Los personajes no me pertenecen.
Linda Gatita
Kakuzu estaba sentado en una mesa de un restaurante de Kumogakure, junto con su compañero Hidan. Él había encontrado el paradero de la persona a la que tenían que buscar y para no equivocarse, siguió leyendo el Libro de Bingo. Hidan estaba aburrido, su compañero le hacía esperar y mientras se comía unos dangos, suspiraba y rezaba a Jashin.
—¿En qué momento decidiste parar aquí? Joder Kakuzu, si tanto odias gastar el puto y asqueroso dinero, ¿porqué lo has gastado en esto? —se enfadó Hidan mientras se llevaba un dango a la boca.
—Cállate maldito infeliz, tenía hambre. —se centraba Kakuzu en su libro —para la próxima que te quejes, gilipollas de mierda, lo pagas tú, con tu dinero.
—¿Y por qué estamos aquí? —preguntó Hidan curioso.
—Eres poco inteligente Hidan, ¿cuándo empezarás a emplear la cabeza? —le preguntó Kakuzu muy molesto, porque quería centrarse en el libro.
—¿Cómo osas decir que soy poco inteligente? Eres un estúpido, hijo de puta, te odio. —se puso a emplear Hidan sus groseras palabras.
—Yo también te odio. —le miró Kakuzu con furia.
Hidan se terminó su último dango y decidió dar una vuelta por aquella aldea. Para él, Kumogakure era un lugar muy bonito, al menos, había ninjas, cosa que nunca vio en su tierra natal.
Se acercó a una barandilla, contempló lo alto que estaba y le daba una sensación de querer tirarse. Cerró los ojos, para sentir el viento recorrer su juvenil rostro, de pronto, una voz femenina le interrumpe, al parecer se acercaba al mismo lugar donde estaba él posado. El albino se centró en los cabellos rubios y en los enormes pechos que dibujaba su femenina figura. Se sonrojó al verla, era casi la misma sensación que había tenido con su amiga de la infancia, Suu, se parecían en la mirada, pero no en el cuerpo y en el cabello. La mujer, se dio cuenta de que Hidan la observaba y se molestó bastante.
—¿Qué miras? —preguntó la mujer bastante molesta.
Hidan se pegó así mismo una bofetada con sus dos manos, para que reaccionara, haciendo que aquella rubia se riera de su forma de ser.
—¿A ti que te importa? —se mostró Hidan muy grosero.
—Me llamo Yugito... ¿y tú eres?
—¿Yugito?
Hidan se quedó pensativo, ese nombre le sonaba de algo, hasta que recordó, el día que le había echado el ojo al libro de bingo de su compañero, mientras éste soñaba con el dinero, había visto su rostro en él y su nombre también, incluso recordó haber calificado a esa mujer como hermosa, algo que en esos momentos estaba viendo con sus ojos morados.
—Yo me llamo Hidan. —se presentó el albino que centró su mirada en el vacío.
Le parecía a él raro, no poder insultarla y mandarla a la mierda, pero era tal, aquella belleza que tenía que ser educado, para no demostrar que era un grosero.
—¿Y qué le trae por esta hermosa villa? —se acercó Yugito a Hidan para hacerle su pregunta.
—Nada... eso a ti no te importa, perra de mierda.
Hidan se alejó de la mujer, reaccionando a ella y volviendo a ser grosero como siempre. Se dirigió de nuevo hacia el restaurante donde había dejado a Kakuzu.
Al llegar, se dio cuenta que su compañero no estaba, Hidan se puso tan nervioso que entró en el restaurante y todo para buscarlo, agarró al camarero por la camiseta para preguntarle donde estaba y como no había respuesta lo empujó con violencia contra una de las mesas, provocando que el hombre se quedara inconsciente.
Había perdido a Kakuzu, ahora tenía que recorrer aquellas enormes calles, buscar dentro de todos los edificios e incluso perderse por donde sea con tal de encontrar a su compañero.
—Maldito cabrón de mierda, como lo odio.
Empezó a caminar por las calles, había mucha gente y le molestaba que algunos tuvieran que tropezarse con él, luego, vio a un niño llorar, porque se había perdido e Hidan no sabía si acercarse a ayudarle o no, le dio cierta pena, que no podía evitar acercarse. Lo peor, es que la rubia de antes se le adelantó, parecía una chica amable, alguien que se preocupaba por los suyos y eso a Hidan le parecía bien, Kakuzu nunca se había preocupado por él y siempre deseaba matarlo. El albino, se acercó a la rubia y escuchó lo que le decía al niño.
—¿Qué te ocurre? ¿Por qué lloras pequeño?
—No encuentro a mi mamá. —lloraba el pequeño.
Hidan recordó su pasado, sentía como se le inundaba los ojos de lágrimas, en ese entonces, recordó las bofetadas de su padre, para que no llorara, pero es imposible olvidar las tres semanas que le hicieron esperar, la muerte de su madre y sobretodo el silencio que tanto odió. Yugito, vio al albino, vio como sus ojos morados estaban casi llenos de lágrimas y ella se levantó para acercarse a él.
—¿Otra vez tú? Me tienes un poco harta.
—A mi me tienes harto, en esta mierda de aldea, me tenía que encontrar con una perra asquerosa como tú, que está todo el día entrometiéndote en mi vida.
—En vez de ser grosero... ¿me podrías ayudar a buscar a la madre de ese niño?
Yugito se acercó a Hidan, él no entendía como esa mujer le hacía sentirse raro y que provocara que su corazón fuera a mil por hora, no podía negarse a sus palabras, suspiraba con la intención de aceptar.
—Vale, vale, pero que quede claro, no vuelvas a cruzarte en mi camino.
