Disclaimer... con la de historias guays que da la época antigua Himaruya... y tu no la explotas.
Roma vuelve a casa del senado, por que alguna vez irá al senado, digo yo... a pesar de que de 365 días que tiene el año, 300 tiene fiesta y todo el imperio vive prácticamente de los esclavos que les hacen el trabajo sucio y los impuestos que pagan los pueblos conquistados, pero aun así, hay 65 días en los que sí va al senado y vuelve al atardecer, cansado pero sonriente. Después de que todos los esclavos de su casa le hayan ofrecido vino y fruta y cambiado de ropa, pide que le guíen a por sus hijos mayores.
Francia y España están jugando con las espadas, lo que significa que están hablando en la sala de entrenamiento.
—¡Pero bueno! —riñe Roma al entrar y encontrarlos a los dos sentados, con las espadas abandonadas en el suelo bastante lejos de donde están, poniendo los brazos en jarras.
—Pero si estamos... ¡Entrenando! —Francia ni se levanta del suelo, sólo busca las espadas por ahí. España se tensa dejando de reírse buscándolas también.
—Será posible —entrecierra los ojos mirándolos a los dos con el ceño fruncido—. ¿A qué estáis entrenando, eh? A estar sentados hablando, ¡no necesitáis más entrenamiento de eso, sois unos buenos expertos!
Francia mira a su padre levantándose.
—Estábamos entrenando y... Teníamos que tomarnos un descanso, papa.
—Hemos estado todo el día —corrobora España que seguramente no ha sacado su espada del armario siquiera.
—Bien. Vamos a verlo. Uno contra el otro y el que pierda está castigado —responde el mayor cruzándose de brazos.
España mira a Francia de reojo que le mira con absoluta desolación porque SIEMPRE va a perder contra España.
—¿Cuál castigo? —pregunta el rubio mirando a su padre de reojo.
—Ah, eso ya lo decidiré —intenta que no se le escape una sonrisa porque también sabe que va a perder contra España.
Arrastrando los pies, Francia se acerca a una de las espadas que esta tirada por ahí. España toma la otra aun mirando al francés de reojo y se pasa una mano por el pelo.
El galo suspira agachándose y levantando la espada con algunas dificultades. Se acerca al español.
—El que gane se va a ir con Helena unos días a aprender del teatro y la música y el otro se va a quedar aquí conmigo mientras esté en una importante reunión larga y aburrida por un asunto bélico, aprendiendo de ello —impone Roma.
España levanta las cejas, porque Helena le gusta mucho, siempre es muy amable y las reuniones bélicas muy importantes suelen ser con un montón de hombres mayores y calvos gritando cosas muy complicadas sobre presupuestos y divisas y efectivos que no pueden hacerse. Así que se toma bastante en serio lo de querer ganar levantando la espada.
Francia mira al romano otra vez absolutamente desolado.
—¡Eso no es justo! —protesta.
—Lo que no es justo es que me prometáis que vais a entrenar y faltéis a vuestra palabra —hace un gesto con la mano para espolear al francés mientras España aprovecha para darle ya, aprovechando la distracción.
El francés, lo único que consigue es medio levantar la espada parando el golpe, cerrando los ojos y soltando un grito agudo. España le ataca otra vez con fuerza y le empuja con la espada para tirarle al suelo
—¡No quiero ir al senado! —protesta Francia consiguiendo no caerse de MILAGRO, recargándose en la espada y arrastrándola por el suelo.
—¡Pues ataca a tu hermano! ¡Levanta la espada! —exclama Roma mientras España le da un golpecito en la mano para que la suelte.
—¡Pues es que no puedo! ¡No me dejaaaah! —chilla y se le cae la espada. España sonríe y le amenaza con la suya para que se separe.
—¡Claro que no te deja! en eso consiste.
—¡Ni siquiera me había acercado a él y ya me estaba pegando! —protesta sin separarse pese a las amenazas.
España le pone la espada de madera en el pecho y le empuja un poco. Francia baja los brazos y mira al español con cara de "nomehacesgracia".
—Vale, vale Hispaniae... anda, ve a que preparen tus cosas para irte —suspira Roma arrodillándose junto a Francia. España sonríe contento soltando la espada y sale corriendo.
Francia se muerde el labio, mirando a España salir corriendo.
—¿Qué vamos a hacer contigo, eh? —pregunta el romano mirando a Francia, que se muerde el labio y traga saliva empezando a tener los ojos húmedos—. Ven aquí... ven —hace un gesto para que se acerque, abriendo los brazos.
El pequeño francesito se acerca a él mirando al suelo y cuando llega se le echa encima apretando los ojos y una gorda lagrimota le rueda por la mejilla.
—Venga, venga —le abraza atrayéndole hacia sí, acariciándole la cabeza y sonriendo.
—Sabías que iba a perder —solloza—. Es injusto.
—Sí, sabía que ibas a hacerlo. Fue expresamente, quiero que te tomes en serio los entrenamientos.
—La espada pesa mucho.
—Si entrenaras todos los días te acostumbrarías a su peso y se te harían fuertes los brazos y podrías levantarla sin problemas —responde levantándole en brazos, saliendo de la sala de entrenamiento hacia los establos.
