Hola!

Después de algunas semanas decidí publicar esto. La verdad hacía varios días que lo tenía terminado, pero decidí esperar un poco antes de subirlo. Estaba esperando a darle un repaso antes, buscando cosas que corregir y agregar. Luego pensé que era un capítulo demasiado corto, pero es una introducción así que supongo que es más que suficiente por el momento.

Adicionalmente, espero hacer un par de one-shots (ya para sacármelos de la cabeza de una vez, por favor y gracias).

Otra cosa: como siempre, les agradezco mucho a quienes se tomaron el tiempo de leer y comentar mis otros fics, especialmente Stay with you, que es el que acabo de terminar. Fue, como con cada fic, un viaje largo y complicado, pero me hizo muy feliz leer todos sus comentarios y saber que les gustó. Jamás dejaré de agradecerlo.

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Antes de empezar a leer, les aviso algunas cosas:

Para empezar, esto va a ser un poco… mmm…licencioso. Va a haber más situaciones smut, situaciones de violencia y cosas por el estilo. Por el momento no realmente, pero sí en futuros capítulos.

El concepto de los gladiadores será tomado de un modo también algo permisivo, en el sentido de que no refleja del todo como vivían realmente en estas culturas, solamente es una adaptación que se preste para mis intenciones :) eso se va a ir construyendo poco a poco conforme pasen los capítulos.

Este capítulo, como ya mencioné es una introducción, solo para plantear más o menos cómo va a funcionar esto.

Canción del fic: Erase my Scars, de Evans Blue. Al principio no iba a llamarse así, solo era el nombre tentativo del documento, pero al final dije, meh, y lo dejé así.

Canción del capítulo: I've just seen a face, de The Beatles. En parte por la temática (solo en parte) pero la estaba escuchando mientras escribía esto, y pues, hizo click. Quizás no quede con el mood del capítulo, lo dejo a criterio de quien la quiera escuchar.

No tengo mucho qué decir más que lo usual.

Disc. Ni RotG ni The Guardians of Childhood son, obviamente, de mi propiedad. Solo tomo a sus personajes prestados para mis fics sin recibir ningún otro pago que sus reviews -w-

Sin más, los invito cordialmente a leer :)

Erase my scars

Capítulo 1:

Dalphes

En la antigüedad, hubo una nación muy poderosa que conquistó gran parte del mundo conocido, y lo hizo en tan poco tiempo que las personas de otras naciones temblaban solo de pensar en su existencia. Tan poderosa nación sin embargo no era muy diferente a cualquiera otra que hubiese intentado apoderarse del mundo en el pasado. Poco a poco, su magnificencia impresionante, fue disminuyendo hasta convertirse en apenas una sombra lejana de lo que había sido alguna vez.

Habiendo sido una nación forjada en las guerras, se enorgullecían de tener a los mejores guerreros, sin embargo, estos se convirtieron en una élite que se fue extinguiendo poco a poco, convirtiéndolos en verdaderas rarezas. El rey de aquel imperio venido a menos comprendió de pronto que si sus mejores guerreros podían hacer algo, era darles un impulso que nunca habían tenido; por medio de las leyendas de sus hazañas, sus fuerzas supuestamente invencibles y las batallas que eran capaces de dar se convirtieron poco a poco en el atractivo de aquel país. De luchar en campo abierto contra ejércitos interminables, pasaron a permitir que el común de la gente, por medio de un pago o un tributo al rey, pudieran ser observadores de los entrenamientos, y no fue muchos años después que comenzaron a ofrecer demostraciones de cómo se peleaba en el campo de batalla. Pronto, los hombres jóvenes eran criados y entrenados desde muy tierna edad, no para ser soldados, sino para ser "gladiadores", palabra que se había terminado por usar sobre aquellos que peleaban como parte de un espectáculo.

Pronto las demostraciones pasaron a ser competencias de uno a uno, y finalmente las competencias se convirtieron en torneos. Las reglas nunca fueron muy claras y la confusión se prestaba al juego sucio; aquellas eran verdaderas carnicerías.

Con el paso del tiempo se fueron regulando las peleas; se designaron lugares específicos donde llevarlas a cabo, no campos abiertos ni la calle, sino gigantescas arenas con palcos donde la gente podía elegir el mejor ángulo y ver todo desde ahí. Los comerciantes aprovechaban estos eventos masivos para vender todo tipo de artículos, desde comida hasta objetos "conmemorativos". Las peleas se volvieron tan famosas, que venían personas de otras naciones solo para ver una. Por supuesto que una cosa era ver una pelea y otra conocer a los gladiadores; ésta era otra fuente de dinero que comenzaron a explotar apenas se dieron cuenta de su potencial. Costaba prácticamente lo mismo ver una pelea que conocer a alguno de ellos y se vendía como una experiencia única e irrepetible.

