Disclaimer: ni Skins ni American Horror Story ni sus personajes me pertenecen, solo la historia es de mi autoría.


Capítulo beteado por Yanina Barboza, Beta de Élite Fanfiction (www facebook com/ groups/ elite .fanfiction)


Capítulo 1: Estado psicótico.

La luz de nuevo se filtraba por uno de los ventanales, quince días aquí y no importaba cuánto moviese la cortina para esconder el sol… nunca lo lograba. Las voces se habían ausentado y mi silencio comenzó, las enfermeras tienen que tomarme a las malas para dejar mi habitación; los libros y el periódico son mi refugio. Odio la terapia con el Dr. Harmon, sabía guardar silencio y soportar sus interrogatorios. ¿Qué deseaba que le dijera? ¿Que no confío en él después de lo que Jhon Foster había hecho? ¿Que me sentía rota y culpable por la muerte de Freddie? ¿Que no me enteré en qué momento Cook se había vuelto un asesino? ¿Que sentía todo el peso de la culpa en mis hombros?

Cerré los ojos enojada, las lágrimas pugnaban por salir de mí. Me puse en posición fetal y respiré hondo olfateando a Pato y me abracé fuerte a él. Tenía tanto miedo, la ansiedad me hacía temblar, si tan solo pudiese fumar un poco…

La enfermera entró a la habitación a paso seguro y fuerte como siempre lo hacía. Me quedé quieta, muy quieta tratando de controlar mi respiración.

—Vamos, siéntate, Elizabeth, sé que estás despierta —habló Jessica con esa voz suya demandante—. Es hora de tus pastillas y hoy irás a terapia de grupo.

Tomó mi antebrazo con esa fuerza suya y me sentó en la cama, me entregó un vaso con agua y depositó las pastillas en mi mano libre, las tomé todas de un golpe y bebí dos tragos de agua, la miré con el ceño fruncido queriendo atravesarla con mis ojos y matarla, temblé de ira.

—Vamos a ducharte y a ponerte linda para que salgas de esta habitación. —Jessica insistía con su monólogo. Tomó a Pato y lo dejó sobre la cama—. Dejaremos a Pato, no le gustará mucho la ducha.

Me tomó de nuevo de la mano y me guió al pequeño cuarto de baño en mi habitación, el espejo era de un material que no se rompía —sí lo intenté varias veces— todo aquí estaba diseñado para evitar el suicidio o el homicidio. Suspiré resignada mientras la enfermera me desnudaba, siempre tuve la vista en la ducha, viendo el agua correr, a veces fantaseaba con ser el agua para escapar de este jodido lugar. Como siempre Jessica me fregó con fuerza la espalada, mientras seguía con su sermón mañanero de la limpieza personal, masajeó mi cuero cabelludo y me sacó de la ducha ayudándome a secarme, me envolvió en la toalla como un burrito y me sacó del baño. Del armario tomó unos jeans viejos que eran mis favoritos y una camisa gris de tirantes, también bragas y sostén, un par de calcetines y unos tenis Converse que tenían cinta adhesiva en lugar de cordones, me ayudó a vestirme milagrosamente en silencio; pasó un cepillo por mi cabello, se puso enfrente mío y me miró con orgullo, como si hubiese arreglado a una modelo de Victoria's Secret o alguna pendejada de esas.

—Eres muy guapa, Elizabeth. Tus ojos son hermosos, tan azules, no entiendo cómo pueden reflejar tanta oscuridad —dijo ella al pasarme a Pato. La miré fijamente, oculté mi sorpresa; era la primera cosa medianamente inteligente que ella me decía.

Me incorporé de un salto y caminé sosteniendo a Pato mientras salía de la habitación, Jessica seguía mis pasos, sentía como mis niveles de ansiedad subían, caminé junto a la pared, rozando de vez en cuando mis dedos contra esta.

—Creo que puedes ir sola al salón principal por el desayuno. —Jessica sostuvo mi hombro un segundo y me dejó sola.

