Disclaimer: Las aventuras de Orphen no me pertenece, es una obra de Yoshinobu Akita.
Advertencias: Posible OOC. OC.
Notas de autora: Este fue mi primer fic y por ello, he decidido continuarlo o al menos editarlo. Espero aún exista alguien dispuesto a continuarlo, si es así, bienvenido sea y le agradezco por darle una oportunidad.
Emprendiendo nuevos caminos.
Orphen.
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«Sonríe» se repetía a sí misma, a medida que forzaba una mueca en su rostro.
Se encontraba triste, al igual que los días pasados. No hacía más de una semana desde que había observado partir en aquella carreta a la pequeña Licorice, llevando consigo parte del corazón de la rubia, quien había llegado a verla como la hermana menor que nunca tuvo.
Pero eso no era todo, sus grandes ojos azules reflejaban una mezcla homogénea de angustia y preocupación, que luchaba exhaustivamente por esconder.
El hechicero podía notarlo, pero fingía no hacerlo, sabía que era lo que podría estar acaparando los pensamientos de Cleo, y el hablar de ello podría hacer estallar en cualquier momento un sin fin de cuestiones que no estaba preparado para responder.
—Es un día hermoso, ¿no creen? —exclamó sonriente Majic, irrumpiendo sorpresivamente en medio al silencio.
—¡Sí que lo es! —exclamó Cleo, mientras miraba por primera vez el cielo en lo que le pareció bastante tiempo, aunque solo hubieran pasado un par de minutos.
Le sonrió al sol con una sonrisa muy similar a la que acostumbraba llevar, dando a entender que la positiva actitud del chico, al fin la había hecho volver de entre sus pensamientos.
Orphen tan solo asintió, y sonrió al observar a aquellos dos. La expresión de sus rostros parecía indicar que después de una semana de nostalgia y pesar, las cosas volverían relativamente a la normalidad.
—Al fin cambian sus caras largas… —comentó a medida que desaceleraba ligeramente su andar, para situarse junto a su aprendiz.
—Supongo que la partida de Licorice nos deprimió en cierto modo, maestro. Pero la idea de volver a Totokanta por unos días realmente me ha hecho sentir mejor.
«Totokanta»
Esa palabra se escuchó casi como un susurro en la mente de Cleo. Su ciudad natal, hogar de toda su vida, hasta entonces.
Amaba esa ciudad, era tranquila y atesoraba infinidad de buenos recuerdos en ella, allí además la esperaban su madre y hermana Mariabelle; sin embargo ya no se sentía segura respecto a volver allí.
Orphen acostumbraba recordarle a diario su origen, "una niña mal criada", nacida en cuna de oro, que no conocía lo que era valerse por sí misma ante la necesidad de hacerlo. Pero ya se cumplían casi dos años viajando a su lado y verdaderamente había incorporado la rutinaria de los viajes, el constante movimiento así como las aventuras que había vivido junto a sus compañeros.
No quería volver.
Deseaba ver a su familia, pero no toleraba el pensar que tal vez sin una buena razón para impedirlo, el hechicero simplemente se marcharía sin ella tras dejarla allí. Eran compañeros sí, más allá de las discusiones, eran amigos.
¿O no?
Todo este tiempo, los habían unido las aventuras y quizá por su parte, algo más, pero ahora ya no había nada que descubrir, nada que resolver.
—¿Y ahora a ti que te sucede? —inquirió el hechicero, observándola de reojo.
No quería aparentar preocupación, pero le inquietaba notar que el rostro de Cleo reflejaba aún más aflicción que en un principio.
—Nada —respondió, manteniendo aun su mirada fija en el suelo.
—¿En serio esperas que lo crea?
El cuestionamiento de Orphen pareció estremecer a la rubia, él no era tonto, de seguro habría notado que sus actuales cambios de actitud no solo tenían que ver con la partida de Licoris, y el que hubiera resuelto preguntárselo, era prueba de ello.
—Es que… me siento algo cansada —mintió—. Hemos estado andando sin descansar desde el pueblo anterior y en verdad me duelen mucho los pies.
Muy bien sabía él que ella mentía, como si ya no fuera bastante probable su teoría del porqué de su comportamiento, sus hermosos ojos azules no eran capaces de mentir. De todos modos, era casi hora del almuerzo, por lo que decidieron detenerse un rato.
Ya tendría tiempo de averiguar sus razones, o eso esperaba.
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—Gracias por leer—
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