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Ser gladiador no era fácil; para empezar, ninguno lo era por voluntad propia. Se seleccionaba a niños con ciertas características; aun siendo niños, tenían que ser fuertes, tanto en apariencia como en acción; debían ponerlos a prueba haciéndolos pasar días sin comer y a veces sin beber nada. Cuando llegaban a los doce o trece años se les mandaba una temporada a sobrevivir por su cuenta en algún entorno hostil, y no se les permitía regresar hasta que se hubiese completado el tiempo establecido, bajo pena de ser humillados y posteriormente ejecutados. A los quince años, empezaban a pelar contra otros jóvenes, y cuando llegaban a la edad en que no crecían más, un joven de unos veinte años podía verse peleando contra un hombre de cincuenta.

Los que no morían en alguna batalla, morían a los sesenta años, máximo.

Los gladiadores se organizaban como "familias". No solía haber un lazo de sangre, pero un gladiador podía hacer su propia "familia" cuando llegara a su edad de retiro. Compraba un muchacho apto a sus padres y lo sometía al entrenamiento. En una sola familia podía haber hasta veinte gladiadores. El dinero que recibían cuando ganaban una pelea o un torneo iba mayormente a sus casas, pero se les permitía conservar lo suficiente como para poder asegurar que cualquier gladiador tenía más poder adquisitivo que el terrateniente más rico de la nación.

Aun así, no se podría decir que un gladiador fuera un ciudadano común y corriente cumpliendo con un trabajo. La mayor parte del tiempo, tenían que someterse a la voluntad del dueño de la casa en la que habían sido entrenados y criados. No podían salir demasiado seguido, y había muchos lugares específicos que no se suponía que visitaran en sus ciudades, como las tiendas de víveres o los comedores públicos. En cambio, cuando una casa de baños o un bar eran visitados por uno o más gladiadores, sus dueños se sentían afortunados y halagados, y constantemente enviaban regalos a sus casas pidiendo más visitas, pues éstas atraían clientes.

Un gladiador no podía tener familia propia, es decir, esposa e hijos, mientras fuera gladiador, y las formas de dejar de serlo eran tres (aparte de retirarse de viejo, cuando ya no valía la pena hacer familia): uno, ganar un torneo de suficiente importancia y notoriedad para que el mismísimo rey lo liberara, dos, pagar al dueño de la casa el equivalente a todos los gastos generados para su manutención desde que hubiera sido adoptado, y tres, muriendo en combate.

A pesar de las limitantes, podría decirse que los gladiadores tenían una vida cómoda en comparación con el común de los mortales.

Para empezar, mientras pudieran pelear, y mientras sus señores tuvieran la intención de recuperar la inversión realizada para su crianza, entrenamiento y manutención, tenían seguro un hogar y una ocupación, además de la comida, atención médica y toda clase de comodidades. Eran tratados como personas de la nobleza en muchos casos y en cada casa de gladiadores había un equipo de sirvientes y esclavos que se encargaba de cumplir hasta el más mínimo de sus caprichos. La proporción era de una diferencia notoria; por cada gladiador en la casa, había cinco esclavos o sirvientes manteniéndolo todo a flote para que no hubiera la más mínima inconveniencia.

Pero toda esta comodidad era a cambio del precio bastante alto de no tener una posibilidad de un futuro estable. No todos los gladiadores podían llegar a ser señores de su propia familia, no todos llegaban a su retiro con mucho dinero- habiéndolo gastado la mayoría de las veces en excesos innecesarios-, y el gran porcentaje de ellos se terminaba retirando por heridas graves que decantaban en discapacidades, o mendigando por las calles al no haber tenido otra ocupación o habilidad en la vida más que la de la lucha.

Había familias que no deseaban ese destino para sus hijos. Había otras que consideraban que ser un gladiador era una promesa para un futuro brillante. Había algunas que entregaban a sus hijos porque no tenían opción. Un poco de dinero extra y una boca menos qué alimentar. Tan simple como eso.

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Los esclavos tenían que habituarse a la casa para la que trabajarían lo más pronto posible una vez que llegaran. Como pequeños engranes manteniendo en movimiento una máquina; si uno fallaba lo más probable es que todos los demás, si no dejaban de funcionar, por lo menos verían entorpecido su trabajo.

Jack sabía esto perfectamente bien; no era la primera vez que era vendido a una nueva casa, con nuevos dueños y nuevas obligaciones…pero lo que era diferente ahora era que jamás antes había trabajado para una casa de gladiadores. También era la primera vez que se encontraba en una ciudad dedicada casi exclusivamente a esta actividad. Dalphes era una ciudad en la que cada cosa que sucedía tenía que ver con el flujo de gente que llegaba atraída por las peleas de gladiadores.