Caminé por los pasillos en silencio con Pato en mis brazos hasta que llegué a la puerta del jardín donde todos iban a tomar sol después del baño, observé todo con cuidado, mi instinto me decía que debía buscar el peligro, caminé hasta la parte más alejada y me senté en la raíz de un árbol viejo. Observé a Pato en mis manos, lo acaricié y recordé que hacía mucho no veía a mi hermano Tony, Pato fue primero de él, un día cuando Anthea y papá discutían, sentimos como se rompían objetos abajo, Tony me abrazó y me dio a Pato, mi hermano siempre había estado para mí y verlo casi morir me hizo derrumbar, verlo tan cerca de la muerte me trajo a este lugar, a este estado, tenía tanto miedo de perderlo.

Sentí cuando alguien se sentó a mi lado y mis pensamientos pasaron de estar nostálgicos a estar alertas; me giré para ver a mi acompañante, un chico de cabellos dorados, ondulados y desordenados estaba a mi lado, con la vista fija en su cigarro.

—Nunca te había visto —dijo mientras le daba una calada a su cigarro.

Lo observé con detenimiento. Esbozó una media sonrisa y se giró a verme, sus ojos eran oscuros, oscuros como la noche.

—¿No hablas? —Amplió su sonrisa, yo fruncí mis labios, sus ojos tenían una expresión divertida como la de un niño—. Soy Tate.

Observé el cigarro y suspiré, necesitaba uno, me giré y vi al frente de nuevo.

—Eres muy habladora —dijo con sarcasmo y le dio otra calada a su cigarro.

Observé a la nada en silencio, esperando a que se cansara y se fuera a molestar a otro lugar.

Los dos estuvimos en silencio, él fumando y yo ignorándole. Miré a Pato de nuevo, con su sonrisa de hilo negro, Pato era una jirafa, una hermosa jirafa.

—Es lindo —dijo al fin—. Una linda jirafa. ¿Cómo se llama? Long Neck*.

Fruncí el ceño y me giré a verlo. ¿Quién se creía?

—Pato —susurré con voz pastosa y me quedé quieta, sorprendida, había hablado.

Él me sonrió sosteniendo mi mirada con esos hermosos ojos negros, sus facciones perfectas similares al David de Miguel Ángel, mi quijada se aflojo un poco, era hermoso.

—Tienes voz —afirmó y caló su cigarro. ¿Cuántos había fumado ya? ¿Cuatro? ¿Cinco?

Asentí en silencio.

—Así que Pato. —Afirmó deliberadamente con su cabeza—. Lindo nombre y original.

Me miró de reojo y sonrió, su sonrisa era tan contagiosa y melódica que le respondí. Me puse en pie, di dos pasos y giré un poco mi rostro.

—Effy —susurré y reanudé mi caminata, una mano fuerte y delicada me agarró el brazo. Una corriente eléctrica pasó por mi cuerpo y mi corazón se aceleró, mis ojos se abrieron en sorpresa.

—Quédate —susurró Tate en mi oído, mi espalda estaba cerca de su pecho—. Te compartiré de mis cigarros, ¿qué dices, Effy?

Sonreí de medio lado a la nada y me giré para ver una vez más sus ojos oscuros. Asentí y dejé que él me guiara de regreso a la banca, Tate encendió un cigarro, sacó otro de la cajetilla y me lo entregó, se ofreció a encenderlo mientras me reclinaba y lo miraba a los ojos, él sonrió como niño, sus adorables hoyuelos se marcaban en cada mejilla, fumamos mirándonos fijamente.

—¿Por qué no hablas? —interrogó cuando ya faltaba poco para que el cigarro se acabara.

Me encogí de hombros y sonreí a medias, no tenía respuesta a esa pregunta. El silencio había sido mi compañía desde siempre.

—¿Por qué estás aquí? —Round 2, quiere hablar.

Hice mi mejor cara de póker.

—¿Por qué estás tú aquí? —contraataqué.

Él se encogió de hombros y bajó su cabeza, dibujó su sonrisa de niño travieso y le sonreí a medias, subió su mirada y el contraste de su cabello rubio con sus oscuros ojos me aceleró el corazón.

—Dicen… —lo dudó un segundo y miró mis ojos con detenimiento—. Dicen que soy un psicópata.

Esperó, deseando ver mi reacción, lo observé en silencio con curiosidad.

—¿Y? —dije al cabo de unos segundos.

Él amplió su sonrisa y negó suavemente.

—Traté de provocar un tiroteo en la escuela, herí a unos cuantos. —Sus ojos brillaron al decir lo último—. Estaba listo para la noble guerra.