—No me gusta entrenar si no puedo siquiera levantar la espada —solloza acurrucándose en su cuello.
—Ese es un pez que se muerde la cola, mi vida —responde acariciándole la espalda y haciendo un gesto a un esclavo para que le preparen un caballo. Francia se le recarga encima tocándole la mandíbula y fijándose en su salida de la barba, moqueando un poco.
—¿A dónde vamos? —pregunta en un susurro
—Ahora te lo contaré —empieza cuando se lo traen ensillado, sentando al francés antes de montarse—. La reunión esta de la que te hablo va a durar unos días y quiero que estés a la altura de las circunstancias y te comportes como digno hijo mío.
—¿Va a ser aburrida? —le mira deteniéndose de la silla del caballo
—Non! Los asuntos del imperio nunca son aburridos —sonríe saliendo de la casa, controlando que el niño no se caiga. El francés sonríe un poquito tranquilizándose.
—Vas a ver que vas a estar orgulloso de mi —le sonríe más convencido.
—Eso espero. Van a venir a casa unas personas y vas a tener que hacer de anfitrión... aunque sean aburridas y no te gusten ¿entiendes?
—Espagne va a ir con Helena... —murmura fastidiado con eso.
—Sí, lo sé. No te creas que lo merece tampoco, solo lleva el entrenamiento un poco mejor que tú —se ríe.
—Eso es porque él es más grande que yo, ¡yo no tengo la culpa de ser más delgado!
—Bueno, no te enfades con tu hermano, cuando acabe este asunto iremos a buscarle —concilia cabalgando por la calle... bueno, sí de esa manera demasiado rápida que tiene Roma de cabalgar, llevándose cosas por delante y gritando a todo el mundo.
Francia está más o menos habituado así que se agarra todo lo fuerte que puede.
—Ahora dime... ¿Qué cosas podemos llevar a hacer a nuestros invitados diplomáticos? —pregunta.
—Ir a las termas, como a Germania! ¡Al mercado, el mercado me gusta mucho!
—Mmmm... El mercado me convence más —asiente deteniendo el caballo junto a la casa del sastre.
—¿Los gladiadores? ¿El circo? Esta ciudad es bonita, podemos hacer muchas cosas...
—Pensaba que no te gustaban mucho los gladiadores —le mira sonriendo. Bajándose del caballo y bajándole a él.
—No me gustan, pero no importa que no me gusten a mí, sino a los invitados —las palabras adecuadas para convencer a alguien de sus buenas intenciones de ser el perfecto diplomático.
—Muy bien dicho —asiente riéndose.
—¿Ropa nueva? —sonríe orgulloso.
—Tienes que estar guapo, es gente importante —le guiña un ojo.
—¡Siiiií! —sonríe levantando los brazos pensando que esto no está TAAAAN mal.
El sastre les abre la puerta reconociendo a Roma (y casi más a Francia) enseguida, dejándoles pasar.
—Quieroooo... —empieza Francia mirando las telas moviéndose ahí dentro como si estuviera en su casa.
—Quiere algo que se vea bien, elegante y poderoso —explica Roma al sastre mirando a Francia de reojo y luego le susurra—. Algo resistente y cómodo, va a tener que moverse mucho y que no se ensucie demasiado.
—Oh... ambas cosas no suelen ir muy ligadas —responde el sastre—. Veremos que se puede hacer... han traído cosas nuevas justo esta semana, de Lutecia y del sur.
Francia sonríe imaginando algo con dorados y grecas, hermoso, vestido como César y dominando al mundo.
—¿Cuál te gusta? —pregunta el romano acercándose al francés y mirando también las telas... lo malo es que van a acabar, los dos, llevándose media tienda. El sastre se frota las manos.
—Este y este... Y este ¡mira qué bonito este! Quiero una corta y tres largas con este. ¿Te gusta?
—Sic! mira y está en más oscuro también, ¡una para ti y una para Hispanien! Y está también me gusta! ¿Tú qué dices?
—Esa... —inclina la cabeza—. ¡Esa me gusta para ti!
—Mmmm —la valora positivamente inclinando la cabeza y frotándose la barbilla...
—¡Con esta! Mira las dos juntas.
—¿Estás seguro? No sería mejor algo más... ¿cómo esto? —le muestra otra, que de hecho, es prácticamente idéntica, solo ellos pueden ver las diferencias.
Francia niega categóricamente como si hubiera una real diferencia.
—Non, con esa no. Esta.
—No me convence del todo, ¿la ves con toga? —vale, por dios... vamos a adelantar esta escena. Tres horas después la tienda esta medio vacía y los dos se llevan un par de túnicas para el asunto de hoy, que se las han montado ya y el resto ya se las llevaran a casa cuando las tengan.
Francia camina por la calle como si fuera un REY, esperando que les traigan el caballo.
—Me gusta mucho la azul que has elegido —asegura Roma mirándole de reojo mientras lo traen—. Y ahora al llegar a casa hay que bañarse, ¿eh?
—¿Bañarseee? —protesta.
—No me protesteees —se ríe levantándole y subiéndole al caballo.
—¡Ash! ¡Todos son castigos!
