Este fic tendrá respaldo en Archive of Our Own, Fanficslandia y Fanficker's a partir del día de hoy.

Declaración: Dado los sucesos que me sacan las venitas de la amargura que ocurren en el mundo de Naruto, pueden estar muy seguros que Naruto no me pertenece.

Gracias a LycorisOndine, mi amiga de Amor Yaoi, por la portada.


Resumen: El maestro no nace maestro, adquiere la vocación en el camino. Aunque, sólo porque el maestro está fuera del salón de clases, no significa que deje de ser uno. Umino Iruka, a través de otros ojos. Iruka-centric.


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El maestro ejemplar

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Teuchi

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Era un puesto pequeño, por lo que uno llegaba a conocer la clientela. Incluso era tradición familiar para algunos comer los fines de semana, cuando había tiempo. La brisa cuasi primaveral empujaba a las personas pernoctantes entre los chécheres de los buhoneros, a ordenar deliciosa comida caliente y tragos de sake en los puestos de comida callejera para entrar un poco el calor. Bocas de paso que cuchicheaban vahaban en el frío, algunas siendo tapadas por mascarillas al toser un poco o por el extremo de una bufanda para proteger la nariz. Ante Teuchi estaba unos dos aldeanos; Yoshida, que trabajaba en la oficina del registro civil, y Yamato —de quien, por su pelo rubio, se decía que debía ser algún Yamanaka ilegítimo—.

El noren [1] fue apartado, un saludo risueño resonó para Teuchi. «Buenas noches, Teuchi-san». Ahí estaba ese chico otra vez, el bromista. Con su coleta despeinada y greñas por todos lados de correr a un lado a otro, volvía a sentarse ahí. Umino Iruka miró a Teuchi antes de sentarse con otra amplia sonrisa. Siempre era la misma rutina con él. Teuchi saludó de vuelta, no sin antes apretar sus labios en un mohín de reproche al notar que el incipiente delincuente tenía otra vez manchas de procedencia sospechosa en sus ropas. «Quince, ¿no? Ya es hora de que enmiende su comportamiento».

Teuchi recordaba a los Umino, sus recuerdos veleidosos, unos clientes más que a veces salían en familia a comer ramen. Shinobi honestos, la señora una genin. No recordaba los nombres. Más que recordarlos a ellos, sus caras se superponían con las de su hijo, que era la viva imagen de los dos. La sonrisa de su madre, su cabello, y la estampa de su padre. El ataque del Nueve Colas no había traído más que tragedias. Quizás Iruka se dejaría crecer la barba como su padre.

Iruka arrugó la nariz para inhalar mejor el delicioso aroma de la comida de Teuchi; el tejido de cicatrización sobre su cara se volvió más brillante, reflejos atrapados en los pliegues que se formaban, que seguro debían picarle. Con esa herida su cara jovial, juvenil, se veía espantosamente más vieja.

—Que tenga muy buenas noches. —Una mano deslizó el monto exacto de dinero, y otra vez se fue con esa sonrisa en el rostro.

—Buenas noches, Iruka-chan. ¡Vuelve lo más pronto que puedas!

—Ya veremos, Teuchi-san —le respondió una espalda.

«Al menos tiene rudimentos de modales». Ese muchacho descarriado no iba a llegar a mucho, Teuchi lo sabía.

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Las manos le temblaban a Teuchi. «¡¿Qué hace esa cosa aquí?!», sus tribulaciones vomitaron en la vorágine de sus pensamientos, sin poder moverse.

—Teuchi-san. —La voz conciliadora sonaba distante.

Era el fuego, crepitando. Las voces de dolientes era las sirenas que cernían al dios de la muerte sobre la Aldea escondida entre las Hojas.

—Teuchi-san.

Los escombros de su casa estaban desperdigados por la calle Teuchi dejó a Ayame a un lado, mientras gritaba «¡Kaede, Kaede!». Ayame lloraba a gritos, pidiendo que se quedase con ella. Las manos le dolían, escarbando, ateridas del cansancio, con miles de raspones. La garganta se le secó cuando vio una mano grisácea, con una magulladura hasta el hueso que…

—Dos de miso —espetó.

Iruka afiló la mirada hacia Teuchi. Al lado, estaba el demonio mismo aferrado de la mano de Iruka; el chûnin traicionero lo había traído a su puesto.