Además de esto, Jack siempre había trabajado en palacios, para nobles y ricos, pero esto era un asunto completamente distinto a lo que había estado acostumbrado. No era que no estuviera acostumbrado al trabajo duro, pero no estaba ciertamente acostumbrado a encontrarse en un ambiente tan… masculino. La mayor parte de su trabajo como esclavo había sido con señoras muy apegadas a sus hogares y a sus familias, en ambientes amigables y confortables. Este en cambio era un entorno donde podía respirarse la agresión.

Lo primero que le dijo el ama al llegar era que en este lugar la prioridad eran las necesidades de los gladiadores; ellos eran lo que tenía que ser cuidado, protegido y procurado más que cualquier otra cosa en el mundo. Ellos eran quienes proveían a la casa, por lo tanto, eran quienes debían recibir todas las atenciones sin excepción alguna. Es decir, si él tenía algo que hacer de limpieza, o en las cocinas, o en cualquier parte de la casa, pero un gladiador necesitaba su presencia por algún motivo, esto era lo que él debía hacer primero.

La mujer caminaba y hablaba con rapidez, pero una vez más, era algo a lo que Jack estaba acostumbrado. Lo llevó a la bodega donde guardaban la ropa, las toallas y las sábanas, y le dio un conjunto ropa de trabajo; sencillas prendas de algodón pintadas de un color pardo: una camisa suelta y unos pantalones que llegaban un poco arriba de sus tobillos.

El lugar era grande. Se trataba de un solo edificio de varios pisos hecho de enormes ladrillos resanados con cal; una enorme fortaleza pintada de un color oscuro, solo distinguible de una torre de batalla por las múltiples ventanas que permitían la entrada de luz y las lámparas que estaban ubicadas en todos los pasillos.

Se accedía a las habitaciones recorriendo una escalera circular que subía como un caracol y a lado de la cual se ubicaban las puertas de las habitaciones. Jack había observado a las decenas de esclavos ir y venir y le informaron que la mañana y el mediodía era cuando se trabajaba más, pues regularmente era la hora en que los gladiadores entrenaban y las habitaciones estaban desocupadas.

La mujer esperó a que Jack se quitara sus ropas viejas y se pusiera su nueva ropa de trabajo. Él lo hizo sin problemas aun cuando la mujer no mostró ningún pudor en mirar hacia otro lado; a decir verdad, ambos estaban más que habituados a este tipo de situaciones.

Jack había sido un esclavo desde que podía recordar, comprado y vendido por lo menos tres veces antes de llegar aquí. No eran buenos tiempos para mucha gente y a veces mantener esclavos en casa era más un problema que una ayuda. Jack no solía ser el primero en ser vendido, pero tampoco el último. Suponía que era un destino esperable para un esclavo. Además, los amos casi siempre confiaban más en las esclavas mujeres, en cuanto a la seguridad de sus propias esposas e hijas.

-Te mostraré lo básico que se tiene que hacer aquí. Todos los esclavos se esfuerzan en ayudar en donde sean necesarios, sin excepción. Pero luego podrás ver que se organizan entre ellos para hacer mejor las cosas. Con eso nadie tiene que interferir.

Jack asintió pues era algo que había observado antes.

-En la cocina puede ser necesario que ayudes en la elaboración de los alimentos, la limpieza de los trastes y las ollas, que haya leña para las estufas y que todo esté limpio. Si ves que algo de esto no está bien o no está funcionando, no esperes a que te lo digan y arréglalo.

Atravesaron la enorme cocina en poco tiempo. La mujer caminaba dando grandes zancadas. Era evidente que se trataba de una persona trabajadora y práctica; no se detenía a hablar con nadie y todos se apartaban con respeto.

Se trataba de una mujer joven; debía estar en sus treintas y además era hermosa. Pero uno se fijaba en esto hasta haberle puesto mucha atención; lo que destacaba de ella al iniciar cualquier tipo de convivencia era su voz fuerte y autoritaria. Además, a pesar de su estatus como esposa del administrador, estaba dispuesta a mezclarse con los esclavos y hacer trabajo pesado cuando era necesario.

Jack la seguía en silencio, observando y absorbiendo todo lo que era posible a su alrededor. Bajaron dos o tres pisos antes de llegar a otra habitación; esta era grande y cálida, pero la calidez del ambiente era distinta a la de la cocina; aquella era densa y plagada de olores, con un aire que casi podía saborearse. Esta habitación en cambio tenía una calidez húmeda. Se trataba de la lavandería, donde un grupo de mujeres se afanaban lavando con agua caliente y jabones aromáticos las sábanas y las toallas, así como las piezas de ropa que iban llevando otros esclavos en grandes canastas. El aire, a pesar de ser más vapor que otra cosa, tenía una esencia suave y fresca, como a algo limpio, que aligeraba el pecho.

