Único capitulo.
El mismo se había sorprendido, de haber hecho algo como aquello, de estar haciéndolo en ese momento, de haber cedido a sus más oscuros deseos, primitivas necesidades, en los más recóndito de su mente.
Era su amigo, su vecino, Alfred el chico energético, atlético que se había mudado hacia 6 meses a su vecindario, de ascendencia estadounidense, de ojos cielo, de piel bronceada, cabello bronce. Arthur se mordió los labios una vez más al pensarlo. Era una plaga en su cabeza, alguien que jamás había tenido la oportunidad de ver en su vida, desde que se mudó a ese vecindario.
Su vecino, menor que el, era deliciosamente perfecto, inocente, estudiaba en la universidad local, se había mudado a Inglaterra por cuestiones de estudios, y habida conocido Arthur cinco meses atrás. Alfred le pareció atrayente a primera vista, ¿y cómo no? , el tono de su voz era estridente, y jamás pasaba desapercibo con su aura entusiasta. Arthur era mucho mayor que él, se había graduado hace 2 años, tenía un trabajo del cual preocuparse, soltero, y amargado, jamás había experimentado una atracción tal a un estúpido americano de mierda.
Por eso a los meses le era grato, le otorgaba gran bienestar el verlo salir a botar la basura y saludarlo, el compartir conversaciones irrelevantes para el inglés, pero las compartía, por el simple hecho de unir más sus relaciones, era inútil, Alfred era tan idiota que no se daría cuenta que era motivo de trasnochos para el amargado inglés. Su sonrisa no reflejaba la picardía y ligera maldad que el inglés podía transmitir. Alfred era jovial y carismático, un poco inocente, ok, quizás muy inocente, pero, era un buen chico, siempre con su altruismo por delante y su sonrisa radiantes que al Mayor le hacía brotar la pregunta si no se cansaba de sonreír.
Lo deseaba.
Arthur no esperaba que algo así pasara, por eso cuando parpadeo varias veces, sintió un hormigueo en la parte baja de su cuerpo, su rostro estaba caliente, y su piernas parecían estar dormidas aunque estaba sentado en su colchón, Arthur parpadeo, la habitación donde se encuentra esta oscura, sus dedos tocan algo suave, es blando, pero a la vez firme, esta, sin saberlo, sosteniendo dos piernas, están pesadas, sobre sus hombros. Algo retuerce su corazón con angustia, ¿qué estaba haciendo? ¿Qué había pasado?, bajo los ojos y forzó su mirada verde, un hormigueo le recorre el cuerpo queriendo retomar sus sentidos y hacerlos funcionar nuevamente. Una ligera sensación caliente nace en su vientre, y lo lleva a moverse ligeramente, su miembro está siendo apretado con algo.
-ah..ah.. - El inglés gime sin querer. Se cubre el rostro con una de sus manos y la pierna izquierda queda extendida en el colchón, La sensación, placentera y cálida viaja por sus piernas, en una fricción desconocida que aprieta su órgano. Esta ardiente y apretado. Sus ojos se acostumbran a la oscuridad
Distingue las piernas a sus lados, no son de una mujer, sus ojos cerrados media hasta lo impiden ver bien, aun embelesado por aquellas sensaciones que le recorren el cuerpo. Sus dedos recorren la piel, tierna, suave, y a la vez firme.
- ¿qué pasa...aquí?
Bajo su mirada hasta su entrepierna, la encuentra, se intenta mover, hacia adelante, y embiste, chocando contra algo. Los glúteos de otra persona. Su miembro es absorbido rápidamente. Quiere sentirlo otra vez y lo hace, sintiéndose mal por eso. Aprieta sus labios y se detiene, sabe que esto está mal. ¿Por qué no logra recordar nada? ¿Cómo había terminado así? y lo más importante ¿quién era esa persona?, busco una respuesta en su memoria pero nada viene.
- Hey...
