CAPITULO 1
Una Noche Como Cualquiera

Han transcurrido ya 100 años desde la última batalla en Hogwarts, un periodo de 100 años de paz en los cuales ningún mago ha sentido algún temor, el nombre del gran mago tenebroso ahora es cosa del pasado ya nadie siente miedo de pronunciarlo o de hablar de él, en este gran lapso de tiempo han ido saliendo magos nuevos de diferentes partes del mundo, particularmente de latino-américa, magos que poco a poco fueron dejando huella dentro de los diferentes colegios de magia y hechicería conocidos, pero un día diciembre del año 2098 en una lejana región de México, un parto está teniendo lugar, es un día normal como cualquier otro el sol brillo con gran intensidad en el día y por la noche un frio casi sepulcral empezó a caer, las temperaturas descendían, la luna esta inyectada en sangre, de esas lunas que pocas veces se pueden apreciar, una luna que según varias culturas es un mal augurio, esa noche los coyotes y lobos aullaban a la luna roja, y todos los animales se escondían, pues hasta los animales sabían que con esa luna la sangre se ve casi negra, esa luna era la preferida para las personas malas, a los asesinos, y magos que jugaban a ser mortífagos, magos que creían que algún día un nuevo mago oscuro volvería a surgir.

Pero me he desviado demasiado de la historia jajajaja... en fin esa noche en especial, de un matrimonio de ascendencia maya nació un niño, su padre se llamaba Citlalmina el cual significa flecha de las estrellas o meteoros el descendía de una larga familia de sacerdotes mayas que pasaban sus conocimientos de padres a hijos, estos grandes sacerdotes mayas se creían que eran las ultimas conexiones entre los dios y los humanos desde tiempos memorables, desde el tiempo antes del tiempo estos caminantes que cruzaban la puerta sin puerta entre los vivos y los muertos eran considerados por los mayas alguien sagrado.

Citlalmina, era un hombre musculoso de piel color canela, tenía el cabello largo negro como la noche y lacio tan lacio que caía a lo largo de su espalda formando una gran cortina negra que cubría toda su espalda hasta llegar a las caderas, tenía una nariz respingada en medio de dos ojos grandes y redondos color negro, casi tan negro como el de los jaguares, una ceja poblada como es costumbre entre los mayas, así mismo tenía unos labios grandes y gruesos, un mentón recto y cuadrado, tenía el cuerpo marcado como si fuera al gimnasio, también tenía muchas cicatrices en cara, manos y piernas pues como era de esperarse vivían muy lejos de la civilización y tenía que defenderse de grandes gatos salvajes como son los jaguares y pumas.

Tenía un carácter muy seco, era una persona muy recta y seguía al pie de la letra las leyes y reglamentos mayas, era un hombre muy entregado y devoto a sus múltiples deidades, el enseñaba a sus hijos todo lo que debían saber para poder convertirse en sacerdotes, tenía un gran conocimiento en herbolaria, y pociones, así como en hechizo. El por ser sacerdote tenía poderes mágicos podía hacer magia como los antiguos magos sin necesidad de una varita, solo con sus manos y sus poderes que se refinaban día a día.

Por ser sacerdotes pues no tenían miedo de esos poderes y podían usarlos sin alguna restricción, salvo para lastimar a otras personas entonces si estaba muy penado y era castigado con la muerte.

Él se dedicaba al campo, sembraba de todo tipo de semillas para poder vivir, desde chile, jitomate, cacao, maíz, trigo y otros cereales, también tenía una gran cantidad de animales de granja como chivos y vacas, gallinas y sus grandes y fieles perros grandes y fuertes que le ayudaban a la caza y a la defensa de los animales y del territorio donde se encontraba su casa.

Su esposa se llamaba Cihuateopixqui que significa Mujer sacerdotisa, pero al contrario de su esposo ella no tenía magia alguna, era una simple humana común sin algún don en especial, pero aun así Citlalmina la amaba con todo su corazón.