Luego de lavar, las mujeres ponían la ropa en enormes cazos que daban vueltas; como estaban calientes, el vapor salía de allí mientras los giraban a gran velocidad con la ayuda de una palanca. Esa era la forma en que secaban todo rápidamente antes de llevar las piezas a otro grupo de mujeres que se encargaban de planchar. Jack observó con curiosidad cómo dejaban las piezas planas de metal sobre carbones encendidos; luego las tomaban de las asas recubiertas de madera y las usaban para alizar las telas. Él nunca había visto el proceso tan de cerca y para alguien que jamás se había hecho consciente de este instrumento, era algo impresionante.

Antes de que pudiera seguir absorbiendo lo que ocurría a su alrededor, la mujer lo tomó del brazo.

-Estas mujeres tienen años manejando estos instrumentos, Jack-, dijo la mujer llevándolo a otra parte-, se calientan a grandes temperaturas y pueden ser peligrosos para alguien que no los sabe usar. Aquí no es como la cocina. Aquí solo doblarás la ropa y la llevarás a la bodega.

Al terminar aquí, la mujer le enseñó el cuarto de la limpieza; ahí guardaban todos los utensilios que se necesitaban para el hogar, y había unos cinco esclavos clasificando los productos que se utilizaban y administrándoselos a los esclavos que venían a pedirlos para su trabajo. Jack supuso que este sería uno de los lugares que más estaría visitando mientras estuviera en esta casa.

Otras ocupaciones que él ciertamente esperaba llevar a cabo eran la limpieza de los pisos y los muebles, tender camas, mantener limpios los baños. Lo que no esperaba era que tenía que, sobre todo, estar al pendiente de las campanas. Para empezar, este era un sistema que nunca había visto implementado en otra parte.

Tanto en la cocina, como en la lavandería y el cuarto de limpieza, había una pared donde había veinte campanas; cada una provenía de la habitación de uno de los gladiadores, así que todas tenían un número que ayudaría a identificarlas. Obviamente, si en la cocina sonaba la campana de la habitación número cuatro, quería decir que el dueño de dicha habitación necesitaba algo de la cocina. Atender estas llamadas era, por supuesto, prioridad.

Jack no pensó que algo de lo que tenía que hacer fuera especialmente difícil, ya que era el trabajo que había estado haciendo por años.

-Por la noche irás al dormitorio de los esclavos. Se encuentra en el piso más bajo. Cuando llegues, espera a que todos se acuesten, debe haber un colchón desocupado. Ese es el que tomarás. Trata de ser amigable con tus compañeros, mientras más pronto hagas amigos, mejor te irá con tu trabajo.

Jack asintió.

Se había contenido de hablar mucho o de hacer preguntas, o de ceder a su impulso de caminar solo por los pasillos y tocar cada cosa que llamara su atención. Aunque estas acciones eran instintivas y naturales de él, había aprendido en el pasado de maneras muy penosas que no era lo mejor que podía hacer. Los castigos, ya fueran corporales o simples humillaciones, siempre eran dolorosos. Jack, a pesar de su corta edad, había tenido que aprender a evitar lo más posible el dolor.

-Siempre que necesites algo, dirígete a uno de los líderes-, susurró ella ahora, señalándole a la mujer que estaba sentada en la entrada del cuarto de limpieza-, es quien te puede ayudar. Pero si no hacen nada por ti, puedes dirigirte a mí. Tienes que llamarme "señora", ¿comprendes? No soy tu ama, pero necesito mantener ese respeto o todos se me saldrán de control.

La voz de la mujer se había vuelto un poco más suave, como un tono de advertencia maternal. Como si él le preocupara.

A Jack no le sorprendió esta actitud. Estaba habituado a que las mujeres fueran más suaves con él, más comprensivas. Quizás era su apariencia de niño, a pesar de ya haber pasado los veinte años; no era especialmente alto, era muy delgado, y en general su apariencia era exageradamente suave. No tenía facciones de hombre sino más bien de niño, y eso era molesto pues nunca faltaba quien quisiera aprovecharse o por lo menos hacer burla de ello. A cambio, procuraba mantener una fachada fuerte y cínica. En el fondo, su corazón seguía siendo el de un niño. Pero sabía que hacerlo evidente podía ser peligroso.

-De acuerdo, gracias.

-Te acompañaré en tu primer día. El resto del tiempo, lo harás todo tú solo.

Era alrededor de mediodía y en las cocinas ya habían comenzado a hacer de comer. Los gladiadores llegaban por la tarde y luego de comer algunos regresaban a seguir entrenando o salían a divertirse. Así que era momento de poner manos a la obra.

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Jack llevó leños a la cocina para las estufas y ayudó a cargar sacos de verduras desde las bodegas. Una de las cocineras le pegó con una cuchara de madera cuando se atravesó, pero, aunque no le dolió, volteó a verla con desagrado. Cuando notó que la mujer le sonría, se relajó un poco. Quizás hacer amigos aquí no sería tan difícil como hubiera esperado.