-¿uh? - Arthur no se movió de donde estaba, se tensó completamente, y busco en la tenuidad de la habitación - ¿quién eres?, oye, Lo siento, sí. No sé cómo paso esto yo..yo...yo...lo siento...lo-lo siento...
-Ssshh...- Alguien lo apaciguó, pero, la voz no provenía de la persona que esta acostado frente a él, y que aún era desconocida- Arthur, Oh, Arthur, no mientas...
-¿ah...?
Suaves dedos proviene de sus costados, es una mano enguatada de dedos largos, alguien se acerca a él, es alto y tiene una vestimenta negra que se confunde en la oscuridad. Sus ojos al ser abiertos, son fulguroso, azules eléctricos.
Su aura era espectral. Su voz suave, y grave...
- Arthur, tu cuerpo tampoco miente... - Y con esto deslizo sus dedos por el pecho desnudo del confundo rubio, hasta su pelvis...- ah, mírate, estas más que unido a él, allí... - Sus labios se acercan a su oreja- ¿no es excitante? ... ¿no te gusta?
- ¿¡quién eres!? ¿Cómo entraste aquí?.-Arthur pregunto, avergonzado y furioso, se intentó librar del toque ajeno, pero este ya se había marchado, y se había refugiado en donde la oscuridad no permitía ver el rostro de aquella persona –
Observo sus ojos resplandecientes de un eterno cian.
- tú me dejaste entrar...- le respondió, con satisfacción. Su dientes perlados y afilados se asomaron en una sonrisa- ¿no lo recuerdas?...me dejaste entrar con tus deseos... Cada vez que lo mirabas, cada vez que te hablaba, ah...que evidente eres, podía ver lo que deseabas, podía ver cuanto lo deseabas...a El...
Arthur sospechaba, o creía saber, a que se refería, pero ¿quién era aquel ser que le aseguraba tal cosa?. No podía recordar como había llegado a aquella posición tan comprometedora, ¿bebió de más?. No, no esa noche no toco ni una pisca de licor.
- Arthur, tú me dejaste entrar- Le dijo y el Inglés no entendió a lo que se refería- no tenías la suficiente voluntad como para hacer lo que querías hacer... pero, no debes de preocuparte más por eso. Puedes hacer lo que quieras... ven. Solo mira
Sus ojos se abrieron, resplandecientes y aun en la oscuridad y la poca luz, Arthur pudo distinguir el rostro del durmiente bajo de él. Sus lentes de montura cuadrada, su cabello bronce desparramado en las almohadas de la cama, sus ojos bajo los parpados azules como los recordaba, Arthur sintió su cuerpo temblar de miedo. Pero ante aquel descontrol, el ser que se había arrimado hacia él lo apaciguó con su voz suave.
- Es lo que quieres... míralo, solo míralo, Arthur, es tu deseo, apuesto que el también lo desea...oh vamos, disfrútalo. Es tuyo ahora...-
Era un demonio, de cabello negro como la oscuridad, y ojos brillantes de maldad. Había paseado por la tierra y había visto los más profundos deseos del inglés, era evidente que quería divertirse con aquellos anhelos.
-Vamos...Arthur, no desperdicies esto, quizás jamás se vuelvas a repetir...sientes su interior asfixiándote... - El, había desaparecido pero, su voz, aun seguía presente, susurrante, tentándolo a moverse. Pronto sus caderas se comenzaron a menear solas, y sin motivo, sin quererlo, comenzó a adentrarse en el americano con suavidad.
Aquel ser tenia razón, era caliente, apretado y excitante. Oficialmente, Arthur había perdido la cabeza, sus caderas se sacudían solas y por alguna razón sabía que aquel ser era responsable de que su cuerpo no le respondiera como deseaba, o quizás esto era lo que deseaba, desde hace más de cinco meses. Arthur se sintió tan sucio por disfrutas las electrizantes sensaciones recorrerle el cuerpo. Se preguntó si era real, quizás era un sueño, quizás lo desea tanto que hasta puede ser que su inconsciente lo engañe con estas fantasías.
