Capitulo 1: Pequeño Hiei.

Cortó el tallo y recogió la flor, guardándola en su mochila. Se fijo en su reloj de muñeca, en el mundo humano ya eran las doce y quince minutos de la mañana, tiempo para marcharse.

Su madre estaba de luna de miel con su nuevo marido, de modo que no estaba en la casa y eso era conveniente. Tenia la casa a su merced para hacer sus pócimas mágicas y mejorar el alcance de sus habilidades. No obstante, debía regresar a ella temprano. Habían muchas posibilidades de que algún demonio hubiera reconocido su yoki y estuviera a la vigilancia de el. Ningún problema, pero prefería combatir lejos del alcance de la casa de su madre.

Cerró la pequeña mochila luego de examinar lo que se llevaba. Solo en el Makai se consiguen ese tipo de flores y hierbas especiales. Coloco la misma a un lado de su hombro y se dispuso a marcharse antes de sentir una presencia muy cercana a el.

Había alguien observándole. Dedujo que a poca distancia, tal vez entre los árboles casi marchitos del lugar donde se encontraba.

El grito inconfundible de ataque se lo confirmo y rápidamente se volteo, teniendo la impresión de una espada a su dirección. Saltó a dirección contraria. El filo aquel toco duramente el suelo de arena pero se irguió de nuevo, hacia el.

Kurama pensó que se trataba de otro cazador, otro perseguidor. Después de todo, estaba en el Makai en su forma humana y su yoki era bajo como para considerársele un demonio inferior y, así, una presa fácil, lo cual estaba lejos de ser. Sin embargo, al levantar la mirada y contemplar a su atacante sus ojos se abrieron, sorprendidos en demasía.

Era pequeño, un demonio pequeño con un yoki mas alto que su propia estatura de niño, que…era. Era un niño demonio. Sus ropas oscuras estaban arrugadas y parecía que le quedaban grandes, traía unas botas negras bastante altas que por un momento le hicieron ir de un lado involuntariamente pero se repuso. Su mirada, la mirada de ese niño tan diminuto, carmesí puro, era de dolor y soledad, pero en ese momento cargaba consigo el deseo de matar.

Kurama vio en el pequeño a un personaje similar, a su mejor amigo.

- ¿Hiei…?

Imposible. Era muy parecido al arisco demonio de fuego con el cual era uno de los conocidos demonios mas temidos del Makai pero…Ese niño realmente que tenia mucha similitud con el aludido. De no ser por la mirada asesina del joven, Kurama hubiese tomado la comparación un poco graciosa.

- ¿Qué hace un humano aquí?- y su voz, diablos, su voz no tenia mucha diferencia tampoco. Sonaba serio y tan brutal como Hiei, pero siendo un niño su tono era mas delicado y menor de intensidad- Serás la comida de esos idiotas de los que te escapaste, seguramente…

- Yo estoy aquí…

Pero debió recomponerse de la impresión rápidamente, porque el joven le dirigió una mirada de malas intenciones y, rápido como la velocidad de la luz, estaba a unos centímetros de el, con la espada tal vez mas pesada que su menudo cuerpo arriba de su cabeza y tentando la integridad de Kurama.

Se separo y salvo de un ataque directo pero el niño demonio era persistente y dispuesto a nueva acometida, pese a la deducción de Kurama de que esa espada, totalmente igual a la de Hiei, era muy pesada para el. Hizo esfuerzos porque no lo tocara con aquella arma, usada muy habilidosamente cabía destacar.

Debió usar la fuerza también. De su mano apareció una enredadera que tomo la espada y, contra la expresión asombrada y molesta del pequeño, deshizo su agarre débil, se apodero de la espada con su otra mano libre. El niño salto hacia atrás y, firme de nuevo, lo miro con rabia. Kurama sintió un estremecimiento. Incluso sin armas y un yoki muy por debajo de los términos para pelear contra alguien como Kurama, se veía atemorizante y muy intimidante. Muy intimidante. Tal y como Hiei cuando se enfadaba.

- No se burlaran de mi de nuevo- musito el pequeño, refunfuñando. Estaba a un segundo de intentar algo más cuando el pelirrojo le hablo.

- Espera. No quiero atacarte.

- No eres un ningen, como creí.

- Es cierto pero…- contemplo al pequeño espadachín. Su yoki era mínimo pero se parecía al del demonio de fuego- ¿Cómo te llamas?

- No quiero hablar.

Sus intenciones en la mirada hablaban por el, pero Kurama insistió paciente. Era una probabilidad escasa pero una posibilidad.

- ¿Te llamas "Hiei", Jaganshi Hiei?

La reacción del demonio fue inmediata. Sus brillantes ojos rojos en plena estupefacción y su cuerpo brevemente inmóvil por la sorpresa.

- ¿Qué sabes de mi?

"De mi", como si se trata del propio Hiei, como había imaginado.

- Te conozco. Hiei, ¿Qué te ha pasado?

- No entiendo como es posible…Que creas conocerme.

Una forma típica del demonio que conocía para hablar y reaccionar.

- No quiero pelear contigo. Quiero hablar. Dime que te ha sucedido.

- ¡Basta, no juegues!

Una iluminación de colores vivos apareció a unos kilómetros de ellos, alumbrando intensamente los alrededores como si de una explosión se tratara, sin daños visibles. Una breve exposición de colores que desconcertó a Kurama pero no lo suficiente como para advertir que el pequeño demonio fruncía el ceño y daba la vuelta para desaparecer. Si se trataba del Hiei que conocía, si se marchaba no lo encontraría fácil. De nuevo, utilizo su poder para atrapar el pie del joven y atraerlo, arrastrándolo contra su voluntad. El gritaba furioso.

- ¡Quítame estas cosas de encima! ¡Voy a matarte!

Si, típico de Hiei.

Un gemido doloroso provenirte de esa boca repleta de improperios sorprendió a Kurama. Detuvo el curso de sus poderes y se acerco el mismo al pequeño, que se había quedado de repente quieto y con una mueca desagradable. Noto su mano, pequeña y pálida, apretando fuertemente la parte izquierda e inferior de su cintura. Sangraba. Se había abierto una herida reciente.

- Hiei, ¿Quién te ha hecho esto?

Pero el pequeño cerró los ojos, agotado y adolorido, antes de dirigirle siquiera una mirada de pocos amigos.