HQ no me pertenece.

"Iwa chan está deprimido"

Sus ojos observaban el polvo moviéndose en esos rayos de luz que se colaban en la ventana, tarde de verano con ese calor que le hacía hervir la sangre, no en un sentido erótico, en uno malo, sus labios se torcían en una mueca de desagrado y ni el mejor abanico le quitaba esa pegajosa sensación de la piel, su cabello grueso que crecía en todas direcciones (las suficientes como para hacer la labor de peinado imposible) se encontraba sudado, su lengua ejerciendo presión sobre el deshidratado paladar, sin ánimos siquiera de chasquearla o gruñir por el fastidio que le causaban los veranos en Miyagi. Iwaizumi Hajime no tenía ganas de nada, se encontraba aburrido, desnutrido de aspiraciones. Giró su cuerpo con pesadez, y miró de reojo la foto en su buró, se cubrió el rostro con una almohada y azotó la cabeza en negación al ver a su castaño exnovio en ella.

"No me puede estar pasando esto" repetía para sí mismo.

Sentía como todos los astros y planetas de su sistema se pulverizaban, se desmoronaban y conformaban esas partículas de polvo que contemplaba con sus felinos ojos verdes, No había luz, no había estrellas, no había más nada. Respiró con profundidad, sus parpados se movían con pesadez cual plomo, su garganta seca (al igual que sus ojos) intentaban articular alguna frase coherente con la cual mágicamente recobrara las fuerzas.

Alertas de veinticinco mensajes pendientes por leer, todas de Oikawa Tooru y es que Hajime se sentía eclipsado cuando se trataba del gran rey, cuando el castaño sonreía su sistema completo brillaba, las estrellas armaban brillantes constelaciones en su mirada y ahora sin él, poco a poco se desmoronaba el universo.

"Debe ser un castigo divino" pensó mientras se jalaba el cabello, adjudicaba su mal de amores a todas esas veces que en el jardín de infantes hizo llorar a Tooru cuando le decía que "los niños no se casaban entre ellos" y que él "no sería su esposa". El destino le había hecho tragarse cada palabra y derramar más de una lágrima por Oikawa, había encontrado en Tooru más que un amigo y confidente, había encontrado la locura y el amor que no tenía él.

La atracción que había entre ellos era tan fuerte que se impactaban entre sí, se herían y cuando intentaban (como ahora) dejarse regresaban con más fuerza que nunca, se besaban y Hajime era cera caliente que se dejaba hacer por las expertas manos de Tooru, suspiró mientras sus ojos recorrían la repisa plagada de recuerdos, a cualquier parte de su habitación donde sus pupilas se movieran había rastros de la presencia de Oikawa, incluso podía jurar que su almohada estaba impregnada de él.

El timbre de su casa suena y maldice por enésima vez a su suerte, sus padres no se encuentran y es él quien abrirá la puerta, al hacerlo sus brazos se cruzan y sus gestos convergen en disgusto, Oikawa Tooru está frente a él con esas ojeras que contrastan con su pálida piel y el cabello castaño un tanto despeinado, se le nota cansado pero esa sonrisa juguetona hace que Hajime por un segundo baje la guardia y relaje el ceño. Esa misma sonrisa hace que por un momento la ansiedad desaparezca del estómago de Hajime.

Ahora no importa quien tuvo la culpa de la última discusión, no importa que Tooru haya salido al cine con esa compañera de la universidad, no importa que Hajime tenga 30 mensajes pendientes por leer o quien haya olvidado la fecha de su último aniversario, no importa si a Tooru se le secó esa planta exótica que llevó Hajime del monte Fuji, o si Hajime por error eliminó las fotografías de su última cita, Al final de cuentas hay más risas y alegrías de por medio, se complementan, se unen, colisionan y se vuelven a regenerar, sus labios se unen nerviosos en la puerta de Hajime, Tooru jura que puede morir en ese momento.. Hajime piensa que el corazón atravesará su pecho por lo rápido que late, asegura la puerta y antes de que Tooru le retire la camisa musita un "Perdón".