Kagome

Lo seguí por el callejón hasta llegar a unas rejas negras. Estaban cerradas. Seguramente esos asquerosos animales aún estaban aquí.

Intenté olerlos, pero no había nadie además de mí, entonces, me acerqué a las rejas e intenté abrirlas, fue fácil, tenían un candado viejo y oxidado. El olor llegó a mis narices y la garganta me dio escozor. Seguí el olor doce metros al norte y luego paré.

El monstruo me estaba esperando apoyado contra la pared de ladrillos. Tenía la cabeza gacha y estaba fumando. Otra razón para odiar a esas asquerosas bestias. Levantó su cabeza lo suficiente como para mirarme y votó el cigarro al suelo, lo pisó y se enderezó. Sus ojos dorados me miraron y mi corazón latió agitado.

No debía preocuparme, no fallaría. Pero era una pena-en cierta parte-acabar con algo tan hermoso como abominable. Pero era la verdad, a pesar de todas las contrariedades, él era hermoso.

Su largo cabello plateado y lacio se movió con el viento y me produjo escalofríos.

-¿Y?-me preguntó fanfarroneando-¿No vas a disparar?

Hice tronar los dedos y cogí mi ballesta Hollow dorada de 255 m/s con flechas de acero de la mejor calidad, especial para presas grandes y le apunté al pecho. Él no se movió. Sonreí con burla y dejé que viera mis blancos colmillos.

-¿No vas a defenderte?-le pregunté con burla-¿O es que me tienes miedo?

-No pienso hacer nada.-me dijo y se volvió a apoyar en el muro-Sé que no me va a pasar nada.

-¿Dónde están tus amigos?-pregunté.

-Les dije que se fueran, esto es trabajo de un solo hombre.

Estúpida bestia. Ya vería, la mataría con un solo golpe y luego tendría mi premio.

-Me subestimas demasiado, Inuyasha.

Él rió.

-Te voy a matar.-afirmé.

El monstruo caminó hacia a mí lentamente y luego desapareció. Apreté con fuerza la ballesta y conté, 1…2…3. Inuyasha apareció detrás de mí y movió un mechón de mi cabello y olfateó mi aroma. Las piernas me flaquearon y pensé que me daría taquicardia.

-¿Y qué obtendrías con eso?-me preguntó.

-Venganza.

-No-afirmó-solamente te harás más daño.

-Mentiroso.-apreté la ballesta tan fuerte que pensé que me sangrarían las manos-Pagarás por lo que me has hecho.

Me alejé de él con rapidez y le volví a apuntar. Esta vez dispararía y no fallaría, tendría mi venganza y un premio, sería normal nuevamente. Claro, depende de lo que se pueda considerar normal en este mundo.

Inuyasha esperó pacientemente, él era muy confiado, pensaba que no podría lastimarlo, que mis sentimientos eran más fuertes que mi deber, pero se estaba engañando, yo lo mataría.

-No lo lograrás-dijo.

-¡Cállate!-le grité-¡Asquerosa bestia! ¡No sabes cuanto te odio!

Su rostro se ensombreció y sus ojos mostraron furia y dolor. No debí haberle dicho esto. Algo que todo cazador debe saber es que jamás debes enfadar a tu presa, pero era una idiota controlada por la furia y no medí mis palabras. Fuera cual fuera su reacción no iba a ser para nada agradable.

Pero estaba preparada, o eso creía. Tenía un arma, había entrenado varios años y tenía muchos más de experiencia, además de que tenía un as bajo la manga.

Inuyasha rugió pero no hizo nada. Apreté los dientes y gruñí provocándolo. Coloqué mi ballesta en el bolsillo y adopté la posición de pelea cuerpo a cuerpo que me enseñó mi hermano, como un felino a punto de saltar sobre su comida. Mostré mis colmillos y volví a gruñir.

-Vamos,-le dije-atácame. Estoy desarmada, te estoy ofreciendo mi carne para una batalla. Soy más débil que tú, tengo más posibilidades de perecer. Atácame.-lo reté.

Él se quedo en su sitio mirándome seriamente. Nadie hizo nada, lo que me dio tiempo para evaluarlo detenidamente. Hoy estaba diferente, tenía una pañoleta color azul atada en su frente y unos lentes de sol colocados con delicadeza en su cabeza, llevaba un polo sin mangas y una chaqueta de cuero encima de ella, pero lo que me llamó la atención fue la gasa-que se notaba estaba en su abdomen-de 3,94 pulgadas aproximadamente. Que yo supiera no habíamos tenido una pelea últimamente, esta era la primera vez que lo enfrentaría desde que eso pasó.

Inuyasha vio adonde se dirigían mis ojos y sonrió más confiado.

-¿Te preocupa?-preguntó más alegre y burlón.

Me sonrojé por dos escasos segundos y volví a fijarme en su rostro.

-Para nada. ¿Sabes? Yo que tú me concentraría más en la pelea, podría atacarte en cualquier segundo y sería tu fin.

