Una tripulación

Su uniforme estaba impecable y su cabello negro perfectamente recogido en una cola alta. Un último vistazo al espejo bastó a Uhura para asentir con conformidad ante su aspecto, antes de tomar su bolsa y pasear su mirada por la habitación que había ocupado durante sus años de cadete.
Ningún objeto personal atestiguaba que allí había vivido la mujer con la que había sido su mejor amiga, Gaila. El recuerdo de la orionita embargó a Nyota de tristeza: su pérdida aún dolía, los tres meses que habían pasado desde que la Narada les atacase no eran más que un suspiro y todas y cada una de las pérdidas que la flota estelar había padecido se sentían cómo pequeñas heridas abiertas en el corazón. Moviendo la cabeza, Uhura trató de apartar tan negros pensamientos sustituyéndolos por los recuerdos más alegres que atesoraba junto a Gaila. Dejó la habitación con una pequeña sonrisa y salió del edificio dormitorio.

Pronto se encontró deteniéndose en su camino pues todo aquel con el que se cruzaba se detenía ante ella. Vio miradas de gratitud, ojos que aún se aguaban, recibió saludos militares, palabras de ánimo e inclinaciones de cabeza.

A cada paso que daba su pecho se henchía de una forma que jamás había creído posible y cuando llegó al embarcadero en el que su transporte la esperaba parecía caminar sobre nubes de suave algodón. Cedió su equipaje al encargado del vuelo y pronto se sentó en uno de los asientos libres junto a Chekov y la enfermera Christine.

–Buenos días– dijo Uhura sentándose y abrochando los arneses sobre su cuerpo.

–Buinos dias siñorita Uhura– la saludó Chekov con una amplia sonrisa–. ¿Listia paria partir?

–Eso creo. ¿Cómo estás Christine?

–Nerviosa, no todos los días una es despedida cómo si fuese una estrella internacional.

Uhura dedicó una mirada al exterior por la ventanilla próxima a la enfermera y vio cómo varios centenares de curiosos, en su mayoría miembros de la flota estelar, se habían reunido alrededor de las medidas de seguridad de los muelles que en ese mismo instante comenzaban a enviar los transportes hacia el buque insignia de la flota estelar: la Enterprise se preparaba para recibir a su segunda tripulación, la más joven de cuantas jamás había tenido la federación y, al mismo tiempo, la más alabada, la más seguida, la más aclamada.

El transporte comenzó a moverse y las señales luminosas anunciaron el inminente lanzamiento hacia el espacio.

Volvió la atención hacia el interior y se percató de que los rostros de los presentes le eran conocidos: todos eran supervivientes de la lucha contra Nero.

–Quiero llegar ia– musitó el joven ruso.

–¿Ansioso por tu primera misión cómo timonel?

–Si siñiora, ¿Quién no lo istaría?

Uhura rió ante la retórica pregunta de Pavel. Iba a dirigirse de nuevo hacia sus compañeros cuando una imagen nubló todos sus pensamientos y, entre la oscuridad del universo, la Enterprise se abrió paso llenándolo todo.

La nave era tan espectacular como Uhura recordaba. Fue inevitable que, ante su visión, su boca se abriese levemente en una muda expresión de la fascinación que el buque le hacía sentir.

Un minuto después el transporte atracaba en el puerto de la Enterprise y, junto con sus compañeros, era desembarcada mientras el oficial al mando les indicaba que sus pertenencias ya habían sido enviadas a sus respectivas habitaciones, y que para comprobar cuales eran sus asignaciones sólo debían mirar en sus padds.

–Nos ha tocado juntas– le dijo Christine con una sonrisa enseñándole su padd–. Estamos al final de la cubierta cinco, en el ala izquierda.

–Perfecto– Uhura chocó sus manos con la de la enfermera–. ¿En que turno estamos?

La rubia ojeó la información y su sonrisa se amplió:

–Somos parte de la tripulación del capitán: turno alfa.

Aunque ya lo había previsto, la confirmación de su puesto en el turno principal hizo que el pecho de la mujer volviese a colapsarse.

En ese instante la megafonía interna de la nave se abrió.

"Atención: se ruega a toda la tripulación alfa que ocupen sus puestos con la mayor brevedad posible. El resto de tripulaciones diríjanse a las cubiertas principales. Tiempo estimado para el despegue dieciséis minutos y diez segundos. Teniente Sulu corto y cierro."

–Nos llaman– dijo Christine despidiéndose de Uhura con la mano–. Te veré a la hora de la comida.

–Buena suerte.

–Lo mismo.

