-De acuerdo, hasta luego entonces.
Colgué el teléfono y el sonido de la puerta cerrándose me hizo reaccionar. Caminé hasta allí, donde se encontraba él y le di un beso como solía hacer diariamente.
-¿Qué tal la grabación de la nueva canción? - le pregunté.
Caminamos hasta el salón y nos sentamos. Agarré el cojín más cercano a mí, me senté de piernas cruzadas y lo abracé, observándole y esperando a que contestase a la pregunta.
-En la puerta me esperaban Matt y Zacky. Al rato llegó Jonhy y, cinco minutos después, Jimmy. Él siempre llegando tarde - bromeó haciendo que ambos riéramos -. Entramos al estudio y empezamos a grabar la canción. Luego nos tomamos un café, descansamos y continuamos hasta acabarla.
-¿Estará en el nuevo álbum? - le pregunté.
-Sí, saldrá en "City of Evil", pero no te voy a decir su nombre - dijo con intención de chincharme.
-¡Dímela, Syn! - le exclamé, dando botes en el asiento.
-No, no quiero - reprochó, cruzándose de brazos y mirando hacia otro lado.
-Porfis - le dije haciendo un puchero.
Syn me miró. Tras dejar un beso sobre mis labios me dijo: -Te tengo muy mimada - dijo con tono gracioso.
-Lo sé - sonreí, ganando la batalla.
-Se llama "Seize the day".
Los minutos se escaparon del reloj y las agujas marcaron la una de la tarde. Era la hora de ir preparando la comida, por lo que fui hasta la cocina, preparé los ingredientes y encendí la vitrocerámica. Preparaba la ensalada cuando sentí que me rodeaban por el vientre. Apoyó la barbilla sobre mi hombro, deleitándome con su aroma natural y varonil.
-¿Necesitas ayuda?
-¿Puedo fiarme de ti con la cocina?
-No te aseguro nada.
Ambos reímos. ¿Qué sería de la vida cotidiana sin su buen humor y sus bromas?
Le dije que preparase la carne para asarla mientras yo ponía la mesa. Después de tenerlo todo listo, nos sentamos a comer. Syn me dijo que aquella tarde tenía que pasarse por la tienda de instrumentos musicales, ya que una de las cuerdas estaba un poco desgastada y quería cambiarla. De paso, aproveché y le dije que aquella tarde había quedado con Melinda y las demás, ya que nos quería contar una "gran noticia". Puede estuviese relacionada con su cumpleaños. O puede que, a lo mejor, ya se le había aparecido su príncipe azul con su fiel corcel y la rosa en la mano.
Pero lo que me llamó la atención de lo que me dijo es que quería ir a la nieve. A la nieve. Cómo si no hubiesen sitios mejores en los que quedar. Además, soy bastante friolera y no sabía si había guardado toda la ropa de invierno.
Recogimos la mesa, pusimos el lavavajillas y fui a adelantar algunos ejercicios que nos habían puesto en la universidad.
Tras unas horas rebosantes de apuntes, ejercicios y Red Bulls pude acabar de estudiar la primera parte del tema con el que estábamos en aquel entonces. Miré el reloj y éste marcaba con sus manecillas las seis menos veinte.
Había quedado a la seis.
Estresada por el poco tiempo que me quedaba - y lo que yo tardo en arreglarme - salí corriendo de la pequeña biblioteca y en menos de treinta segundos llegué al baño de nuestro dormitorio, abrí el grifo y mientras el agua caliente salía tras el agua fría me fui despojando de las prendas hasta quedar tal y como vine al mundo.
