¡Hola!
Realmente ha pasado muchísimo tiempo, me digo que no fue tanto, pero debo aceptar un gran lapsus. Para resumirlo, es una mezcla de interminables exámenes, un poco de estar enferma y tantos proyectos que se acumulan…
¿Qué historia traigo para hoy?
Este es un proyecto nuevo, una pareja que "ni por la cabeza" pensaba hacerla. Sí, me gustaban durante lo poco que estuvieron juntos (a pesar de no ser una pareja en sí), quisiera recompensarme las lágrimas cuando se murió, porque está entre la lista de personajes que me causaron un fatídico dolor de cabeza.
Esta historia está basada, relativamente, en el cuento original de "La Bella y la Bestia", estará ambientado fuera del anime, pero intentaré apegarme y hacer justicia a sus personalidades originales. De verdad que fue un reto colmar de buenos pensamientos y pureza innata este corazón; creo que se logró (Creo…)
NOTA: agradecer a Shiro, que fue la que inició el proyecto cuando hablamos un poco, al sr. Beta que será el corrector para esta idea; finalmente, a todos aquellos que comparten los mismos gustos y apoyan mis alocados proyectos.
Estará dividido en dos partes porque al parecer, estos adicionando palabras y detalles a último momento. Para ustedes, lo mejor; por lo que supongo, me tomará un poco más terminarla (de hecho está terminarla, digamos retocarla).
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Una vez dejó las llaves en la mesa, recorrió el sitio por tercera vez intentando que nada de lo que tomara en consideración estuviese fuera de su sitio y con eso, precisamente se refería al hecho de que solía olvidar en su torpeza objetos importantes. Nada más de pensar en su antiguo móvil y el común estremecimiento en su cuerpo la hizo lamentarse en lo interno.
¿Pero qué podría decir, al tener una vida cómoda?
Sora, su hermano mayor, trabaja en un lugar bastante ostentoso; en general, le daba una vida fuera de las complicaciones que debería tener una universitaria en carrera. Bastaba con entrar, la puerta de cristal y madera, el sicodélico vidrio enviado desde bueno…algún lugar lejano, no era buena recordando cuando él hablaba todo a prisa desde el teléfono; pero, lo más llamativo era la costosa recámara de pino tallado.
Recuperando la cuenta se apresuró por el teléfono pegado en la pared, se suponía Sora llamaría a eso de las ocho, le confirmaría sobre algún proyecto ambicioso que tenía con su patrocinador y le daría las buenas o malas noticias del resultado. Rezó de forma interna para que lo lograra. Había visto su desesperación, vagando del corredor a su mesa de estudio.
El dichoso aparato comenzó a zumbar, el ruido llegó para cuando sus manos tomaron temblorosas lo tomaron dirigiéndolo con la misma expectación a sus oídos.
- H-hermano, ¿cómo resultó? -para su sorpresa el sonido de su voz salió más agudo de lo que esperaba, pero la prisa la carcomía, ya tendría tiempo para pensar en su tono más tarde.
-Tranquila Inohue-se produjo una risilla al otro lado- ¡Lo tenemos!
Sus ojos y labios mostraron una satisfacción natural y honesta, Sora lo lograba una vez más. Su hermano era tan maravilloso, sin duda todo lo que se propondría lo lograba. Una parte de ella se sintió ligeramente avergonzada, si tan tuviese una parte de su soltura ella también lograría el mismo éxito…
-No sabes cuánto me alegro, espero que vengan muchos más.
-¡Sí! Oye, debo irme, vamos a celebrar, no me esperes despierta. Cuídate mucho, te quiero.
Colgó, pero ella no le reprochaba. La noche anterior durmió incómodamente en la mesa, con los últimos detalles esparcidos por la parte superior, dos tazas de café vacías a un lateral y la vieja, pero cómoda, frazada de cuadros que ambos le gustaba usar durante sus desvelos. Para Sora le recordaba el calor familiar, que no tenían desde hace años y, Inohue la sentía como una formalidad que atraía suerte. Se merecía disfrutar su logro.