—¿Desde cuándo lo son las túnicas nuevas?
—Esa parte no —levanta la cara y le da un beso a su padre en la barbilla, recargándose en él. Roma se ríe.
—Y no solo eso, vas a tener que compartir cuarto, ya he dicho que dispongan otra cama en él, porque no me fio mucho de los que vienen y quiero que me ayudes a vigilarles por si por la noche...
—¿Compartir cuartooo? —otra protestita levantando la cara para mirarle—, ¿con quieeeén?
—Eh, eh... has dicho que estarías a la altura, ¿verdad? —le detiene.
—Sí, sí... Vale —se controla a sí mismo, aunque se revuelve.
—Bien, creo que les llevaremos a la Naumaquia —piensa en voz alta—. Ah, sí, escúchame bien... —se acuerda.
—¿Qué? —pregunta apretando un poco los ojos porque su padre conduce el caballo de manera un poco bestia.
—Ya te he dicho que no me fío mucho de ellos, así que no les voy a asignar esclavos —porque siendo como son seguro se los comen o acaban tratando de convertirlos en rana, piensa para sí—. Así que tú te vas a encargar de uno de ellos para ordenar a los esclavos todo lo que necesite, ¿de acuerdo?
—¿Qué personas tan raras vas a traer, papa?
—Son gentes complicadas, hijo mío, pero no queda más remedio —explica suspirando, deteniendo el caballo—. Yo lo siento por ti, tendrás que ser fuerte y paciente. Por eso uno de vosotros se va con Helena.
—Fuerte y paciente... —Suspira y frunce el ceño con convicción—. Vas a ver que vas a estar orgulloso de mi, papa.
—Veamos si es verdad, anda al baño sin chistar —sonríe dejándole en el suelo mientras los esclavos se llevan el caballo.
—Ah... Papaaaa.
—Ah... Franciaaae —se ríe—. Venga, voy a despedir a tu hermano y ahora voy yo.
El francesito va otra vez arrastrando los pies.
xoOXOox
A unos cuantos kilómetros de ahí, un par de ojos verdes se asoman por debajo de la manta que cubre el carro, mirándolo TODO.
Britania que está muy irritada desde hace varios días, ejem... Nadie sabe por qué, arrea a los caballos mirando al carro de reojo.
—Mum... ¿por qué venimos a este sitio raro? —pregunta Inglaterra sin dejar de mirar a todas partes.
—No sólo es raro... Sino feo.
—Estos árboles no son como los de casa y no hay hadas —asiente mirando, aunque está feliz porque han subido a un barco y aquí hace mucho sol.
—No hay hadas y todo es caluroso y húmedo y… Hay gente tonta —y gente tonta y sexy a quien venimos a ver... cosa que aún no le ha dicho, no ha hecho más que subirle al carro y decirle que van al sur, SONROJADA.
—Si son gente tonta seguro podremos llevarnos sus cosas —¿alguien más se pregunta sinceramente que clase de educación le está dando a su hijo?
—Es muy probable que sí. Recuerda... Es importante que no se den cuenta —le advierte moviéndose un poco el pelo—. Y es importante que distraigas a la gente que esté por ahí...
—¿Que les distraiga cómo? ¿Ya me vas a enseñar un hechizo nuevo para distraer? —sonríe mucho, esperanzado.
—Ya sabes cómo van los hechizos para distraer... De hecho, tienes que distraerles SIN hechizos, o al menos sin ninguno fuerte.
—Oh... puedo contarles un cuento. El otro día Scotland me contó uno, me dijo que me encontraste entre la caca de una vaca, porque me había cagado. Y yo le dije que a él le había cagado una vaca más grande y me dijo que yo era un tonto y que me callara ¡y me llamó caca de vaca!
Britania se ríe.
—Dile que no es verdad cuando volvamos a casa... —pide un poco desconsolado.
—Quizás sea mejor que no les cuentes esa historia... Puedes inventarte mejor una historia de Alba...
—Mmmm —se mete debajo de la manta otra vez, sonriendo, pensando una historia de su hermano.
—Una buena... Y quiero oírla antes de que se las digas. Si no me hace reír, YO les contaré la tuya.
—Oh! —se mueve bajo la manta acercándose a ella—. Mum... —la llama suavecito.
—Mmmm? —se echa un poco para atrás y le mira de reojo.
—Está es la vez que he estado más lejos de casa nunca...
Britania sonríe de lado.
—Eso es emocionante, ¿no?
Inglaterra sonríe y asiente mirando el paisaje otra vez.
—¿Falta mucho para llegar?
—Sí... ¿Quieres venir y llevar las riendas un poco? —pregunta sabiendo la respuesta
Inglaterra debe APARECER sentado en la falda de su madre con una gran sonrisa.
Y Britania arrea BIEN a los caballos antes de pasarle las riendas y ahí van el par de locos medio desbocados. Inglaterra acaba casi depie... haciendo ir el carro por la izquierda del camino.
xoOXOox
Así qué Francia, unas horas más tarde, ya está bañado, vestido, peinado y listo cuando se oye revuelo en el jardín.
—Anda, ya deben estar aquí, vamos a recibirles —sonríe Roma y le tiende la mano al francés para que se la tome.