En realidad, pasó casi todo el día en la cocina. Cuando llegó la hora de comer, los gladiadores llegaron al comedor. Jack jamás había visto un grupo de hombres tan salvajes; todos lucían grandes musculaturas, se hacían bromas entre ellos, maldecían y en general comían como cerdos. No pasó mucho tiempo para que, al acercarse, en seguida lo hicieran blanco de sus burlas y chistes de mal gusto; que si estaba muy flaco, que si era muy pequeño, que desde cuándo había niñas en la cocina… uno fue tan lejos como para quedársele viendo descaradamente, comentando en cuanto él se dio la vuelta que no le molestaba en realidad que no fuese una niña…

Jack terminó de servir los platos que se suponía que debía dejar en la mesa y salió de ahí casi corriendo. Cuando la "señora" lo vio, se apresuró hacia él.

-Debes acostumbrarte a que esto será cosa de todos los días-, le advirtió ella severamente. Jack asintió. Hasta el momento, no se había detenido a pensar en lo realmente nervioso que estaba.

- Sí, señora.

La mujer soltó un suspiro y lo tomó de un brazo antes de comenzar a caminar.

-Debes comenzar a endurecerte un poco-, le dijo mientras salían de ahí-, de acuerdo, parece que no deberías trabajar cerca de ellos hasta que te acostumbres a cómo pueden llegar a ser. Hoy ni siquiera están todos ahí, esperaremos un par de días a que los demás regresen y verás lo pesado que se vuelve este trabajo. Para entonces esperemos que estés un poco más habituado.

Jack no contestó nada, pero se dejó guiar.

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Aquellos días fueron pesados, eso es un hecho, pero Jack se dio cuenta de que cada vez, un poco más, él se iba habituando al trabajo, y las personas que estaban con él también comenzaban a acostumbrarse a su presencia. Jack era un trabajador rápido y eficaz, además de que era relativamente fácil empatizar con él. Nadie cuestionó su presencia ni le impidió tomar su lugar en el dormitorio- como sí le había pasado en otras ocasiones-, y pronto comenzó a recibir consejos de otros esclavos que ya tenían un tiempo trabajando aquí.

Se hizo a sí mismo una pequeña rutina; por las mañanas se unía a un grupo de esclavos que paseaban por las habitaciones recogiendo la ropa, sábanas y toallas sucias y las bajaban a la lavandería. Un rato después se sentaba cerca de las señoras que planchaban y comenzaba a doblar la ropa. Cuando tenía varias piezas ya dobladas, las juntaba y se retiraba a la bodega, donde lo acomodaba todo antes de volver a la lavandería.

A mediodía se acercaba a la cocina, y al ritmo en que las mujeres cocinaban él lavaba trastos sucios y ayudaba a asegurarse de que todo estuviera en orden.

Luego iba y limpiaba lo que necesitaba ser limpiado.

Uno podía decir que Jack era una persona trabajadora. Era muy activo y siempre estaba haciendo algo…pero si una característica tenía Jack que podía ser contraproducente en su situación, era que se trataba de un muchacho algo distraído, y muy soñador.

A veces, si se encontraba cerca de una ventana y nadie lo estaba mirando, podía quedarse largos minutos con los ojos perdidos hacia el exterior, buscando con la mirada las formas de las nubes o la ruta en el vuelo de los pájaros. Podía quedarse sentado en el suelo viendo una hormiguita haciendo su trabajo; podía meterse tanto en sus diálogos internos que nada fuera de él era capaz de entrar en su coraza.

Además, su carácter resultaba contradictorio para las personas que apenas iban conociéndolo.

Había una suave contradicción en sus modales deliciosos y lo rápido que era para contestar si alguien decía o hacía algo que lo hiciera irritar. También en la forma en que trabajaba tan rápido que parecía estar en muchos lugares a la vez, y cuando en cambio podía ser encontrado en cualquier parte sumido en sus pensamientos.

Fue reprendido un par de veces por otros superiores a él, pero no de una manera que acabara con su ánimo. Lo normal, diría uno, en la vida de un esclavo.

Y aunque el trabajo era pesado, dormía poco y las reglas eran estrictas en todo momento, podría decirse que estaba bien. Cuando le dijeron que iba a tener que trabajar en una casa de gladiadores, ciertamente esperaba algo mucho peor.

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No fue sino hasta una semana después de su llegada que la señora fue por él a la hora de la cena, interrumpiendo su trabajo.

-Jack, ¿no escuchaste la alarma? Necesitamos más gente en la cocina-, le indició con aire preocupado-. Los gladiadores que estaban de viaje han regresado y se portan como si no hubieran comido en meses. Apúrate, no tenemos todo el día.

Jack soltó el trapeador en manos de la mujer y se apresuró a la cocina. No tardaron en encomendarle tareas, una tras otra, y eso incluyó a ayudar a servir la mesa. Cuando Jack salió al comedor, se encontró frente a un mundo todavía más caótico de lo que recordaba la última vez que había entrado aquí.