-Si de verdad hubieras pensado en atacarme lo hubieras hecho hace más de una hora, cuando me encontraste en el restaurante de tu tío esperando mi cena-dijo haciendo énfasis en "cena". Se me revolvió el estómago de solo pensarlo-, pero no lo has hecho y he logrado escapar y nuevamente me has atrapado y no me has hecho nada más que amenazarme. Acéptalo, Kagome, ambos sabemos que voy a salir de esta vivito y coleando, que tú no puedes contra mí sin tu arma y que yo podría destrozarte con un simple movimiento de mis dedos en tu frágil cuello.

-Entonces, hazlo.

Pero no se movió ni un solo centímetro de donde estaba. El único cambio que experimentó su cuerpo fue en su rostro, su sonrisa de burla había desaparecido y era reemplazada por una mirada llena de dolor y una mueca de horror.

Sabía lo que estaba pensando, se estaba imaginando lo que pasaría si me hacía caso y la idea no le gustaba para nada.

Por que él no podía hacerme daño. Eso le rompería el corazón.

Pero a mí no y esa era mi ventaja.

Aún así aún no lo acababa y eso me irritaba. Me frustraba ser demasiado vulnerable con mis sentimientos y no solamente con él, sino con todos los de su clase. De mi casi clase. Y me asqueaba, me repugnaba y me hacía sentir débil. Yo debía acabarlos a todos, y él no iba a ser la excepción. No debería importarme mis sentimientos ni los suyos.

-Te estoy esperando-le dije.

-Yo también-me dijo melancólicamente y con ambigüedad.

El corazón cada vez me dolía más, estaba dejando pasar tiempo preciado.

-Como quieras-solté ásperamente.

Me erguí y saqué nuevamente el arma, apunté lentamente a donde se encontraba su supuesto corazón y me preparé para apretar el gatillo.

-¿De…de verdad piensas hacerlo?-me preguntó.

No lo miré, sabía que si lo miraba ya no sería capaz de hacerlo. No era tan fuerte.

Se acercó rápidamente que a duras penas pude verlo moverse hacia mí, y me sujetó las manos que sostenían la ballesta. Sus ojos dorados se clavaron en los míos y me sentí frágil frente a él por primera vez en la noche.

-No lo harías.

-Dame una buena razón.

-Eso es algo en lo que tú no crees, pero sabes.-dijo-Tú tampoco me puedes hacer daño.

-¿Por qué estás tan seguro?

-Por esto.

Dicho eso tomó mi rostro en sus manos y apretó mi boca con la suya. Fue rudo al principio, no era un beso normal, era un beso forzado que era deseado secretamente por los dos y terminó siendo un beso lleno de amor y esperanza. Extrañaba sus labios, eran adictivos y la primera vez que los probé no pude dejarlo. Pero esto estaba mal, no deberíamos estarnos besando. Alguien podría vernos y esta vez no me darían otra oportunidad.

Me alejé de él y lo miré a los ojos. Ellos mostraban un brillo de satisfacción y felicidad, y me hizo sonreír.

-Vete-le dije bruscamente. Debía recuperar la calma.

-Ven conmigo, Kagome.-me pidió-Nosotros seremos tu nueva familia.

-Ya tengo una familia.

-Yo te amo-me susurró y el corazón se me partió en dos.

Sabía que esperaba una respuesta, pero no podía dársela, y no era por que no sintiera lo mismo-sino ya lo hubiera asesinado-, ya que yo sí lo amaba pero decírselo solo haría las cosas más difíciles, rompería las reglas y sería mi fin.

-Habíamos hecho un acuerdo, yo te dije claramente que si te amaba o no iba a ser un dulce secreto.

Escuché unos pasos que se iban acercando a nosotros. El olor era de mi hermano y a él no le haría mucha gracia encontrarnos juntos.

-Te dejaré ir…por ahora-le dije y él se marchó.

Pero esperaba no volverlo a ver nunca más, nosotros no podemos volver a vernos, no debemos, por el bien de mi raza y la suya.

Los pasos se detuvieron a escasos centímetros de mí. Mi hermano me sujetó de los hombros y me volteó. Estábamos frente a frente.

-¿Estás bien?-me preguntó.

Debía contestarle con la verdad. Koga no era como nosotros, él era especial. Me examinó con sus ojos azules intentando entrar en mi subconsciente, quería ver lo que estaba pensando. Fui cuidadosa y solamente le mostré lo que quería que viera: yo apuntando a Inuyasha y a él escapando. Para mi suerte, Koga era nuevo en esta habilidad y se lo tragó todo.

Me soltó y se acomodó la melena castaña que le llegaba a los hombros. A comparación de Inuyasha él no usaba ninguna pañoleta para tapar su frente, él no tenía razones para ocultar su marca, la suya era un orgullo. Cuando la gente normal lo veía pasar sentían respeto y admiración. Mi familia era un orgullo para esta ciudad, yo era la única vergüenza de esta.

-Vamos a casa.-me dijo y me abrazó por los hombros.

Koga no era malo conmigo, fue uno de los pocos que me defendió cuando los ancianos sabios se enteraron de mi traición con el enemigo. Aunque-claro-fue uno de los que más se enfadó por la misma.