—¿Quiénes son, papa? ¿Crees que... Y si les caigo mal? —leve inseguridad de Francia a esta edad, que EVIDENTEMENTE superó.
—No les vas a caer mal porque tú eres un encanto y les gustas a todos. Además, ya les conoces —medio confiesa por fin—. ¿Recuerdas todo lo que te he dicho que tienes que hacer?
—Sí, sí... Ser bueno, ser paciente, ser diplomático y ser encantador en términos generales —sonríe.
—Eso es —asiente saliendo al patio sonriendo.
—Esta gente... Mira que mal tienen la ciudad y como grita la gente ¡Y ve los colores! ¡Todo el mundo vestido como un payaso! —protesta Britania al bajarse del carro
Inglaterra mira la casa con la boca abierta porque le parece muy grande y mira a los esclavos sin estar seguro que no estén robando el carro a su madre, pero ella no dejaría que lo hicieran sin darles un par de buenas patadas y menos delante de sus narices.
—No muevan ahí, no toquen eso tampoco... Con cuidado, tú aléjate de aquí. ¿Dónde está tu amo? —pregunta la pelirroja con la misma cara de absoluto asco a una de las esclavas de ahí, haciendo un GRAN esfuerzo por no admirarlo todo y hacer la misma cara de bobo que hace el inglesito en el momento en que Roma sale con Francia de la mano.
—Anda, mira quién se ha perdido, será verdad que todos los caminos llevan aquí —sonríe.
Y cuando Francia mira a Britania levanta las cejas y mira a su padre por un instante antes de buscar a Inglaterra y notar que está aún encima del carro. SONRÍE.
—Shut up —sonrojo INMEDIATO de Britania que pretendía no voltearlo a ver pero es realmente complejo no hacerlo. La mujer aun así frunce el ceño—, tú me has suplicado que viniera y yo quise venir a ver como suplicabas en vivo.
Inglaterra, que está mirando a los esclavos con la boca abierta, no se entera aun de lo que pasa hasta que oye la voz del romano, se vuelve a ellos y levanta aún más las cejas... y aún más al ver a Francia, sonrojándose un poquito y acercándose a su madre.
—Mum! ¿Esto es casa de France? —pregunta nervioso en mitad susurro mitad chillido, escondiéndose en sus faldas.
Francia le aprieta la mano a su padre, sin poderse creer que realmente este aquí. Sonríe dando saltito a en su lugar.
—Yo no recuerdo haber suplicado nada, ni siquiera sabía que vendrías, pero es un placer recibirte ya que tenías tantas ganas de verme —sonríe Roma tirando del francés para acercarse a ellos.
—Es mon petit anglais! —susurra tratando con todo su esfuerzo de no salir CORRIENDO hacia ellos, realmente muy emocionado de que estén aquí.
—Yes... Quien más podía tener una casa así de fea, que Rome... Y por consiguiente France —murmura Britania poniéndole una mano en la cabeza a Inglaterra, nerviosa y sonrojadilla como él. Inglaterra le espía desde detrás de las faldas, agarrado con fuerza.
—¡Claro que sabías que vendría! —chilla un poco Britania vacilando internamente un segundo y tratando de pensar si de verdad alguien se habrá comido en el bosque al mensajero que llevaba la negativa no tan absoluta.
—Bueno, digamos que puedo recordar vagamente una invitación, pero no pensé que la tomarías en serio —suelta a Francia de la mano, que sale corriendo hacia ellos y se detiene frente a Britania que le da un poco de miedo, estirando la cabeza y el cuerpo hacia un lado para intentar ver a Inglaterra detrás de ella.
Inglaterra se tensa y se esconde, aun mirándole un poquito, nervioso y callado.
Britania se sonroja y vacila, ignorando a Francia, preocupada con este asunto de haber venido hasta acá y que el romano ni siquiera sepa... Se revuelve.
—La realidad es que sea como sea sólo estábamos de paso —indica cerrando los ojos y levantando las cejas.
—Oh... y con un vestido nuevo —nota mirándola de arriba abajo. Seguramente el vestido es exactamente igual que el viejo, pero Roma sabe ver esas cosas... y si no, solo es un tiro al aire.
Ella se sonroja MUCHO más, tragando saliva y manteniendo la postura porque SÍ es un vestido nuevo y no puede creer que lo haya notado. Él se ríe con la cara que pone, acercándose a ella y abrazándola de la cintura.
—Ave! —saluda Francia al inglés, sonriendo de lado a lado.
Inglaterra frunce un poquito el ceño y se sonroja un poquito más, pero no contesta, mirándole fijamente.
—¡Estas aquí! ¡Es mi casa! —saltitos y extiende una mano hacia él—. ¡Ven!
Britania en ese momento, empuja a Roma y da un pasito atrás y debe tropezar un poco con el inglés perdiendo el equilibrio y teniendo que detenerse... Sí... Del brazo de Roma que acaba por volver a tirar de ella hasta darle un beso en donde pueda, mientras Inglaterra da un saltito hacia atrás mirando a su madre un instante.
El beso debe ser cercano a los labios, pero no sobre ellos, lo cual deja en PAAAAANICO a Britania haciendo que empuje a Roma con fuerza, poniéndole una mano en el pecho y dando un chillidito ahogado.
