-Si... riu.. sss...
No sabía si el nombre había salido de sus labios o si las pocas fuerzas que le quedaban le habían negado esa posibilidad alojándolo en su mente, sin llegar a existir.
Remus
estaba herido. La batalla les había hecho retroceder hasta Hogwarts
desde el Bosque y él, había sido uno de los tantos alcanzados por
los que se hacían llamar Mortífagos. Los seguidores de
El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado, el nombre dado por el miedo a un
terrible mago que usaba la magia para conseguir poder.
"Implantar
un nuevo orden"
esas eran sus palabras, con las que conseguía seguidores fieles, por
lo general de las famillias más notables del mundo mágico en el
seno de las cuales la pureza de sangre era la única ley.
Para
luchar contra ellos, era el motivo que dio origen a la Orden del
Fénix. Creada por Albus Dumbledore -el director de la Escuela
Hogwarts de Magia y Hechicería-, englobaba a todos aquellos
ex-alumnos aventajados y con gran valentía, que pretendían destruir
a Voldemort.
Sirius le miró mientras caía y la cara se le descompuso en un grito que no se oyó. Los ojos abiertos de par en par siguieron la trayectoria del cuerpo de Remus, dejándolos clavados en él mientras corría a su encuentro.
-Remus, ¡¡¡Remus!!!
Una y mil veces gritó su nombre mientras
corría esquivando las maldiciones de los dos bandos, y lanzaba
algunas hacia los Mortífagos para defenderse y proteger a Remus.
Por
fin llegó a su lado.
Ahí estaba, derrumbado en el suelo,
sangrando aún más que tras una noche de transformación bajo la
influencia de la luna llena.
Se agachó a su lado con demasiado
miedo, ante la horrible idea de descubrir que le habían alcanzado de
lleno y estaba muerto.
Una maldición más.
"¡Protego!
¡¡¡Bombarda Maxima!!!"
Y la tierra tembló ante su voz mientras caían hacia atrás algunos Mortífagos que pretendían alcanzarlos. Trozos de tierra, hierbajos y pequeñas piedras caían alrededor de los dos.
-Lupin, vamos Lupin... ¡¡Vamos!!
Le
zamarreaba sin éxito. Pero no se daba por vencido.
Remus NO podía
morir. NO MORIRÍA. Al menos no mientras a él le quedara aliento.
Lo
lavantó como pudo agarrándolo por las manos y se lo apoyó en el
hombro mientras con la mano derecha agarraba la varita con fuerza
para volver junto al resto de miembros de la Orden de vuelta al
castillo.
Remus no parecía dar en sí. A Sirius le entró pánico.
No se imaginaba que Remus, el mejor mago que había tenido Hogwarts
jamás pudiera morir en ese lugar y de la manera más tonta. No había
tenido tiempo para reaccionar cuando ese Mortífago -estaba seguro de
que era Lucius Malfoy- le había lanzado una maldición al parecer
inventada de la que no sabía la contra-maldición.
No había sido
lo suficientemente rápido. Si al menos no hubiera ido corriendo
hacia ellos, él podría haber hecho algo.
-Mierda, mierda ¡¡Mierda!! No te preocupes Remus, te sacaré de aquí.
Y tras lanzar algunos Imperius, y un Hechizo Cegador, le dio un beso en los labios y, junto a James, Peter y algunos más, se retiró hacia el castillo para reorganizarse. Solo Albus sabría qué hacer.
-Tranquilo Remus, no morirás esta noche. No hoy.
