Este nuevo fic constará, obviamente, de nueve viñetas que trataré de escribir sin tanta cursilada y en un período de tiempo razonable. Espero que les gusten, y lo de siempre: se aceptan, críticas, sugerencias y lo que quieran.
Disclaimer: los personajes y el lugar le pertenecen a JKR y a la WB.
Sin más, el chap.
Enjoy!
Elianela
Primer mes
En el primer mes se produce la fecundación, un milagroso instante de la naturaleza a partir del cual comienzan a producirse en el cuerpo de la mujer todo tipo de cambios para albergar una nueva vida.
- ¿Qué le sucedió, señor Malfoy?
- No lo sé, estábamos hablando y de repente… ¡se desmayó!
- ¿Intentó despertarla?
- Sí, pero no reaccionó. Lo primero que se me ocurrió fue traerla aquí para que alguien se encargara de ella.
- Entiendo – murmuró el sanador, al mismo tiempo que revisaba mentalmente su catálogo de enfermedades – Despreocúpese, estoy seguro de que no es nada grave – lo tranquilizó, asustado ante el estado neurótico del joven.
- Más le vale que así sea.
- Déjela aquí – Marcus señaló la puerta entreabierta de una habitación en penumbras, y Draco se abalanzó dentro llevando en brazos a una inconsciente Hermione. La depositó sobre la cama con la misma delicadeza que hubiera empleado si fuera de cristal; luego la arropó y se dejó caer sobre la silla continua, revolviéndose el pelo desesperado.
¿Qué rayos estaba sucediendo con Hermione?
Hacía varias semanas que veía comportándose de un modo muy extraño: sufría de mareos con frecuencia, vomitaba prácticamente todas las mañanas y en más de una ocasión se había hecho la remilgada a la hora de comer. Draco le exigió consultar a su sanadora de confianza. Incluso le había sugerido visitar a uno de esos muggles que curaban, un doctor. No obstante, ella lo esquivó con pretextos acerca del trabajo, del horario… "Te prometo que tan pronto como termine con este proyecto iré. Cariño. Por el momento mi agenda está llena" le había dicho.
Y ahora estaba paseándose de un lado a otro de la habitación, poseído por un espíritu maligno que le susurraba al oído que Hermione estaba en peligro mortal. Maldita agenda.
- ¿Señor Malfoy?
Marcus Belby, un sanador con años de experiencia y numerosos galardones por sus experimentos, le pareció un novato con olor a escuela de medimagia todavía impregnado en su túnica. Draco lo tomó por los hombros y los zamarreó con fuerza.
- ¡Por favor, dígame qué es lo que le está sucediendo a mi esposa! – el tono de voz que empleó rayaba en lo melodramático. Marcus trató de contener la risa. "Primerizos".
- Tranquilícese, señor – el medimago no era fácil de amedrentar – Voy a examinarla si usted me lo permite, y así podrá cerciorarse de que todo está bien – finalizó categóricamente, deshaciéndose del agarre de Draco. Éste volvió a pasarse las manos por el cabello. Nunca había estado tan nervioso como en ese momento, o al menos eso era lo que la ansiedad le hacía creer.
Belby se arremangó, tomó su varita de entre sus ropas y apuntó con ella a la pequeña figura que yacía en la cama, ataviada con ropa de estar por casa. La camiseta de Hermione se levantó unos centímetros, dejando al descubierto su vientre pálido. El sanador se aproximó al lecho, varita en mano, con la intención de revisarla, pero un grito ahogado lo frenó en seco.
- ¿Qué cree que está haciendo?
- Pues lo que hacemos todos los sanadores aquí – le explicó, remarcando la obviedad del asunto acompañado de una sonrisa burlona – Siéntese y relájese, señor Malfoy. No voy a lastimarla.
- ¿Lo promete?
- Lo prometo – Marcus puso los ojos en blanco. Por culpa de ese idiota, su día aparentemente perfecto se estaba yendo al caño. Odiaba a los mariditos preocupados porque tal o cual medimago les había tocado un pelo, la punta del dedo índice y un largo etcétera a sus esposas. Realmente los detestaba.
Draco se llamó a silencio (durante aproximadamente dos microsegundos), por lo que Belby aprovechó para retomar su labor. De uno de sus bolsillos, extrajo un pequeño frasco que contenía un líquido azul marino de apariencia consistente. Lo observó a contraluz unos instantes, para luego agitarlo y quitarle el tapón de corcho del extremo. Vertió un poco de dicha sustancia en la punta de sus dedos, y luego comenzó a esparcirlo sobre el vientre de Hermione, en movimientos circulares y rápidos. La chica dio un respingo, probablemente al sentir el frío del líquido en contacto con su piel, sin embargo se mantuvo en su letargo.