Para empezar, el aire estaba viciado. El aroma de la comida se mezclaba nauseabundamente con el calor corporal de aquellos hombres que gritaban, maldecían y hacían todo tipo de ruidos desagradables mientras no dejaban de reírse y de bromear unos con otros, insultándose, golpeándose y lanzándose comida a través de la mesa. Jack se apresuró a poner los platos que le habían dado y no le dio tiempo de reaccionar cuando comenzaron a lanzarle silbidos y comentarios lascivos, pues tuvo que regresar rápido a la cocina para llevar más platos.

La cena transcurrió pesada pero rápida. Jack se dijo a sí mismo que podía sin ningún problema soportar esto, tendría que habituarse a las palabras molestas, a las miradas que lo incomodaban y sobre todo a la desagradable presencia de estos hombres. No era algo con lo que quisiera vivir, pero no era como que tuviera opción. Una cosa que se aprende como esclavo, es que nunca hay opción. No hay modo de cambiar el destino, sea cual sea éste, a menos que se presente una situación completamente inesperada o extraordinaria que le diera un rumbo diferente a la vida.

- ¿Qué tal estuvo? - le preguntó la señora cuando él se decidió acercarse a ella. La mujer había estado observando cada uno de sus pasos desde un rincón.

-No ha estado tan mal-, repuso y respiró profundo antes que la mujer lo tomara de un brazo y lo jalara a su lado. Los hombres comenzaban a ponerse de pie y a dejar las mesas.

Jack tenía indicaciones de bajar la mirada cuando ellos se acercaban, y apenas pudo apreciar que otros esclavos que se encontraban presentes habían hecho lo mismo que la señora lo había obligado a hacer; pegarse contra la pared del pasillo que salía del comedor e inclinar la cabeza hasta que la mirada no dejara el suelo.

Ante sí pudo ver las sombras que desfilaban poco a poco. Eran pisadas lentas y fuertes, el suelo emitía una suave vibración bajo aquellos cuerpos. Jack esperó. Luego de la vasta comida que habían disfrutado, parecía que los ímpetus de los gladiadores habían disminuido ligeramente, pero no por eso dejaban de emitir todos esos sonidos desagradables y sus terribles bromas y maldiciones entre ellos. Jack lo encontraba demasiado desagradable, pero se cuidó mucho de no demostrarlo ni con su rostro ni con cualquier expresión que pudiera salir de sus labios. Mejor tener la cabeza agachada, eso hacía mucho más fáciles las cosas.

Jack estaba tan sumergido en su línea de pensamiento que apenas se dio cuenta de que una de las sombras había cambiado su camino. Solo se dio cuenta en el momento en que dos botas hicieron presencia dentro de su alcance visual.

Luego, apareció una mano. La mano sujetó su barbilla y sin ninguna delicadeza levantó su cara.

Jack estaba instruido a que no podía ver a los ojos a los gladiadores- que eran el tesoro más preciado de cualquier casa de gladiadores-, a menos que uno de ellos se lo ordenara de manera explícita. De modo que cuando sintió su rostro subir, procuró mantener sus ojos puestos en cualquier punto que no fuera la cara del gladiador. Su mirada se posó en una telaraña del techo, y no dejó de mirarla cuando su rostro fue movido de un lado hacia el otro. El calor que emitía el cuerpo de este hombre era impresionante, y Jack supuso que se debía a la fuerza de su entrenamiento. Lo cual era un poco absurdo si pensaba que de hecho no venían de entrenar, sino de un viaje.

Pero no tuvo tiempo de pensar en eso.

-Lo quiero. Mándalo a mi habitación.

Jack se arrojó hacia atrás en cuanto escuchó esto, y sus ojos al moverse captaron apenas un vistazo de una expresión confundida antes de caer prácticamente en las manos de la señora, que lo sujetó de los hombros de una manera que podría catalogarse como "protectora".

-Temo que no es posible- repuso ella, con su voz tan firme como siempre-, Jack nunca ha sido un sirviente personal. Él no sabe lo que tiene qué hacer ni cómo comportarse…

-Entonces enséñale lo que tiene que saber.

Jack mantuvo su mirada abajo. El miedo lo dominaba; las palabras de aquel hombre trajeron a su mente un sinfín de recuerdos del pasado de asuntos de los que apenas había podido escapar entero. Apenas en este momento se dio cuenta; le temía a los gladiadores. No solamente porque eran los dueños de prácticamente todo aquí, sino también porque eran fuertes, impetuosos, extremadamente impulsivos y dominantes. Eso era lo que había aprendido al estar con ellos aquí. Y sabía que, de querer algo de él, podían obtenerlo sin ningún problema; él no era tan fuerte. Tenía sus formas para sobrevivir. Pero demonios, no era fuerte.

Tenía miedo.

Tenía mucho, tanto maldito miedo.