-Alfred...Oh..oh..-
Sostuvo sus piernas con fuerza sobre sus hombros y las pego a él, mientras en vaivén de su cuerpo respondí al placer que le recorría las piernas y se aglomeraba en vientre, olas de placer iban y venían, y el cuerpo de Alfred parecía no reaccionar, se sacudía con los golpes del mayor, pero este parecía haber caído en un ensueño, en un trance. Que seguramente sospechaba que aquel ser tenía algo que ver.
Pronto sus caderas le obedecieron y sin creerlo de sí mismo, se movió más rápido, más profundo y más fuerte, dentro del joven, Arthur estaba sobre el americano que con las piernas extendidas en los hombros del mayor se sacudía con cada fuerte embestida. Sentía el interior cada vez más apretado, haciéndole percibir una deliciosa tortura al querer ir más rápido y más profundo, los ojos del inglés se cerraron por el placer que el cuerpo de Alfred le brindaba. Sin poder parar, aun le embestía con fuerza…
-Ah…Ah…fuck. Hng!, ah..Im sorry… -
Alguien respira cerca de su oído caliente, Arthur no puede verlo, no se atreve a abrir los ojos, cuando la culpa lo arrolla de repente, se disculpa, pero, no puede detenerse, se disculpa por que no quiere detenerse, Alfred es todo para él, y aunque le cause dolor hacer esto que ni siquiera sabe cómo empezó, no quiere detenerse, se sentía culpable y bien al mismo tiempo. Jamás pensó que su deseo fuera tan doloroso y maravilloso a la vez.
Alguien toca su rostro, es cálido y se asusta, reduciendo su velocidad, con un vaivén cansado, escucha los diminutos quejidos de alguien muy cerca de él, teme, cuando alguien le sostiene de las muñecas y el inglés solo logra apretar el agarre de las piernas, el cuerpo bajo de él se sacude por un momento. Lo escucha lamentarse en el placer, y sacudir sus caderas en los temerosos vaivenes de mayor.
-Ar..Arthur. –
- Alfred…-
Alfred se arquea levemente, incomodo, y los ojos verdes del mayor viajan por la anatomía perfecta del americano, sus ojos azules están abierto, podía jurar que los vio brillar, pero, no le presto atención, Alfred le incitaba a que continuara con sus caderas sacudiéndose hacia él.
- Alfred…- salió de sus labios en un suspiro pesado, los parpados del mayor se cerraron por un minutos, antes de embestirlo una y otra vez. Alfred sonrio en el placer que nacía en su vientre, y se extendía por su cuerpo, Arthur entraba con fuerza y rapidez, le empujaba, y Alfred lo recibía ansioso con una sonrisa en su rostro y unos sonidos solo para él.
- ¡Ah! Arthur…! Yes..!-
Sus manos subieron por sus hombros y los jalaron hacia sí, apretándolo contra el, los ojos del americano estaban fijamente en los verdes del inglés, lo miraba con deseo, un azul lujurioso, azul desconocido. Arthur sintió un escalofríos recorrerle el cuerpo con solo verlo y de sus labios broto un jadeo.
Su límite llegaría pronto con erráticas embestidas y fuertes empujes haciéndole gruñir en éxtasis, Arthur dio las ultimas embestidas en su orgasmo, Alfred llego al poco tiempo que él, y el mayor logro deleitarse con las paredes de su entrada contraer en su miembro más que estimulado.
Su cuerpo sudoroso y cansado, Alfred aun recuperándose de su liberación suspiro profundamente sobre los labios del inglés antes de sonreírle, sus ojos brillaron y se cerraron en ese momento, Alfred cerró los ojos y volvió a dormirse. Esa vez, Arthur escucho una risa abandonar la habitación.
Había cumplido su deseo sin siquiera pedirlo. El mayor de esa habitación cerró sus ojos y gruesas lágrimas de sal habían abandonado sus ojos verdes.
