Katsudon futbolero
Jueves, 29 de Junio, 2017
Ese día Yuuri salió apresuradamente de la universidad. Había asistido en la mañana para poder patinar un poco en la pista, aprovechando que ese día no tenía nada que hacer ni que estudiar. Las clases habían finalizado el martes de la semana pasada y ahora solo estaba el periodo de exámenes. Yuuri por su parte había finalizado casi todo, así que podía sentir las vacaciones llegando al fin, luego de semanas de haber estado en constante tensión, la suya propia y la de sus amigos.
Miró su móvil, donde Sam le avisaba que ya estaba en el andén del metro San Joaquín, así que apuró el paso para encontrarse con ella.
Samantha estaba sentada cuando llegó. Vestía su uniforme de enfermería y su cabello estaba pulcramente peinado con una cola de caballo. Se notaba cansada, como todos lo estaban a esas alturas del semestre, pero también tranquila, ya sabiéndose prontamente de vacaciones.
La saludó de un beso en la mejilla y se sentó a su lado.
―Sarina dijo que viene en Vicente Valdés ―comentó mirando su móvil.
Yuuri asintió. Usualmente Sarina solía ocupar siempre los últimos vagones, así que fueron allá a esperar el tren, que arribó cinco minutos después.
La chica los saludó cuando ingresaron. El tren iba vacío a esa hora, aunque no era de extrañar; a esa hora probablemente todos estaban ya en sus hogares, o en sus trabajos, realizando la previa de lo que sería el partido que Chile jugaría a las dos (hora local) contra Portugal.
―Al final, ¿pasaste la práctica? ―cuestionó la chica de ojos verdes cuando Sam se sentó frente a ella, con Yuuri a su costado.
Sam asintió.
―Hoy tuve la última interrogación. Un seis ―dijo enseñando ambos pulgares―, así que bien. ¿Y tú?
―Hoy tuvimos un control cardiovascular. ¡El señor era un amor! Así que espero que haya tomado los consejos que le dimos. La hemoglobina glicosilada la tenía un poco alta, así que…
Yuuri dejó de escucharlas, para comenzar a mirar su móvil y los mensajes que le habían llegado al whatsapp.
«Oye» leyó un mensaje de Javier, «Max pregunta cuánto les falta para llegar».
«Ya vamos en Ñuble» contestó.
«Ah, buena» le llegó unos segundos después. «Oye, Max está preparando Katsudon. Lucas se lo pidió. Dice que, si les funciona a ustedes los japoneses, nos funcionará a nosotros para que Chile gane hoy xD. Así que apúrense, que Max está colapsando»
Yuuri no pudo evitar la carcajada explosiva. Intentó camuflarla con tos cuando vio cómo la mitad de la gente en vagón se lo quedaba mirando. Las chicas detuvieron su conversación sobre enfermería y, de pronto, su celular estuvo en las manos de Sarina, quien leía rápidamente lo que decía, riendo de igual forma.
―Espero que Max no esté tan desesperado como para aceptar la entrada de Javier a la cocina.
Yuuri asintió. Él también esperaba lo mismo.
.
Cuando llegaron al departamento, no fue sorpresa ver a Javier y a Lucas instalados en el sillón, mientras Erika estaba cómodamente tendida en la alfombra a sus pies; ni tampoco fue que Max estuviera concentrado en la cocina, echando la mezcla de katsudon al cuenco con arroz. No había ninguna señalética, pero el aura de Eyzaguirre daba a entender que el acceso a la cocina estaba restringido para los tres, sobre todo para Erika y Javier.
La mirada que les dirigió a Yuuri y Sarina decía que, si no estaban ayudando ahí en un minuto, lo iban a lamentar, o, por último, se quedarían sin ver el partido al igual que él. Ambos amigos ni siquiera discutieron y, luego de haber ido a dejar la mochila a sus habitaciones, tanto Yuuri como Sarina estaban ahí, bajo las órdenes del chef Max.
―¿No te vas a cambiar el uniforme? ―cuestionó Yuuri cuando vio cómo Sarina aún tenía el traje azul.
―Ya estoy de vacaciones. Me importa poco si se me mancha o algo.
―¿Que no tienes examen mañana?
Sarina le hizo un gesto de que guardara silencio.
―No, weón. Estoy de vacaciones.
