda… y no te quejes. Tú mismo dijiste que la espera valió la pena.
¡Y vaya que sí! Él nunca hubiera esperado que la pequeña ratoncita de biblioteca supiera tantas cosas.
Volvió a bajar la cabeza, dispuesto a besarla hasta hacerle perder el sentido pero ella lo detuvo antes de que pudiera siquiera sentir el aliento agitado que salía de su boca.
—Sabes… Tu madre me dijo otra cosa la otra noche… Otra regla que debo respetar… Aunque te involucra.
—¿Cuál?
—Celibato…Hasta la noche de bodas.
Draco rodó los ojos.
—No piensas respetar esa tontería, ¿verdad?—le preguntó.
Ella pareció incluso meditarlo y él sintió un terrible vacío comenzando a llenar su estómago. No. Era imposible. No podía ser que su novia siquiera estuviera considerándolo. Hermione empujó suavemente el pecho de él y, anonadado como estaba, sólo pudo apartarse, dejándola salir de debajo suyo.
—¿Estás realmente pensando dejarme sufrir de ese modo durante dos meses?—inquirió con los ojos abiertos como platos.
Hermione se acomodó la ropa y aplastó como pudo su cabello, aunque en seguida lo dio como un caso perdido. Caminó con suma lentitud hasta la puerta de la habitación y allí se giró para sonreírle con picardía mientras comenzaba a desabrocharse los botones de su blusa.
—¿Realmente me crees tan masoquista?—le preguntó guiñándole un ojo y haciéndole una seña para que la siguiera al interior.
Draco se puso de pie de un brinco y corrió embobado tras ella.
…
Una semana. Sólo quedaban siete días para la boda y ella se sentía más infeliz que nunca y todo era culpa de Narcisa Malfoy. La mujer no se había dado por vencido a pesar de que ella se había presentado una mañana y le había dicho que no tenía intención de seguir con esas reuniones. La siguió invitando a tomar el té todas las tardes y le dio discursos de cómo debía comportarse. Nunca perdió la oportunidad de señalarle todos los defectos que tenía y que harían de ella, el hazmerreír de la Alta Sociedad Mágica.
Hermione nunca antes había tenido baja autoestima pero después de cada reunión con aquella mujer, se sentía fatal consigo misma. Draco le había dicho que la rechazase, que inventase excusas, pero eso sería descortés. Ella quería tener una buena relación con su futura suegra. Quizás era un pensamiento bastante inocente e iluso pero quería volverlo realidad. Por eso no había dejado de ir a verla.
—Deberías maquillarte un poco—dijo esa tarde Narcisa—quizás así no te verías como la hermana mayor de mi hijo.
—No me gusta usar maquillaje. Sólo lo hago cuando es necesario…
—Pues deberías. Y si sigues frunciendo el ceño de ese modo, te saldrán arrugas antes de tiempo…
Ella le lanzó una mirada a la piel aparentemente tersa de la mujer. Sabía que no sólo había allí kilos de maquillaje sino también centenares de hechizos. Pero iba a admitir, a regañadientes, que Narcisa, para su edad, se veía realmente bien.
—Lo tendré en cuenta—murmuró bajando los ojos a su taza.
A penas había tomado unos sorbos. El té comenzaba a enfriarse dentro del recipiente.
—¿A caso no bebes? Debes tener en consideración que sería considerado un acto de desprecio si lo haces en reuniones de sociedad. Aunque no me extraña tu mal comportamiento. Nadie te ha enseñado esas cosas. Y cuando quise hacerlo, lo rechazas.
Hermione sintió sus ojos arder de rabia. Apretó los labios con fuerza.
—¿Has pensado alisarte el cabello para la boda?—siguió Narcisa—Espero que no pienses llevarlo de ese modo, como lo tienes ahora. Cualquiera lo podría confundir con un nido Grifo. Quizás puedas hacerte ondas suaves como tiene Astoria. ¡Esa chica sí es hermosa!