Dejó como estaba el teléfono y se dispuso a preparar una taza de té, para aplacar un poco sus propias preocupaciones, si bien era cierto, no le gustaba la soledad; en parte, porque su hermano la acostumbró a su voz y el silencio no era común en ellos. Cuando se percató regresando abruptamente a la realidad al quemarse con la olla que hervía, siseó queda y dolorosamente. A veces, le preocupaba perderse por tiempo. Curiosamente contrastaba que alguien como ella cursara de forma diligente y con honores el tercer año de universidad, fácilmente en clases se perdía mirando la ventana hasta que su amiga, Tatsuki Akisara la socorría.
Se concentró vagamente en dejarse llevar por el armonioso olor que contrastaba al terminar de hacerse el té. Tomó una taza y se cruzó de piernas en el sofá "pensador" que tenía cerca de la ventana. El primer sorbo le supo a gloria, después de un extenso examen solía mirar el paisaje por horas hasta dormirse, una rutina que hasta ese día no incumpliría. Después de unos segundos de prolongada meditación sobre cualquier tema en general, escuchó vagamente el sonido la taza al ser depositada en la mesita y posteriormente su propio movimiento al zurrarse contra el sofá.
Al fin podría descansar a gusto.
Despertó temprano por la mañana, cuando el sol apenas calentaba la ventana. Se talló adormilada los ojos y ató entre bostezos su cabello lacio naranja en una coleta alta, le pareció extraño la usencia de Sora a esas horas, solía llegar a eso de la madrugada, pero jamás pasarse fuera el resto del día y por ese motivo se encontró preocupada, con la sensación brumosa de inseguridad palpitando en su pecho.
Intentó en vano calmarse. Durante las dos primeras horas desayunó mirando los eventos en la televisión y la cursi novela que tanto criticaba Sora; practicó algo de Yoga, caminó en círculos, leyó algo del librero, se entretuvo tarareando canciones y paró, sin pensarlo al teléfono, sus dedos nuevamente temblorosos marcaron. El primer sonido llegó, así el segundo y tercero sin respuesta.
Se dijo No pasa nada, él de seguro se quedó en casa de un amigo
Esa misma respuesta le hubiese bastado si al siguiente día estaría en casa con ella, pero eran tres días muy bien contados desde su última conversación, dos de los cuales en su propia angustia lloraba insaciable por las noches, temerosa de que esa fuese su última conversación amena. Tatsuki la acompañó al tercer día, preocupada por la falta de apetito de Orihime, su rostro antes vivo, era ahora una mezcla de penas mal disimuladas y largas noches en desvela. Intentaron juntas contactar a todos sus compañeros, pero ninguno tenía una respuesta satisfactoria, de hecho, ellos estaban en iguales condiciones de incertidumbre.
-Debo hablar con su jefe, es todo lo que me queda-murmuró al cuarto día.
Su amiga, que no se inmutó en detenerla alzó su bolso rápidamente buscando las llaves para acompañarla, pero se detuvo cuando con una mano alzada la detuvo Inoue, una sonrisa poco conciliadora le ofreció intentando darle apoyo, sin embargo, apenas y asomaba una mueca mal hecha en aquellos labios pálidos.
-pero…-se apresuró a interrumpir.
Una segunda sonrisa brotó de la peli naranja – voy a estar bien-
Pero ninguna de las dos estaba convencida de esas palabras, aun así, la dejo partir realmente meditabunda ¿Qué pasó aquí? no deberían pasarles estas cosas a personas como Inoue, es demasiado buena para soportar algo malo meditó, solo esperaba que sus peores pensamientos no se cumplieran y Sora terminara por ser encontrado, sano y salvo. El punto más importante.
