De herencias y otros consejos
"De haber tenido más tiempo, te había explicado, pequeño mío, que lo único que importa al final es no complacer a nadie, más que a ti mismo. Ubicado en la pelea final de Chucky y Glen en "El hijo de Chucky""
-¿Glenda? – Fue lo primero que llegó a su mente al sentir el filo del hacha rasgar su pecho.
-¡No papá, soy yo, tu hijo! ¡De tal palo tal astilla!
Lo primero en irse fue su brazo izquierdo. No era la primera vez que moría, de hecho podía pensar y enumerar en nivel de dolor cada una de sus muertes, pero esta sin duda era diferente. Había muerto a manos de niños, de chicas adolescentes, pero nunca, nunca se imaginó que moriría a manos de su pequeño hijo, aquel que decía no querer ser un asesino.
-¿Ahora estas orgulloso de mi papá? ¿Lo estás?
Quiso decirle que sí. Que nunca dudó de su potencial como asesino, después de todo, era hijo suyo y de Tiffany, la maldad y el instinto asesino corrían por su sangre tanto como por la de él. Esa misma sangre preciosa que manchaba el suelo del hospital.
Después sintió como su otro brazo era separado de su cuerpo. Podía no ser humano, y el cuerpo que habitaba podía ser de plástico, pero dolía, con un infierno que dolía. Escuchaba de fondo los gritos de Glen, pero eran minimizados en sus oídos por sus propios alaridos ¿Cuánto tiempo había durado vivo esta vez? ¿Un par de días?
Una nueva oleada de dolor se apoderó de su cuerpo cuando dejó de poseer la pierna derecha, y nuevamente gritos de su parte. Ni como negar su herencia sobre el muñeco que frente a él lo descuartizaba con el hacha que momentos antes había acabado con la vida de su madre.
Ah, su madre, la siempre dulce y sangrienta Tiffany. Su esposa le había dado el mejor de los regalos sin saberlo; pues incluso si él no volvía a la vida, sabía que algo de él se quedaría en el mundo mientras Glen (y Glenda) vivieran.
La otra pierna recibió el mismo tratamiento que el resto de sus miembros y la garganta ya le ardía de tanto gritar. Y estaba que moría del orgullo.
-Ese es mi niño… ese es mi niño.
Y mientras veía acercarse el hacha a su cuello pensó en lo mucho que se enorgullecía de ese muñequillo enclenque. En lo mucho que le pudo haber enseñado si el tiempo que compartieron hubiese sido más. Lo único que lamentaba era no poder decirle que no tenía que complacer a nadie, que debía vivir por y para él y sus impulsos asesinos (que aunque lo negara, estaban ahí, presentes en su mirada azul). Pero era un chico listo, tan listo como lo sería un hijo suyo y de la única mujer que había amado, seguro lo descubriría por su cuenta.
Y con ese pensamiento, mientras su última sonrisa se formaba en su rostro, sintió como su cabeza era también desprendida de su cuerpo.
FIN
Me lancé a una maratón de las películas y este es el resultado :)
