La habitación oscura, de paredes verdes solo notables gracias a la vela que apenas iluminaba una parte del lugar y a una figura solitaria sosteniendo un aparato metálico frío entre sus manos como si lo estuviese admirando. El silencio de la habitación era total, ni siquiera se podía oír la respiración del sujeto. Era como si quisiera que todo se encontrase en total y completa calma. Y entonces, sonó su teléfono.

Indiferente a que le interrumpieran su momento, dejó el objeto en la mesa delante de él y contestó rápidamente, sea quien sea que le llamase, era importante. Siempre que lo llamaban, se trataba de algo muy importante. Colocó el móvil en oreja y esperó a que la persona que lo llamase le diera los detalles de su nuevo encargó.

Lo que escuchó, simplemente lo sorprendió. No por el hecho de saber de quienes se trataban, si no por el hecho de saber de cuanto le iban a pagar por cada objetivo erradicado. El cliente solo se limitó a decirle sus nombres y su ubicación actual.

Anotó todo en una libreta que siempre llevaba consigo, repleta de nombres de antiguos objetivos ya completados. La oferta era interesante, pensó un poco tras colgar el móvil. Nueve objetivos, todos en una misma ubicación, de verdad seria difícil eliminarlos sin levantar sospechas. Claro que podía hacerlo ver como un accidente, ¿pero un accidente que involucre a nueve personas? Eso seria demasiado sospechoso. Quizás lo mejor seria entrar a quemarropa, sin ser descubierto, y liquidarlas sin testigos presentes, así nadie sospecharía de él, y cuando se dieran cuenta, ya estaría a miles de kilómetros de ahí. Ahora solo quedaba comprar boletos para ir a Inglaterra, y averiguar donde quedaba exactamente esa Academia.

No le interesaba saber en lo más mínimo quien era su cliente, o porque quería ver a esas víctimas muertas, su falta de sensibilidad hacían de esto un trabajo sencillo. Aunque, debió esperar esto en algún momento. Todo el mundo conocía a esas personas desde hace ya varios meses cuando realizaron ese acto de luces en el cielo deteniendo un misil que se supone iba hacia Alemania, pero como toda gran noticia, la gente terminó olvidándose de ellas de nuevo. Durante el periodo después del espectáculo, el mundo de la magia volvió a ganar popularidad, y nuevas estudiantes ingresaron a las diversas Academias del planeta, sobretodo en Luna Nova.

La Academia elevó sus ganancias y el alumnado creció considerablemente, esto seria un problema y una ventaja a la vez. Un problema por la cantidad de testigos que tendría que evitar, y una ventaja porque así seria mucho más sencillo poder encontrar la Academia.

Hannah, Barbara, Jasminka, Constanze, Amanda, Diana, Sucy, Lotte y Akko, estos fueron los nombres que le dieron para que se haga cargo de ello, ni una sola pasaba de los 18, de eso estaba seguro. No es como si le afectará en realidad, su objetivo solo era apuntar y jalar el gatillo, algo simple.

Se llevó algunos libros consigo en su viaje de autobús hacia la ciudad que se supone se encontraba cerca a la Academia, necesitaba averiguar más información de la raza de sus víctimas si quería deshacerse de ellas de manera eficaz y discreta. En su espalda llevaba una gran mochila de viajero, con todos los instrumentos necesarios para llevar a cabo su trabajo: Armas, venenos, pasaportes falsos, dinero, entre otros objetos que le servirían de mucha ayuda para encargarse de todas sus victimas.

Cuando llegó a la tranquila ciudad, se dedicó a investigar los lugares turísticos más populares, pues el lugar debería ser visitado por las brujas muy seguido, era la más cercana a la Academia. Estuvo paseando por los diversos lugares, ninguno que le llamase la atención o se acercará a la definición de mágico, hasta que se topó con una particular tienda con vidrios transparentes que dejaban notar su interior repleto de esqueletos de animales extravagantes.

Al entrar, pudo ver todo tipo de amuletos extravagantes, líquidos en diversos frascos en estanterías, entre otras cosas raras. Definitivamente debía tener alguna relación con la magia. Un joven con una barba pequeña, cabello regularmente largo y ojeras lo atendió en el mostrador.

-¿Que le pudo ofrecer, amigo? —Le preguntó amablemente.

Por suerte consiguió algo de información de él, tuvo que mentir diciéndole que quería inscribir a su hija en una escuela de magia pero él no conocía muchas de estas cosas. El joven le dijo que había un camino mágico para humanos para llegar a la Academia, un poco más largo que usar la Leyline, pero era el único acceso que quedaba. Le agradeció por la amabilidad y compró un par de pociones en agradecimiento.

