A/N: Porque a 1822andallthat le encantan las historias.

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¿Por qué no considerar

el asesinato como una de las bellas artes?

Thomas de Quincy

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Capítulo 1

Mientras la furgoneta del servicio forense avanzaba por el puente de Brooklyn, Lanie Parish observó desde la ventanilla las luces que tiritaban reflejándose en las del East River y pensó que qué más daba estar de guardia el 24 de diciembre, porque Nueva York era de todas formas un verdadero árbol de Navidad 365 días al año. Ella misma se había presentado voluntaria porque después de lo ocurrido no estaba para una de aquellas fiestas en casa de sus amigas en las que se abusaba del Cosmopolitan y que solían tener desenlaces inesperados, ni aún menos para una cena a la luz de las velas con Javier, a quien no había vuelto a mirar a los ojos. Tras un vistazo en el retrovisor para acomodar en su rostro la máscara de la sonrisa más sugestiva de la que fue capaz, miró al conductor e inquirió:

- ¿Tú primera intervención, Reggy?

- Aquí sí, pero en Detroit acumulé bastantes horas de vuelo – replicó el conductor.

- ¿No era Henry quién estaba de guardia esta noche?

- Sí, pero es padre de familia, y bueno, yo acabo de llegar como quien dice, y no hay nada mejor que un favor como este para caer bien en un equipo.

- ¿Y tú no tienes a nadie que te espere en casa? –espetó Lanie agravando su sonrisa, divertida por el sonrojo que la pregunta provocaba en su interlocutor.

-Ya no, hubo alguien pero no funcionó. Ya llegamos.

El vehículo se deslizó suavemente hasta detenerse a pocos metros de la zona acordonada. Lanie percibió malestar en su compañero y sin mediar palabra abrió la portezuela y descendió. Los de la científica ya habían delimitado el perímetro y se afanaban numerando objetos y haciendo brillar el flash de una cámara de fotos entorno al cuerpo sin vida de un hombre de unos sesenta años que yacía en el asfalto. El cadáver dejaba ver un rictus de dolor, llevaba un traje de Armani y presentaba uno de los pies completamente destrozado. La forense se enfundó sus guantes de látex y colocándose en cuclillas, comenzó a examinar el cuerpo.

- Te he traído un té con canela- resonó a sus espaldas la voz del detective Espósito con las manos ocupadas por dos grandes vasos de cartón Starbucks.

Lanie se volvió hacia él y respondió con gesto de desaprobación:

-Ni yo soy Beckett, ni tú tienes tiempo que perder en zalamerías como Castle así que deja de hacer de camarero y ponte a trabajar.

Tornándose hacía el cadáver, hurgó en el bolsillo interior de su americana y extrajo una cartera de piel y se la tendió sin mirarlo.

-Empieza por averiguar su identidad.

Espósito puso los dos vasos de cartón en el suelo, abrió la cartera que la forense le tendía y examinó el carné de conducir.

-Bryan Jackson, Ingeniero Civil, con domicilio en Staten Island. –señalando el pie destrozado- ¿Crees que ha sido eso? ¿Quizá se desangrara?

-Es posible, pero como hasta tú puedes ver, no hay ningún charco de sangre, así que de ser esa la causa de la muerte, la ex-sanguinación debió de producirse en otro lugar. De todas formas, sólo la autopsia nos sacará de dudas. – volviéndose al empleado del depósito- Reggy, cielo, vamos a levantar el cadáver.

Una vez cargado el finado, la furgoneta conducida hábilmente por Reginald Johnson partió rumbo a la comisaría dejando atrás el vaso de té que una bocanada de viento derramó sobre el asfalto del puente de Brooklyn.


La luz azulada de la sala de autopsias iluminaba el cuerpo blanquecino de Bryan Jackson, tendido sobre la mesa con una gran costura en cruz en el pecho. Era un hombre de semblante distinguido coronado por una perilla decimonónica.

-¿Tienes ya la causa de la muerte? – inquirió Espósito.

- No, solamente te he llamado porque el mecanismo del ascensor se atrofia si no se utiliza un determinado número de veces al día.

El detective intentó esbozar una sonrisa que más bien resultó una mueca de fastidio.

- ¿Entonces se desangró o no?

- No lo creo, la causa de la muerte parece ser una septicemia generalizada.

- Pudo haber sido un accidente, entonces.

- Tampoco, fíjate bien. – Lanie levantó las muñecas del cadáver señalando sendos hematomas. – Lo ves, parecen ser ante mortem y tiene el mismo tipo de marcas en los tobillos. Yo juraría que también son anteriores a la lesión del pie.

-¿Quieres decir que un chiflado lo ató, le hizo eso y esperó a que la enfermedad lo consumiera? ¿Qué tipo de monstruo sería capaz de esa barbaridad?

- Después de unos años trabajando aquí se me ocurre un par de nombres. Pero esta perversidad es algo más sofisticada. La infección se propagó demasiado rápido para estas lesiones. Fíjate- la forense dio la vuelta al cuerpo y atrajo la atención del detective hacia una serie de pústulas purulentas y, acercando una gran lupa señaló el minúsculo orificio de un pinchazo.- Ves, los agentes patógenos, incluido el del tétanos, parecen haber sido inoculados voluntariamente.

- ¿Tétanos has dicho? – exclamó el detective Ryan que entraba en la sala de autopsias manipulando su smart-phone. - Si Castle estuviera aquí, os recriminaría vuestro desconocimiento de la historia de Nueva York.

- Desgraciadamente, Beckett y él están de escapada romántica en Aspen y tendremos que conformarnos con tu versión- repuso Lanie sarcásticamente.

-Bueno esto parece una puesta en escena de la muerte de John Augustus Roebling, el ingeniero que diseñó el puente de Brooklyn. Unas semanas antes del inicio de la obras, Roebling sufrió un accidente en uno de los embarcaderos del East River que le destrozó el pie. Como era un poco excéntrico y adepto de medicinas alternativas, se negó a que se lo amputaran y murió poco después entre horribles dolores causados por el tétanos. Por lo visto, Jackson también era especialista en estructuras colgantes, y lo que es más, fijaos en el parecido físico.

Ryan tendió su smart-phone en cuya pantalla se podía ver un grabado de Roebling:

Espósito frunció el entrecejo y replicó:

- Bueno, antes de que sigas haciendo elucubraciones a lo Castle, más vale que empecemos por hacer nuestro trabajo de polis. Mejor interesarnos por el entorno de la víctima, no sea que alguien se la tuviera jurada.