» Disclaimer: Los personajes son de Amano Akira.

» Advertencias: Spoilers. Posible OoC'. Semi–AU (Basado en mi perspectiva). Vocabulario. Yaoi o shonen–ai.


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Mesías
Parte I

69+26/Mukuro+Fran & B26/BelphegorxFran

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Mukuro era un salvador, además de excéntrico, aunque al principio pensara lo contrario y de salvador sólo tuviera aquel título autoimpuesto. El en ése entonces joven Fran –de unos cortos nueve años– veía a los adultos como monstruos que sólo sabían devorar carne cual aves de rapiña, pero al conocer a Xanxus; el que lo tomó del brazo, sacándolo de la podredumbre de la calle en el que terminó tras la muerte de su abuela, confirmó que los mayores no eran únicamente voraces buitres, sino temibles animales salvajes, cuyo campo de experimentos no era otro que la masacre misma. El líder de Varia lo arropó, quitándole los harapos, y lo alimentó; su estómago, el que había gruñido desde algún tiempo, no se acabó de abastecer hasta no ver los restos de la grasa ensuciar la vajilla.

—Conocerás a tu tutor. —Había dicho el Vongola, cruzado de brazos, viendo al huérfano comer.

El menor se desconcertó, para esa época todavía era capaz de mostrar sus emociones.

—¿No me quedaré con usted? —Fran aceptó la mano de un desconocido, y para colmo, no se sabía su nombre de pila.

El asesino entrecerró los párpados, y dijo con su voz más firme, mas no intimidatoria.

—No. —El niño ladeó su cabeza, adornada con una mata de revoltosos cabellos verdes, en signo de confusión. — Tú maestro vendrá dentro de unas horas, estate listo.

El portador de intensos irises rojos se marchó, dejando solo al pequeño galo.

La soledad no le era un sentimiento indiferente al prometedor mago, pero estar en un nuevo lugar; uno enorme, sí le resultaba desconocido. Las paredes –que más bien se asemejaban a murallas del Medioevo– perfectamente torneadas y decoradas, parecían expandirse alrededor de sí, y eso le aterraba. Un surrealista miedo, incapaz de ser controlado, subía por su columna vertebral; haciendo temblar su frágil cuerpo de infante. En el asilo las recámaras eran compartidas, y casi siempre la moraban quince o veinte chicos. En su casa, allá en Jura, tenía su propio cuarto. ¿Acaso alguna de ésas cosas explicaba su terror? Deberían; en un punto recóndito de la psicología, pero no, su aflicción poseía un significado más profundo, aledaño a sus traumas que nada que ver con el espacio físico en el cual habitó.

"El temor es característico de nuestra imaginación, no existe", era lo que le decía su abuela cuándo se aseguraba de que los fantasmas no se lo llevarían lejos. Jamás le creyó, ni un ápice.

—"No temas" —Dijo una voz difusa en su mente.

—N–n–no… —El francés lo confundió con uno de los entes que le atosigaban la razón. — T–tengo miedo… —Balbuceó, con las lágrimas bajándole lentamente por el rabillo de sus cuencas.

—"Debes superar tus miedos" —Sugirió la voz. — "Enfréntalos"

Iba a preguntar cómo, cuando un gruñido gutural ensordeció sus oídos. Él mismo ahogó otro alarido al ver a una criatura deforme formarse ante sí.

Se habría hecho encima, sí la expectación no hubiese adormecido cada función motriz de su fisonomía.

—A–ayuda… —Reptaba a medida que el engendro avanzaba. — Por favor… —Rogó, inútil.

—"Posees la llama de la construcción, imponte ante él" —Ordenó la recreación auditiva.

—Pero yo…

Sus suaves lamentos no llegaron a esparcirse en la atmósfera, pues la criatura lo tomó del cuello, alzándolo en el aire. Chilló, clamando piedad a un Dios que no sabía sí existía.

—"Derrótalo"

—¡No puedo! —Exclamó, sintiendo las finísimas falanges que apretaban su garganta.

—"Hazlo"

—¡No!

