Para bajarte del cielo
Para bajarte del cielo
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DEMASIADO PARA UNA NIÑA
Los ronquidos de Leanne fueron el primer sonido de la mañana. Había pasado toda la noche parloteando acerca de la nueva atracción del colegio, Harry Potter, mientras yo me daba de cabezazos con la almohada de sueño. En realidad, a mí me daba algo de pena mirarlo de la manera en lo miraban. Pobre chico, queda huérfano al año de vida, se cría con unos muggles, es el único que ha sobrevivido a una maldición imperdonable y más encima tiene que aceptar todas las miradas indiscretas de los alumnos en Hogwarts. Yo en sus pantalones ya habría huido.
Como pude, saqué a mi amiga de la cama y fuimos a tomar desayuno al Gran Salón. Aproveché que Leanne se tallaba los ojos con sopor y bostezaba abiertamente para, con rapidez, buscar con la mirada el objeto de mi observación de todas las mañanas, desde el año pasado, mi primer año en Hogwarts. Siempre lo había mirado, primero porque quería hacerme una idea de si sería muy complicado entrar al equipo de Quidditch cuando tuviera la edad y, luego, porque ya no lo podía evitar. Oliver Wood seguía ejerciendo una extraña fascinación sobre mí, y tan solo a mis cortos doce años, me creía profundamente enamorada de él.
- Siempre lo miras- apuntó Leanne. Mi amiga es un genio- Desde el año pasado, y sabes que Wood es un tipo de lo más normal, no te va a morder si tratas de entrar al equipo este año.
- Solo tengo aprehensiones- murmuré. Ojala me mordiera. Ojala al menos me mirara, sería lo más cercano a él que estaría.
- Bueno, tendrás que eliminar tus aprehensiones rápidamente si quieres conseguir la oportunidad de que te vea jugar, todos los cupos de cazador están copados- dijo Leanne encogiéndose de hombros- Ahora vamos, tenemos Defensa contra las Artes Oscuras, Quirrell luce como un verdadero imbécil, pero no hay que hacerse las listas.
- Sí… - mascullé, lanzando una última mirada al capitán de mis sueños.
Solo sueños. Él va en quinto, y yo en segundo. Cuando yo esté en quinto, y sea una muchacha suficientemente segura como para mostrar mi interés por un chico, él ya se habrá ido. Si fuera dueña de una seguridad avasalladora como la de Cho Chang, esa muchacha de Ravenclaw, que tiene mi misma edad pero está completamente segura de que es linda, tal vez podría tratar de acercarme a él. Pero yo soy solo una chica demasiado bajita, delgadita y con dos largas trenzas rubias que suelen bambolearse a mi lado con menos gracia que un troll de montaña. Ninguna pintura renacentista, solo Katie Bell, la desconocida Katie.
Y ahora se me había ocurrido pedirle a él que me hiciera una prueba para ver si daba como cazadora. Había escuchado que no estaba contento con Yorkie, el otro cazador del equipo de Gryffindor, así que, ¿por qué no? Sabía que no era mala para el Quidditch, de hecho muchas veces me han dicho que soy muy buena, pero de ahí a tratar de hacer el ridículo frente a todo el colegio… no lo sabía. Ahí era cuando aparecían mis aprehensiones, aun cuando todavía tenía hacerme con el coraje para hablarle por primera vez en mi vida, no trabar mi lengua, pedirle una prueba, e irme con el paso con más garbo del mundo.
Parecía sencillo, y esperaba no acabar siendo aplastada por la humillación.
- ¡Katie! ¡Hey, Katie!
- Katie, te están hablando- murmuró Leanne a mi lado, luego de salir del trance de clase que habíamos tenido con Quirrell.
- ¿Ah?
- Te hablan, ella- Leanne apunto a una muchacha negra que me miraba después de alcanzarme por el pasillo.
Era solo Angelina Johnson, la única cazadora realmente buena que tenía por esos días el equipo de Quidditch de Gryffindor, aunque había escuchado que él estaba pensando en darle una oportunidad a Alicia Spinnet, una bonita chica mayor que yo, muy talentosa, y que el antiguo capitán, un completo patán, había pasado por alto de manera sorprendente. La chica había estado en la suplencia.
Miré con algo de sorpresa a Angelina. Habíamos hablado un par de veces, cierto, principalmente porque Leanne era una chica de lo más extrovertida y no se cortaba por nada, pero jamás habíamos llegado al punto de conversar como dos amigas, aparte de nuestras largas discusiones sobre selecciones de Quidditch y técnicas del mejor deporte del mundo.
- ¿Angelina? ¿Qué sucede?- pregunté. Ella si había hablado con él, ¡había hablado con él! Eres patética, Katie, me dije a mí misma.
- ¿Cómo que qué pasa? ¡Quería saber si has hablado con Oliver por lo de la prueba de Quidditch! Si quieres hablo yo con él…
- ¡No! Eh… no, ya lo haré yo- me excusé como pude, no quería perder la única oportunidad que tendría. Oliver era un lindo nombre, se lo pondría a mi hijo cuando me casara con un esposo que seguramente sería un mago calvo y barrigón. Jamás habría sido capaz de atraer a un chico medianamente lindo.