Ella era una mujer muy bella, era mucho más baja de estatura que él, llegándole un poco más arriba del codo, era una mujer ancha de cuerpo, con una piel color chocolate con leche, ósea un oscuro muy claro, de pelo color castaño claro chino, chino casi como los borregos, una nariz chica en medio de unos ojos cautivadores color café amielado, los cuales brillaban bajo la luz del sol en un tono más color ámbar, unos labios carnosos seductores y que te incitaban a besarlos, no tenía mucho cuerpo pero tenía lo necesario para ser una mujer sumamente bella, ella era de un carácter muy sumiso, adoraba a su esposo y lo apoyaba en todo lo que él le decía, era una madre muy devota, cuidadora extrema siempre al cuidado de sus hijos y esposo.

Este matrimonio, eran ya padre de otro hijo, que se llamaba Xochipilli, que significa hijo príncipe de las flores u origen de las flores, él ya tenía 5 años de edad la noche que nació su hermano, él no había mostrado tener algún don especial por lo que el padre estaba un tanto angustiado pues como iba a poder enseñarle a manejar sus dones o hacer sacerdote si no tenía el don de la magia, pero aun así lo quería y protegía mucho pero en fin volviendo a esa noche en especial de diciembre….

Después que la temperatura descendiera mucho para una región bastante cálida como lo es la península de Yucatán era algo raro y su padre lo sentía en el aire, escuchaba a los espíritus decirle

!oh Citlalmina¡ ten cuidado, ese hijo tuyo que has engendrado tiene grandes poderes, llévalo por el camino del bien o todos estaremos perdidos…

El abrazaba a su esposa la cual tenía fuertes dolores de parto, ella sudaba, sudaba bastante, el estaba preocupado por ella y le decía…

Cihuateopixqui, vamos ya casi, ya casi nace vamos yo sé que puedes eres una mujer muy luchadora y podrás, cuentas con migo y estaré aquí siempre…

De repente grito;

- Xochipilli, tráeme más agua corre, ve a fuera, tráeme agua rápido…

En eso Xochipilli salió corriendo de la pequeña cabaña, tan rápido como sus pequeños pies lo dejaban, busco una olla o algo en donde poder transportar agua para su padre y su madre que estaban en la cabaña, en eso estaba cuando de repente los perros empezaron a ladrar, pero con un ladrido lastimero, como si tuvieran miedo como si presintieran que un mal se acercaba, los perros estaban inquietos y empezaron a aullar a llorar y lamentarse, en ese momento salió de la jungla un perro sagrado y malvado a la vez conocido como NAHUAL, un perro negro del tamaño de un oso, con dientes afilados como cuchillos y garras tan grandes que pueden desmembrar a un humano en cuestión de segundos..

Xochipilli estaba de espaldas cuando el perro apareció, el nahual se acercó sigilosamente al niño, cuando los perros se soltaron de sus amarras y se lanzaron contra él y empezó un gran alboroto en la parte de afuera, lo perro no pudieron contra el gran perro sagrado y rápidamente fueron quitados de en medio dejando al niño indefenso, temeroso bajo la luna roja, al verlo el nahual se dejó ir sobre él y lo devoro de un solo bocado, estaba justamente terminado de devorar cuando salió Citlalmina al ver horrorizado esa escena se encendió su cólera y furia…

Citlalmina mirando fijamente al ente le dijo:

- ¿Por qué? ¿Por qué te lo has comido? ¿Qué he hecho yo en contra de los dioses para que me castiguen de este modo? - Contesta! Lanzado una mirada de furia en contra del perro.

El Nahual, con una voz tan gruesa como un mismo trueno lo vio y sus ojos amarillos brillaron con gran intensidad.

No tengas miedo ni te aterrorices estas cuestiones tienen que pasar, ese niño no debe nacer, esta predicho que el último gran sacerdote maya será el que culmine con este mundo tal y como lo conocemos y si bien sabes tú eres el ultimo de tu legión, tú el gran Citlalmina el gran sacerdote blanco, pero dime, ¿crees que podrás con el poder contenido dentro de tu hijo? ¿Crees que podrás llevarlo siempre por el camino del bien sin que nada perturbe este equilibrio que existe?

