Este es mi primer fic en español, y estoy algo nerviosa. Tuve esta idea mientras hacia el glasé para un bizcochuelo ¿) Por favor dejen un review, no quiero gastar mi tiempo escribiendo algo que a nadie le interesa. Acepto el criticismo constructivo, pero no los insultos. En caso de que les interese, voy a intentar subir un capitulo por semana, y ahora se viene el verano así que voy a tener más tiempo. Pero la verdad es que no quiero subir un capitulo que escribí porque me sentí obligada a hacerlo, y que sea un total fracaso, por eso dije voy a intentar. Se que es muy corto, pero es solo el prologo. Bueno, creo que eso es todo, ¡disfruten!

Prologo

-¡Soy libre de mi silencio!- Le escupí temerosamente calma en la cara. El sabía que en cualquier momento explotaría, y no me iba a poder contener. ¿Por qué me presionaba?

-¡Y eres presa de tus palabras!-Me gritó él, descontrolado por la ira. El no sabía manejar sus emociones, y a mis ojos, eso era el error más grande que podía cometer. Lo cual el también sabia.

-No intentes dar vuelta el juego. Los dos sabemos que estas equivocado.- Temblaba. Temblaba como la pava que hace unos pocos minutos había sacado del fuego, que ahora yacía olvidada en el suelo, con sus contenidos derramados.

-¡Basta! ¡Me harté de todo esto! Cuando aprendas a comportarte como la adulta que eres, y dejes de esquivar todo con tus frases 'tan motivadoras', puedes buscarme. Pero asegúrate de saber qué es lo que en verdad quieres, porque no te pienso dar una tercera oportunidad.- Me miró a los ojos, intentando buscar algún rastro de la chica que creyó conocer.

Estaba desesperadamente intentando aferrarse a algo. Pero no tenía a nada a que aferrarse. Yo le devolví la mirada fríamente. Por dentro, me estaba derrumbando, no quería nada más que arrojarme a sus brazos y dejar que me consuele. Pero tenía un orgullo que mantener, y Paul no tenía porque salir lastimado. Pero sabía muy bien que en el momento que mi padre cerrara la puerta de mi habitación, nuestra relación no volvería a ser la misma nunca jamás.

Con un último suspiro resignado, se dio la vuelta y tomó el picaporte de la puerta. Por un momento pensé que regresaría y se quedaría ahí hasta demoler cada pared que yo había construido. Pero luego abrió la puerta, y con los hombros encogidos por la carga de la decepción de saber que su hija no era quien creía, cruzó al pasillo. Escuche sus pasos hasta que llegaron a su habitación y cerró la puerta con un fuerte estruendo que recorrió la casa hasta la cocina e hizo temblar mis huesos.

¿Qué había hecho?