Me duché rápidamente, me sequé el pelo, cubrí mi cuerpo con una toalla y fui corriendo a vestirme. Entré en mi habitación, abrí el armario y, de entre todas las prendas que tengo, elegí un jersey de cuello vuelto negro, unos pitillos negros y unas botas grises. Entré de nuevo al baño y desenredé mi cabello para después quitarle esos rizos que tanto odiaba. Me gusta mi color de pelo natural, aunque por aquel tiempo lo llevase - y sigo llevándolo - negro. Pero lo que nunca me ha gustado, es mi forma natural del pelo. Rizada. Comparable con la lana de una oveja. En ocasiones, hasta mis "ricitos monos" me sacan de quicio. Y el dichoso mote, también. Estúpido Syn.
Tras alisar mi pelo, capa a capa, caminé con velocidad al salón, donde me esperaba Syn jugando a su querido "Guitar Hero". Un juego bastante entretenido, pero a la vez un poco (muuuuuuuuy) adictivo.
- ¿Nos vamos? - preguntó al notar unos brazos rodeando su cuello.
- Cuando quieras, estoy lista.
- ¿Llevas el móvil?
- Sí - le respondí.
Se levantó del sofá y entrelazó su mano con la mía. Esa es una de las cosas que me gustan de él. Y no digo que haya algo de él que no me guste, por que no lo hay. Pero no suele ser tan cariñoso con alguien que no sea yo, sus mejores amigos o su familia. Y para que se note lo mucho que le quiero, me da la gana escribir sus cualidades y virtudes. Porque sí, porque es mi historia y yo la escribo.
Syn es lo suficientemente imbécil como para fastidiarla en un momento importante, como, por ejemplo, un funeral: es capaz de echarse a reír aunque el resto le mire con cara de desaprobación. Con lo que quiero decir que es una persona muy alegre, tan alegre que la alegría que siente te alegra y hace que estés alegre durante muuuucho tiempo. Suele ser majo con la gente, pero, al igual que yo, tiene sus preferencias: con los conocidos tiene un trato más simple y monótona, con los buenos amigos deja su lado alocado y bromista a flor de piel, y con su familia y conmigo, suele ser más cariñoso (a un conocido, por ejemplo, no le dará un abrazo si no es por algún motivo importante).
Ahora que he presentado un poco a mi novio, creo que lo haré un poquito conmigo, porque hay gente que suele llamarme "misterio andante".
Si bien hay gente irascible, yo soy Satán. Pero no os creáis que soy de las que insulta, no, no me gusta insultar, es como demostrarle una inmadurez falsa a tu enemigo. Prefiero inundar a la persona en un mar de miedo e inseguridad, porque sí, sé taekwondo. De hecho, soy cinturón negro, que si mal no recuerdo me lo dieron a los quince años. Pese a ello, me gusta seguir acudiendo a las clases de taekwondo, es entretenido charlar con los dementes de los compañeros y ver cómo se pelean y acaban con patadas coreanas a diestro y siniestro. Pero, como todo el mundo, también tengo mis virtudes y cualidades que me hacen especial (loca, loca y loca). Por ejemplo, al igual que Syn, sé tocar la guitarra, pero no con una perfección y agilidad como la suya; también toco el piano. Con los amigos, depende del momento, suelo comportarme con naturalidad, o, de lo contrario, cualquiera diría que necesito ingresar en un manicomio cuanto antes. También amo los libros, soy una lectora empedernida. Y melómana, pero del heavy-metal, post-hardcore y metalcore.
Salimos del piso, cerrando con llave la puerta y bajamos por el ascensor del edificio hasta el garaje, donde nos esperaba nuestro -mejor dicho 'su'- Audi R8 color negro.
Subimos al coche, nos abrochamos los cinturones y Syn, arrancándolo, me preguntó: -¿Adónde tengo que llevarte?
-¿Recuerdas el parque nevado que hay cerca del lago dónde me llevaste a pasear por primera vez?
-¡Ah!, sí, qué recuerdos... -respondió, esbozando una pequeña y tímida sonrisa en sus labios.
Allí, en aquel lago, fue donde Syn me llevó la tarde en la que nos conocimos, que de no ser por Jimmy, ahora no tendría al hombre perfecto a mi lado,pese a que, en ocasiones, sea un cabrón con clase.