Citlalmina contesto:

- Tú lo has dicho soy el gran sacerdote blanco, claro que podre contener todo ese poder…

El perro siguió hablando:

- ¡Claro que no tonto!, ese ser es superior que ti en todos los aspecto terminara matándote no lo entiendes, no debo ni puedo permitir que esto siga su curso sino será demasiado tarde.

Apártate Citlal, si no quieres terminar igual que tu hijo, que por cierto esta delicioso. – Lambiéndose los bigotes el perro y con una sonrisa algo irónica y desafiante.

Esto hizo hervir más la sangre de Citlalmina que ya estaba enojado por la muerte de su primogénito. Y grito…

- Considérate cadáver, ¡ Hea Rumble!

En ese momento entrelazo las manos frente a su pecho y los ojos del sacerdote se llenaron de luz, asi como si una luz emanara dentro de el, su ojos, su nariz y boca destellaban de luz radiante y un Relampago salio de entre las manos del sacerdote en direccion al perro..

El perro con gran agilidad esquibo el gran rayo que dejo un tremendo hoyo en donde impacto casi a los pies del perro.. Que dijo...

- Gandisimo Idiota, ¿Acaso quieres morir tu tambien?, bueno entonces te dare lo que quieres...

Soltando un gran ladrido de su hocicó salió un rayo de color rojo intenso hacia el hechicero...

Citlalmina lanzo otro hechizo:

- !Silver vooder¡

Y un rayo de luz salió de la mano del hechicero, y los dos rayos se encontraron e impactaron en medio de los dos y salían chispas y relámpagos por los lados de aquel encuentro de poderes, se sentía la tención de esas dos grandes magias chocando entre ellas y todo estaba muy nivelado cuando de repente...

Se oyó la mujer del sacerdote gritar lo cual ocasiono que el sacerdote se distrajera...

La conexión de magia se rompió

El gran perro grito:

- Eres un tonto y muere - Surmav Hambad

El hechizo dio en el blanco y Citlalmina cayó fulminado a puerta de su choza.

Ese grito que había hecho que el sacerdote perdiera la concentración y por ende la batalla solo significaban una cosa, él bebe ya había nacido, por consiguiente el perro no tenía otro remedia más que exterminarlo a él también.

El gran perro hecho a andar hacia la choza del sacerdote, cuando casi llegaba paso a un costado del cadáver del gran hechicero. Y pensó

- Oh, Citlalmina, si tan solo me hubieras escuchado, si tan solo hubieras renunciado a tu hijo esto no estaría pasando, pero ahora tendré que exterminar a todos y no dejar a nadie con vida… -

Habían ya pasado una extenuante hora desde que falleció el hijo del hechicero en manos del gran perro sagrado, la mujer del sacerdote adentro de la choza no sabía que pasaba solo sabía que su esposo estaba en peligro, que su hijo no regresaba y que las cosas estaban mal, ella solo escuchaba un gran alboroto afuera, ella intuía que algo malo pasaría pronto.

Ella dio a luz a un hermoso bebe niño, al nacer él bebe brillaba con luz propia como si su piel fuera de oro o plata, el niño era blanco como la luna, con unos ojos verdes jade, un verde tan profundo y oscuro que pareciera negro, un cabello lacio blanco también, ese bebe era hermoso a la vista y quien lo veía quedaba enamorado de ese niño tan hermoso.

Se escuchó un aulló de un animal enorme que se acercaba, una pisadas que ella escuchaba que cada vez se hacían más fuertes, ella estaba nerviosa, quería salir corriendo pero su cuerpo no le respondía, y su bebe se acurrucaba entre sus manos para sentir la calidez de su madre cuando de pronto.