A Francia le BRILLAN los ojos, mirando a Inglaterra con ESA cara, dando un paso hacia él.
—Franciae... —le llama Roma sin dejar a Britania soltarse del todo—. Te dejo a cargo de nuestro invitado, recuerda todo lo que te he dicho. Enséñale la casa y explícale como funciona y luego venís al triclinium a cenar con nosotros.
Britania da unos empujones más a Roma, de esos fuertes pero no TAAAAN fuertes. Inglaterra da otro pasito atrás, asustadillo, sin dejar de mirar a Francia.
—Sí, papa... —asiente Francia sin dejar de sonreír y con cara de ¡DÍA DE REYES!
Roma ignora más o menos los empujones llevándose a la británica adentro ante la desconsolada mirada del inglés.
Britania sabe que tiene un hijo, claro que lo sabe y sabe que... Bueno, su hijo es ya grande y fuerte y sabe defenderse, de verdad... Y no es que le olvide, en lo absoluto, peroesqueeeee...
El inglés da otro pasito atrás frunciendo el ceño a Francia, con el corazón aceleradillo de nervios. El francés recuerda por un instante las palabras de su padre, "fuerte y valiente" y luego piensa que el inglés suele salir corriendo, así que marca en su mente el que Inglaterra le debe un beso de saludo y deja de mirarle como buitre a su presa después de tomar mucho aire.
—Ven, voy a enseñarte la casa —decide extendiendo una mano hacia él.
Inglaterra vacila cambiando de pie el peso, mirando la mano sin fruncir tanto el ceño y hace ademán de tomársela antes de recordar quién es y volverlas a esconder en la espalda, sonrojándose un poquito otra vez.
—Hay esclavos horribles ahí dentro que te tomarán preso y te obligarán a hacer trabajos forzados si no vamos de la mano —intenta asustarle dejando de sonreír un poco.
Levanta las grandes cejas asustándose porque sí ha visto a los esclavos, aunque estaba con su mamá. Vacila igual, levantando y escondiendo la mano.
—Mon petit lapin! ¡No puedo creer que estés aquí! —Francia NO puede más y se acerca abrazándole.
—Ah! —se asusta y se sonroja, tensándose y levantando las manos pero sin apartarse. Francia sonríe más aún, MUY contento, apretándole un poco.
—Yoqueriaquevinierashacemuchooo! Y papa me dijo que sí pero no me dijo cuándo y ahora pensé que era un castigo y no es un castigo eres TUUUUÚ!
—Nnnn —protesta apretando los ojos intentando que le suelte.
Francia se tarda unos cuantos segundos más en soltarle pero al final lo hace, riendo, dándole un beso rápido en la mejilla
—Aaah! —chilla rojo como tomate limpiándose la mejilla—. ¡Tontooo!
Francia se ríe.
—¡Pensé que se te había olvidado como hablar!
—¡No se me ha olvidado! —chilla.
—¡Eres taaaan mono y estas aquí! —sonríe tomándole de la mano.
—No soy mono —refunfuña dejando que le tome de la mano, aun limpiándose el beso.
—Eres monísmo —se ríe tirando de él hacia adentro de la casa—, ¡tienes que verlo TODO! Vas a dormir conmigo y tienes que ver la cocina y mi ropa y... ¡Vamos a tener que ir a los gladiadores y al teatro y al circo y a todos los lugares!
—My mum no me dijo... —se detiene al oír eso, tirando de su mano—. ¿Vas a enseñarme tus secretos? —obsesión.
—Ehhhh... Seh, seguro, ¡eres mi invitado! —le hace un gesto con la cabeza a uno de los esclavos para que traiga algo de beber y fruta—. ¿Quieres cambiarte?
—Oh —sonríe un poquito, conforme—. ¿Cambiarme?
—De ropa. Hace calor aquí, no puedes estar con capa.
El británico se agarra a su capa con fuerza. Francia se ríe un poco de eso.
—Pero sólo es una capa, mon petit lapin... Mira, yo puedo prestarte ropa ligera y bonita —Francia copia fiel de su padre.
—A mí me gusta mi capa —terco como una mula.
—A mí también me gusta... Seguro pueden lavarla y quitarle todo el hollín y el lodo mientras estas aquí. Mira —hace un gesto a Mérida para que se acerque—. Quítate la capa —pide al inglés sonriendo.
Ella lo hace e Inglaterra se tensa soltándole la mano a Francia, abrazándose a su capa.
—Angleterre... ¡solo es tu capa! —razona Francia o al menos eso intenta, sonriendo y poniéndole una mano en la cabeza
—Es mía —sentencia con el ceño fruncido.
—Pues sí... no se la van a robar, sólo la van a lavar
—No me gusta tu ropa de nena —le mira de arriba abajo.
—¡No es de nena! Y es fresca... mira es delgadita. Aquí hace mucho calor, espera que el sol esté bajando un poco —razona Francia tomando la capa.
—Sí que es de nena, ¡pareces una rana! —sonríe un poco mirando a todos los esclavos aun sin entender muy bien quienes son y que hacen por ahí, pensando en si no serán hermanos y tíos de Francia.