- Bien, debes hacerlo, eres muy buena como para desperdiciarte. Alicia, tú y yo haremos el mejor grupo de cazadores- exclamó Angelina entusiasmada- Aunque también necesitamos un buscador bueno… En fin, las veo luego, chicas.
Aquel día pasó con tortuosa lentitud. Providencialmente, tuve la extraña fortuna de al menos un centenar de oportunidades para hablar con él, y las pasé dejar con facilidad casi olímpica, más preocupada en dejarme llevar por el habitual temblor de piernas
Oliver es popular. No de esos chicos que salen con todas las muchachas, que es bromista y molesta en clases. Él es popular por su talento, porque es un excelente guardián y ahora capitán del equipo de Quidditch de Gryffindor. Suena realmente grande cuando se dice así. Oliver Wood, el capitán. Cuando me había percatado de mi insuperable fascinación por él había averiguado, ingenuamente y sin que nadie se enterara, que Oliver ya tenía su pequeño arrastre de manera natural, sin el Quidditch encima, pero que ahora había muchas chicas que lo miraban con buenos ojos, aun cuando él no se daba ni cuenta. Entre esas, yo, pero no tenía manera de evitarlo, y mi único consuelo era que Oliver Wood era incapaz de ver cuando una chica le estaba coqueteando.
Él es terriblemente atractivo. Alto, había crecido en el último verano mucho más, y era corpulento pero delgado, fibroso. Tenía la piel clara, los ojos muy oscuros, negros y brillantes, y su pelo era liso y corto, como la de un niño pequeño al que se le marcan los hoyuelos de la risa. Aparte de eso, sus atributos no eran muchos más, o tal vez eran sus defectos los que me atraían de esa manera. Me encanta verlo regañar a los gemelos Weasley, otros muchachos populares que hacen todo tipo de trastadas muy divertidas y que eran bateadores del equipo. Los estudios no los lleva particularmente bien, pero sabía que era solo porque no le daba tiempo. Él solo pensaba en Quidditch, escobas, bludgers, quaffles, snitchs y aros.
Leanne no sabe nada de eso, por supuesto. Ella era mi mejor amiga, claro, pero era tan buena amiga que creía firmemente que yo era capaz de conseguir todo lo que quería, y si le dijera que me gusta Oliver Wood rápidamente se pondría a trazar algo descabellado para que me quedara encerrada con él en algún aula vacía o que me colara a las duchas para verlo desnudo. En definitiva, Leanne es una pesada cuando quiere, pero la quiero, y como no quiero arruinar nuestra amistad, jamás le diré lo que me pasa con él.
Retomando el asunto, lo vi durante todo el día, como parte de las cosas del destino. El año pasado jamás lo veía cuando yo quería, pero justo cuando su figura representa el pavor en mi interior, me tocaba verle hasta en el cuenco de sopa de la cena. Metafóricamente hablando, por supuesto. Oliver entró a la biblioteca cuando yo me encontraba documentándome, cosa rara, pues él nunca entra a la biblioteca. Supuse que había ido por Quidditch a través de los tiempos, su libro favorito, algo que sé no porque lo anduviera espiando, sino porque todos los fanáticos del Quidditch tienen ese libro como el de cabecera. Es un clásico.
Coincidimos en el almuerzo, y lo había visto salir solo del aula de Hechizos cuando yo iba a hablar con Flitwick. Por poco y había chocado con él en un pasillo, si no fuera porque se interponía entre los dos una muchacha muy robusta de séptimo, y además caminé por su mismo pasillo durante quince minutos en los que me debatí entre correr hacia él y tropezarme, o quedarme como idiota mirándolo hasta tropezarme igual. Fui un verdadero fracaso durante todo el día.
Decidí salir a dar un paseo por los terrenos. Siempre venía bien despejarse, y solía soltarme las trenzas para que el aire los agolpara sobre mi rostro de manera casi terapéutica. Reflexioné mientras sentía algo bullir en mi interior. Debía, no, tenía que hacerme del valor de ir, pararme enfrente de él, y decirle: ¡Hey, Wood! Estaba pensando si podrías darme una prueba para cazadora, ¿qué dices?
- ¡Hey, Wood!
Eso si fue alarmante. Por poco y me caigo de trasero al suelo cuando escuche que alguien decía lo mismo que yo pensaba, en esa misma fracción de segundo. Me di la vuelta y me escondí detrás de unos matorrales en los límites del bosque prohibido, pudiendo ver cómo Oliver estaba dando un paseo con el entrecejo fruncido. Naturalmente, no me había visto, esa era otra de las cosas que lo hacían especial. Era el idiota hábil y bípedo más despistado del mundo, y estaba segura de que ni aunque la mujer más hermosa le bailara desnuda enfrente, él se daría cuenta. Yo ni hablar.
El que lo había llamado era un compañero de curso, un muchacho alto y delgado, bastante guapo y a quien reconocí como Whitehouse, el chico idiota que solía quedar en Gryffindor cada cierto tiempo. Él sí era de esos que andan detrás de muchas chicas a la vez y esperan ver cual es la que cae primero. Un primate, como diría Leanne.