-Es nuevo, Aster-, repuso entonces la mujer, haciendo énfasis en el nombre del gladiador-, no voy a desperdiciar mi tiempo para enseñarle nada más que lo que ya tiene qué hacer.

El hombre se quedó en silencio unos segundos. Jack supuso que en ese momento ambos medían la determinación del otro.

-Toothiana… tengo derecho a pedir esto. Lo quiero en mi habitación esta noche. Pagaré bien por él. Me aseguraré de que te recompensen por educarlo.

La mujer se quedó en silencio, y luego suspiró. Jack supo que era lo último que dirían ambos.

-No quiero nada, Aster. Pero por favor, pórtate bien con él.

Jack tuvo entonces la sensación insalvable de que sus huesos se hacían agua.

Cuando el gladiador se dio la vuelta y se fue, sin embargo, no tuvo oportunidad de caer al suelo; ella lo tomó del brazo y lo jaló con fuerza para hacerlo caminar.

-Vamos, tenemos demasiado trabajo qué hacer.

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Los pies de Jack se resistían a entrar en la habitación, pero la mujer no tuvo piedad con él y lo jaló con firmeza hasta que se encontró en el interior. Era la habitación número 6.

Jack ya había estado antes en prácticamente todas las habitaciones de los gladiadores, pero era diferente a la situación que se le presentara ahora. Todas eran muy parecidas, contaban más o menos con los mismos muebles y eran del mismo tamaño y color.

Ésta tenía una cama bastante grande, también había un ropero y un sillón reclinatorio cubierto de cojines y mantas. Había una ventana que daba hacia el exterior, y luego había otra puerta. Junto a la cama, estaban las tres cuerdas que servían para comunicarse con la cocina, la lavandería y el cuarto de limpieza.

Jack se detuvo en medio, sin saber a dónde voltear o qué hacer.

-La mayor parte del día no va a haber nadie más que tú en esta habitación-, comenzó a explicar ella-, obviamente deberás mantener el lugar limpio. Cuando haya ropa sucia o sientas que las sábanas necesitan lavarse debes bajarlas. Básicamente debes cumplir todas tus obligaciones, pero solo aquí dentro. Lo importante viene cuando Aster llegue.

Jack estaba tan preocupado en este momento, que casi había olvidado que el nombre del gladiador para el que trabajaría ahora era Aster. Por un vago momento trató de hacer memoria de todas las caras que había visto en el comedor a ver si alguna de ellas correspondía con este nombre, al menos dentro de su mente, pero no encontró ninguna.

Los muebles de la habitación eran visiblemente ostentosos, hechos de metal con ornamentaciones preciosistas que Jack había visto en muy pocas ocasiones. Al igual que en muchos detalles, las otras habitaciones eran similares en este punto; nunca se escatimaba en lujos o en comodidades para estos hombres. Había varios soportes para poner candelabros, velas y lámparas, además de haber un plato de frutas frescas sobre uno de los muebles y una jarra de agua, aparentemente bastante fría. Esta jarra también era de metal y Jack podía ver las pequeñas gotas formándose en la parte exterior. Los vasos eran plateados y parecían haber sido confeccionados de un modo detallista y preciso. La cama estaba recién hecha; las sábanas y los cojines tenían una apariencia inflada y cómoda, además de que en general la habitación se sentía fresca.

Mantenerla como la veía ahora, limpia, cómoda, perfecta, era su misión de ahora en adelante.

La señora pasó un tiempo explicándole la manera más eficaz de mantener limpios los muebles y el sinfín de accesorios que parecía haber dentro de la habitación, así como la forma adecuada de mantener ordenado el ropero. Le recalcó que era importante que siempre hubiera fruta y agua fresca si era posible, además de que las sábanas debían ser cambiadas por lo menos cada tres días. Los pisos debían ser limpiados aún a mayor detalle que los pisos del resto de la casa, y debía procurar mantener la ventana abierta la mayor parte del día para que la habitación estuviera fresca cada vez que su ocupante estuviera presente.

Abrió otra puerta de la habitación y Jack comprendió entonces que esta otra estancia era un cuarto de baño. Quizás era de la mitad del tamaño de la habitación, y estaba ocupado principalmente por una bañera bastante grande, Jack supuso que estaba hecha de mármol. En una esquina superior aparentemente desocupada, había una ornamentación en forma de la cabeza de un animal- no sabría decir si era un león-, que la mujer le explicó era una regadera mecánica. Más allá había un estante con frascos de variados tamaños y colores. Esta habitación no tenía una gran ventana, obviamente, como la habitación a la que estaba conectada, pero sí tenía una con forma de línea rectangular en la parte más alta, que permitía el paso de una luz apenas suficiente para que el cuarto no estuviera completamente en penumbra.