—Pero…

—No es usual en usted demorarse tanto—le interrumpió con una mirada todavía de peores humores—, Teuchi-san.

Iruka había apoyado su mano sobre el cachete, un kunai que Teuchi no había visto cuándo volvió a su mano.

—No me gustaría ir a otro lado.

La pérdida posible de clientes hizo que se moviese casi como en piloto automático, preparando los fideos. Presentó dos tazones de ramen ante Iruka. Iruka deslizó uno hasta la abominación. «No es una ilusión», notó Teuchi para su consternación. El rubio endemoniado estaba sentado, literalmente, en su puesto.

Teuchi hizo lo mejor posible por ignorarlos a los dos, cosa que no consiguió dado que el rubio era un pendenciero que el moreno consideró que necesitaba una educación a muy alto volumen sobre la forma correcta de comer ramen sin ser un cerdo.

Ésa fue la primera de muchas veces más. Por el primer año, el joven adulto traía al joven demonio. Teuchi dejó de intentar de hablarle a Iruka al respecto, porque Iruka le dejó muy claro que esperaba su completo profesionalismo, ni más o menos. Teuchi no podía comprender cómo Iruka era capaz siquiera de mirar a Naruto, en especial porque el joven había visto cómo el Kyûbi mató a sus padres delante de él. Teuchi tenía unas memorias vagas, de Iruka viéndose miserable cada vez que pasaba por los campamentos de registros de huérfanos, con una gasa ensangrentada en el puente de la nariz. Iruka siempre tendría el recuerdo indeleble de aquella noche fatídica.

Una vez que Naruto cogía confianza, parecía hablar y hablar sin parar, a veces a Teuchi y Ayame, por lo común a Iruka. Teuchi miró la gran carcajada de Naruto. Teuchi no vio la alegría, la niñez o la inocencia patente; lo que vio fueron unos colmillos largos brillando por entre los rayos del sol que llegaban a traves del noren, justo cómo los colmillos gigantes que vio triturando a los mejores shinobi de la Aldea, hacía ya nueve años.

«¿Cómo tolera su presencia?», siempre fue una buena pregunta que lo acuciaba. Resulta que siempre fue mucho más fácil de lo que creyó, como lo comprobó la primera vez que vino Naruto solo.

—Oí, viejo.

—Naruto-kun —contestó Ayame con facilidad.

Ayame tenía quince, Naruto casi diez. La sonrisa de Ayame llenó a Teuchi de una profunda vergüenza; ella no se quedaba paralizada, ella tomó el dinero y sonrió de vuelta. Naruto estaba contento, y parloteó con Ayame de todo en la tarde estival, hasta que el Uzumaki se fue. Teuchi se sintió todavía peor cuando Iruka llegó en la noche; el colágeno de su cicatriz brillaba bajo las luces, como de costumbre, cicatriz que había escuchado del amigo de Iruka, Mizuki, que había sido infligida por el mismísimo Kyûbi.

Alguna vez, Teuchi había pensado que Iruka no pasaría de genin, con ese aire de revoltoso y la poca disciplina que tenía. Cuando lo metieron a los Exámenes para Chûnin, no pudo evitar al sentir escepticismo mientras escuchaba la conversación.

—¡Papi! Escuché de Megumi que Iruka-kun pasó los Exámenes —barbotó Ayame apenas regreso a casa. No era extraño que ella estuviese pendiente; como Kaede en su momento, Ayame en su corazón tenía espacio para los clientes más frecuentes. Tal vez demasiado, en la opinión de Teuchi.

—¿Cómo te enteraste de eso?

—¡Tiene un primo lejano que es jônin! Estaban hablando de los nuevos Chûnin que vienen de Kusagakure.

Esto no mejoró mucho la opinión de Teuchi. «Es tan sólo la Hierba». Cuando era en una de las cinco grandes, entonces era que se podía decir que la competencia había sido de lo más fiera.

—Me alegra mucho por él, a veces me parece un chico un tanto nervioso.

—¿Iruka? ¿Nervioso? ¡Ja! Sinvergüenzón, más bien, con esas tonteras en las que se pasa.

Iruka sorbía plácidamente los fideos del ramen, picaba con los palillos el caldo como buceando por el narutomaki [2], y conversaba con Ayame.