Recorrer los pasillos hasta el puente le hizo sentir cada vez más nerviosa pues, aunque trataba de no pensar en ello, ella era la oficial de comunicaciones al mando de la mejor nave de todo el universo conocido. Subió al último de los turboascensores que debía tomar y, con voz temblorosa, indicó su destino hacia el centro neurálgico de la Enterprise. Cuando las puertas volvieron a abrirse el brillo del puente amenazó con cegarla: todo era inmaculado, los puestos estaban prácticamente a plena ocupación, la tripulación alfa iba y venía asegurándose de que todo estuviese en orden para iniciar su primera misión. Uhura sabía que todas aquellas personas iban a dar lo mejor de si mismas y ella no podía ser menos así que, tomando aire, se encaminó hacia su puesto. Se sentó con los hombros erguidos, encendió los primeros botones y comenzó a actualizar todos los sistemas a su cargo.

A medida que los minutos pasaban la mujer se sentía más cómoda: sabía lo que tenía que hacer, en verdad ya lo había hecho y podría repetirlo, no en vano se había pasado casi cinco años preparándose para aquel momento.

Estaba sincronizando las últimas señales de radio cuando Chekov anunció la entrada del capitán.

Uhura estimaba que el ego de Kirk habría vuelto a sus niveles normales tras las semanas en tierra firme pero, para su sorpresa, el capitán saludó a todos con una gran y sincera sonrisa y caminó hacia su silla. Al pasar junto a ella, Kirk inclinó la cabeza en señal de reconocimiento, un gesto que sorprendió a la mujer pues creía que el capitán estaría demasiado ocupado cómo para dedicar parte de su tiempo en saludarla.

–Sulu, informe de ruta.

La voz de Kirk hizo que todos volviesen a su trabajo con diligencia. Antes de lo que habría querido, Uhura se encontró actualizando la situación de las comunicaciones al capitán, tratando de no dejarse nada revelante.

–Gracias teniente Uhura– dijo Kirk cuando terminó de hablar.

Por segunda vez Nyota se encontró sorprendiéndose con la amabilidad en la voz de su oficial en jefe. De hecho reparó en que Kirk parecía realmente un capitán, un gran capitán, sentado en la silla central del puente de mandos, con la pierna izquierda cruzada sobre la derecha, los brazos sobre los reposa manos, y el gesto calmo mientras seguía comunicándose con todos los departamentos. Analizando con detenimiento la actuación del joven, Uhura notó que bajo toda aquella profesionalidad parecía haber algo de tristeza, pero no supo entrever de dónde venía.

El último de los informes fue dado; todos sabían que las órdenes de Kirk para partir iban a ser pronunciadas y los preparativos del lanzamiento se iniciaron, incluso el jefe médico pareció advertir la importancia de lo que iba a pasar y entró al puente con su habitual ceño fruncido para ocupar un sitio privilegiado a la derecha del capitán, que agradeció su presencia con una sonrisa, mientras intercambiaba con él un par de comentarios irónicos.

Teniendo todo listo, Uhura se volvió para ver cómo Kirk daba su primera orden. Justo cuando parecía a punto de hablar el turboascensor de estribor se abrió.

–Permiso para subir a bordo, capitán.

Todos en el puente se volvieron para ver cómo Spock aparecía en el puente.

–Permiso concedido señor Spock.

–Me han informado de que sigue buscando un primer oficial. Su petición para que yo ocupe el puesto aún está activa así que, si aún son requeridos mis servicios…

Kirk no dejó que el oficial terminase.

–Es más que bienvenido señor Spock– Uhura siguió los movimientos de Jim que se volvió hacia su piloto–. Ahora que estamos todos, puede iniciar el desacoplamiento con el puerto señor Sulu.

–A la orden capitán.

Los atentos ojos de la oficial se dieron cuenta de que la expresión de Kirk había cambiado y los atisbos de tristeza se habían esfumado. Uhura jamás hubiera pensado que la presencia de su novio significase tanto para el capitán que de pronto parecía un hombre diferente: aún más radiante si eso fuera posible. Recordó las palabras que el rubio había pronunciado el día de su nombramiento cómo capitán, alabando la labor de todos a bordo de la nave, instándoles a recordar los momentos más duros pasados cuando creyesen que ya no podían más, a apoyarse los unos en los otros, sin importar la raza, la procedencia, creando así la más fuerte de las tripulaciones: una familia.

Sin saber porque Uhura sonrió sintiendo que, tal vez, el idiota de Jim Kirk no era tan idiota cómo había creído.


Nota: Lo primero, gracias por leerme, y más en verano, que todo da tanta pereza xD
Lo segundo, no he dejado "días de academia 2", al contrario, sigo con él, pero me entraron unas ganas tremendas de iniciar esta historia, que va a tener la misma estructura que "días de academia", que seguiré completando en el segundo año, y terminaré con el tercero. La diferencia con este fic será que aquí, con más personajes, la historia tendrá muchos más tintes, aunque siempre contará con Jim cómo el nexo que una todos los capítulos.

Por último, Thy'la sigue adelante pero estos días de sol reconozco que he estado más preocupada de ir a la playa que de otra cosa; prometo terminar de revisar el capítulo cuanto antes.

Muchas gracias por vuestra paciencia! Un abrazo :)