Nota de autor: Bleach no me pertenece.
Shinigami.
Una labor diaria, en la cual no hay espacio para otra cosa que no sea el cumplimiento del deber: el camino de la purificación, aunque sea un recorrido solitario, plagado de sombras y una zanpakuto ensangrentada.
Ichigo nunca se preguntaba qué sentido tenía todo esto, no le importaba en absoluto, a la mierda, solía decirse en su cabeza cuando en momentos en los que parecía que el final estaba arrastrándose muy cerca. Pero, como despertándose de un horrible sueño, se daba una bofetada mental y despegaba un golpe a cualquier duda. Si puedo hacer algo bien, entonces lo haré, por mí, por...
Parecía que cada Shinigami que se tropezaba con Ichigo Kurosaki descubría en sí mismo que tenía otras razones, más allá del deber, para seguir en este, muchas veces ingrato, trabajo: reconstruir promesas que se rompen igual que la máscara de un Hueco, la insaciable sed de poder, proteger y ser protegido, o simplemente decir con orgullo el nombre de una zanpakuto.
Existen muchos motivos para tomar el uniforme, todos merecen el sacrificio. Y, sin embargo… te sientes cansado antes de empezar el día, no es así Ichigo?
Sé que al final valdrá la pena.
Gracias por leer.