—¿Siempre consiguió el préstamo?

—¿Eh?

—El préstamo, Teuchi-san. Usted lo mencionó hace unas semanas.

El rojo se subió por el cuello de Teuchi, pero no le riñó a Iruka; no había nadie y el joven chûnin era alguien de confianza.

—No se ha podido.

—Es una lástima, sería bueno que pudiese ampliar el local.

—Aún pago las deudas de la reconstrucción… El negocio es bueno, pero los bancos… Eh, andan con cautela.

Iruka mascaba un poco del puerco que tenía en los palillos, con una mirada pensativa.

—¿Ichiraku hace mucho negocio?

—¡Un día de éstos me haré rico a punta de servir caldo!

Teuchi soltó una carcajada mientras ponía más carne a la plancha para tenerlo listo para los clientes de la noche.

—Entonces estoy seguro de que ta vez podría hacer algo.

—¿En serio?

Iruka sonrió, y Teuchi y él comenzaron a trazar planes de negocios.

«Qué buen muchacho», dijo para sus adentros Teuchi. «Tiene madera de jônin».

Iruka se llevó con él su serenidad, y comenzó una nueva hora pico.

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—¿Sabes, Ayame-chan? —Iruka revolvió con los palillos sus fideos antes de continuar—: Creo que haré los exámenes para ser maestro.

—¿Maestro?

—En la Academia.

«Ésa es la peor idea que he escuchado en mi vida», sobresaltose Teuchi.

—¿No estás un poco joven para eso? —intervino él.

—Pues sí, supongo.

—¿Quieres acaso que termine tu carrera tan pronto? No hay muchas posibilidades de avance.

«Porque es terrorífico pensar la mala influencia que el aspirante a bandolero de Iruka tendrá en las pobres mentes jóvenes».

Iruka estiró los brazos, antes de colocar las manos entrecruzadas debajo de la nariz, pensativo.

—No me interesa mucho avanzar a jônin. Claro, pelear no se me da mal, pero… No sé, siento que no es mi vocación. Creo que puedo conectar muy bien con los niños, ayudarlos.

Había habido una discusión después sobre los méritos de la enseñanza, con Teuchi tratándole de sacar las ideas de la cabeza, mientras que el corazón maternal de Ayame estaba encantado, además, con lo mucho que contribuiría a la Aldea.

—¡Oí, viejo Teuchi! ¡Dos tazones de ramen de miso!

—¡Naruto! —Iruka le propinó un coscorrón—. ¡Ten más respeto, por todos los cielos!

Teuchi se alegraba de no haberle podido sacar las ideas de la cabeza.

—¡Ayayayay, sensei! ¡¿Por qué me haces esto?!

—Porque estoy de mal humor porque e duele toda la espalda. Ahora, discúlpate.

—Pero, Iruka-sensei… —rezongó.

El chûnin sólo se cruzó de brazos.

—Lo siento, Teuchi-jî-chan.

—Está bien, Naruto- kun; ¡es bueno ver a alguien tan lleno de energía! —Después de servir los dos tazones, sirvió uno extra para el rubio—. Éste es gratis —guiñó el ojo—, por tu graduación.

—¡Genial!

Teuchi le revolvió el cabello con afecto a Naruto. Qué bueno que nunca pudo disuadir a Iruka de ser maestro. «Si hasta este otro delincuente consiguió graduarse».

—¡Éste es el mejor ramen del mundo!

«Ah, Naruto-kun, nunca cambies».

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Así que parecía que cada vez que veío a Naruto otra vez, Naruto efectuaba una nueva hazaña. Hazañas que compartía de forma muy animada con Iruka así que claro que Teuchi y Ayame se enteraban de todos los detalles. Claro que Teuchi preferiría no tener que participar de las proezas de Naruto de tener la elección.

Los Exámenes para Chûnin habían sido de lo peor. Para el tiempo que todo el mundo se había levantado y el estadio fue completamente evacuado, todo el mundo quedó admirado cuando vieron otra vez a la invocación de la rana gigante, la que había sido la del mismísimo Cuarto Hokage. Estaban camino a los túneles hechos para resguardar a la población civil cuando la rana roja se abalanzó sobre el monstruo de arena del jinchûriki de Sunagakure, y se había convertido en el Zorro de las nueve colas.