De un golpe la puerta de la choza salió volando, un gran estruendo se produjo y una nube de polvo se levantó, la mujer tocia y cuando la nube de polvo se disolvió frente a ella está parado el animal más grande, feroz y temible que ella hubiera visto en toda su vida…

Se acercó hacia ella y la vio fijamente a los ojos. Y dijo…

- Mujer eh venido por tu hijo –

La mujer saco fuerzas de flaqueza y de un brinco se puso de pie y caminaba hacia atrás sin dejar de ver al perro y dijo…

- Tendrás que arrebatármelo de mis manos sin vida, es la única forma que te lo entregue –

- Citla, Cilta, ¡!Ayúdame¡ - Gritaba con desesperación la mujer

- El no podrá ayudarte – Rio el perro y aventó el cadáver de su esposo en dirección de la mujer.

La mujer al ver semejante imagen rompió en llanto, y gritaba..

- NOOOOOOOOOOOO –

-¿Por qué? ¿Qué es lo que quieres? –

- Ya te lo dije, eh venido por tu hijo – Contesto el gran animal

- Jamás – Grito, y acto seguido se dio a la fuga

Salto por una de las ventanas y hecho a correr en dirección de la playa, el pueblo más cercano se encontraba a 2 horas a caballo, ella estaba sola en esa gran meseta cerca del mar, corría y corría lo más fuerte que sus pies la dejaban, ella estaba exhausta por el alumbramiento de su hijo, pero no le importaba lo único que ella sabía es que atrás de ella venia un gran animal que quería matar a su bebe y no lo iba a permitir.

Llego a la orilla del mar, una playa tan extensa que se extendía hasta donde la vista dejaba, el mar estaba inquieto y las olas rompían bruscamente en la playa, bañando los pies de la mujer que corría a toda prisa por toda la orilla del mar, la luna roja brillaba en lo alto del cielo, no se veía ninguna nube como si alguien viera todo desde el cielo y no quisiera que ninguna cosa estorbara en su visión.

La playa parecía no tener fin, y las fuerzas se le agotaban, seguía y seguía corriendo y escuchaba cada vez más cerca a esa feroz bestia que quería arrebatarle su hijo, sabía que todo había acabado, sabía que su esposo e hijos habían muerto a manos de aquel monstro, solo le quedaba el pequeño bebe que tenía en las manos, sus lágrimas rodaban por sus mejillas, y volaban atravesando el aire en su espalda, ella no quería voltear solo sabía que tenía que seguir corriendo para poder sobrevivir.

A lo lejos vio unas tintineantes luces y pensó, - Casi lo logro, falta poco -, cuando de pronto el gran animal le cerró el paso, todo había acabado el formidable animal está parado frente a ella.

La mujer se quiso esquivarlo, pero el perro le cerraba siempre el paso hasta que logro detenerla y le dijo…

- Dame al niño y te perdonare la vida –

Ella dijo – Jamás, ya me has arrebatado todo lo que amo, a mi familia, mi hogar y este hermoso niño es lo último y único que me queda, peleare hasta la muerte por el –

- Como tú lo quieras – Gruño el perro.

De un fuerte zarpazo, mando volando a la mujer como 10 metros, la cual cayó casi inconsciente y muy mal herida, el niño empezó a llorar, ella se acercó a él y con todo su cuerpo ensangrentado lo levanto, casi sin fuerza y temblorosa lo miro a los ojos y le dijo cantando, - Shhh, calla mi vida, no hay que llorar, duerme y sueña feliz, siempre tú debes mi arrullo llevar, así yo estaré junto a ti… Luna, o luna, con él se gentil, tienes mi felicidad, si ay donde libre pueda vivir luna condúcelo allá – y dándole un beso la mujer falleció a lado de su hijo recién nacido.

El perro empezó a acercarse al niño cuando de repente una luz lo cegó, cuando pudo nuevamente ver, el niño había desaparecido, y solo quedo el cuerpo de la mujer tirado a la orilla de la playa en una mancha de sangre, vio a la luna y grito.

