Un día
—Como dice el dicho, la sexta es la vencida — decía un chico de piel blanca, cabello puntiagudo tricolor y un par de ojos carmesí, con mucho entusiasmo, pues él nunca se daba por vencido ante nada.
—Así no dice el dicho, pero si realmente quieres lograrlo, solo ten fe en el corazón del manubrio— se burlaba su pareja, pues a pesar de que su esposo ya tenía varios rasguños por todos lados, el seguía insistiendo en aprender a montar en la bicicleta.
—Esa es lo tontería más grande que he escuchado—
— ¿De verdad…?—
—Si, - contesto secamente el joven— Así que estoy listo Seto, esta vez lo haré bien, mira cómo lo logro ahora – agrego agarrándose del manubrio con todas sus fuerzas, enfoco su vista hacia el frente, coloco su pie derecho sobre el pedal y empujo suavemente para adelante.
La bicicleta empezó a rodar al instante, el chico arriba de ella trataba con todas sus fuerzas de mantener el equilibrio, sujetado fuertemente el manubrio, pues se le iba de un lado a otro; cuando al fin logro pedalear con más seguridad comenzó cantar.
Mi bicicleta,
Tiene dos ruedas
Se le ha ponchado una…
Seto no pudo evitar sonreír al escuchar la canción entonada por Atem, pero se borró al instante de su boca al ver como su amado esposo se estrellaba contra una banca, girando cómicamente y cayendo hasta el otro extremo; así que solo corrió para ayudarlo a levantarse.
—Ya fue suficiente – dijo Seto, mientras con un dedo limpiaba la sangre que salía del labio de Atem, y lo ayudaba a ponerse de pie.
Atem, por su parte solo asintió, pues a pesar de portar su equipo de protección, sentía grandes punzadas de dolor por todo su cuerpo.
Seto ayudo a sentarlo con mucho cuidado sobre la banca, suspirando, para no soltar una carcajada, pues el recuerdo de Atem cayendo, golpeaba como un recuerdo resiente.
-¿Crees que a la séptima vez logre hacerlo?
-Creo que por hoy ha sido demasiada práctica Atem, además ¿No quieres probar el panque de chocolate que horneamos con Moki ayer?
-¡Claro que quiero! ¡Sabes que amo el chocolate!
-¿Más que a mí? –Con una sonrisa seductora Seto lo acurruco en sus brazos, cargando con cuidado a su esposo herido
-¡Mmmm! ¿Me estás diciendo que tienes celos del chocolate?-Atem le devolvió una mirada traviesa
-Depende… ¿Lo amas más que a mí?-
Atem se quedó en silencio balanceando sus piernas con gracia mientras veía el rostro serio del dueño de Kaiba Corp fijo en él, incluso dio un bostezo divertido al ver como la faz de su esposo se tornaba roja de ira.
-Seto… No hay nada en este mundo que no ame más que a ti, no entiendo porque te enojas.
—Bueno, no me gusta estar en segundo lugar, y menos cuando hablamos de chocolate –
Atem por su parte solo ofreció a cambio una sonrisa coqueta, pues ya sabía cómo hacer enojar a Seto.
—Sabes….que bueno que accediste a pasar el día conmigo y no en tu oficina, donde no pasa nada interesante- Decía Atem, mientras se acurrucaba en el pecho de Seto.
—Tal vez tengas razón, el verte caer ha sido más entretenido de lo que pensé – dijo Seto, burlándose una vez más.
—Yo no le veo lo divertido – contesto Atem enojado.
—Pero yo si- dijo Seto, tomando el mentón de Atem para acercar sus labios con los de su esposo.
Volveré a salir al parque más seguido con él, debo de admitir que me divertí mucho, pensaba Seto, mientras saboreaba los labios de su esposa, los cuales tenían un ligero sabor a tierra y a sangre.
Fin