Lo observé en silencio y suspiré.

—Sí hablo —dije al final—, ¿qué crees que estoy haciendo en este mismo momento?

Él sonrió ampliamente y encendió otro cigarro.

—Tus ojos… —dijo mirándome fijamente— son tan azules como el cielo, tan profundos como el mar, tan atractivos como un zafiro y tan siniestros como yo mismo. ¿Por qué estás aquí, Effy?

Medio sonreí y miré la cajetilla de cigarros.

—Debes darme otro si quieres la repuesta —hablé bajo.

Él me pasó el cigarro, hizo funcionar el encendedor y comencé a fumar.

—Depresión psicótica. —Lo miré y encogí mis hombros—. Intento de suicidio.

Me observó atento con expresión ausente, reapareció su sonrisa.

—¿Qué he hecho? —me dijo serio—. ¿Qué he hecho? Para sentirme seducido, atraído, encantado y deslumbrado por un ángel que parece ser pura luz… cuando tiene mi misma oscuridad.

Guardé silencio y negué lentamente con mi cabeza, girándome para ver el jardín.

—Estás demente —susurré.

Él sonrió y siguió fumando.

—Ambos lo estamos —contraatacó.

Le sonreí de regreso y me giré para discutirle, me quedé en silencio al ver como el sol desplegaba en su cabello, se veía tan hermoso. Alargó su brazo y rozó mi mejilla.

—La gente normal me asusta, ¿sabes? —Su sonrisa de niño apareció—. Tú no me asustas.

Lo observé con mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Me observó divertido, rio tontamente y me le uní a sus risas.

Era una sensación extraña, una de completa necesidad por un desconocido.

—Sí —dijo en un suave susurro.

Lo observé intrigada y giré un poco mi cabeza.

—¿Qué? —susurré.

Él me miró serio.

—¿No lo sientes? —me interrogó—. ¿No sientes ese magnetismo, esa energía que nos atrapa?

Lo miré y mis ojos se humedecieron, claro que lo sentía, pero me sentía mal, ¿qué pasó con Freddie? «Lo olvidaste», susurraron varias voces al mismo tiempo en mi cabeza. Me incorporé de golpe. «Lo mataste y lo olvidaste». Puse ambas manos en los costados de mi cabeza y grité, no sé en qué momento él me atrapó.

—¡Sácalas, sácalas de mi cabeza! —grité, todas susurraban cosas que no podía entender.

—¡Effy! ¡Effy! Escúchame, jamás, jamás dejaría que algo o alguien te lastimara, ¿me oíste? —Gritaba pero las voces seguían hablando, y las lágrimas salían de mis ojos, mientras trataba de escapar—. ¡¿Me oíste?!

Ellas se quedaron en silencio y vi que estaba acostada, Tate me sostenía ambas manos.

—¿Por qué? —susurré con miedo de que las voces despertaran.

Sus ojos estaban húmedos y su rostro de David se entristeció.

—Porque ahora, ahora me importan más tus sentimientos que los míos —dijo con voz quebrada—. Te conocí, pensé que estaría solo por siempre y llegas con esa mirada misteriosa, cabello caoba y ese silencio que creía impenetrable y me haces quererte para el resto de mi vida en cuestión de sesenta minutos.

Él se giró, tomó a Pato y me lo pasó.

—Solo quédate —dijo sentándose.

Lo observé tumbada en el suelo, cerré mis ojos y liberé unas lágrimas. Mi corazón estaba al borde, no por las voces, sino por él, ¿por qué había puesto mi mundo de cabezas tan rápido?

—Tengo un apetito por la autodestrucción —susurré con los ojos cerrados.

—Yo te salvaré. —Sentí su aliento chocar contra mi rostro—. Así tenga que salvarte de ti misma.

Y me besó profundamente, un beso que atravesó las murallas, que me hizo quedarme de rodillas.


*Long Neck: Cuello largo.


Vale, iba a ser un OS para tomar energías para retomar mis historias, siempre he creído que Tate y Effy serían una linda pareja, pero creo que será una historia, espero que me ayuden con sus opiniones. Gracias, Yani, por tu paciencia y dedicación, eres la mejor.

Gracias por leerme.

Dreamwithfire.