Durarara no me pertenece.

Disculpad por algo tan carente de sentido pero necesitaba escribir algo así ya que yo he perdido mi constante de todos los días.


El escenario era el mismo de todos los días, el huía perseguido por Shizuo mientras varios objetos volaban en su dirección y él los esquivaba habilidosamente.

No había nada diferente, nada había cambiado a lo largo de los años, aquella escena se repetiría siempre…

Y aquello le reconfortaba, era fantástico saber que había algo que permanecería igual en su mundo pasara lo que pasara. Saber que aquello no iba a cambiar realmente le hacia sonreír.

Él amaba aquellos momentos mas incluso de lo que amaba a los humanos y eso era realmente difícil.

Aquello hacia que se sintiera casi humano ya que como ellos él también necesitaba de esas cosas que le daban seguridad, esas cosas que siempre iban a estar ahí.

La mayoría de las personas buscaban su cosa constante en pequeñas cosas de la vida, como edificios, objetos, llamadas de seres queridos e incluso personas, personas que siempre habían estado ahí.

Al menos en eso se sentía parecido a los humanos normales, Shizuo, su iracundo Shizuo siempre iba a odiarle y él se regodeaba en ese odio.

Por eso eliminaría cualquier cosa que pudiera hacer cambiar su relación, cualquier cosa incluidos aquellos sentimientos que no debía sentir por él.

Automáticamente se volvió en el momento exacto esquivando la maquina de refrescos con el logotipo de Coca-Cola para poder mirar los labios del rubio mientras pronunciaba su diario "te matare, pulga" para segundos después volver a girarse y desaparecer de su vista entre la multitud.