—No parezco una rana, no seas tonto. ¡Tú pareces más una rana cochina y llena de barro con esa capa! —se defiende tomando la capa con la mano.
—No! —chilla tirando de la capa para que la suelte porque la capa tal como está, sucia y llena de barro, hace que en el bosque sea prácticamente invisible, si le quitan el lodo y la hacen que huela a flores, no podrá usarla para cazar.
—Bueno, vale, que no se lleven la capa, pero quítatela al menos. Eso y los pantalones, vas a cocinarte.
—¡No! —se sonroja.
Francia se encoge de hombros, tomando el mosto que le han traído deseando que fuera vino bueno del de su padre, claro está, pero bueno, mosto está bien. Levanta la barbilla intentando presumirle y tomando una manzana.
Inglaterra se acerca con curiosidad a mirar porque esas frutas no crecen en el bosque y hay algunas que no conoce.
—Al rato te quitarás tú solo la ropa cuando te estés muriendo de calor. Prueba esta... tiene la piel suavecita como tú —le ofrece un melocotón.
—¿Qué cosa es? —la toca con un dedo un poco y lo aparta porque él creía que sería una manzana rara.
—Es un persici. Tiene un hueso grande en el centro y es dulce —se lo acerca un poco y cambia su manzana por uno—. Pruébalo.
Inglaterra lo toma y lo huele un poco, aunque no le huele a nada. (Inglaterra creo que puede oler caca sin que le huela a nada)
—Es una manzana rara.
—No es una manzana... es un persici —dice el nombre leeentamente en latín y le da una mordida al suyo para que el inglés lo vea por dentro y lo huela mejor (ay, Francia, sueños los tuyos).
—Peachi —repite. Francia se ríe un poquito considerándolo adorable.
—Eso es —concluye porque le ha parecido que lo dijo muy lindamente aunque no suene igual a como lo dijo él—. Eres muy listo, mon lapín. ¿Quieres ver mi cuarto? ¿O la cocina? ¿O los animales? ¿O las esculturas del jardín? ¿O...?
Inglaterra le da un mordisco al melocotón de Francia, que sonríe porque le parece que de una manera muy lejana eso es un beso indirecto.
Inglaterra ni siquiera piensa en eso, levantando las cejas con lo dulce y raro que es el melocotón.
—¿¡Te gusta?!
Movimiento clásico de Inglaterra yendo a por más, sonrojándose y negando con la cabeza.
—¡Claro que si te gustó! ¡Yo te he visto la cara! —Francia se ríe abrazándole de los hombros—. ¡No pasa nada, hombre!
—¡No! —le empuja un poco.
—Eres un tonto —se ríe tomándole otra vez la mano y dándole él una mordida al melocotón. Tira un poquito de él—. Ven, vamos a que veas toda la casa.
—¡Tú eres más tonto! —Inglaterra no se deja perder oportunidad de recordárselo y pelear, mirando el melocotón en su otra mano, siguiendo a Francia.
—Yo no soy más tonto que tú, tú eres el que no se quiso quitar la capa en el calor —pelea.
—No hace calor —miente medio ahogado, pero orgulloso.
—Ya, claro... porque ya se mete el sol —Francia se ríe un poco mirándolo rojo como tomate y hasta medio sudorosito, abriendo la puerta de su cuarto—. ¡Mira! ¡Este es mi cuarto!
Inglaterra sostiene la respiración aspirando por la nariz y mirando a todas partes con curiosidad.
La habitación es grande y Francia debe tener un montón de cosas también, en copia de su padre... y debe tener cosas de Inglaterra losientoinglaterra, realmente creo que esta familia da un poco de miedo. Pero lo veo perfecto teniendo una piedra de río y una varita de árbol. El francés siempre conformándose con esas cosas horrendas proporcionadas por el tsundere que tiene.
Inglaterra está perdido en las cosas grandes y nota la otra cama antes que nada, cayendo en la cuenta.
—Where is Spain?
—Espagne fue a ver a Helena porque ganó... —hace una pausa y levanta las cejas pensando por un instante en qué hubiera pasado de haber perdido... luego levanta las cejas más aun dándose cuenta de que su padre quería que perdiera seguramente, se ríe un poco—, ¡y yo me llevé el premio de que estés aquí!
—Oh —sonríe un poco porque España no le gusta mucho, siempre hace equipo con Francia y le hacen rabiar y luego se incomoda con eso—. Yo no quería... my mum no me dijo que veníamos a verte —a ti... única y exclusivamente. No a nadie más, digan lo que digan las risas de Roma en el comedor y el hecho de que ni te ha mirado.
—A mí tampoco me dijo papa que vendrías tú, si no me hubiera preparado también y habría planeado TOOODO lo que haremos, ¡pero ahora puedo planearlo contigo! Hay muchas más cosas que hacer aquí que en tu casa y...—le sonríe sinceramente abrazándole—. Qué bueno que vinieron a verME.
—Uugh —protesta sonrojándose y revolviéndose más—. ¡Yo no quería venir! ¡Eres un tonto y no me gustas ni tampoco tu casa!