Perdió toda la calma que conservaba intacta. Un creciente impulso electromagnético hizo vibrar su columna, como también le produjo ciertas nauseas, apretó sus pupilas; negándose a presenciar tal aberración. De la nada, y sin ser capaz de evaluarlo, una cortina de fuego se extendió sobre la creación mal formada, consumiéndola paulatinamente, hasta volverla cenizas.

—Lo hice… realmente lo hi–… —Dijo, al verse liberado de la presión. Se desmayó poco después, cediendo al agotamiento.

Totalmente inconsciente, el monstruo que seguía deshaciéndose se cubrió de niebla, revelando unos irises de desigual matiz.

—Kufufufu~ —Rokudo hizo acto de presencia, materializándose a través del cuerpo de Chrome. — Éste pequeño ha pasado la prueba. —Masculló, entre risas.

Apoyado en el marco de la puerta, el hijo adoptivo del Nono chasqueó la lengua. Consiguió al fin, y no gracias a sus patéticos subordinados, un estudiante que se ajustara a los estándares del convicto. Su misión, de momento, finalizó. Ahora restaba que el ilusionista se llevara al mocoso.

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Tuvo pesadillas, en lo que suponía, toda la noche. Cuando despertó, se encontró con un páramo; muy similar a los que recorrió en su momento, cándido y resplandeciente, incluso había un lago y un sol en lo alto del firmamento, que parecía no querer conciliar el sueño. Un viento árido soplaba, secando los húmedos poros; a causa de la transpiración que brotó en sí por el nerviosismo de sus tormentos, de su dermis.

—¿Dónde…? —Se preguntaba, caminando descalzo por la grava tierna. Sin duda, no conocía aquellos lares aparentemente solitarios.

—Éste es mi mundo.

—¿Ah?

Giró el cuello, sorprendiéndose al encontrar a un alto chico que le analizaba de arriba abajo. Llevaba el cabello largo –por el centro de la espalda– amarrado en una coleta baja. Al menor no le alteró el divisar la peculiar heterocromía, mas sí otra cosa…

—Tú… —Tartamudeó, entre cortadas líneas que denotaban incredulidad.

—Kufufu, sí, soy quien ha despertado tu gran talento, y el que te enseñará a manipularlo. Yo soy…

—Una piña. —Dijo un maravillado Fran. — Una piña parlante, esto sí que no lo vi ni en las caricaturas… —Habló para sí, rodeando con curiosidad el cuerpo del guardián oficial de la Décima Generación.

El de mechones añil por poco y se desmaya de la impresión. ¿Osó llamarlo "piña"? Imperdonable, aunque ciertamente el diminuto desamparado era; no sólo una promesa al arte, interesante. Por lo que optó reír, creyendo que aquel apodo blasfemo se iría con el tiempo.

Cuán equivocado estaba…

—Cofcof. —Tosió, nada disimulado. — En realidad, mi nombre es Rokudo Mukuro. —Se inclinó, quedando a la altura del franco. — Y a partir de hoy, seré tu maestro. —Le sonrió, como quien hace para agradar a alguien totalmente desconfiado.

Fran pestañó, ¿Ésta fruta sería el "profesor" del que le habló el moreno? Mmm, pues sí lo era, que gran decepción.

—Soy Fran. —Pese a ahora conocer la identidad del otro, seguía circundándolo; buscando rasgos que delataran mentira, o lo que los niños llaman "la señal de que es una mala persona". ¿Quién diría que un mocoso de casi diez años podría ser tan perceptivo?— ¿Fuiste tú el que me mostró esa cosa tan fea? —Asintió. — ¿Por qué?

—Porque así dejarías de ser un cobarde. —No le importó ser fulminado por aquella rencorosa, pero infantil, mirada. Al crecer, de seguro, ésta se convertiría en un temible gesto de ferocidad. — Los ilusionistas no necesitamos del miedo, ya que nosotros somos el miedo. —Dijo de una forma tan filosófica que el aparente avanzado genio del menor no captó.

