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Crónica de una tragedia anunciada
por Onmyuji
I.
Sabía que las nubes de tormenta eran mal presagio. Lo intuyó cuando, en medio de su prolongada solitud en la sala del trono, dirigió su vista a los grandes ventanales del recinto y divisó las nubes purpúreas, amotinándose tan cerca de ellos y del castillo.
Estaba acercándose, consciente de que no quedaba mucho tiempo antes de que regresara.
Ya nada quedaba de la esplendorosa Ylisse que Emmeryn, su difunta hermana, había reconstruido con mucha paciencia, esperanza y fe. Se había acabado. Este era el auténtico fin de los tiempos, el fin de su reinado.
Ylisstol se encontraba en ruinas ya. Ya nadie quedaba en la ciudad.
Se había marchado del real recinto tan pronto como sus pasos se lo permitieron, con una resolución a sus problemas gestándose en su cabeza. La vida de la casta real de Ylisse había entrado en decadencia, incluso muchos años de su nacimiento. Ya nada quedaba del esplendoroso reino que alguna vez su ancestro, Marth, defendió de las garras de la maldad.
De la maldad que había despertado de su milenario letargo.
Se atrincheró solitario en aquella habitación, sintiendo que su corazón se rompía en mil pedazos. Frente a él, la amplia cama con dosel, adornada de tonos pasteles, dormía apacible el fruto de su amor. Y rápidamente se movió en pos de ella, sentándose a su lado y acariciando su cabello con la misma ternura que si fuera el ser más precioso que existiría sobre la faz de la Tierra.
Escuchó afuera los pasos apresurados sobre el corredor y sintió que su estómago se llenaba de ese vacío triste y desolador que lo abordaba desde que ella ya no estaba. Los ojos le ardieron de pronto y su cuerpo rápidamente subió la temperatura. Se había detenido un momento a pensar en lo que el futuro estaba por traerles cuando escuchó el golpeteo en la puerta, furioso.
Alborotando el tranquilo sueño de la pequeña de cabellos azules, que movió sus ojos al escuchar el sonido, desperezando brevemente; aún adormilada, pero claramente consciente de quién se encontraba a su lado.
—¿Papá?
—Todo está bien, Luci. Vuelve a dormir. —Pidió él en voz baja, mientras acariciaba dulcemente su melena azulada. El fuerte golpe en la puerta de madera de roble se volvió más insistente, provocando que todo su cuerpo se tensara del terror.
«Milord, ha llegado». Era la advertencia que Frederick hacía en voz muy baja del otro lado de la puerta, mientras el monarca de la casa de Ylisse apretaba los dientes, en un intento de mantenerse en calma y volver a dormir a su hija, que se incorporó sobre la cama y observó a su padre, angustiada.
—¿Encontraste a mami?
Frederick volvió a insistir en la puerta.
—Eso parece, Luci.
—¡Oh! —Aquello fue un incentivo potente para el adormecimiento de la pequeña de nueve años, que saltó encantada de la emoción de la cama, abrazando a su padre feliz y abandonando todo rastro de Morfeo en sus ojos—. ¡Eso es tan maravilloso! ¡Morgan estará feliz de saber que mamá ha vuelto!
Chrom respondió al abrazo de su pequeña hija mientras le acariciaba el cabello. Habría dado lo que fuera por poder responder a su algarabía con la misma fuerza; pero esa felicidad jamás alcanzó a su mirada angustiada y triste.
Y fue como si los golpes a la puerta hechos por el caballero se hicieran más atronadores y furiosos, porque el sonido se unió al de un relámpago mortífero que caía cerca del castillo y turbaba la tranquilidad de Lucina, quien gritó aterrada.
Finalmente, Chrom se había alterado. Así que, soltando brevemente a su aterrada hija, caminó hasta la puerta, donde el rostro angustiado y deshecho de Frederick lo recibiría—. Milord-...
—En este momento quiero estar con mis hijos, Frederick.
—P-pero Milord, se trata de-...
—Lo sé. Por eso iré. Y recuperaremos a mi esposa. Pero ahora necesito estar con mis hijos. —Frederick sabía que aquellas palabras dolían en los labios de su señor, que tenía el rostro demacrado por la angustia y la desesperación, pero no dijo nada y asintió, acatando órdenes.
Se dijo a sí mismo que esto tenía que ser una terrible broma del destino.
—Ahora ve.
—Entiendo, señor. —Y Frederick inclinó medio cuerpo a forma de reverencia y dio la media vuelta, antes de marcharse.
Chrom cerró la puerta del cuarto de su primogénita y se quedó mirando hacia la puerta unos minutos más. Parecía que la tormenta desatada fuera del imponente castillo de Ylisse, ahorra arruinado, había llegado como preludio de la desgracia.
—¿Papá?
Chrom no respondió de inmediato a la curiosidad de su hija. Se quedó junto a la puerta unos momentos más, antes de hablar con esa voz áspera y rigurosa que sonaba a todo el peso de la autoridad que un rey podía exigir en un momento así.
—Ve por tu tía Lissa. Yo iré por Morgan. —Ordenó secamente antes de abrir la puerta y salir a toda velocidad de la habitación de una confundida Lucina.
Fin del capítulo I.
PS. Este es el inicio de un drabble/viñeta-longfic. Esto quiere decir que todos los capítulos serán drabbles o viñetas, así nada más :3
Este es el resultado de los DLCs de Fire Emblem: Awakening. Digamos que esta es mi versión de como sucedieron las cosas en el futuro alternativo :3 es una historia corta, quizás un poco triste y que dejará probablemente un sabor amargo, pero es mi necesidad de las cosas crudas y duras la que me trajo hasta aquí, y seguiré hasta sus últimas consecuencias.
Espero sus comentarios al respecto de mi fic :) los aguardo con ansias :D
Onmi.
