Prólogo
Edward Cullen se despertó lentamente, mientras despejaba la bruma de sueño que lo envolvía, cubrió sus ojos antes de que parpadearan abriéndose. Respirar por la boca le ayudaba a calmar los nervios de su estómago, pero nada le podía ayudar con su esperanza. Manteniendo sus ojos fuertemente cerrados, Edward puso toda su energía en su único deseo.
Deseaba que cuando abriera los ojos volviera a ser 2011, y volver a estar en su cama tamaño King en su propia casa. Incluso después de todo este tiempo, parecía algo bizarro y surreal seguir esperándolo. Como sea que haya pasado, si este era su inferno por todas las vidas que había jodido, la suya incluida, o si era una pesadilla que no tenía final, llevaba despertado en su cama King, pero en casa de sus padres en enero 8 de 1999, más veces de las que podía recordar.
Así que Edward apretó aún más sus ojos cerrados y lo deseó con todo su ser.
Cuando los abrió, su visión era borrosa. Se hizo la cirugía láser a los 25. Si es que no podía ver sin sus lentes, significaba que era más joven que eso. El hecho de que podía distinguir la silueta borrosa de los carteles que cubrían su techo confirmaba su peor temor. Todavía tenía 17. De nuevo.
Lo arreglé. Lo hice correctamente. Sus pensamientos eran desesperados, rogando a cualquier entidad divina que podría estarle escuchando.
Un suave golpe en la puerta interrumpió su oración improvisada. — ¿Cariño?
Era sorprendente como la voz de su madre lo calmaba instantáneamente. Tal como lo esperaba, ella abrió la puerta un momento después, mirando en la habitación. Edward buscó por sus lentes en la mesita de noche, poniéndoselos, porque si iba a tener 17 de nuevo, se iba a empapar de la presencia de su madre.
—Si no te levantas pronto vas a llegar tarde a la escuela —dijo con una sonrisa cariñosa. Sin importarle si el gesto parecía de alguien de 7 en lugar de 17, Edward se sentó y levantó sus brazos.
¿Por qué deseas tanto regresar al 2011? Una voz en su cabeza le preguntó mientas Esme se sentaba en el borde de la cama y se arrojaba a sí mismo a sus brazos. ¿Qué te está esperando allí?
Su Yo de 29 años tenía su propia casa, su propia compañía, y todo el poder y respeto que acarrea eso. Sin duda, era un dolor en el culo no ser un adulto. Podía comprar su propio alcohol y pagarlo sin que nadie le dijera nada. Trabajar, aunque algunas veces lo detestaba, no era tan molesto como estar en la escuela de nuevo; Edward no disfrutó estar entre adolescentes cuando fue uno, mucho menos doce años después.
Pero con los brazos de su madre alrededor, Edward podía ver los beneficios de estar en ese tiempo y en ese lugar. Después de todo, la pequeña voz en su cabeza tenía razón. En 1999, Esme y Carlisle Cullen, sus padres, seguían vivos. Tenía una buena, aunque antagónica relación con su hermano mayor. En 2011 vivía solo, respetado como última instancia. Como adolescente no tenía muchos amigos, pero sí a su mejor amigo. Jasper.
Tal vez no sería tan malo, excepto que en el tope de encontrase a sí mismo en el pasado, también se encontró repitiendo el mismo día una y otra y otra vez.
8 de Enero de 1999.
—Tu desayuno está listo —Esme dijo—. Si te das prisa, puedes agarrar el tocino antes que tu padre.
Sonriéndole a su madre, Edward se resignó a otro día. Por lo menos, desayunaría con su padre antes de irse. Quizás Emmett le robaría el último pedazo de pan tostado. Jasper estaría esperando por él y, tal vez incluso, podría hablar con esa chica nueva en Biología. ¿Cuál era su nombre?
Bella Swan.
Sacó las piernas por el borde de la cama estirándose mientras lo hacía. Resignado, miró al horriblemente friki despertador Epoch sentado en su mesa de noche. Mostraba la fecha y la hora en sistema hexadecimal, estándar, octal, binario y romano. Sabía lo que estaría en la pantalla antes de mirar, pero lo hizo de todos modos.
Se quedó inmóvil, parpadeando, casi sin comprender la visión que tenía delante. No sabía si sentirse emocionado o asustado.
7:07 A.M., 11 de enero de 1999.
