Un amor eterno
Era una noche tormentosa, triste, pero a la vez alegre. Por fin Bella se reuniría con su amado, nadie podría impedírselo, todo estaba preparado. Presa en su habitación, observaba su reflejo en la ventana y observaba como de sus ojos chocolate rebosaban lágrimas, mientras sujetaba la copa que contenía el veneno entre sus manos temblorosas, y lentamente la acercaba a sus labios; sus mejillas estaban tintadas de rabia, rabia contra el mundo, el mundo que había matado a su amado Edward
Lo echaba tanto de menos, sus besos, sus caricias, sus palabras, su amor…Recordaba claramente como apenas veinticuatro horas antes, la guardia real mataba a Edward, y aun podía recordar como su cuerpo ya sin vida, se desplomaba en el suelo.
Edward era el lacayo del Conde James, prometido de Bella. Su boda había sido concertada apenas dos meses después de la llegada del Conde. Él era una mala persona, ella no lo amaba, pero no era mal partido, ya que el Conde James ayudaría económicamente al padre de Bella, y así su padre no perdería sus tierras.
Edward era un joven apuesto, alegre, sencillo, ideal para ella; cuando el Conde debía acudir a sus obligaciones, Edward su lacayo esperaba pacientemente en su habitación hasta la llegada de su llegada. Bella, salía a hurtadillas de su habitación y pasaba largas horas con Edward. Hablaban, reían, o simplemente se miraban, con su mirada lo decían todo, no hacía falta palabras. Podían pasar largas horas de ese modo, inversos en los ojos del otro. Se habían enamorado, sería un amor eterno, nada ni nadie los podría separar, al menos eso pensaban ellos.
Bella no quería casarse con el Conde James, así que se lo contó a su padre y este, enfurecido por sus actos, la encerró en su habitación hasta el día de la boda. Llevaba tres días encerrada cuando Edward abrió su puerta y le contó su idea, huirían juntos.
Habían pasado unos días desde su huida, vivían en pobreza pero a ellos no les importaba, pues, esperaban la llegada de un barco que los llevaría a América y allí no tendrían que recibir órdenes, serían felices, nadie se opondría a su amor, en otras palabras, podrían ser libres. Pero cuando iban a embarcar, la guardia real hizo presencia, separando para siempre a Bella y a Edward, pues él había sido acusado de secuestro y condenado a muerte. Ahora que ya había tomado el veneno, nada podría impedir su destino, vivir para siempre con Edward. Poco a poco notaba como su corazón se iba apagando ante la llegada de la inminente muerte. Corazón que había latido por última vez pensando en él, en su amado, en su Edward.
Espero que os guste
BsBs
* Miry *