Orihime había acallado unas cuantas lágrimas caminando hasta su auto. Tomó una sonora bocanada de aire, ató el cabello sin brillo en un moño con un par de mechones adornando su rostro, se miró al espejo y en cierto modo se sintió aún peor al verse, la crema de su piel había sido reemplazado por un verdoso pálido, sin contar las marcadas líneas que delataban su falta de sueño.
El recorrido no duró más de quince minutos, frente a ella se alzaba el Hueco Mundo, el edificio de obsidiana imponente exótico como ninguno. La joven pensó que de ser una excursión estaría fascinada de mirar con mayor escrutinio, sin embargo, le bastaba ese mismo sitio para recordar el rostro de su hermano. Se apresuró a entrar.
Por dentro era un completa caja de distracciones. Curiosamente, al estar algo absorta no notó la joven que se dirigía a ella hasta que terminó por chocar. Avergonzada se dijo a si misma soy una torpe, sus labios ya pronunciaban la disculpa cuando miró realmente a quién se dirigía.
Su cabello era verde, abundante hasta más debajo de la cintura o eso debía suponer porque lo tenía atado con un recogido formal; era pálida, podía verse a simple vista por el maquillaje suave que a penas y daba algo de color. Vestía de color verde, tan apegado al cuerpo que se notaba el sitio exacto donde le ajustaba la clavícula y moldeaba sus senos.
-No te preocupes-le dijo de forma abierta, dando una ligera sonrisa de cordialidad antes de retirarse.
Giró apresurada hasta la ventanilla de recepción, pero al no encontrar nadie empezó su ofuscación y fue tanta, que en estado normal no se hubiera atrevido, pero tocó impaciente el botón del ascensor. Algo nerviosa dio una primera bocanada de aire, trató de concentrarse. Si bien era cierto, marcó el último de los botones, pero el ascensor se detuvo en un piso. Nerviosa notó a su nuevo acompañante entrar por la puerta metálica.
El cabello celeste rebelde colocado hacia atrás, un conjunto de camisa, saco y corbata, postura de autosuficiencia y un aire de indescifrable fiereza; lo ojos eran algo digno de ver, de un azul tan profundo que cortaba la respiración; tenía un tono de piel cremosa que resaltaba sus pupilas, o eso fue lo único que pudo ver antes de que el leve "Tsk" la asustase como conejo para la matanza.
Trató de observar sus pies, escuchar el sonido de la música, cualquier cosa para ahuyentar esa necesidad enferma de pegarse a la pared e implorar que no la matara. Para su sorpresa él se limitó a maldecir un sinfín de veces, murmurando a una "Nel" o algo por el estilo. No alcanzó a más puesto que la puerta se había abierto y él estaba saliendo al penúltimo piso. Para sorpresa se giró para encararla dedicándole una sonrisa de blancos y perfectamente delineados dientes.
-Estás en problemas-canturreó antes de seguir su camino.
No sabía si sentirse liberada por verlo fuera y subir sola su último piso o sentirse peor por sus palabras. Se aferró un poco a la idea de encontrar las respuestas que buscaba, sin percatarse que el sonido del ascenso se hizo presente. No fue hasta el ruidillo de las puertas metálicas abrirse que temblorosa pisó fuera de este. ya estás aquí, se valiente ahora mentalizó es idea, para empujar la puerta.
Dentro, los ojos que antes seguía al seguramente conferencista, giraron para observarla. Era una mesa redonda repleta de ejecutivos. Se sintió avergonzada, su rostro probablemente rojo de la pena; pero era eso o desistir y no estaba precisamente lista para lo segundo. Al parecer llamó especial atención en quién parecía ser el presidente-tal vez lo poco que le contaba su hermano había bastado para reconocerlo-Sousuke Aizen.
A tientas, si solo mirabas de reojo de por sí imponía un aire de total control absoluto, la cadencia de emociones superficiales en sus ojos le daban tanto como imponencia como ese simple aire de seducción. Su cabello castaño recortado de forma impecable estaba aplastado hacia atrás con excepción de un mechón rebelde que llegaba más debajo de su mejilla izquierda. Su piel blanca contrastaba perfectamente con el saco blanco que llevaba, por dentro de este asomaba una camisa roja.