—¿Y a ti quién te dijo que quiero ser un… illusionniste? —Dominaba demasiado bien el italiano con el que había estado hablando desde que arribó con Xanxus, pero había cosas complicadas que no entendería incluso con la más estricta atención. Además, no le encontraba sentido a aquel extraño oficio, la única referencia para "ilusionista" que tenía eran las antiquísimas películas en base a un tal Houdini…

El italiano arqueó una ceja, visiblemente extrañado por la carencia de información. ¿Acaso el sicario del cielo no le proporcionó datos relevantes a ésta criatura de Dios? Ahora se le iluminaron los pensamientos, con razón sentía que hablaba con un total inculto. No era por su condición de marginado social, sino porque en verdad desconocía el asunto por el que estaban tratando.

—¿Xanxus no te dijo? —Ante la negativa, terminó de confirmar sus ya obvias sospechas. Le causaba cierta gracia que un niño se metiera; y lo peor sin saber nada, en el mundo más infame que haya podido existir. Una efímera nostalgia le embargó, curvando sus comisuras en una pequeñita risa socarrona. — ¿Cómo lo conociste?

—¿Al del felpudo de mapache? —Cabeceó afirmativamente aquel cuya arma era un tridente. — Pues…

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«Fran POV'»

La hambruna digna de dos días sin ingerir bocado mostraba sus huellas en mi cuerpo. Para éstas alturas todo se me presentaba de una forma más astral; lejana a lo mundano. Unas cristalinas estalactitas penetraban en mí tez, surtiéndola de manchas transparentes. Inclusive la caricia del agua se me hacía dolorosa. No recuerdo cómo llegué a éste deprimente estado, la turbia laguna me impedía ver con claridad mis recuerdos. Sólo tengo vestigios de la casa dónde me acogieron al fallecer mi última parienta. Allí la tristeza de la pérdida; natural de alguien que no entiende mucho del tema, me condujo a un límite extremo que me llevó a huir sin más que las prendas que se volvieron jirones a las pocas horas, tras resbalar con el barro una y otra vez.

Solté un quejido que denotaba mi disconformidad, quise removerme de la febril posición en la que me hallaba; pero sólo trastabillé y caí en un charco no profundo. Podría llorar; tendría que hacerlo, mas no… era incapaz. Quizá esto es lo que los adultos llaman "trauma", lo que por cierto no tengo idea de lo que significa. Lo que sí sé es que sí continúo "subsistiendo" de esta manera, muy pronto me reuniría en el cielo con mi familia… y vaya que las películas me ahondaban un panorama de cómo sería eso.

Volví a insistir, logrando sostenerme de la pared de ladrillo erosionado del callejón. Mis piernas temblaron, sentí mis rodillas chocar en varias oportunidades, aunque la voluntad persistió y no cedí. Al dar un par de pasos consecutivos; toscos, sin volcar, una quebradiza esperanza nació en mi maltratado corazón fatigado; el cual creí haber extraviado hace ya mucho.

Los movimientos mal coordinados de mis extremidades inferiores me condujeron a un cercano contenedor, iba a sustentarme de éste, cuando la entrada de lo que suponía un bar subterráneo salió disparada, impactando contra la muralla del frente, destruyéndose en el acto. Me quedé absorto, observando, ¿Qué ocurría?

¡Lo–lo sien–siento, Xanxus–sama! ¡Pro–prometo que lo pagaré! —Un hombre de traje se arrastraba, queriendo alejarse del interior del albergue, aterrado hasta los huesos.

Unas sonoras pisadas se oyeron, incluso un ajeno como yo sintió pavor, éstas de seguro y pertenecían al mismísimo Diablo.

Miserable… es la última vez que te pasaré esto. —Dijo tan severo como nunca he oído a alguien, su profunda voz de demanda caló mi estructura ósea.

Alzó su brazo izquierdo, revelando un arma con una distintiva "X" en el puente.

¡No, espere! ¡Por favor! —Imploró sin resultados satisfactorios el deudor.

El de rostro quemado disparó, retumbando tanto el gatillazo como el fuego del cañón. Agradecí el haberme quedado aturdido y oculto, porque si no habría presenciado como el individuo de smoking se retorcía sin emitir quejido alguno. No me hacían falta más años para darme cuenta de lo que aconteció, pero sí escasearon cuándo; en un arrebato, forcé a mis piernas a correr. Naturalmente no pude avanzar, pues el entumecimiento no aflojó ni por la adrenalina. Emití un chillido de sorpresa, viéndome bajo la mira del revólver y la de su portador.