―Eso se llama negación ―canturreó Lucas desde el sillón.
―Cállate, y dime cuánto falta para que empiece el partido.
―Diez minutos.
―Hay que apurarse ―musitó Yuuri.
―Si me ayudaran en vez de estar conversando, esto cundiría mejor.
―¿Es nuestra culpa acaso que se les haya ocurrido hacer katsudon justo hoy? ―le devolvió Yuuri.
―¡Es una cábala, weón, una cábala! ―gritó Lucas desde el sillón.
―Y, según este weón, nos funcionó contigo ―agregó el astrónomo, no muy convencido. Su cerebro científico negándose a creer en supersticiones.
Y bueno, Yuuri no halló forma de poder rebatir aquello.
.
Yuuri se iba a quedar sordo por los gritos de sus amigos sentados a su lado; o quizás sin voz, considerando los propios gritos y reclamos cuando el árbitro favorecía al otro equipo. Había estado acostumbrado desde pequeño a ver fútbol con su padre y, aunque no era uno de sus deportes favoritos, siempre solía ser víctima de la ansiedad colectiva y bueno, ahí estaba, pareciendo más hincha de La roja que los propios chilenos ahí presentes.
Los cuencos donde habían comido Katsudon yacían vacíos sobre la mesa de centro, junto a una botella de tres litros de coca-cola y los respectivos vasos de cada uno (algunos con malicia, claro), aunque Yuuri ya no sabía de cuál había estado bebiendo. Yuuri estaba seguro de que habría un desastre si Chile ―por algunos de esos milagros que sucedían a veces― conseguía hacer un gol antes de que terminara el alargue. Por suerte los cuencos que había ocupado eran de greda, así que quizás no se romperían si de pronto alguno de ellos se levantaba demasiado efusivo para celebrar (o putear al árbitro, dicho sea de paso).
―¡Arbitro y la reconchadesumadre! ―Bueno, ahí estaba―. ¡Esa weá es penal por dónde se lo mire! ―Lucas se agarraba del pelo mientras se paseaba por la sala, siendo el único de ahí que no estaba sentado en el sillón o sobre la alfombra.
―¡¿Para qué chucha existe el Var si no lo ocupan?! ―Sarina gritaba mientras se recostaba en la alfombra, sobre la espalda Max.
―Árbitro saco de weas.
―No sé que es peor ―comenzó Sam, causando que tanto Yuuri como Javier la miraran―: si ver el partido con ustedes o en mi casa.
―Nadie te tiene obligada aquí ―le soltó Javier.
―Uuy, andas grave.
―¡Ya cállense! ―Yuuri quizás ya estaba demasiado contagiado con el estrés colectivo―. Si no están viendo el partido, mejor se van.
Tanto Sam como Javier lo miraron, sorprendidos por el arranque del japonés.
―Ya saben cómo me pongo con estas cosas ―se defendió Yuuri.
Max rio.
―Tranquilo, weón, si vamos a ganar.
―Así se habla, compadre ―Lucas dijo aquello mientras se sentaba en una de las sillas del comedor―. Si en un ratito más vamos a estar en plaza Italia celebrando.
La pantalla de la televisión anunció el término del alargue y vieron cómo los jugadores comenzaban a caminar hacia el centro de la cancha, para la definición a penales.
―¡Erika! ―llamó Yuuri a la mujer que desde el inicio del alargue había estado recluida en la habitación de Sarina, negándose a seguir viendo el partido―, ¡ya van a empezar los penales!
Lo que sea que contestó fue acallado por la puerta siendo golpeada fuertemente. Lucas se apresuró a abrir, dejando entrar a un Renato que apenas y podía respirar de forma normal.
―Díganme que aún no termina, por favor.
―Estamos empezando los penales ―contestó Max elevando un poco el cuerpo, provocando que Sarina se levantaba de su cómodo colchón.
―Oye, weón, respira ―le dijo Lucas, mientras le ofrecía un vaso con coca-cola―. ¿Te viniste corriendo desde Beauchef acaso?
―¿Cómo te fue en el examen? ―le preguntó Sarina cuando el hombre se sentó a su lado sobre la alfombra.
Ah, pensó Yuuri, verdad que ese día Renato tenía examen de termodinámica.
―¿Tú crees que estaba pendiente del examen? Creo que contesté lo justo y necesario para pasar el ramo.