-Orihime Inohue, te esperábamos desde hace mucho-su voz era una mezcla deliciosa de tonalidad grave-debemos ponerte al tanto. Se levanta la junta. Ulquiorra, encárgate.
Unas manos la arrastraron fuera sin poder impedirlo, el resto de las personas murmuraban entre ellos. Algunos la miraban con algo de lastima, otros mofaban abiertamente y Aizen, él levantó la taza hacia ella, brindando algo irrelevante desapareciendo a su vista. ¿Qué había sido todo eso?, ¿Todos estaban al tanto de su hermano y nadie había hecho algo?, ¿Qué clases de personas eran esas?, todo eso procesaba aún sin mirar quién la arrastraba sin tacto afuera. Cayó violentamente contra el sofá del recibidor.
-Vendrás conmigo, demoraste demasiado-la persona que dirigía de forma seca esas palabras se giró en busca de su móvil, guardándolo en su bolsillo junto al cargador. Al parecer estos se habían quedado fuera.
-E-espera…
No tuvo que hablar para hacerla callar, la mirada vacía que le dirigió le bastó para sentirse aterrada. Tenía ojos tan poco emotivos que la abrumaban, era cuencas verdes opacas; su piel, de un casi blanco que realmente lo hacía parecer sacado de un libro viejo de terror; de complexión delgada, pero no por eso menos musculosa, se mantenía firma y rígida; el cabello negro hasta los hombros, de forma desordenada. Todo él era un aura de oscuridad absoluta.
La tomó nuevamente para jalarla hasta él elevador; donde la ojeó sin mucho interés un par de veces, evaluando un poco a su tiempo, cómo alguien como ella tenía un hermano estúpido. Ahora, ella era o muy ingenua o muy condescendiente.
Parecía una muñeca frágil y maleable. Su cabello naranja opaco-imaginaba por qué-se encontraba recogido, unos mechones adornaban su delgado rostro, nariz perfilada y ojos que debieron estar, en otros tiempos, vivos; jodidamente expresivos. Toda ella era marfil y él, precisamente, era un experto quebrando cosas.
Sin darle tiempo a nada continuó llevándola hasta el auto, abriendo la puerta con molestia arrojándola en el proceso sin delicadeza y adentrándose segundos después para echar marcha. Afuera hacía algo de frío, pero particularmente él no le desagradaba el clima, sea como estuviese era clima. Un punto irrelevante en su larga lista. Permaneció callado mientras conducía, pero repitiéndose mentalmente "¿Por qué yo?". Es decir, había muchos trabajadores menos importantes y le asignaban a él hacer de niñera de una mujer tonta y su hermano incompetente. Basura concluyó meditando. Aizen debía apreciar mucho a Sora o quería algo a cambio.
Unos quince minutos bastaron y ambos se encontraban frente a su casa. Por lo menos así lo pensaba Ulquiorra, porque Orihime veía aquella mansión de un extenso para dar con suficiente espacio como para denominarlo simplemente casa. No es que ella no tuviera esos lujos, pero a diferencia se notaba que él tenía una vida mucho más "acolchonada". Ciertamente guardaba el aire frío, carecía de un jardín que diera la bienvenida, sin fuentes de mármol. Su interior era similar, una hermosa casa sin vida.
Dos jóvenes vestidas de sirvientas se inclinaron con respeto mientras atendían al pelinegro.
-Llévensela, asígnenle el cuarto del frente. Debo suponer que quieres saber el resto de la historia-una mirada de reojo y la dejó con las dos jóvenes, parecía dirigirse a su oficina-Búscame en esta puerta.
-Por aquí señorita-una de ellas le extendió la mano antes de caminar.