—¡Deja de llamarme tonto y dime qué quieres ver! ¿La cocina? ¿Tienes hambre? ¿Quieres ir al patio? —le suelta.
Inglaterra frunce el ceño un segundo, nervioso y se gira a mirar el cuarto otra vez, sin contestar.
—¡Hay un montón de cosas! Mira, mi cuarto es grande, ahí es donde nos bañan y ahí está tooooooda mi ropa —le empuja de los hombros y lo arrastra por el cuarto—, y allá están mis juguetes y mira —le empuja hacia la ventana en donde se ve el árbol y el patio y un trozo de Roma—. En las noches es bonito y romántico... hoy en la noche, ¡podemos acostarnos aquí a ver las estrellas que a ti te gustan tanto!
Inglaterra lo mira todo, un poco abrumado.
—Allá están los caballos y desde aquí se ve el Pantheón... y más para allá está... —insertar cinco minutos de Francia hablando sin parar sobre tooodas las cosas que se ven desde su ventana, cada vez abrazando más al inglés hasta que cuando termina está abrazándolo de la cintura con la barbilla recargada en su hombro.
Inglaterra parpadea intentando seguirle sin notar el abrazo, escuchando y tratando de memorizar lo que dice. Cada vez con más calor porque además de la capa Francia le abraza,
Al final el francés le da un beso en la mejilla y le mira a los ojos, dentro de su abrazo de pulpo.
—¿Te gusta mi casa? ¡Me encanta que estés aquí!
—Whaaaa! —chila y le empuja al notar que está encima de él otra vez.
Francia para variar sale volando y cae sentado en el suelo, porque tontamente no se esperaba el empujón. Inglaterra se da la vuelta mirándole con la respiración agitada, todo sudado.
—Eres un bestia, ¿por qué me empujas? —pregunta frunciendo el ceño con los ojitos empañados.
—Porque me abrazas, ¡no me abraces! ¡Y no me des besos!
—Ash! ¿Por qué no? Eso se hace aquí... Uno se abraza y se da besos, ¡ya viste a tu maman!
—Nooo! Nadie se da abrazos ni besos, son feos y ¡tú eres tonto y feo también!
—¡No soy tonto y feo! ¡Soy guapo, más guapo que ninguno y soy listo! ¡Tú eres TONTO por no dejarte dar besos ni quitarte la capa aunque te mueras de calor! ¡Porque eres un cobarde!
—¡Yo no soy un cobarde!
—¡Sí que lo eres! ¡Te da miedo soltar tu capita!
—¡No me da miedo! ¡Tú quieres robármela!
Francia pone los ojos en blanco.
—¡Claro que no! ¡Para que querría esa capa tan fea! —fuera de para dormir abrazado a ella todas las noches... le dice la voz de su consciencia a Francia.
—¡NO ES FEA!
—¡Está sucia!
—NO! —sí, Inglaterra, sí que lo está.
—Sí, está sucia y asquerosa y ¡tú estás sudando y tienes calor! ¡Voy a acusarte con mi papa!
—¡Me da lo mismo! —chilla. Francia bufa.
—Si no te pones una ropa mejor, no dejaré que veas mis secretos.
—Eres un tonto y tu father también, mi mum lo dice todo el tiem... —se queda callado y levanta las cejas—. ¿Q-Qué secretos?
—Unos secretos que tengo escondidos y que tienen que ver contigo —sonríe el francés cruzándose de brazos.
—¡Tú no sabes ningún secreto mío! —chilla malentendiendo, poniéndose rojoooo.
—Eh? —inclina la cabeza y luego sonríe—. Sí sé secretos tuyos...
—¡NO! —chilla más nervioso aun, dando un pasito atrás. Francia sonríe de lado y le brillan los ojos.
—Sé cositaaaas...
—NOOOOOO
Francia se ríe un poquito porque se ve TAN mono. Inglaterra busca algún lugar donde esconderse con la mirada y acaba bajo la cama en un revuelo.
El francés hace los ojos en blanco acostándose en el suelo y mirándole.
—¡Pero yo hablaba de MIS secretos, Angleterreee!
El inglés se encoge más bajo la cama.
—No te enfades conmigo —repta hasta el borde de la cama, sonriendo. Él le mira con el ceño fruncido.
—Eres un tonto y no sabes nada.
Francia recuerda las palabras de su padre, ser paciente y fuerte.
—Puedes elegir tú la ropa que ponerte —ofrece.
Inglaterra parpadea y le mira desfrunciendo el ceño. Francia sonríe un poquito.
—¿Y mi capa?
—¿Iremos a ver cómo la lavan? —Francia es necio también
—No.
Pacieeencia, pacieeeencia.
—No la lavarán si me das un beso.
—¡No te voy a dar un beso ni mi capa! —se mete más adentro de la cama.
—Vale, vale... nadie lava tu capa.
El británico se relaja un poquito.
—Pero... ¿me prometes algo? —le mira. Los ojos verdes le miran también, sin contestar—. Vamos a ver muchas cosas divertidas y a hacer muchas cosas... y... —se revuelve un poquito—, tienes que prometerme que vas a venir conmigo a todas y a hacer lo que todos hacemos.
Inglaterra parpadea e inclina la cabeza sin entender.