- Ejem.
- ¿Sí? – si llegaba a acotar algo más, iba a mandarlo al diablo con todas las letras.
- A Hermione no le gusta que le masajeen el estómago – Draco habló con la certeza de quien pronuncia una de esas verdades de toda la vida – Si yo no puedo hacerlo, entonces usted ni lo sueñe.
- Fíjese que ya lo he hecho, señor Malfoy – respondió Marcus, señalando con la cabeza la camilla a sus espaldas. – Un comentario más y lo echo de aquí, ¿entendido?
- ¡Quién se cree que es para darle órdenes a un Malfoy, cerdo…!
- ¿Entendido? – el medimago no cedió ni un centímetro. Muy a su pesar, Draco se tragó el comentario que guardaba en la punta de la lengua. Miles de pensamientos bullían en su mente, todos con una idea principal: el estado de salud de su mujer. Se debatían entre romperle la cara de un puñetazo a ese insolente y llevársela a Hermione de allí, o pensar en las musarañas mientras el otro le ponía las manos encima. Echó un vistazo hacia la camilla.
La mujer parecía estar disfrutando de una buena siesta, acostada boca arriba y con los brazos descansando al costado del cuerpo. Su boca estaba ligeramente entreabierta, gesto que solía repetir todas las noches, y las líneas de su rostro reflejaban tranquilidad, la misma que él sentía en las ocasiones en las que se quedaba despierto para verla dormir. No parecía para nada enferma, mucho menos en el estado de gravedad que él tanto temía. ¿Y si sólo era un simple desmayo? Mejor dejar de fastidiar, o tendré que perderme toda la acción, pensó.
- ¿Y bien?
- Voy a callarme… - empezó Draco, carraspeando para aclararse la garganta.
- Pero sólo sí… - completó Belby, harto hasta la coronilla.
- Me jura que no va a tocarla más allá de los límites profesionales.
- Lo juro.
- Tampoco va a seguir con esos estúpidos masajitos.
- Lo juro.
- Y…- dudó antes de continuar. Marcus lo apremió con un gesto de la mano. – júreme que si Hermione tiene algo malo, no va a dar rodeos para contármelo.
El sanador sonrió. Draco Malfoy era un hombre fuerte, dejando a un lado el hecho de que en ese momento se estaba comportando como una niña de tres años. Las desavenencias de su vida eran de público conocimiento incluso para un adicto al trabajo como él, que leía muy poco el diario. Sabía que querría oír la verdad de sus labios por más dura que fuese.
A su vez, tenía una leve sospecha del motivo por el cual Hermione se había desmayado. Pero, como tenía ganas de hacer una pequeña maldad, prefirió callar y jugar al "medimago con malas noticias" durante un ratito.
Apoyó la punta de la varita por encima del ombligo de la chica y comenzó a describir círculos en torno a éste, los ojos cerrados en plena concentración. Ella ni se inmutó; al contrario, Draco podría haber afirmado que estaba soñando algo muy bonito, a juzgar por la leve sonrisa que se asomaba en sus labios.
- ¿Sabe si su esposa ha padecido alguna vez de fiebre del troll?
- ¿Fiebre del troll?
- Limítese a contestar – terció Belby, ahora trazando elipses imaginarios sobre el abdomen de Hermione. Draco frunció el ceño. Hasta donde él sabía, los trolls directamente no se enfermaban.
- No, supongo que no – se encogió de hombros, sin perder detalle de lo que Marcus estaba haciendo.
- ¿Gripe gnómica? ¿Paperas, varicela, brutalismo?
- No tengo ni puta idea de lo que es el brutalismo.
- Sólo afecta a las mujeres. Eructan cada dos segundos, el vello de sus piernas crece como un pastizal y se golpean unas a otras. Ah, y puede que incluso adopten tendencias lésbicas.
- Eso tampoco lo tuvo… aunque lo de los pelos, mejor ni se lo cuento.
- Mmm… si no tuvo nada de eso…
- ¿Entonces?
Floritura de varita mediante, Belby retiró aquella sustancia pringosa del cuerpo de Hermione y volvió su camiseta a su lugar, lo que provocó un suspiro de alivio reprimido por parte de Draco. El sanador enfundó nuevamente su varita y se dirigió al hombre con un semblante indescifrable que utilizaba para momentos como aquél.
- ¡Ya, hable que me estoy poniendo nervioso!
