PETER PAN ES UNA OBRA DE JAMES M. BARRIE (Y DE LA COMPAÑÍA DISNEY)


Peter, la Aguilita Voladora, sonreía, pero era una sonrisa distante, desganada. Tigrilla pensó que la comida y la bebida, el baile, las canciones, que todo eso lo animaría, y no fue así. Rompió la distancia que había entre ellos y frotó su naricita contra la suya, mirándolo con una sonrisita pícara, que sabía que él adoraba. No surtió efecto. Él la miró y su sonrisa se ensanchó, pero ella sabía que no había conseguido sacarlo de los pensamientos que lo distraían. Enseguida Peter volvió los ojos hacia el fuego alrededor del cual los hombres de la aldea bailaban frenéticamente. Tuvo que darse cuenta de que a Tigrilla no le gustó que ignorara sus atenciones, le había lanzado una mirada de descontento muy difícil de ignorar.

Peter no dijo nada, siguió en silencio. Puede que el Gran Jefe interpretara su actitud como un acto de descortesía, y ciertamente no era aconsejable hacer enfadar a su hija. Cuando se encontraron aquella noche él había estado eufórico, listo para divertirse y participar en las celebraciones; de pronto, sin motivo aparente, ya en el campamento, toda su energía parecía haber desaparecido. Si una vez había estado encantado de tener a Tigrilla a su lado y había correspondido sus carantoñas, ahora parecía querer mantener la mayor distancia posible con ella. Un cambio de actitud caprichoso; aquella debía de ser la explicación. Porque nada podía preocupar a Peter Pan. Darle demasiadas vueltas a la cabeza, las preocupaciones, el desánimo, todo eso era de adultos, y él odiaba todo lo que tuviera que ver con los adultos.

"La vi bailar ahí..."

¿Fue en ese lugar exactamente? Era difícil saberlo, puesto que en aquel momento acababa de recibir grandes honores y estaba tan eufórico que solo podía dar vueltas de acá para allá, bailar y reír. Pero ahí era donde estaban fijos sus ojos. Estaba convencido de que aquel era el lugar en que vio de reojo a Wendy bailar. La niña modosita, bailando con una pluma en la cabeza y al ritmo de tambores de los salvajes de piel roja...Aquello fue lo que le hizo esbozar una sonrisita. Sí, cuando reía, cuando dejaba de comportarse como si fuera mayor y disfrutaba como la niña que era, era linda. Muy linda.

¿Dónde estaría en ese momento? ¿Qué haría? El tiempo pasaba tan deprisa en Nunca Jamás...Unos pocos minutos podían suponer años en el mundo de donde ella venía. Puede que en ese momento ella ya hubiera muerto de vieja. Peter se estremeció al pensarlo.

Echó un vistazo furtivo a Tigrilla, quien se había rendido y había decidido bailar con su pueblo. Ella vivía en Nunca Jamás, así que estaban juntos siempre, no tenía que decirle adiós nunca y no se hacía mayor. Era la hija del jefe, una chica con temperamento e influencia. Tenía infinitas cualidades que Wendy no tenía. Y no podía decir que no sintiera algo por ella. Pero no era lo mismo. No era Wendy.

La canción continuó, no parecía que fuera a parar nunca. Peter siguió sin animarse a unirse a la fiesta. Tras haberse resistido, dejó que los recuerdos vinieran a él. Aquella noche tan parecida a aquella...Pero faltaba algo importante. No era la pipa de la paz, ni los honores.

Wendy. ¿Qué podía haber en Londres que fuera mejor que aquello? ¿Por qué tuvo que irse?

Wendy.

¿Qué estaría haciendo en ese momento?


FIN