Pero él me aceptó de nuevo cuando me dieron una nueva oportunidad. Me apoyó, me entrenó y cuidó, incluso más que mis propios padres. Mi padre, el jefe en turno de nuestro clan, solamente podía lamentarse que su hija favorita le hubiera clavado un puñal en la espalda al meterse con uno de los hijos de los mutantes.

Y fui una tonta, así que debía pagar las consecuencias. Los sabios no tomaban en cuenta los sentimientos, por lo que mi traición era justificada. Yo no tenía intensiones de volverme un mutante y ellos lo sabían, era mi corazón el que me impulsó a hacer lo que hice, y ellos lo entendieron. Pero igualmente la traición ya estaba hecha y el acto ya estaba consumado y pusieron mi sentencia. La única forma de volver a ser la de antes era borrando todo rastro de la esencia del que me convirtió, y solamente la eliminaría por completo al borrarlo de este mundo.

A ellos no les importaban los sentimientos, por eso no vacilaron en darle el peor tormento a mi corazón.

-¿Se te escapó?-me preguntó mi madre al llegar a palacio.

-Sí.

-Pero estuvo a punto de matarlo, madre. Si yo no hubiera llegado, seguramente ella tendría su cabeza como premio.

Mi madre me examinó de pies a cabeza y vaciló.

-No estás herida.

-Él no tiene el valor para hacerme daño, madre.-le dije calmadamente.

-Patético.-sentenció y se marchó a su alcoba.

No tenía ánimos para cenar así que fui a visitar a mi hermana en las montañas.

Sango ya era casada, tenía su propia familia y un esposo atento. Ella era mi mejor amiga, ella conocía todos mis secretos, en ella podía confiar. Sango sabía todo lo que me había pasado con Inuyasha desde que lo conocí, ella siempre me advirtió pero a la vez me apoyó con mis decisiones. Obviamente, cuando le conté que me había dejado morder por él, ella se alarmó, pero se mantuvo fiel a mi secreto hasta el final. Por eso, los sabios ancianos la mandaron a las montañas, lejos de todo contacto con nuestro clan, excepto conmigo. Los lazos de hermanos son tan inquebrantables como los de bautizo, por eso Koga, Sango y yo no podíamos estar separados.

Su casa no era tan grande como el palacio donde vivía, pero tampoco era una casucha. Pasé por el jardín y las piletas hasta llegar al portón donde un mayordomo me anunció y Sango salió a recibirme.

Mi hermana era sumamente hermosa, tenía un largo cabello lacio y unos ojos marrón chocolate que te hacían sumergirte en ellos. Ella, al igual que mi hermano, había desarrollado habilidades apartes de las comunes, Sango podía controlar los deseos de las personas con solo tocarlas.

-¿Lo dejaste escapar?-preguntó mientras bebíamos el té.

No respondí. Si ya le había contado toda la historia ¿Era necesario aclarar algo más?

-Fallé-dije mientras escondía mi rostro entre mis piernas. No me importaba mostrarme débil con ella, Sango no me maltrataría como los demás.

Sango me frotó el hombro y me calmó.

-Kagome, no has fallado. Lo que te han pedido es algo horrible. No puedes matarlo y lo sabes, ellos también lo saben. Tu castigo no es matarlo, es sufrir. Sufrir por que sabes que lo amas tanto que no puedes permitirte perderlo.

Sango era inteligente, sabía a la perfección los pensamientos de los sabios, podía entender los sentimientos de las personas y manipularlos a su antojo.

Pero yo también podía entender mis propios sentimientos. Y ella tenía razón, yo lo amaba lo suficiente como para permitirme ser egoísta, pero también sabía que mi posición no me permitía sentir amor por él, y debía exterminarlo. Por que, a pesar de todo, él me convirtió en su ser que todos detestan, él me quitó parte de mi vida y yo la quería recuperar.

'Solamente volverás a ser como antes cuando la esencia del que te convirtió desaparezca del universo'

Los sabios tenían razón. Él me quitó parte de mi vida, él me prometió que jamás llegaría a lastimarme y yo le creí, ahora soy mitad monstruo y mi deber es exterminarlo. No hay otra manera, no hay dobles pensamientos.

Inuyasha debía ser eliminado.

-Lo voy a matar.-le prometí a Sango antes de irme.

Sango me miró con pena pero no me dijo nada. Sabía que era una decisión que solamente yo podía ejecutar, y yo ya había escogido.

Por que prefería acabarlo y terminar con esa raza asquerosa de mutantes que vivir con el odio de mi familia por siglos.

'El amor solo es la lealtad a tu raza'.

El amor no existe si al mismo tiempo existe la traición. Entonces, él y yo no nos amábamos.

Y yo podría matarlo sin que mi corazón muera al mismo tiempo.

Llegué al palacio antes de la media noche, guardé el arma e intenté dormir. Mañana sería un día largo, comenzaba la temporada de caza. Y yo tenía bien reservada mi presa.


Hola !! bueno hace tiempo que no entro y actualizo mis historias, que lastimosamente no voy a poder seguir ya que se me ha borrado el archivo de mi computadora. T_T

Pero este va a ser un cuento corto y espero que les guste, este es el primer capitulo.

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