- ¿Aún más todavía? – bromeó Marcus, sonriendo tranquilamente. Draco descubrió que estaba tratando de aplazar el momento y consideró seriamente torturarlo allí mismo.
- Vaya directo al grano, o le juro que removeré cielo y tierra hasta conseguir que lo destituyan – los antiguos métodos de persuasión marca Slytherin volvieron al ataque.
- ¡Está bien, está bien! Tampoco es para tanto – dijo Belby, quitándole hierro a la cosa. Draco no podía esperar más: creyó que iba a explotar de un momento a otro.
Inhala, exhala. Inhala, exhala. Eso es, campeón.
-¿Quiere que vaya directo al grano? Con todo gusto, entonces. Su esposa está embarazada, señor Malfoy.
Embarazada.
Embarazada.
¿Embarazada?
¡Embarazada! ¡EMBARAZADA!
- ¡Cómo que embarazada! ¿Cuándo sucedió?
- Me temo que eso sólo lo saben usted y su esposa, señor.
- ¿Cuánto tiempo lleva así?
- ¿Así cómo? – se extrañó el medimago.
- Así… con el niño adentro – la voz de Draco flaqueaba, fluctuando entre millones de emociones diversas.
- Ah, ya comprendo – Belby sonrió – Hace aproximadamente un mes, si mis cálculos son correctos. De todas formas, voy a tener que pedirle a la señora Malfoy que cumpla con los exámenes de rutina para confirmar el embarazo. Llámeme en cuanto despierte, yo estaré en mi despacho a dos puertas de aquí. Con permiso, señor Malfoy.
Marcus rió luego de dejar atrás la habitación, caminando a pasos alegres y despreocupados. No importaba lo ineptos que fueran los hombres que iban a ser padres por primera vez: la noticia de que un nuevo bebé vendría al mundo siempre conseguía ponerlo de buen humor. Sobre todo, adoraba el suspenso teatral con que abandonaba a la pareja para que ésta pudiera celebrar en privado la buena nueva.
- ¿Draco? ¿Por qué estoy en una camilla?
Embarazada.
Hermione, embarazada.
Hermione, cargando un pedacito de su ser en su vientre. Sangre de su sangre. La continuación de su linaje. Un Malfoy en miniatura.
Un bebé. Con los ojos acaramelados de su madre y el cabello rubio de su padre. Inteligente y guapo. Capitán de Quidditch. Premio Anual. Un Slytherin.
Un bebé, su hijo.
- Bebé.
- ¿Qué? ¿Que qué bebiste?
Hermione miró a su alrededor, restregándose los ojos con el fin de enfocar la vista. Draco estaba quieto como una estatua de cara a la puerta, la mandíbula desencajada y un tic en su ojo izquierdo. Se veía bastante ridículo. Tosió deliberadamente para llamar su atención.
- ¿Draco? ¿Podrías decirme por qué estoy aquí?
Voy a enseñarle a andar en escoba, y a coleccionar los cromos de las ranas de chocolate.
Lo acompañaré a la plataforma 9 y ¾ en su primer día en Hogwarts. Subiré su baúl al tren. Lo despediré desde el andén.
Le enseñaré todo mi árbol genealógico. Le mostraré mi rincón secreto de la mansión Malfoy. Voy a darle mi mano cuando esté aprendiendo a caminar. La primera palabra que dirá será papá.
- Te desmayaste.
- Bien. - Hermione se quedó sin palabras ante la contestación de su marido. Draco no se encontraba allí ni en ningún sitio; parecía estar perdido en una dimensión desconocida.
Ella logró levantarse de la cama y caminar hasta donde él se encontraba. Tomó su mano entre las suyas y la acarició repetidas veces para hacerlo reaccionar.
Mi hijo. Mío.
Mi huella en este mundo. Mi orgullo.
- ¿Eh?
- ¡Al fin despiertas! – celebró Hermione después de haberle mordido una mejilla - ¿Por qué me trajiste hasta acá, Draco? ¿Y cuál es la razón de mi desmayo?
Draco giró su rostro en su dirección y la contempló durante unos segundos que se le antojaron interminables. Siempre habia admirado el matiz de sus ojos grises, mas esta vez portaban algo especial. Algo que, de una forma inexplicable, la involucraba a ella por sobre todas las cosas.
Él, sin decir nada, la condujo hacia la silla que había ocupado antes, ordenándole que tomara asiento. Sorprendida en grado sumo, Hermione obedeció.
- Leona – el apodo que utilizaba Draco en momentos extremadamente importantes era de mal augurio.