El trayecto duró, por lo menos, un cuarto de hora. Se hizo más ameno gracias a la canción "Bohemian Raphsody" de Queen.
Cuando Syn aparcó el coche, desabrochamos los cinturones y bajamos. Podía notar la gélida nieve bajo mis pies, aunque llevaba botas. Saqué del bolso que me había traído el abrigo, la bufanda, el gorro y los guantes. Comparado a como estaba antes, el bolso parecía un folio. Me acomodé el abrigo, abotonándolo hasta el penúltimo botón superior, y con la bufanda rodeé mi cuello, sacando más tarde el pelo que se había quedado pillado. Calenté mis manos al ponerme los guantes, mas aún así las resguardé en los bolsillos.
Syn dejó un beso sobre mis labios y, tras darme un cálido abrazo, subió al coche y se marchó.
Vi una figuras acercándose a lo lejos -creo que corrían-. Me acerqué caminando hasta ellas y Mel se lanzó contra mí como si el futuro no existiera. Nos abrazamos y me dijo que tenía un notición, que era muy importante. Intrigada, escuché atenta todas y cada una de sus palabras.
- Me voy de viaje a Inglaterra ¡quince días! por mi cumpleaños, ¿no es genial? - dijo entusiasmada.
Lo cierto es que Inglaterra era uno de los países que Melinda quería visitar desde hacía mucho tiempo. Pero había otra cosa que me tenía que contar, según lo que me había dicho.
Todos empezaron a pelearse con bolas de nieve, pero no le di importancia. Hasta que una me alcanzó. Con el aura impregnada de cabreo, lancé otra a lo loco, sin saber a quién le daría, hasta que el pelo de Mel quedó blanco. No hice más que reírme a más no poder.
Pasamos una buena tarde jugando a llenarnos de nieve. Más tarde, Mel, cuando todos se iban marchando, me dijo que esperase un momento, que quería contarme una cosa.
-Bueno, ya se han marchado, cuenta.
-Pues verás, ¿te acuerdas de la casa que hay en frente de la mía?
-¿Aquella que estaba deshabitada? - pregunté.
-Sí, esa -afirmó-. Resulta que se ha mudado una persona muy especial.
-¿El que pienso que es?
-No, ese no - negó. Entonces, 'vaquero' descartado -, alguien a quien admiro mucho.
-... ¿Abraham?
-¡Ojalá!, pero no. Te daré una pista: empieza por J.
- Que yo sepa, sólo hay una persona a la que admiras mucho y empiece por J - le dije.
-¡Exacto! - exclamó ella.
Supuse que di en el clavo: -¿Justin Bieber?
-¡Sí!
-No me lo creo - le dije.
-Me invitó a cenar a su casa, y me dedicó tres de sus tweets.
-Entonces ¿Justin Bieber vive enfrente de tu casa?
-Es la casa de mis tíos, pero sí, es como mi segunda casa - aclaró.
Noté algo vibrando en el bolsillo del pantalón, y cuando miré la pantalla del iPhone, automáticamente, y como siempre, salió la foto que nos hicimos Syn y yo cuando cumplimos tres años juntos.
-Dime, cariño -dije.
-He terminado, voy de camino, así que no te muevas, que te conozco.
Reí. Me gustaba hacerle la broma de que tenga que buscarme por el piso y que no me encuentre, aunque siempre sale ganando: -De acuerdo, aquí te espero.
-Hasta ahora - se despidió.
-Chaito.
Guardé el móvil de nuevo y mientras esperaba a que Syn llegase hablé con Melinda de temáticas variadas. Diez minutos después, el claxon de un coche negro me hizo reaccionar. Detrás del coche de Syn, había otro coche, que iban a recoger a Mel.
Nos despedimos y entré, me abroché, le di un beso a Syn y volvimos a casa mientras él escuchaba -sin despegar la vista de la carretera- y yo le contaba los hechos de aquella tarde.
