I

Quinn miró a Rachel de reojo, en medio de la clase de lengua. Sin darse cuenta había escrito su nombre en uno de los bordes del cuaderno de texto. Luego había mirado furtivamente a su alrededor intentado descifrar si alguien había descubierto su pequeño desliz, no sin antes borrar el nombre que lucía sobre el papel. Apoyó la cabeza sobre su mano y miró a la profesora sin prestar mucha atención. No podía decir ni explicar exactamente cómo había ocurrido, pero en algún momento Quinn Fabray estaba sintiendo algo por Rachel Berry. "Sólo me faltaba esto" pensó, para sus adentros. Había sido la líder de las animadoras para caer en desgracia después de entrar en el Glee Club, quedarse embarazada, fracasar en convertirse la nueva reina del Baile de Fin de Curso y pasar a tercero como miembro de una cuadrilla de macarras, Las Promiscuas, que se dedicaban a fumar cigarrillos bajo los banquillos del campo de deporte del instituto. Y por si fuera poco, ahora estaba enamorada de Rachel, quizá el personaje más odiado del instituto, por razones tan obvias como esa personalidad puntillosa, o sencillamente por ser considerada el prototipo perfecto de perdedora. Pero lo cierto es que Rachel había sido la única sincera con ella, la única que se habría preocupado por ella, y la que nunca le había reprochado cualquiera de sus arrebatos. Cuando la abofeteó en los baños, en el Baile de Fin de Curso, Rachel se había mantenido allí, frente a ella, y le había tendido un pañuelo para secarse las lágrimas. Y fue la única que fue a buscarla y que le había pedido que volviera al Glee Club, acercándose a la panda de las Promiscuas, a pesar del supuesto riesgo, cuando había perdido cualquier esperanza, entre ellas, de volver a ver a su hija, Beth. Había vuelto a llevar su rubio natural y volvía a llevar sus vestidos de niña buena para demostrar a todos que era lo suficientemente responsable para estar cerca de ella, pero lo cierto es que mientras se decoloraba el cabello y recuperaba su color natural, también había pensando en Rachel. En silencio se prometió que recuperaría a Beth, y también se ganaría el corazón de Rachel.

Rachel se sentió aliviada al volver a tener a Quinn en el grupo. Si querían ganar, era evidente que la necesitaban. Pero no es que Rachel no se hubiera dado cuenta del extraño comportamiento que tenía Quinn desde que había vuelto al Glee Club. Primero lo achacó a un intento por recuperar su antigua vida, y por un momento temió otra lucha entre ambas para recuperar a Finn, pero rápidamente se dio cuenta de que Quinn pasaba completamente de Finn. Quizá seguía dolida, humillada tal vez, después de lo que había pasado en las semifinales del año pasado. Algo tenía en mente. La había visto cuchichear un par de veces con Puckerman, y además, había notado a Quinn mirarla un par de veces. Fuera lo que fuera, estaba claro que en los macabros planes de Quinn, para fuera lo que fuera, la había incluido, directa o indirectamente. Rachel respiró hondo y apretó los labios. No tenía ninguna intención de esperar a que Quinn la atacase a traición, como había ocurrido en el pasado. Ella daría el primero paso. Se armó de valor y se acercó a ella en el aula de música, cuando el Sr. Schuester y los demás ya se habían ido.

-Quinn… creo que después de lo que ha pasado podemos por lo menos ser lo suficientemente sinceras la una con la otra, y sé que estás tramando algo, así que por favor, sea lo que sea… dímelo ya antes de que nos pille por sorpresa a todos. Porque si es un intento de venganza tuyo, quiero que sepas que…-

-Rachel… Rachel…- interrumpió Quinn -Créeme cuando te digo que no tienes ni idea de lo que estoy tramando…- luego se cruzó de brazos y dibujo una media sonrisa pícara.

-Bien, entonces puedes suponer por qué te estoy preguntando- contestó Rachel, algo incómoda, bajando los ojos por un momento- porque siendo franca, tengo la impresión de que quieres algo de mí y quiero que sepas de antemano que no pienso ayudarte en ninguno de tus planes-

-¿Has terminado?- preguntó Quinn arqueando una ceja.

-Sí- replicó Rachel, asintiendo con la cabeza.

-Bien…- Quinn suspiró, miró a un lado y luego volvió a mirar a Rachel- no necesito tu ayuda para ninguno de mis planes, quiero otra cosa de ti- Quinn se acercó a Rachel, dejando una distancia de unos pocos centímetros-¿Quieres saber qué es?-

Rachel tragó saliva, algo temerosa, pero contestó.

-Sí, quiero saberlo-

Quinn acercó su mano al rostro de Rachel, lo acarició, y a pesar de que notó la sorpresa de la mujer que tenía delante y su desconcierto, pasó su cabello moreno por detrás de su oreja, y sin dudarlo mucho, acercó sus labios a los de Rachel y los besó. Mientras cerraba los ojos, notó cierto temblor en Rachel, pero ésta no se apartó. Luego acercó sus labios a la oreja de Rachel y susurró.

-Te quiero a ti, Rachel-

Luego se apartó, y la miró a los ojos. Rachel parecía completamente desconcertada, y paralizada. Titubeó un poco y luego la oyó balbucear.