Primero subieron la escalera, para tomar el lado izquierdo, luego habitaciones tras habitación pasaban frente a cuadros sin pinturas, vacíos jarrones, estatuas de gárgolas y aquellas cosas que, pensaba Inoue, eran tan propias del dueño. Su habitación fue mostrada cuando accidentalmente tropezó con la sirvienta que se había detenido. Un cuarto de paredes blancas, cortinas del mismo color y una cama lo suficientemente grande como para arrojar toda su colección de peluches y tener espacio para más. Un armario de madera oscura, sin muchos cajones, una lámpara de cristal y, el baño a una esquina. Si estuviera más vivo, si su hermano no estuviese desaparecido; seguramente exclamaría fascinada.
-Esperáremos afuera, si ofrece algo, no dude tocar la campanilla en la mesita; con su permiso-ambas sirvientas dieron una reverencia antes de retirarse.
Sus ojos recorrieron rápidamente antes de abrir el armario. Estaba segura, en caso de desobedecer no escucharía sus ansiadas noticias. Tomó el primer vestido, que para su sorpresa encontró en el armario ¿Sería de su esposa? ¿Una hermana?, intentó no darse vuelta en ese asunto y se adentró al baño. Se dejó hacer en el agua tibia, recobrando parte de sus energías perdidas. Él tendría sus respuestas.
Bajó apresurada, el vestido a su elección hasta las rodillas le permitía suficiente movilidad y, a decir verdad, era una belleza única; parecía ser irremplazable. Una bocanada de aire tomó a duras penas empujando la puerta con ella. Los mismos ojos verdes la evaluaron sin vergüenza, pero sin ningún sentimiento reflejado. Le extendió una mano y, ella tomó asiento en la silla en frente. Era el momento.
-Sé precisa, detesto hablar de más-le comentó sin vacilar.
-Y-yo realmente espero saber dónde está ¿Qué sucedió? Y, si puedo verlo-su voz era segura, pero flaqueó al principio pensando si las respuestas verdaderamente serían satisfactorias.
La evaluó nuevamente-está bajo protección, tu hermano apostó el dinero de las ganancias del proyecto, ganó, pero sus deudores no desean pagar; el resto se resumen en esperar.
Vacío. Eso sintió al escucharlo. En todo el tiempo que llevaban juntos jamás espero, Sora se atreviera a hacer aquello. Lo buscaban para matarlo y evitar pagar; su pobre hermano estaba bajo protección y ella no podía ir a verlo. Quería recriminarle su error, pero también reconfortarlo.
-Gracias por decírmelo, es muy amable- se levantó, estaba dispuesta a comentarle a Tatsuki y apoyarse un poco en su amiga.
-No seas estúpida, no pienses salir de aquí-ese tono monótono era sorprendente. Casi estaba hablando con una máquina-mientras pase estás a mi cuidado.
-Pero…
-Pensé que eras inteligente. Parece, me equivoqué-le concluyó levantándose-a comer.
No estaba solicitándole su compañía a la cena y mucho menos pidiéndole su permiso. En circunstancias diferentes ella realmente lo acompañaría, de seguro sin mencionar nada y aterrada por su despectiva forma de ser. Curiosamente, se escuchó girando los talones en dirección a su nueva habitación, Tatsuki debía saber primero. Estaría preocupada.
-No te he dicho…
-¡Basta! Por favor-le suplicó consternada, estaba asimilando su nueva información-por favor…
Aquella, fue la primera vez que Ulquiorra cenó solo teniendo compañía. La primera vez que Orihime se sentía enojada con Sora y su falta de seriedad, triste por Tatsuki, confundida consigo misma, pero por, sobre todo; cautelosa con respecto a su anfitrión. Su primer desplante de seguro le costaría muchísimo, sin embargo, era algo que no evitaría. Era eso o hacerle pasar un peor trago y él, no se lo merecía, a pesar de su trato era amable, lo suficiente para brindarle protección.