- ¿Sí?
¿Acaso estaría enferma? ¿Una enfermedad terminal? ¿Qué era lo que estaba sucediendo?
- Tengo una buena noticia para ti.
Genial, se dijo para sus adentros. Adiós a la enfermedad terminal. Sonrió confiada, al mismo tiempo que sus dedos se deslizaban suavemente sobre la barbilla de su marido.
- ¿Cuál es?
Silencio.
- Draco, ¿cuál es la buena noticia?
Silencio, multiplicado por mil.
- ¡Draco!
- Bueno, yo… verás, es que te desmayaste, entonces te traje aquí y el idiota te levantó la camiseta y yo grité y él me amenazó y el líquido azul y… ¡Estás embarazada!
Hermione comprendió al instante el estado semi-catatónico de Draco, y la mano que antes había prodigado una tierna caricia fue directo a estrellarse contra la mejilla derecha del joven, quien se alejó de la futura madre como repelido por una descarga eléctrica.
- ¡No es justo! ¡Se suponía que yo tenía que enterarme primero! – lloriqueó, inundada por la alegría y la frustración a partes iguales.
- ¡También se suponía que debías saltar de alegría, no molerme a golpes! – le espetó Draco, sobándose la zona de la agresión con un gesto amodorrado. Hermione le dirigió una mirada lastimera: acto seguido, se lanzó a los brazos de Draco con tanto ímpetu que la espalda del hombre se estrelló contra la puerta.
- ¡Voy a ser madre! – la llantina inicial había devenido en un llanto maduro. Las lágrimas de felicidad surcaban las mejillas y elegían como destino final el cuello de la camisa de Draco. - ¿Puedes creerlo? ¡Vamos a ser padres, mi amor!
- Ajá… - Draco no se había recuperado tan fácilmente del shock, por lo que Hermione entrelazó sus dedos en su nuca y lo obligó a mirarla a los ojos.
- ¡Draco Lucius Malfoy! ¿Voy a traer un hijo tuyo al mundo y lo único que puedes decir es ajá?
Un hijo suyo. Un hijo de la mujer que amaba.
Se sentía incapaz de hablar en ese instante. Sin embargo, la poderosa descarga de adrenalina que recibió lo impulsó a atrapar la boca de Hermione con sus labios y fundirse en un beso apasionado, caliente. Ambos redujeron la distancia entre sus cuerpos hasta que fue preciso seguir respirando. Draco depositó otro beso en la frente de Hermione, y la sonrisa de ella se duplicó en su semblante.
- Estoy llorando de alegría - aclaró ella mientras él le limpiaba el rostro húmedo.
- Lo sé. Yo también estoy muy feliz.
Lo sabía. Los dos lo sabían. El momento más importante de sus vidas, el fruto del amor que se tenían estaba allí, en esa aséptica habitación de hospital sin ventanas y con un cuadro de Augustus Pye como único adorno. De ahora en adelante, sus vidas quedarían unidas definitivamente por un lazo que ni la magia más oscura podría corromper.
- ¿Puedo besarte de nuevo? – preguntó por mera cortesía. Él nunca pedía.
- No creo que sea correcto. El bebé puede pensar mal.
- Hermione, no digas estupideces. ¡Si apenas es un renacuajo con ojitos que mide un centímetro!
- ¡Malfoy! ¡Tu hijo no es un renacuajo!
- Es una expresión, querida. No lo dije en forma literal. Además, estoy seguro de que será tan bello como el padre –se jactó Draco.
- Claro, por eso lo del renacuajo.
- Ja, ja. Un renacuajo con pelo de paja como el de su madre.
- ¡Y cola de hurón como la del padre!
- ¿Así que cola de hurón, eh? Ya quisieras. Será afortunado de contar con un padre de tal atractivo.
- También contará con un excepcional cerebro heredado por parte de madre, ¿no lo crees?
- Por supuesto – sonrió – Lo importante es que será nuestro. Nuestro hijo – suspiró.
- Nuestro – repitió Hermione, necesitando oírlo varias veces para asegurarse de que era cierto. Sin pensarlo, se llevó una mano al estómago.
Un largo silencio se produjo en aquel instante, los dos absortos en sus cavilaciones.
- Entonces, ¿cómo se va a llamar?
Hermione resopló, cerrando los ojos con hastío. Ay, no. Ya empezamos otra vez.
- Estos nueve meses serán muy, pero muy largos.
Espero que les haya gustado. Críticas, sugerencias, etc.
Gracias por leer!
Elianela
La información sobre el primer mes: .com