Oír los apelativos que tenía Narcisa hacia la ex novia de Draco era algo que no estaba dispuesta a hacer.
—Suficiente—gruñó, cuando sentía que una traicionera lágrima corría por su mejilla.
Se apresuró a secarla y, decidida, alzó la mirada para contemplar a aquella mujer con decisión.
—¿Disculpa?
—Dije: suficiente. He tolerado su inexcusable comportamiento durante mucho tiempo pero ya no.
—¡Mi comportamiento ha sido impecable!
—No lo creo. ¿A caso las reglas han cambiado? ¿El insulto se considera parte del buen comportamiento de una dama?
La pálida piel de Narcisa enrojeció levemente.
—Yo… no…—tartamudeó.
—¡No se debe balbucear!—le recordó—He venido a verla cada día para que intentáramos llevarnos bien pero usted no ha hecho más que ser una mala anfitriona. Me ha insultado de todas los modos sutiles que ha sido capaz de encontrar. Ha encontrado defectos en mi comportamiento e intentado corregirlos. Todo lo he hecho por Draco, porque no quería que siguiera discutiendo con usted por mí… ¡Pero ya no lo soporto! ¿A caso esto siempre será así? Me casaré con él y, aún siendo su esposa, usted se meterá en nuestra relación y cuando tengamos hijos criticará el modo en que lo criamos… Si ese es el futuro que me espera…—parpadeó varias veces para contener las lágrimas—no lo quiero.
—¿Qué quieres decir?—inquirió Narcisa, tensa.
Hermione tomó aire profundamente para controlar el dolor que sentía dentro de su pecho.
—La boda queda cancelada. Le diré a Draco que no puedo hacerlo, que no quiero.
Los ojos de la mujer se abrieron enormemente, no supo si de sorpresa o de horror.
—¡No puedes hacerlo!—exclamó casi gritando.
—Por supuesto que puedo—aseguró.
—¿A caso dejarás que lo que yo te diga te afecte tanto?
Bien, ahora estaba confundida. ¿A caso no era lo que siempre había querido? Jamás había mostrado ni una pisca de afecto o simpatía hacia ella.
—Hace tres años que estoy saliendo con Draco y sé perfectamente que ha intentado más de una vez separarnos. ¿A caso no está feliz?
Ella pareció confundida con la pregunta y se tomó un momento para analizar sus sentimientos contradictorios ante esa situación.
—No lo estaré porque sé que mi hijo sufrirá—confesó finalmente, haciendo una mueca—No me agradas y nunca me agradarás pero él… él parece amarte.
—Él me ama.
—¿Por qué quieres, entonces, desaprovechar una oportunidad como esta? No todas las mujeres de la alta sociedad tienen la oportunidad de casarse por amor…
¡Oh!
—¿Usted no ama a su marido?—preguntó con lentitud.
Narcisa tragó saliva.
—Lo hago—aseguró—Pero no fue así en un principio. Fue muy difícil estar junto a él cuando recién nos casamos. Nos respetábamos y yo me comportaba como se supone que debía de hacerlo pero era frío y serio—su labio inferior comenzó a temblar ligeramente—Aún sigue siéndolo—confesó en voz baja.
Hermione no pensó si era adecuado o no, simplemente se paró y fue a abrazar a la mujer que parecía estar a punto de derrumbarse. Narcisa se tensó ante su contacto pero ella fue paciente y esperó a que se adaptara. Finalmente, las manos de la mujer se movieron suavemente hasta su espalda y le devolvió el abrazo de manera tembloroso antes de lanzar un sollozo quebrado y apoyar su cabeza sobre su hombro.
