Capítulo 1 - Dieciocho años después...

Hacía un día típico de finales de Diciembre. El callejón Diagon estaba lleno de luces de colores de todo tipo, la nieve se amontonaba en las esquinas y olía a chimenea y a navidad. El olor que salía de la Pastelería Duende de Crema era el más característico, a azúcar, chocolate caliente y dulces de todo tipo. Harry Potter sintió la tentación de entrar en el establecimiento, que debía tener la chimenea encendida, pero se obligó a sí mismo a seguir andando.

No había mucha gente por allí, a pesar de faltar tan pocos días para navidad. Supuso que era normal, teniendo en cuenta el frío glaciar que le calaba hasta los huesos y que había estado lloviendo hasta hacía escasos cinco minutos.

Estaba un poco nervioso, aunque no quería admitirlo ni siquiera para sí mismo. Hacía muchísimos años que no se encontraba con su primo, desde un casual encontronazo en Green Park, en Londres, doce años atrás. Sabía que se había casado con una muggle de lo más normal, incluso habían invitado a Harry a la boda, pero él denegó la invitación amablemente.

Su primo le había enviado una carta unos días atrás pidiéndole encontrarse en Londres, decía que era importante, y aunque Harry estuvo bastante tentado de mandarle la misma respuesta que para la boda, Ginny tenía curiosidad, y le insistió en que no perdía nada por probar. Así que habían quedado en el Londres muggle, a un par de calles del Caldero Chorreante. Saludó a Hannah Longbottom, que se había encargado del bar y lo había remodelado por completo.

Hacía la misma temperatura al otro lado, y se apretó la bufanda en torno al cuello. Vio a Dudley desde el principio de la calle, parecía que había adelgazado un poco, pero aún seguía teniendo una barriga bastante similar a la de tío Dudley. Se acercó y le saludó. Parecía nervioso, era alto y tenía el pelo alborotado por el viento.

- ¡Harry...! - Dijo cuando lo vio con una sonrisa tímida. - ¿Qué tal? ¿Cómo te va? Había pensado... Si quieres, claro... Esta cafetería está bastante bien. - Dijo señalando una puerta en la acera de enfrente. Harry asintió y entraron.

Se alegró de haber aceptado porque la calefacción estaba alta y pudo quitarse el chaquetón y la bufanda por primera vez en todo el día. Pidió un café solo y miró a Dursley. Llevaba un bigote y barba de varios días, como si estuviese pasando un mal momento. A decir verdad, no tenía muy buena cara tampoco.

- ¿Cómo te va todo...? - Parecía no estar muy seguro de por dónde empezar. - Yo... Eh... Me casé, ¿recuerdas? - Harry asintió. - Bueno, se llama Luane, y ahora también... también tengo dos pequeños, ¿sabes? Helen y Ricky.

- Vaya, me alegro mucho. - Le respondió Harry. Todavía no se imaginaba hacia dónde podía ir todo aquello. Parecía que Dursley estaba tomando aire.

- Resulta que... Helen tiene ya once años... Y hace un par de días, que los cumplió, le llegó una carta... Ya sabes, una carta como la tuya.

De repente Harry lo entendió todo. Miró muy asombrado a su primo, y le asaltaron dudas de todo tipo. Si sus sospechas eran ciertas y Helen Dursley era una maga, ¿habría sido su padre igual de duro con ella que lo había sido con él? Lo miró frunciendo el ceño.

- Ponía que vendría un encargado del ministerio, pero con las fiestas y eso... Pensé que a lo mejor tú me podrías explicar un poco qué pasa.

- ¿Tu hija es una maga? - Al menos esta vez Dursley no pareció encogerse al oir esa palabra, como lo había hecho veinte años atrás.

- Siempre han pasado cosas un poco raras, ¿sabes? Las navidades pasadas, Luane no quiso comprarle un jueguete, por ser muy caro, y al día siguiente estaba entre los demás regalos. Cosas así.

- Entonces sí, es una maga.

- ¿Cómo es posible...? Quiero decir, que yo no lo soy.

- A veces se salta generaciones y cosas así, pero si mi madre lo fue, significa que podía haber magia en la familia de tu madre, así que no es tan raro realmente.

- ¿Y ahora...? ¿Tengo que mandar a mi hija a Hogwarts? Luane es muy protectora con ellos... No sé si va a querer despedirse de ella... Aún no sé cómo voy a decírselo.

- ¿Qué quieres decir? ¿Tu mujer no lo sabe?

- ¡Aún no! La carta llegó por lechuza hace un par de días, cuando ella estaba haciendo la compra... Así que todavía no se lo he dicho.