- Wood, la profesora McGonagall dice que quiere hablar contigo en su despacho- dijo Whitehouse, haciéndole un gesto de picardía.
- Vale- asintió Oliver. Escueto, como siempre.
Y como por décima vez en el día lo vi irse, con sus caminadas poco decididas que daba cuando no se encontraba dentro de un campo de Quidditch. Con las manos dentro de los bolsillos y la cabeza inclinada, mirando hacia el suelo. Puede que sea menor que él y que lo encuentre muy atractivo, pero cuando hace eso, me desarma. Era demasiado perturbador, me daban los mismos ataques de maternidad que cuando veía al gato de Leanne ronronear sobre mi cama en busca de mimos.
- ¡Wood!- Me descubrí a mi misma caminando con decisión, y a grandes zancadas, hacia donde él se encontraba caminando. Ya era tarde, antes de que pudiera escaparme o hacer un agujero en la tierra a punta de varita, él ya se estaría dando vuelta, y tendría sus ojos negros fijos, por primera vez, en mí.
Y lo hizo. Se giró sobre su cuerpo, aun con las manos en los bolsillos pero esta vez con la cabeza erguida, observando a quien lo llamaba. Sus ojos negros se posaron en mí, y aunque sentí que las piernas me estaban fallando, hice acopio de todo mi valor, coraje, agallas y lo que fuera quedando en mi interior, lo último de dignidad, que me quedaba. Podía ser una arrastrada por él a sus espaldas, pero ningún Wood, ni nadie, me vería arrastrarme.
Su cara completa demostró su enorme desconcierto. Estaba perplejo y curioso. ¿Quién era esa chiquita pequeña de Gryffindor, a quien no había visto jamás en su vida, que posiblemente iba en primero, de pelo rubio muy desordenado y cara demasiado atrevida, que le estaba hablando? Imaginé esas palabras en su mente, mientras leía en su cara la más absoluta ignorancia de quien era yo. Aunque estando ahí, decidí no darme por vencida. Si había decidido ir a la guerra, habría que tratar de volver con pocas heridas.
- Wood- dije nuevamente, cuando me vi frente a él, aunque mirando hacia arriba. De haber visto a donde correspondía, me topaba con su pecho- Soy Katie Bell, voy en segundo y bueno, am… quería pedirte…- Si querías salir conmigo. ¡No, eso no!- Si me podías dar una prueba de cazadora, quiero de verdad entrar al equipo y supe que no estás muy contento con tus cazadores.
Él siguió mirándome a la cara con sus dos ojos negros, brillantes, que casi parecían los de un cachorro abandonado. Luego, esos mismos dos ojos comenzaron a recorrerme desde la punta de los pies hasta la cabeza, con la observación analítica de un experto en jugadores de Quidditch. Al menos, me dije, había caminado como toda una Angelina Johnson, que es la mejor chica arriba de la escoba que conozco. Al final, Oliver volvió a mi cara con algo más de seguridad.
- Bien, ¿tienes una escoba?- preguntó. Ah… maldición, me está hablando. Nos está hablando, Katie, nos está hablando.
- Sí- murmuré como pude, aunque creo que sonó bastante seguro. Un punto para Bell.
- Entonces ve al campo de Quidditch este jueves, a las cinco, ¿puedes?- preguntó él con el mismo brillo que tiene cuando se trata de escobas y jugadores.
- Claro, ahí estaré- dije. No sonreí ampliamente, simplemente curvé un poco mis labios, como para demostrar que estaba segura de ser buena. Así no pensaría que quería entrar por algún capricho, porque aunque él esté ahí, mi afán es el Quidditch. Por eso él había llegado a gustarme.
- ¿Bell, cierto?- preguntó después de una fracción de segundo. Esa vez me tomó por sorpresa, pues ahora me estaba mirando con ojos realmente curiosos, pero no de psicópata del Quidditch.
- Eh… sí- dije, sin mucho entusiasmo. Aquí es cuando tú dices algo ingenioso, Katie. ¿Algo ingenioso? ¿Qué es algo ingenioso? ¡Algo ingenioso, burra! Vale, algo ingenioso…
- Bien, entonces nos vemos- Oliver no tuvo el decoro de esperar las cinco horas que me habrían tomado decir algo ingenioso, y decidió cortar por lo sano. Me sonrió amablemente y, volviendo a girarse, con la cabeza nuevamente en el suelo, entró al castillo.
¿Y yo? Yo estoy derritiéndome ahora mismo. Si él me miraba con ojos de profesional no me pasaba nada, pero si me analizaba como chica, o como persona, porque sé que nadie en su sano juicio podría considerar chica a una niña baja con una túnica grande y el pelo revuelto, me descompongo.Porque sé que eso es lo que soy, una niña con un sentimiento demasiado precoz como para soportarlo. Sabía que ya me quedaría tiempo para saber qué hacer con esos bichos molestos que revolotean en mi estómago cuando lo veía, pero eso estaba lejos de suceder.
