Capítulo I
La Batalla
Naraku ha sido derrotado, con él ha desaparecido la perla de Shikon, Kohahu y Kykio han perecido a su destino, el agujero negro de Miroku ha desaparecido, todo es silencio en los rededores montañosos por los que Inuyasha, Kagome, Sango, Shippo, Kirara y Miroku transitan, después de la ardua batalla, no hay mucho que decir, hay heridas superficiales e internas que no sanaran durante mucho tiempo, pero que ahora duelen más que nunca, pero como todo durante lo mundano de la vida no durara demasiado, Mioga se posa en el hombro de Inuyasha para hablarles.
- Chicos no quisiera molestarlos, sé que se han esmerado en esa lucha y que quizás les queden pocas fuerzas, pero hay un nuevo problema y sólo vengo a decirles que estén preparados, al destruir a Naraku sus súbitos y demonios que permanecían escondidos por miedo ahora saldrán a la luz a reclamar sus terrenos, ya sabrás a lo que me refiero Inuyasha, sólo estén alerta, yo debo ir con Totosai tenemos que planificar una defensa para lo que se avecina.
- Gracias Mioga ahora es hora de que huyas ya me parecía extraño el olor del ambiente, algo grande ocurrirá.
Mioga se marcho pero el silencio en las bocas de estos caminante permanecía latente, la montañas comenzaba a descender en número, y el bosque comenzaba a asomarse en el horizonte de su andar, Sango daba vueltas por la perdida de su hermano, un perdida ya pactada antes de esto, algo que ya sabía que ocurriría, su ausencia ya era anunciada cada vez con voces más fuertes mientras el tiempo transcurría, sin embargo ahora que Kahaku había dejado al fin su cuerpo el dolor permanecía igual de fuerte que aquella noche en un castillo desconocido, dónde sus últimos vestigios de amistad murieron, Inuyasha por su parte sentía la ausencia de Kykio de una manera extraña, varias semanas antes de la batalla ya no estaba físicamente pero eso no impedía que Inuyasha sintiera un gran hueco en su interior, la mujer que había amado por primera vez ya sólo era un recuerdo, Miroku al contrario de ellos dos se sentía liberado de un gran peso, aunque sentía un tanto débil ya que no volvería a usar su agujero negro, Kagome sentía una extraña liberación, y a la vez un miedo, liberación de que su responsabilidad de encontrar los fragmentos de la joya y miedo de que su tiempo ahí se acabe, justo ahora que sabía que esos eran sus verdaderos amigos, y quizás no volvería a verlo ya que su aventura había terminado.
La noche comenzaba su ascenso al cielo, nuestros personajes ya se habían adentrado en el bosque para regresar a la aldea de Kaede, cuando un ruido estremece su andar, de la copa de uno de los tantos árboles que los rodean sale una gran sombra, era una extraña mutación de osos que trata de atacarlos, todos se ponen en defensa, Sango manda a Kirara a proteger a Shippo, Kagome y Miroku, ella se quita su Kimono habitual para envolverse en su traje de exterminadora, Inuyasha por su parte desenvaina a tessaiga y comienzan a lucha contra el extraño ente, ellos dos llevan la gran batuta de la pelea, aunque Kagome y Miroku intenta ayudar, es Sango quién da el golpe final al demonio que se desvanece tras el golpe de Hiraikotsu, todo parece terminar, pero un halo sale del arma de Sango y de pronto se quiebra en más fragmentos de los que dejo atrás la perla de Shikon.
- ¡Hiraikotsu!
- ¿Qué ha sucedido Sango? ¿Puedes reparar el arma? - le pregunto Miroku
- Lo haría si fuera dos fragmentos pero han desaparecido…..
- Vamos Sango algo podremos hacer… - dijo Kagome
- Eso espero, sólo ha quedado esto. - Sango les muestra una pequeña astilla que es lo único que ha dejado Hiraikotsu.
- Creo que debemos ir con Totosai Sango, él debe saber que hacer. - dijo Inuyasha en un tono molesto a la exterminadora.
- Quizás tengas razón, sólo que tu tono de amargura no me agrada después de todo lo que ha sucedido.
- Yo te llevare Sango no sé si los demás quieran acompañarnos, o puedo ir solo, sólo dame esa astilla.
- No Inuyasha, voy contigo, ustedes vayan a la aldea, cuiden a Kirara prometo no tardar.
- Está bien chicos, los veremos allá, traten de no tardar, el ambiente es bastante extraño. - dijo Kagome mientras se despedía de un abrazo de Sango e Inuyasha.
Miroku y compañía se alejaron montando en Kirara para evitar los peligros del bosque, Sango e Inuyasha por su parte caminaban en otra dirección para dar con el creador de armas.
- Vamos Sango sube a mi espalda, de otra manera tardaremos demasiado en llegar.
- No sé Inuyasha, no me gusta ser carga de nadie.
- Tonta, serás carga si no subes y partimos rápido.
- Está bien sólo trata de mejorar tu actitud.
Sango subió a la espalda de Inuyasha, que empezó a correr en dirección opuesta al viento, Sango sentía el cabello de su coleta balancearse de un lado a otro, y el de su fleco chocar de una manera hermosa para la vista contra su frente, sentía algo extraño en ese momento, se aferraba al pecho de Inuyasha y dejaba que la noche le guiara por una emoción que nunca había sentido, era algo que oprimía su pecho, pero era algo bello, le gustaba la sensación, Inuyasha por su parte se sentía incomodo con la opresión en su pecho, pero le agradaba tal sensación, la noche ya estaba posada en el cielo, y un aura rodeaba a estos dos personajes, que ahora sin saberlo si quiera escribían un nueva comienzo, una nueva historia que se tranza por las pequeñas nubes nocturnas que los cubría, y que los llevarán a un paradero que jamás hubiesen imaginado.