¿Quién anda allí…? —Su entonación de ultratumba iba dirigida a mí, fue la primera vez que no sabía qué hacer.

Creo que notó que era nada más que un inocente niño abandonado a la suerte del destino, porque volvió a poner en funcionamiento el arma de fuego.

En un acto reflejo cubrí mi cabeza con mis antebrazos, sabiendo de antemano que aquello no pararía lo inminente. Nunca se pudo, ni se puede, ni se podrá evitar el choque de una bala tapándote con los brazos. Pero la lógica no existía ahora, y lo hice sabiendo que me veía desesperado. Grité aterrado, esperando el fin.

Recalco, éste no llegó. Y eso que tenía mis miembros abiertos a su arribo.

Dejando las ironías de lado, abrí mis párpados con escepticismo. Me hallé, para infinita sorpresa, rodeado de un círculo de fuego; las bolsas de basura estaban carbonizadas y el tanque en el que me sostuve abollado por el impacto de una sobrehumana fuerza. El plomo cayó en un hueco ruido, rodando hasta perderse en una próxima alcantarilla. Entonces, volteé a ver al adulto de irises carmín. Ambos nos observamos a través de lo que parecían dejos de niebla violácea.

Xanxus se rió a jocosas carcajadas. No entiendo…

«Fin del Fran POV'»

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—Después me raptó y me llevó a ése gran castillo. —Finalizó, gesticulando en un grácil ademán de muñecas.

El que se decía enemigo de la mafia comprendió el razonamiento del Varia jefe. El muchacho fue capaz de utilizar –inconscientemente– la Cortina Nebbia; una técnica avanzada, y detener un ataque de las x–guns. Sonrió, haría de él un gran profesional, quizá el mejor.

—¿Aceptas?

—¿Qué cosa?

—Ser mi alumno, por supuesto. —Invitó, extendiendo su mano.

Dudaba, mucho, pero algo le decía –estaba seguro que esta vez no era el mayor manipulándole la psiquis– que tenía que aceptar aquella mano enguantada. Una cosa le indicaba que su existencia, desde su nacimiento, estaba profundamente ligada al afamado ilusionismo. No había nadie que interfiriera en sus decisiones, o que las tomara por él, estaba solo pues no tenía ni padre ni madre. Tampoco algo que se le allegara. Era su elección, la que influiría en sí por el resto de lo que le quedaba de vivo.

—... acepto.

Mukuro entrecerró sus párpados, murmurando algo incomprensible. Acto seguido: se desvaneció en la oscuridad. El francés mismo desplegó sus propias cortinas oculares, encontrándose en un teatro abandonado y destartalado. Al rodar su vista, descubrió siete luceros resplandecientes. Unos, ámbar, lo apreciaban con diversión; le recordó a una bestia salvo por el brillo de aparente inteligencia, lo mismo que otro par de violetas gemas; sólo que éstas contenían una insana prepotencia. Atrás de éstos dos había una chica de temple tímido, con su único ocultar morado, y un chico de inexpresivos zafiros.

—¿Así que éste es el nuevo juguete de Mukuro–chan? —Dijo despectivamente la pelirroja de orbes violetas. — No es muy especial que digamos.

—Él sabe lo que hace, byon. —Habló el rubio salvaje. — Aunque concuerdo contigo en lo de especial, byon.

Aparte de amazónico era estúpido, gran combinación.

—Cállate Ken, no le faltes el respeto a las decisiones de Mukuro–sama. —Respondió al perro el de gorro y faz apática.

Ken bufó.

—¿Y ahora? ¿Qué hacemos con él? —Pregunta la de corto cabello fogoso a la del parche. — ¿Mujer estúpida?

La fémina de cruel apodo acató y dijo con una pasividad que la hacía ver tierna.

—Cuidaremos de él hasta nuevo aviso.

Anunció, y un colectivo –entre Joshima y M.M.– "¿Qué?" se escuchó.

Para ésas alturas, Fran dormía plácidamente en el suelo.

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Fin de la Parte I

Próximo Capítulo
"
Parte II"


Originalmente era un OS, pero se me hizo tan largo que lo acorté. Espero que les haya gustado, cualquier cosa por review o MP xD Gracias por leer, saludos~