Javier rio.
―Solo en Beauchef te ponen un examen justo el día en que juega Chile.
―Si se hubiera eximido no tendría que haber dado examen ―musitó Max mientras miraba a Renato de reojo.
Yuuri volteó los ojos. Definitivamente, esos dos nunca se iban a llevar bien.
―Como si el ramo fuera muy fácil.
―Yo me hubiera eximido. ―Si algo tenía Max, era que solía estar bastante confiado en cuanto a los estudios se trataba.
―Todos sabemos que las ingenierías en Beauchef son más difíciles que en la Cato, weón.
―Ya va a tirar Vidal ―anunció Yuuri, lo cual era una clara invitación a que se dejaran de fastidiar.
Era divertido cómo en esas semanas había sido capaz de aprenderse todos los nombres de los jugadores. Aunque, para ser sinceros, no era difícil reconocer a Vidal con aquel peinado que se gastaba. Lo gracioso había sido que Viktor también se los había aprendido.
―Capaz que se le vaya ―intervino Erika, que en algún momento se había sentado al lado de Yuuri, en el apoyo del sillón.
Pero no, no se le fue, y Yuuri nuevamente sintió que quedaría sin voz cuando gritaron en conjunto. El turno del jugador portugués ―de quien nadie se había aprendido el nombre― llegó, provocando que la tensión volviera a todos los presentes. Era claro que el gol de Vidal había sido decisivo para los ánimos de los jugadores chilenos que patearían a continuación, pero en el caso de Portugal era similar; el primer penal a veces definía el resto. El portugués pateó, y fue limpiamente atajado por Bravo, el arquero.
―¡Bien conchetumareeee!
―¡Yo a ese weón le hago un hijo! ―Y claro, no faltaba el comentario de Sarina.
―Y yo ―respondieron Sam y Erika al unísono.
Yuuri sintió su móvil vibrar en su bolsillo. Lo sacó, viendo cómo todos sus amigos patinadores apoyaban al país sudamericano, incluyendo los Europeos. No pudo evitar reír ante la imagen que Yurio le envió, con la camiseta roja y una bandera chilena pintada en la mejilla, viéndose de fondo a Viktor guiñando un ojo.
Aránguiz pateó y el grito colectivo lo tomó por sorpresa.
A esas alturas ya todos estaban más relajados, ya fuera por los dos goles que se había concretado como por la confianza que los chilenos le tenían a Bravo. Y no era para menos cuando el portero atajó el segundo penal.
―Yurio y Viktor están en el estadio ―le comentó a Javier, sentado a su lado, mientras Sánchez se acercaba para patear.
―Rusos suertudos.
Alexis Sánchez anotó también, y ya se podía sentir el ambiente de celebración, incluso para hacer bromas respecto al nombre del tercer jugador portugués: Nani.
―¡Se le va, se le va! ―gritaban Max y Renato, que parecían haber dejado sus diferencias fuera por un momento, pues fueron los primeros en darse las manos cuando Bravo atajó el penal por tercera vez y el encuentro terminaba.
Erika lo abrazó efusivamente, mientras Javier hacía lo mismo con Samantha. Lucas y Sarina, por su parte, estaban siendo escandalosos como siempre, y el Arriagada mayor giraba con su hermana abrazada fuertemente a él, gritando al mismo tiempo.
Diez minutos después, cuando todos parecían listos para irse a celebrar a plaza Italia y solo esperaban a que tanto San como Sarina se quitaran el uniforme, Lucas se acercó a Yuuri, mostrándole un video que le había sido enviado por whatsapp.
―Mira cómo el weón se burla de nosotros.
―¿Qué paso? ―preguntó Max mientras se acercaba a los dos mayores.
―Viktor fue a ver el partido al estadio ―respondió Yuuri rascándose la nuca―, y acaba de mandar un video jactándose de ello.
Renato rio mientras se acercaba a mirar, una pequeña venita comenzando a latir en su sien.
―Sigo pensando que ese weón parece un pavo real.
―¿Lo dices por cómo intenta llamar su atención? ―Javier dijo aquello, mientras volvía a reproducir el video.
Yuuri reclamó, pero nadie pareció ponerle atención. Si Viktor era un pavo real, él era un avestruz, porque quería meter la cabeza bajo tierra en ese instante.