- IXCHEL (Diosa luna), Noooooooooo, a donde lo has llevado, ¿acaso no sabes que él debe morir?

Un rayo de luna cayo frente a él gran animal, la diosa de la luna Ixchel se había aparecido delante del perro.

Una mujer de talla alta, y figura esbelta muy delgada de color canela, la piel se le veía tan tersa más tersa y sedosa que un bebe, cabello ondulado y largo que le cubría toda la espalda, unos ojos azules claro, con una facciones tan hermosas en la cara que solo se podía comparar con los ángeles, tenía su vestimenta un top en zafiro azul con tirantes cruzados, una falta semi-larga del mismo color, con detalles en color plata y jade, tenía unas tipo espinilleras del mismo color que el traje completo, en su mano portaba una flor de Liz color rosa claro sin espinas, unos grandes aretes redondos de plata igual, en su cabello iba sujetado con una especie de pinza también de plata y un moño de serpientes por encima de su cabeza.

La diosa de la luna miro fijamente al perro, que estaba incomodo, levantaba una para, y levantaba la otra, se agachaba y mostraba los colmillos, gruñía y se agachaba a la vez, no se sabía con certeza si atacaría o no. Entonces la luna dijo,

- Vamos YUM CILIM (Dios de la Muerte), muéstrate yo te lo ordeno.

Acto seguido el perro se transformó en un hombre alto y robusto como un árbol, no podía esperarse menos del mismísimo dios de la muerte, era un hombre que inspiraba temor, era de una piel oscura, casi negra sumamente fuerte y marcado, un hombre simplemente intimidante, tenía su falda o taparrabo color blanco con un cinturón de rubí en el centro una gran esmeralda redonda con cuero sujetaba y varios detalles en oro, tenía sus antebrazos cubiertos con ornamentas de hueso, con detalles en oro y esmeralda junto con plumas de quetzal, sus manos eran tan grandes como las misma garras del perro en el que se transformaba al igual que sus uñas parecían garras, en su mano derecha se encontraba su báculo, un báculo casi tan grande como el hecho de caoba, en la parte más alta tenía forma de hacha con plumas de quetzal y rubí incrustado, tenía un collar de cascabeles en oro de diferentes tamaños con varios detalles en zafiro, rubí y amatista, pero lo más abrumador y aterrador era su máscara hecha de cráneos humanos la cual no dejaba ver su rostro, tenía tres cráneos dos a los lados y un diferentes el cual tenía la lengua de fuera, sus ojos eran rojos como el fuego y brillaban a lo lejos, en la parte de arriba tenía un penacho hecho de plumas en colores rojos, y verdes, simplemente era impactante estar en presencia de ese dios supremo de la muerte.

- Así está mejor – Dijo la diosa luna, - Vamos tranquilo Yum Cilim, es apenas un bebe, ten paciencia no te desesperes no tomes las cosas tan precipitadamente – Comento la luna.

- Dejemos que el niño crezca y si su camino se tuerce entonces nosotros intervendremos ¿Te Parece? – Pregunto la diosa

- No, hay algo que no me gusta, esto no pinta nada bien pero te lo dejo entonces a ti, ¿pero dime a donde lo has mando? – Refunfuño el dios de la muerte y pregunto al mismo tiempo.

- No te lo dime – dijo la luna, - estará en un lugar mejor una familia se encargara de cuidarlo de ahora en adelante y solo el tiempo nos dirá que será de este pequeño por el momento preocúpate de tus asuntos y no interfieras con él, no lo busques, ni trates de encontrarlo porque entonces yo seré quien lo defienda – Y en ese momento la diosa de la luna de esfumo dejando al dios de la muerte parado en la playa mirando al cielo y preguntándose si esa había sido la mejor decisión.

- Espero que no te equivoques, porque si no todos estaremos realmente en grandes problemas – Susurro el dios de la muerte y con el movimiento de su mano sepulto a la esposa del gran sacerdote ahí en la playa. Y desapareció en aquella noche como cualquiera.