Llegados a este punto, Jack se dio cuenta de que la mujer se mostraba más seria. Volvieron a la habitación. Ella lo tomó de los hombros y lo hizo sentar en el amplio sillón que había ahí. Jack no comprendía sus acciones, pero le preocupaba su expresión. La mujer tardó en hablar. Pero cuando al fin lo hizo, a Jack le dio la impresión de que lo haría sin detenerse, firmemente, sin esperar a nada.

Ella lo miró a los ojos.

-Jack, lo más importante que tiene que saber un esclavo personal es esto; tu misión ahora es complacer a tu amo hasta en el más mínimo detalle-, Jack asintió con la cabeza, pero ella lo tomó de las manos como para asegurarse de que tenía toda su atención-. Eso incluye estar al pendiente de todos sus deseos y asegurarte de que se cumplan. Deberás ayudarlo con su arreglo personal, deberás conocer sus gustos y tenerlos en cuenta todo el tiempo. En ocasiones te pedirá que tú mismo le hagas de comer. Tendrás que darle masajes cuando se encuentre adolorido y conversar con él cuando lo notes decaído o apático. Si él es infeliz en tu presencia, en resumen, no estarías cumpliendo con tu trabajo. El destino para un esclavo personal rechazado por su amo es incierto. No debes arriesgarte a ello.

Jack volvió a asentir, pues comprendía perfectamente, pero ella no parecía del todo complacida. Había algo molestando en la mente de ambos, algo quizás, que los dos sabían y ninguno había dado el tiempo para pensar claramente. Ella suspiró y en lugar de seguir parada frente a él, se sentó a su lado.

-Jack, no le daré más vueltas a esto. Tengo que preguntar, ¿eres virgen?

Jack reaccionó tan bruscamente a esta pregunta que casi cae del sillón. Ella lo miró con gran seriedad.

-Lo soy-, respondió, inseguro. La mujer lo miró con más insistencia.

- ¿Has hecho algo con alguna mujer? - Jack negó con la cabeza-, ¿Y con un hombre?

Él negó aún con más fuerza al punto que parecía que la cabeza se le iba a desprender del cuello. La señora suspiró.

-Esto es una locura. Iré a hablar con él.

-No, no-, Jack se puso de pie para seguirla, y consiguió detenerla antes de que cruzara la puerta. Ella volteó a verlo apenas-, no quiero que tengas problemas por mí. Puedo hacerlo.

-Pero Jack…

-Me las arreglaré. Puedo hacerlo.

Ella pareció dudar por un momento, pero finalmente lanzó un suspiro de resignación. Jack había aprendido con los pocos días que ella era muy considerada con ellos los esclavos. Pensó que podía tomar ventaja de esto, pero este no era el momento. Tenía primero que asegurar su lugar en esta casa. No entrar en conflicto con nadie, no tener problemas con los otros esclavos…cumplir con lo que quisieran de él. Se las podía arreglar con un solo gladiador. Era inteligente, podía salir airoso de prácticamente cualquier cosa.

O al menos, eso creía.

Finalmente, la mujer cedió. Pasó el resto de la tarde dándole nociones básicas de cómo dar masajes en hombros, brazos y espalda. Además, le instruyó en cuanto al contenido de los frascos del baño; jabones para cuerpo y cabello, lociones y cremas para distintos dolores musculares. Le prometió que en adelante procuraría ayudarle a aprender más cosas si era necesario. Era evidente que ella estaba nerviosa.

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Las horas pasaron y finalmente, Jack supuso que estaba a punto de concluir el entrenamiento vespertino de los gladiadores. Pronto, todos iban a ir entrando de regreso a la casa, a darse un baño, a cenar y a dormir.

Jack había llenado la bañera de agua caliente y había vertido en ella jabones y esencias. También tenía listo un cambio de ropa limpia para dormir.

Estaba ansioso. Había ido a la cocina y ahora estaba de regreso. No había recibido más indicaciones salvo la de esperar. La señora se había ido hacía algunos minutos.

Escuchó un inconfundible estrépito sacudir la casa. Respiró profundo y trató de darse a sí mismo un momento para relajarse. No lo consiguió.

Finalmente, decidió que lo mejor que podía hacer era volver a tomar su posición.

Se paró en medio de la habitación. Verificó que su ropa luciera ordenada y limpia. Le dio un último vistazo al cuarto y decidió que estaba presentable. Repasó mentalmente que todo lo que debía estar en orden realmente estuviera en orden y deseó profundamente que no se le hubiera olvidado nada.

Finalmente, se quedó mirando la puerta.

Cuando la cerradura comenzó a moverse, se mordió los labios, cerró los ojos y bajó la cabeza.

Continuará…

Y a partir de aquí, como dicen, borrón y cuenta nueva.

De hecho, ya estoy escribiendo el siguiente capítulo, así que no creo que tarde demasiado en publicarlo. Quiero ser un poco más ordenada con mi vida en general y eso incluye escribir en un tiempo más o menos determinado.

So…¿qué opinan? Dejen sus comentarios :'D

Besos y abrazos!

Aoshika October