―En parte sí. Es demasiado evidente que quiere que Yuuri lo visite en Rusia.
Javier pareció pensativo, mientras una sonrisa comenzaba a extenderse.
―¿Y si vamos a Rusia a ver la final?
―Ese día son las primarias ―le recordó Lucas.
Renato y Javier hicieron una mueca, al igual que Yuuri.
―Si igual nadie irá a votar ―intervino Erika mientras se ponía su abrigo―. Sarina y Sam siguen cambiándose de ropa, por cierto ―agregó mientras los hombres comenzaban a buscar con la mirada a las dos chicas restantes.
―Yo iré a votar ―intervino Lucas―. No pienso dejar que Piñera pase de las primarias.
―Ni yo a Ossandón ―asintió Max―. No pienso dejar que sea electo alguien que no sabe de qué demonios trata el acuerdo de París.
Javier se encogió de hombros.
―Ustedes se quedan acá entonces. Yo iré a San Petersburgo a ver la final.
―¿Que irás a dónde a hacer qué? ―cuestionó Sarina saliendo de la habitación. Sam iba un poco atrás, vestida con ropas que la mujer de ojos verdes le hubo prestado.
―Por cierto ―comenzó la más baja del grupo―, ¿con quién se jugará la final?
―Mañana se ve si será México o Alemania ―le contestó Yuuri.
A medida que todos salían del edificio y se encaminaban a plaza Italia, un pensamiento reinaba en la mente de todos los presentes: ojalá que tocara jugar la final contra México.
Alerta de spoiler número uno: México perdió ante Alemania.
Alerta de spoiler número dos: Alemania ganó la copa confederaciones.
Y unos días más tarde, el día domingo, mientras veían el final del partido y a los alemanes celebrando, Lucas golpeó la nuca de Max.
―¿Viste que faltó el Katsudon?
Max se sobó el lugar anteriormente golpeado.
―¿Crees que habría servido de algo?
―Cábalas son cábalas, compadre.
.
―Igual recibir la medalla de plata no es tan malo ―dijo Javier en inglés mientras salían del estadio Krestovsky.
―¡Claro que no! ―El medallista de plata del Grand Prix Final pasado sonó bastante ofendido.
―Pero es mejor la medalla de oro ―musitó el pentacampeón del mundo mientras caminaba cabizbajo junto a Yurio.
―Malditos alemanes ―musitó el ruso de dieciséis años, aún vistiendo la camiseta de La roja.
―Al menos Alemania no ganará el próximo mundial ―comentó Sarina, que iba un poco más atrás, caminando junto a Renato―. Tradiciones son tradiciones, se supone.
Y ya parece ser tradición que aquel que gana la copa confederaciones no gana la copa de mundo al año siguiente. Al menos era un consuelo para los chilenos, pensaron todos.
Nota de autora:
Ammm, pues eso, perdió Chile y yo ando con depresión post futbolera xD y no podía dejar de escribir algo. Me llegó la inspiración y no lo pude evitar, lo siento.
Los personajes utilizados son parte de mi otra obra "Del error al desastre". Para las que leen la historia: no lo tomen como un spoiler o crean que las cosas ocurrirán tal y cómo aparecen acá. Lo que sucede a partir de mayo y junio en DEAD aún está difuso.
Acá probablemente vayan extractos o especiales que no tengan mucha cabida en la obra principal. Pueden ser escenas futuristas como ahora, alguna escena extra chistosa o alguna historia de los personajes originales, previas a la llegada de Yuuri a Chile.
Espero que les haya gustado.
PD: por cierto, tengo un grupo de Facebook dedicado a mis obras, aunque más orientado hacia DEAD. Está con el nombre de "Las cuchillas locas" aunque creo que también lo pueden buscar como "DEAD (Nikky Nikosa)". Le cambié el nombre original porque me parecía muy autorreferente. Quedan invitadas por si quieren ingresar.
Diccionario de Nikky:
Que esté con malicia significa que tiene alcohol xD, tal vez vino o pisco.
Beauchef (usualmente llamada Ñoñef) es el campus donde se ubica la facultad de ciencias físicas y matemáticas de la universidad de Chile. La Chile y la Cato tienen una rivalidad marcada. Renato es el único que estudia en la Universidad de Chile.