-¿Cómo… como que me quieres… a mi?-

-Creo que me has entendido perfectamente, Rachel, te quiero a ti. Ni más, ni menos- Quinn se dio la vuelta y empezó a caminar para salir del aula, pero en el marco de la puerta se detuvo y añadió -Ven a buscarme cuando estés lista-

Sentada frente al tocador, Rachel se cepillaba el cabello, pensando en lo que había ocurrido horas antes. Rememorando la situación, no podía olvidar la manera en la que Quinn la había mirado, con esos ojos penetrantes, con la boca entreabierta, anhelante. Sus labios, tiernos y suaves, sobre los suyos. Inconsciente, se llevo la mano en los labios. ¿De verdad Quinn Fabray le había dicho lo que le había dicho? O puede que fuera una jugarreta, una trampa que le había puesto Quinn para desconcertarla, para manipularla. No podía evitar desconfiar, y al mismo tiempo, al recordar el tacto de su mano sobre su cara, y el peso de sus labios, se sentía encendida, más que cuando había besado a Puck, a Jesse o al mismo Finn. Si fuera verdad…

Quinn se lavaba las manos en el baño del instituto. Habían pasado dos días desde que le había "confesado" sus sentimientos a Rachel. Durante esos días, Rachel se había mostrado esquiva, y no la había mirado a los ojos ni una sola vez. No es que antes se mirasen mucho, pero ahora que buscaba una respuesta en los ojos de Rachel, se había dado cuenta de la distancia real que las separaba a ambas. Quizá se había pasado, quizá había sido demasiado directa con Rachel. Quizá había dejado sus intenciones demasiado claras. Estaba a punto de arrepentirse, cuando vio a Rachel entrar en el baño. Se giró hacia ella y sonrió.

-Durante un momento he pensado que…-

-Escúchame, Quinn- interrumpió Rachel y empezó a caminar nerviosa en el pequeño baño mientras hablaba -No sé qué clase de juego o plan macabro estás tramando pero no me fio de ti, está claro que es una trampa, porque seguro que estás tramando algo, no me parece muy normal que de repente me digas que me quieres a mí y que pretendas que me crea que…-

-¡Rachel!- dijo Quinn alzando la voz, intentando detener el discurso del que Rachel hacía alarde.

-¿Qué?- Rachel se detuvo y miró a los ojos a Quinn. Esta se acercó y la tomo de las manos. Rachel miró sus manos entre las manos de Quinn y luego la volvió a mirar a los ojos. Esos ojos verdes, cuya mirada intensa parecía querer ver todos los recovecos de su interior.

-No estoy tramando nada contigo, Rachel- La voz de Quinn sonaba especialmente dulce, y lenta- Soy completamente sincera contigo cuando digo que te quiero a ti, sin ningún tipo de trampa o juego-

-¿En serio?- Rachel la miró expectante. ¿Cuánto de esas palabras podía creer?

-Sí, en serio- Quinn respondió con una sonrisa, asintiendo con la cabeza.

-Ah… entonces bien, sí, esa es mi respuesta-

-Entonces bien, sí, ¿qué?- replicó Quinn, pícara.

-Ya sabes, que sí- Rachel bajó los ojos, algo ruborizada.

-Ya sé, ¿el qué?-

-Oh, ya sabes a qué me refiero, Quinn, deja de pinchar-

-Quiero oírlo, Rachel- Quinn sonrió, y sin dejar las manos de Rachel se acercó un poco más -Quiero oírlo alto y claro- entonces ladeó la cabeza, con la sonrisa de un niño que ha logrado su capricho.

Rachel miró a Quinn haciendo morros, y luego suspiró, intentando hacer acopio de sus fuerzas y decirle que tenía intención de corresponderla, a pesar de todo, a pesar de Finn, incluso. Soltó las manos de Quinn, y justo cuando iba a decirle que sí, sencillamente la besó, corto y llanamente, en los labios, y se dio la vuelta para salir corriendo, asustada como un ratón, del baño. Quizá su huida hubiera tenido más éxito si Quinn no fuera tan rápida como un felino, que la atrapó del brazo antes de salir.

-¿En serio crees que me voy a conformar sólo con eso?- Quinn llevó su mano libre a la cintura de Rachel, acercándola a ella. Rachel respiró hondo, quizá abrumada por la cercanía de la presencia del cuerpo de Quinn, que había acercado sus labrios peligrosamente a los suyos, pero que no los había besado, y se encontró con esos ojos verdes clavados en los suyos, esperando cierta aprobación. Rachel sonrió, emocionada, contenta, tal vez. Puso su mano sobre el rostro de Quinn, que se dejó acariciar, satisfecha de verse correspondida. Sus labios se acercaron lentamente, fusionándose con calma, con tranquilidad, intentado conocer cada milímetro, un terreno nuevo y desconocido. Entonces Quinn rodeó el cuerpo de Rachel a la altura de la cintura, acercándola a ella, hasta sentir su cuerpo tocar el suyo, un abrazo que Rachel correspondió, abrazándose a ella también, y entonces su beso se convirtió en algo más intenso.

Al separarse y mirarse, la respiración entrecortada por la emoción, por la fogosidad del momento, ambas se miraron y sonrieron, contentas. Quinn acercó su rostro al de Rachel, acariciando su mejilla con la suya. Rachel se dejó mimar, y deslizó su mano entre los cabellos de Quinn, enredando un mechón de pelo en su dedo.

-No sé si nunca te había dicho lo mucho que me gusta tu peinado, Quinn-

-Me gusta que te guste-