—¿Qué cosas? —pregunta con curiosidad.
—¡Muchas cosas! ¡Muchísimas! Gladiadores, ir al teatro a ver obras... ohh! Papa quería llevaros a ver la naumachia, eso va a gustarte ¡a ti te gustan los barcos! —abre los ojos como platos al darse cuenta de eso sentándose en el suelo en vez de estar acostado. Inglaterra saca un poco la cabeza.
—He montado en uno —sonríe orgulloso, contándole. Francia le mira y sonríe, porque lo sabe... para ir a su casa se requiere un barco.
—Imagina esto, Angleterre... ¡no vas a poder creerlo! Vamos a un lugar enooooorme, como un anfiteatro, en donde hay muuuuuchos asientos y... bueno, nosotros siempre vamos en el mejor asiento, obviamente, el mejor lugar desde donde se ve todo perfectamente bien —le cuenta sonriendo—. Abajo, en vez de haber arena como los gladiadores, hay agua.
—No sé lo que es un anfetirato...
—Es... —parpadea y le mira, abre las piernas en el suelo y en medio de ellas, con el dedo índice dibuja un círculo—. El lugar en donde luchan los gladiadores. ¿Sabes qué son los gladiadores?
Inglaterra niega con la cabeza y sale de debajo de la cama, sentándose frente a él.
—Ohh... ¡a ti te van a gustar mucho los gladiadores! —sonríe—. A mí no me gustan tanto excepto cuando cortan cabezas. Imagínate... imagínate a los hombres más grandes y fuertes y valientes del mundo.
Asiente mirándole porque se los imagina.
—Bueno... hay unos juegos aquí, en los que esos hombres luchan a muerte, para encontrar quién es el más grande y fuerte y bestia.
—¿Por qué lo hacen?
—Pues... es divertido verlos pelear.
—Pero... son tontos, yo no pelearía para que me vieran otros.
—Pues claro que no, tú no ibas a ser un gladiador... estos son esclavos.
—Un esclavo... —repite porque eso si le suena, pero no está seguro. Francia abre la boca impresionado.
—¿¡No tienes esclavos?!
—¿Para qué quiero a alguien que pelee mientras los miro?
Francia se rasca la cabeza porque todo esto le parece muy obvio y extraño que Inglaterra no lo conozca.
—Es algo divertido de ver... tú le vas a uno y yo le voy a otro y pelean... y el que pierde, si no se murió en combate y si el público quiere, morirá.
—Pero... ¡Entonces no le vayas a uno! —agobiado pensando que lo matan a él.
—Pues tienes que irle a alguno, Angleterre, esa es la gracia. Aunque a mí no me gustan mucho, solo me gusta cuando cortan una cabeza así —hace el movimiento con la mano—, y sale sangre volando y la cabeza rueda por el suelo.
—¿Y si el público quiere que te mueras? —agobio, le toma del antebrazo.
—¿Yo? Nah, yo no soy gladiador... ¡ni nunca jamás lo sería! No pueden elegir que se muera alguien, solo los gladiadores.
—Pero si tú le... oh.
—Es... un poco feo cuando se lo comen los leones... —se encoge de hombros—, y siempre huele muchísimo a sangre. A mí me gusta pero es laaaargo y después de un rato me aburro —QUIÉN COÑO SE PUEDE ABURRIR EN UN EVENTO COMO ESE... ES DECIR PUEDES HORRORIZARTE, ¡NO ABURRIRTE!
—Oh... en casa, my mum me deja partirles el cuello a los conejos y pollos que compramos cuando no hay caza.
—Ohh... es como así, pero con gente —Francia asiente mirándole a la cara—. Pero no es eso a donde te vamos a llevar, sino a la naumachia, que es con barcos, Angleterre
—¡Yo he venido en uno más grande que hayas visto! Y se movía un montón pero no vomité —orgulloso—. ¡y me dejaron llevarlo a mí solo! —tocó el timón con un dedo, a escondidas.
Francia sonríe un poquito de lado y le mira suspirando y recargándose en su mano, embobadillo.
—Aquí hay barcos adentro del escenario, pero quizás lo que tu hiciste fue más impresionante —susurra soñador, imaginándose a Inglaterra dando gritos y órdenes en las galeras, sorteando las olas.
—¡Cuando yo sea grande tendré un barco muy grande y seré el rey del mar!
—Seguro sí lo serás, ¡y yo seré el rey de la tierra y seremos juntos los reyes del mundo!
—Pero también me dejarás estar en la tierra, mi casa será mía —sentencia sin decir que no.
—Tendremos una casa muy bonita y grande como esta con muchos esclavos que harán todo y tú y yo no tendremos que hacer absolutamente nada —más allá de unos hermosos y agradables abrazos especiales.
—¡Y yo viajaré por todo el mundo! Vives más lejos de mi casa... Nunca había estado tan lejos.
Francia sonríe tiernamente.
—¡Estoy muy contento de que estés aquí, debías haber venido desde antes! —confiesa —. Puedes venir todas las veces que quieras.
Inglaterra se sonroja y sonríe un poquito.
Hace tiempo que venimos hablando de esta historia... bien, aquí está por fin :D