—¡Oh, dioses! —Trastabilló Teuchi y quedó desparramado en el piso.

—Papá, ¡tenemos que irnos! ¡Papá! —Ayame lo halaba del brazo—. ¡Papá, por favor!

—¡No! —Su respiración se aceleraba, en cuatro, de espaldas, se empezó a arrastrar lejos de Ayame—. ¡Déjame!

—¡Papá!

Teuchi no atendía razones hasta que el grito desgarrador de Ayame lo ahorcó con la desesperación hasta volverlo en sí: «¡No quiero que te pase lo mismo que a mamá!». Por toda la Aldea, se enteraría después, ocurrían cosas similares con personas y shinobi traumatizados. Ahí Teuchi huyó, casi cargando a Ayame en sus brazos, toda la adrenalina. En su cerebro se abrían recuerdos; la mano de Kaede, su cuerpo desgarrado por los fierros de la construcción, lo chocolate de la sangre seca regada por todos lados debajo de los escombros…

Iruka comía solo. Naruto se había despedido de ellos —con antelación, porque no se iba a poder despedir cuando contaba— y se había ido a un viaje de entrenamiento con Jiraiya-sama.

—Me sorprende que le hayas dado la bendición tan fácil, Iruka-kun —comentó Teuchi distraído, mientras revolvía el caldo.

—«Envía al niño amado en un viaje» [3].

«Oh. Un proverbio. Has crecido mucho, Iruka-kun». Iruka sólo dejó la autoridad de sus palabras resonar en el aire, antes de volver a su comida en silencio. De súbito, Iruka sacó un senbon y jugueteó con él en sus manos. Lo lanzó hacia atrás.

—¡Ay! —quejose uan voz estridente en la distancia—. ¡La pagarás, sensei!

El honorable nieto salió corriendo.

—¿Sensei? —inquirió Ayame.

—Konohamaru-kun averiguó que le daré clases en la Academia. —Más que honrado por poder enseñarle al nieto del Tercero, parecía muy disgustado.

—¿Y esa cara? —Teuchi se extrañó al ver que Iruka se pusó de humores peores.

—Konohamaru-kun idolatra a Naruto.

—¿Eso es tan malo?

Teuchi sacudió la cabeza. «Ay, hija, tan inocente».

—Quiere imitar a Naruto en todo, bromas incluidas.

—Oh.

—Exacto.

—Pero no se te pasa ni una, ¿verdad?

El chûnin le devolvió una sonrisa gélida.

—Me temo que ésa es un área donde los alumnos no han superado al maestro.

La piel se le erizó a Teuchi, contemplando la clase de bromas que Iruka podría haber realizado en su juventud. Al vendedor le desagradó ponderar que no lo habían atrapado tantas veces como creía. Luego pensó en el amotinado de Naruto y el hiperactivo del honorable nieto y se carcajeó.

—Entonces estará en buenas manos.

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Más de tres lustros después, con Iruka al lado durante la investidura de Naruto y Konohamaru entre las filas de jônin, Teuchi supo que tuvo razón.

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CONTINUARÁ…

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A las plantas las endereza el cultivo; a los hombres, la educación.

~Jean. J. Barthélemy

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Notas

1. El noren es ese cartel rotulado de tela segmentada que vemos colgando de las techitos de los pequeños puestos de comida rápida japonesa, donde vemos el nombre del negocio. El puesto de Ichiraku tiene uno.

2. El narutomaki son esos solecitos con espirales que lleva el ramen. Es un tipo de kamaboko, es decir, pescado blanco molido mezclado con adherentes naturales se forma en una pasta que luego se corta.

3. Envía al niño amado en un viaje es un proverbio japonés. En japonés se escribe 可愛い子には旅をさせよ (kawaii ko niwa tabi wo saseyo); y significa tanto que los padres deben dejar que los niños sean independientes, como que los niños necesitan experimentar las dificultades de la vida.


Rincón de la autora

Pienso que es hora de que el fándom, especialmente con esa abominación del manga de Boruto haciendo las rondas, le de más apreciación al mejor maestro que Naruto jamás ha tenido.

Espero que disfruten lo que viene.

Por favor déjenme reviews.