Disclaimer: Harry Potter es propiedad de JKR
Rating: PG-13
Advertencias: Femslash, incesto.
Escrito para: nyaza
Bajo el signo de Venus
Y qué más da (Andrómeda/Narcissa)
Y qué más da que ahora pase por su lado con la frente altiva, los ojos entornados y su rostro contraído por una mueca de desprecio. Y qué más da si su mirada esquiva la suya, si actúa como si fueran perfectas desconocidas. Qué más da que se comporte como una extraña, cuando Andrómeda no ha olvidado a qué saben sus labios, ahora apretados con disgusto, si aún recuerda el tacto de su piel, si conoce cada recoveco, cada sonrisa, si ha memorizado el brillo de sus ojos y ha aprendido el significado de cada suspiro, cada inflexión de su voz.
Qué más da que ahora Narcisa reniegue del lazo que las une
(que las encadena)
que pretenda haber olvidado las noches en vela ocultas bajo las mantas, tardes de verano de espuma y sal, besos y caricias robados en la oscuridad. Qué más da que Narcissa se haya convertido en una estatua moldeada al gusto de sus padres y de qué dirán, que haya cambiado su libertad por una casa bonita y una familia con sonrisas de hielo.
Los recuerdos no se borrarán
(como lo hicieron sus nombres escritos en la arena)
el millar de momentos compartidos no se desvanecerán con un golpe de varita, a las palabras no siempre se las lleva el viento sino que a veces se graban a fuego en nuestra piel y como talladas en piedra permanecerán allí eternamente.
No basta con arrojar tus pertenencias de cualquier manera en una valija y salir de tu casa en puntas de pie cuando nadie te ve para dejar el pasado atrás, no basta con una quemadura en un viejo tapiz para borrar un nombre del recuerdo.
(Ojos que no ven no necesariamente garantizan un corazón que no sienta).
Andrómeda lo sabe, lo supo cuando abandonó su casa, su familia y todo lo que conocía, sabía que por más lejos que corriera ellos estarían siempre allí, con ella, sus palabras resonando en sus oídos, su ausencia sangrando en su pecho. No podría dejarlos atrás por más que quisiera
(y una parte ella hubiera querido arrancarse las entrañas, drenarse la sangre y borrar su memoria sólo para que dejara de doler, sólo para dejar de sentir el negro veneno contaminándolo todo).
Y también sabe que ellos no podrán tampoco dejarla atrás nunca
(aunque se esfuercen, aunque se les vaya la vida en intentarlo)
por más que no la nombren, por más que pretendan que ella nunca existió.
Andrómeda puede verlo en los ojos de Narcissa cuando evitan su mirada, ojos en los que se ve reflejada, no como es ahora, sino como la niña que alguna vez jugó a las escondidas en Grimmauld Place, la joven que engalanada con túnicas satinadas en las fiestas de sus padres se ocultaba detrás de las cortinas de terciopelo para no hablar con nadie
(pero Cissy siempre la encontraba, siempre).
En los ojos de Narcissa sigue viendo a la muchacha que dejaba que su hermana pequeña durmiera con ella cuando tenía miedo de las tormentas, porque ni sus padres ni Bella tuvieron nunca paciencia para esas cosas. La joven que aprendió a besar no con los labios de un muchacho, sino con los infinitamente más suaves, más cálidos y deliciosos labios de Narcissa, siempre dispuestos para ella.
A escondidas de sus padres y tíos, sin que sus primos las vieran, con cuidado de no despertar las sospechas de Bella, ellas robaban tiempo al almanaque para aferrarse un poco más a su niñez, con juegos y caricias que parecían tan inocentes.
A oscuras, en la noche, bajo el sol radiante de verano sobre la arena, jugaron a descubrir el cuerpo de la otra, aprendieron juntas el lenguaje de los suspiros, del roce de la piel desnuda quemando en la hoguera, memorizaron la mirada en los ojos de la otra cuando alcanzaban el clímax.
Minutos, horas y pequeñas eternidades que las unen
(aún hoy, cuando todo lazo parece haberse roto en infinitas astillas de cristal)
y las unirán siempre, vayan a donde vayan, elijan el camino que elijan.
Y qué más da que Narcissa pase por su lado con la frente en alto y una mueca de desprecio, qué más da que actúe como si no la conociera cuando ella sabe la verdad. Sabe que Narcissa nunca podrá olvidarla...
Pero, ¿qué más da, si de todos modos eso no salvará jamás el abismo que ahora las separa?