- Bueno, deberías decírselo... Si te pone alguna pega, no se lo cree, o cualquier cosa, puedes llamarme y me acerco a donde sea. - Lo dijo casi sin darse cuenta, por simple educación. Luego se dio cuenta de que, aunque había pasado tanto tiempo, seguía siendo su primo el que estaba ahí al lado y al que se estaba ofreciendo para ayudarle.

- ¿En serio? Gracias Harry, de verdad, muchas gracias... Yo... - Hizo una pausa y miró a la taza de café que tenía en las manos. - Lo siento.

Harry asintió y lo dejó pasar. Luego se despidió, pagó su café, y volvió al Callejón Diagon. Estaba cansado, no sabía aún por qué había aceptado a quedar con Dursley, y aunque le parecía curioso tampoco sabía si realmente alegrarse. Todavía no sabía qué iba a regalarle a James, Albus y Lily, así que se paseó por las tiendas del callejón. Encontró la escoba perfecta para James, que volvería aquella tarde de Hogwarts. Lo echaba de menos.

Estaba pasando por delante de Sortilegios Weasley cuando vio al final de la calle un letrero que no reconocía. Como se paseaba por allí al menos una vez a la semana, se acercó curioso.

ANTIGUEDADES EL SOMBRERO VIEJO
Reliquias, cuadros, objetos insólitos.

Entró mientras sonaba una campanilla en la puerta. Las estanterías estaban llenas de polvo, a pesar de que probablemente las habrían montado hacía poco. Encima de ellas había todo tipo de artilugios, desde un pensadero hasta un ajedrez mágico de madera y cristal que parecía tener un centenar de años.

- Buenos días, ¿puedo ayudarle? - Era un hombre mayor, con larga barba gris y algo rechoncho, que se le acercó con una sonrisa. - Soy Goodwin, ¿Usted es Harry Potter? ¡Vaya! Sí, le conozco, fui a entrevistarme con el jefe de aurores hace unos años, ¿recuerda? el incidente que hubo con un giratiempo... Oh, sí, feo asunto.

Harry no se acordaba absolutamente de nada, pero asintió igualmente.

- ¿Viene buscando regalos? ¿Para los hijos tal vez? - Harry volvió a asentir con la cabeza. - Debo decirle que si le gusta el ajedrez, le encantará esta pieza en particular. - Dijo señalando el tablero que Harry había visto antes. - Es magnífico porque puedes jugar tú mismo contra las piezas, y como podrá comprobar, estas tienen bastante experiencia.

- Está bien, a mi hijo se le da bastante bien.

- Me alegro, me alegro.

A Lily le compró un reloj de pulsera que te avisaba cuando llegabas tarde, ya que era bastante despistada. Se fue de la nueva tienda bastante satisfecho de vuelta a casa.

Ginny le estaba esperando mientras hacía la comida. Había heredado las dotes culinarias de Molly Weasley y el pavo olía exquisito. Lily bajó las escaleras corriendo para darle un abrazo a su padre. El pelo rojo típico de los Weasley y los ojos azules la hacían casi idéntica a su madre.

- ¿Cuándo vamos a ir a recoger a James? - Le preguntó Albus en cuanto entró en la cocina. - Me ha dicho que me va a traer chocolatinas de Honeydukes para demostrarme que ha estado allí, pero no puede, ¿a que no?

- No, los alumnos de Hogwarts no pueden ir a Hogsmeade hasta tercero. - Le respondió su hermana, con una sonrisa de satisfacción.

- Ya lo sé, me refería a que si podía haberse escapado o algo. Si me trae la chocolatina, es que se ha escapado, y le vais a castigar, ¿no? - Dijo esperanzado mientras Ginny y Harry se sonreían.

Comieron los cuatro en el pequeño comedor de la casa. El Valle de Godric les había parecido la mejor opción para empezar una familia, y habían comprado una casita a apenas dos calles de la Iglesia y el centro del pueblo, donde estaba la estatua a los padres de Harry. A pesar de que no recordaba nada de su infancia allí le resultaba acogedor, de algún modo.

Le contó a Ginny lo que había hablado con Dursley, y ésta pareció muy sorprendida. Más tarde fueron a King Cross a recoger a James. Las vacaciones parecían ser bastante tranquilas, y Harry agradeció a Merlín cuando le llegó una carta de su primo unos días después en la que le explicaba que se lo había contado a su mujer y que ésta le había admitido que era bruja. Parecía bastante confuso, pero no parecía que fuese a tener problemas con su mujer, así que Harry se rió con Ginny de lo irónico de la situación, y lo olvidó.