Ni siquiera alquiló un hotel para descansar, solo quería llegar a su destino y analizar la situación a fondo para poder deshacerse de los objetivos. Por medio día estuvo caminando a pie hacia la Academia, evitando siempre a los autos, no quería que nadie lo recogiese. Cuando llego a la Academia, esa gran estructura majestuosa, ya era muy tarde. Las luces dentro de esta se podían ver y al cabo de unas horas todas terminarían de apagarse, no seria algo inteligente hacer mucho ruido en ese instante. Para su fortuna, había una zona llena de árboles cercana a la escuela, lo que le permitiría ocultarse por un tiempo.

Se escondió en la espesura de la naturaleza, y uso su mochila llena de armas como una almohada, mañana seria un día de investigación y no podía perder el tiempo. Sea quien sea que las quería ver muertas, las odiaba.
¿Quien podría guardar tanto odio contra unas niñas? Como sea, ese no era su problema.
Jamas lo es.

Era un nuevo día, sí que lo era. Ese día Akko se levantó de muy buen humor, ya había practicado bastante con la escoba por varias semanas y la maestra Ursula, o como ella prefería llamarse ahora, Chariot, le había dado varios consejos acerca de como conseguir vuelos perfectos, y en la clase de vuelo tendría su verdadero primero reto de vuelo de verdad. Fue la primera en despertarse, haciendo un escándalo que despertó a sus compañeras de cuarto, las cuales no se veían tan entusiasmadas como ella. Luego de pasar la clase de numerología mágica, el grupo de amigas se dirigió a la zona exterior de la Academia, listas para sus clases de vuelo con escoba.

-¡Estoy tan emocionada! ¡Finalmente podré volar en mi escoba! —Dijo Akko, llena de alegría.

-Eso es lo que siempre dices, Akko. —Comentó de manera indiferente Sucy.

-¡Esta vez sera verdad! ¡Ya lo veras! —Contestó de una manera molesta, y graciosa a la vez.

-La maestra Chariot te estuvo ayudando todo este tiempo, estoy segura de que podrás conseguirlo esta vez, Akko. —Intentó animarla Lotte.

Durante los últimos meses, la Academia había estado recibiendo mucho más alumnado, por lo que los pasillos siempre estaban llenos y ya no se sentía tanto espacio como antes. Es más, se tuvieron que ampliar las clases para cubrir los horarios de todas las alumnas, además, se contrató más personal de limpieza para que se encargarán de los baños.

Cuando las tres amigas llegaron al patio, notaron algo raro de inmediato. Usualmente eran recibidas por un saludo de Amanda, o alguno de Diana, pero por algún motivo no encontraron a ni una de ellas ni a sus respectivos grupos presentes. Como si algo les hubiesen pasado. Diana siempre era puntual, ella no faltaría a ni una clase, algo tendría que haberla retrasado. Y Amanda, por otro lado, tal vez no quería asistir porque se quedó dormida, tal y como sus compañeras, Constanze quizá se había quedado en su laboratorio probando algún nuevo invento secreto y Jazminka seguramente se quedó comiendo algunos bocadillos en su habitación.

Sea lo que sea que le hubiese ocurrido a Diana tendría que haber sido algo malo, como para que sus compañeras de cuarto, Hannah y Barbara se quedaran con ella, quizás habría enfermado.

Seguramente ya se enteraría después. Lo que le interesaba ahora era aprender a volar. De verdad, ya quería aprender a surcar el cielo, anhelaba tanto ese deseo para volverse una bruja por completo.

Mientras el resto de brujas hacían sus clases de manera regular, Akko se quedó en tierra, con la escoba entre las piernas, lista para recitar el hechizo y finalmente poder volar libre como siempre anheló.

No podía ver al sujeto que le apuntaba desde los arboles con un arma letal a distancia directamente hacia la cabeza al mismo tiempo en que ella se concentraba en recitar su hechizo y recordar todo por lo que había pasado hasta llegar a ese momento, anhelaba de corazón poder hacerlo, y estaba segura de que podría.

Apuntar, jalar, y esperar a que la bala salga y le atravesara el cráneo era el deseo de uno, saltar y volar era el del otro. Ambos solamente tendrían que esperar a que todo saliera bien.

Y, después de concentrarse por mucho tiempo, finalmente recito las palabras que cumplirian su sueño:

- ¡Tia Freyr—!

O tal vez no.