Yugito cogió en cuello al niño y junto con Hidan empezaron a buscar a su madre. El albino le parecía absurdo, pero le enternecía ver a la rubia con aquel pequeño en sus brazos, parecía que podría llegar a ser una buena madre en un futuro, pero no le iba a durar mucho tiempo, al parecer, Kakuzu había decidido darle caza a esa chica. El albino quería aprovechar el momento para contemplar su belleza.
Tras dar con la madre del niño, Hidan se retiró para buscar a Kakuzu, Yugito vio que se iba y le agarró del brazo para que no se fuera.
—Espera, quiero agradecer lo que has hecho por el niño.
—Lo hice porque me lo habías pedido con esa carita de gata. —intentó ser grosero Hidan.
—Lo de gata no me resulta grosero, yo misma me considero una. —sonreía Yugito.
—Entonces... —Hidan se acercó a ella en plan provocativo —...gatita linda, espero no volver a verte más.
Hidan se retiró, su intención era no volver a verle la cara a la chica que iba a matar, sobretodo, porque iba a sentir pena por su vida.
Llegó hasta la salida de la aldea, allí vio a Kakuzu sentado en una piedra, esperando a que el estúpido de su compañero llegara. Al verlo, se levantó y le agarró por el cuello con sus enormes manos.
—¿Dónde has estado, puto mamón de mierda? —se enfadó Kakuzu.
—Lo mismo digo, me dejaste plantado, ¿deseabas deshacerte de mí? Maldito hijo de puta, te odio.
—Te seguí, por una vez en mi puta vida, estoy contento contigo, al final has dado con la Jinchuriki del Matatabi, vamos a esperar a ver que hace, en cuanto salga de la aldea la seguimos y acabamos con esta mierda de una puñetera vez.
—¿A qué es muy guapa? —le preguntó Hidan.
—No le he visto nada guapo a esa chica, es más, tengo que confesar que tiene unos buenos...
Hidan empezó a reírse de Kakuzu, su compañero se molestó tanto que le pegó un fuerte puñetazo, que lo estrelló contra una pared.
Ambos llegaron a un pequeño bosque, decidieron acampar, ya que la noche caía y ambos sentían que sus párpados les pesaban, sobre todo a Hidan, que había tenido un día muy pesado por culpa de aquella gata.
Hidan estaba tumbado, mientras que Kakuzu estaba atizando el fuego, para que no tuvieran frío por la noche. El albino, miró a las estrellas, era estúpido pensar en aquella gata, era para él el sentimiento más asqueroso que tenía en esos momentos.
—Es una pena, es una mujer muy hermosa...
Hidan se había quedado dormido, Kakuzu había decidido quedarse despierto para vigilar la noche. Él también estaba a punto de dormirse, pero escuchó unas pisadas y decidió subirse a un árbol, donde vio a la jinchuriki correr por el bosque. Él decidió despertar al albino con una rama, provocó que se pusiera a insultar como un loco y que Yugito lo escuchara.
—¡MALDITO ESTÚPIDO, ESTABA DURMIENDO!
—Cállate. —le ordenó en voz baja.
—¿Qué cojones...? ¿Qué haces ahí subido? —preguntó Hidan molesto.
—Nos ha escuchado, la puta de la jinchuriki nos ha escuchado.
Hidan se levantó tan rápidamente que se subió al árbol, viendo a Yugito que buscaba por donde sea a los dos. El albino se bajó y se acercó a ella, Kakuzu se enfureció al ver que el idiota de su compañero no pensaba, entonces tuvo que esperar, a ver que iba hacer con la jinchuriki.
El albino asustó a Yugito, el ruido de sus pisadas la alteró y la rubia sacó un kunai con la intención de herirlo.
—¿Qué piensas hacer? Vengo solo, no me tengas miedo.
—No te tengo miedo, eres un criminal y los criminales merecen morir.
Yugito atacó al albino con sus afiladas uñas, ella se las clava en el cuerpo de Hidan, ahí es cuando se da cuenta de la inmortalidad del Akatsuki.
—Eres una linda gatita, es una pena que vayas a morir.
—Estúpido, ¿porqué no te mueres?
Hidan quería aprovechar las últimas horas de aquella mujer, acarició el rostro de Yugito y luego la besó como una fiera salvaje, sin dejar que la rubia se moviera. Kakuzu, que lo estaba viendo, entendía lo que quería el muy cretino. La jinchuriki se dejaba, parecía que deseaba a ese hombre, pero iba demasiado rápido para ella y decidió que lo mejor era aprovechar para matarlo. Ella, sacó un kunai y con él, intentó cortarle el cuello de Hidan, el albino le agarró de la muñeca y seguía con sus besos. Yugito, enfadada, le golpeó en sus partes y decidió huir de él.
—¡Puta zorra! —gritaba Hidan.
Yugito entró en lo que parecía unas alcantarillas, allí, decidió poner unos papeles bombas en las entradas y salidas del lugar, para luego tenderles una trampa. Al rato, salió al exterior, buscando a los dos Akatsuki, a lo lejos, los vio correr hacia ella y la rubia sonreía, porque había traído a los dos hacia una trampa.
La siguieron y consiguieron acorralarla.
Después de tenderles la emboscada, de convertirse en el Matatabi y al ser derrotada, la colgaron en una de las paredes con una lanza retráctil, que atravesaban sus delicadas manos y que Hidan la usara para sus rituales, pero antes de que quedara inconsciente, se acercó a ella, le acarició el rostro y pronunció sus últimas palabras.
—Es una pena desperdiciar esta belleza tuya, para mi serás una Linda Gatita.