…
Draco se había aparecido en el departamento de Hermione aquella noche y, al no encontrarla, volvió a la mansión. Sabía que esa tarde iba a reunirse nuevamente con su madre y quería ver si, por casualidad, todavía se encontraba allí. Por unos momentos pensó en la loca idea de que ambas mujeres terminaran en un duelo feroz o simplemente tiradas en el suelo, quitándose los pelos a tirones, pero rápidamente desechó esa idea. Era imposible.
Entró al comedor y no vio a nadie. También buscó en la sala de estar que tenía su madre para recibir visitas pero tampoco encontró a nadie.
—Vera—llamó.
La elfa doméstica apareció inmediatamente, vistiendo un extravagante vestido floreado que parecía quedarle inmenso.
—Amo Malfoy—hizo una reverencia exagerada.
—¿Hermione aún está aquí?
La elfa pareció ponerse nerviosa ante esa pregunta. Miró hacia ambos lados y finalmente asintió.
—¿Dónde está?
—Con la señora Narcisa en la cocina… Vera intentó detenerlas, amo Malfoy, pero ellas no la dejaron…
¡Por las barbas de Merlín! ¡Se estaban arrancando los pelos a tirones! Corrió con largos pasos y el corazón acelerado hacia allí. Sacó su varita del bolsillo de su pantalón por si la necesitaba para separarlas o para defenderla. Pero lo que encontró allí fue peor de lo que había imaginado.
Su madre y su prometida no estaban peleando. ¡Estaban llorando a lágrima viva! Ambas tenían un pote de helado frente y con una cuchara sacaban grandes cantidades de aquel postre antes de llevárselas a la boca.
—El día en que Draco nació fue el más feliz de mi vida—decía su madre, sin detener las lágrimas ni dejar de comer helado—¡Lo quiero tanto!
Hermione asintió mientras sollozaba y enterraba la cuchara en el pote.
Definitivamente aquello lo superaba. Dio media vuelta y salió de allí. Las dos habían estado tan ensimismadas en su propio mundo que ni siquiera se habían dado cuenta de su presencia. Camino casi como un zombi hasta el despacho de su padre. Lucius bajó el periódico que leía al notar que la puerta se abría y al ver la expresión de su hijo, resopló.
—Ya las has visto—comentó—Tienen personalidades tan contrarias que terminaron por romperse la una a la otra…
—¿No deberías ir a consolar a mamá?
—¿Y tú a tu novia?
Draco hizo una mueca. Realmente no quería ir allí. Odiaba ver a una mujer llorar.
—¿Qué crees que sucederá ahora?
Lucius suspiró.
—Supongo que ahora se volverán amigas inseparables—comentó con sarcasmo.
…
Narcisa no estuvo conforme con el comportamiento de Hermione el día de su boda. Bailó demasiado, rió con demasiada fuerza, fue demasiado efusiva, se cruzó de piernas y comió un poco de todo. Hizo todo lo que ella no se permitió hacer el día de su boda.
No pudo evitar sentir un tiró de envidia al verla tan feliz.
—¿Seguirás con eso?—oyó que su esposo le preguntaba.
—¿Con qué?—inquirió haciéndose la desentendida.
—Tu ceño fruncido se ve a kilómetros de distancia… Deja a la chica en paz.
—Yo no iba a decir nada—aseguró.
Volvió a mirarla, abrazando a su hijo. Draco tenía una pequeña sonrisa tirando de sus labios pero sus ojos brillaban como una antes lo habían hecho.
—Quizás no sea tan malo después de todo…
—No lo es—indicó Lucius—Los del Ministerio de Magia volvieron a escribirme y me pidieron que me reúna con ellos para una cena.
Narcisa lo contempló sorprendida.
—Pero desde que terminó la guerra no volvieron a pedírtelo. ¿Por qué cambiaron de opinión?
—¿A caso no lo viste venir?—le preguntó—Tener a Hermione en la familia tiene sus beneficios.
Definitivamente no era tan malo como había pesado, se dijo Narcisa, alzando el mentó con orgullo. Ahora tenía algo más que presumir delante de sus amistades.
