Hola mundo!
Hace SIGLOS que no escribía un fic (aprox. 5 años creo) así que por favor tengan muchísima paciencia conmigo.
Toda crítica constructiva es aceptada siempre y cuando sean sinceros, objetivos y tengan muchísimo tacto a la hora de elegir sus adjetivos calificativos.
Los personajes le pertenecen a Kishimoto pero la trama es producto de noches de insomnio y canciones de Kpop.
Espero que les guste! Esto va para ustedes, comunidad naruhina!
Luces. Música. Tragos.
El fuerte olor a alcohol presente en aquel lujoso bar mezclado con las potentes combinaciones musicales del dj le aturdió. Los sucesos acaecidos en los últimos meses le habían llevado a reconsiderar qué había sido de su vida hasta ese entonces. ¿Era él, Naruto Namikaze, un problemático por naturaleza o quizás solo un hombre con la mala suerte de atraer problemas?
Incómodo con esas reflexiones, Naruto dio un sorbo a su trago. Definitivamente el destino lo odiaba. Él era un hombre de acción, lleno de vitalidad y con los pies en la Tierra. Había trabajado todo de su vida para ser un digno heredero de Namikaze Industries, trabajando día y noche, atendiendo juntas aburridísimas y acordando reunirse con viejos de la época de la piedra. Era un luchador. Pero como todos los grandes, él también tenía un talón de Aquiles: las mujeres.
Guapo desde nacimiento con esa cabellera rubia y ojos azul, había sido elogiado por mujeres desde la más temprana edad y con el paso del tiempo había aprendido a encantarlas no solo con su físico sino también con su carisma. Adorable durante su niñez, rebelde en la juventud y sexy durante su adultez. Naruto Namikaze había sido el sueño de toda mujer hecho carne y como tal, había sabido aprovecharlo toda su vida. Por ello, ahora a sus 27 años, era una reconocido playboy con fama de inalcanzable.
Lástima que ese impulso de "carpe diem" lo había llevado a cometer las locuras más grandes de toda su vida. ¿Quién iba a saber que la modelo Shion estaba casada? ¡Él no tenía la culpa! Era la reacción lógica después de 1 hora de constante coqueteo. ¿Quién se hubiera imaginado que las dos herederas Takano se enamorarían de él simultáneamente? Su deber era contentar al padre de ambas para lograr un acuerdo exitoso y él, todo un alma generosa, se sacrificó por el bien de la empresa. Y el caso en el que lo acusaron de ser padre era completamente falso! La mujer claramente lo había dicho para obtener fama y manchar su reputación, producto de una decepción amorosa. La culpa era completa y enteramente de ella por imaginarse que él le propondría matrimonio. Él era hombre de todas y de ninguno al mismo tiempo, no se comprometía con nadie y permanecería así por un buen tiempo.
Se despeinó el cabello, nervioso. Algo andaba mal con su vida y no podía seguir así. Sabía que un escándalo más y todo su esfuerzo se iría a la basura. Su padre no lo elegiría sucesor de Namikaze Industries y en su lugar, elegiría a cualquier lobo del directorio sediento de poder. Tendría que tener mucho cuidado de ahora en adelante, debía esquivar los problemas de alguna manera o sería hombre muerto.
El dilema era cómo esquivarlos. Imposible. Él era un imán de problemas.
Vio su vaso antes lleno de vodka con hielo, ahora vacío y supo que necesitaba otro para ahogar sus problemas o por lo menos, para dejar de pensar en ellos. Se paró de aquel confortable sillón de la zona VIP en dirección a la barra y caminó con paso firme. Los demás presentes en aquel reconocido bar lo miraron con curiosidad. Aquel hombre alto, fuerte, bronceado y de aspecto varonil se parecía mucho a...¿Acaso no era el heredero playboy, Naruto Namikaze? Alguien se dio cuenta que había un Audi R8 en la calle y dos guardaespaldas esperando en la acera. Entonces, empezaron los cuchicheos. Acostumbrado a esas miradas de lujuria, Naruto esperó pacientemente su trago. Sabía que él solo era un símbolo de dinero y fama fácil para ellas. En un simple movimiento podía tenerlas a su merced pero solo por aquel día sería prudente. Solo había ido a ese bar para despejarse la mente. Nada más. No más mujeres. No más problemas.Y además, no estaban tan bonitas.
Y ahí fue cuando la vió. Cabello largo color azul osccuro, piel de porcelana, delgada, ojos perla con tonos violetas, con cara de ángel y cuerpo de infarto. Tenía que conocerla, saber su nombre y deleitarse al pronunciarlo.
Vestía una pequeña mini falda negra, pantis oscuras, tacos negros y camisa blanca con un extraño símbolo en el pecho. Debía ser una camarera. Unos cumplidos por aquí, unas demostraciones de dinero y poder por allá y la tendría a sus pies. Siempre sucedía y no sería la excepción. Parecía pequeña, débil y con necesidad de protección, y él gustoso la protegería de todo. Ahora que lo pensaba bien, mejor sería esperar su bebida en su cómodo asiento. Esperaría a que le traiga su vaso, le diría palabras bonitas y le pediría su número telefónico. Fácil.
Con la seguridad de ser todo un galán, se sentó lo más cómodo posible en aquel sillón negro de la zona VIP y levantó la mano para llamar la atención de esa señorita en particular. Quería ese trago pronto, pero sobretodo, la quería a ella junto a él.
Por fin pudo captar su atención y ella se acercó. ¡Por todos los dioses! Era incluso más deslumbrante de cerca con aquellos ojos enormes, el adorable sonrojo y los labios finos con apariencia de nunca haber sido corrompidos. Definitivamente ya tenía su nueva presa.
- ¿Qué se le ofrece?
¡Incluso su voz dulce concordaba perfectamente con su aspecto!
- Un gin tonic, por favor.
La muchacha rápidamente anotó la orden y se dió la vuelta dispuesta a ir por el pedido cuando la mano morena de Naruto le agarró la muñeca, haciéndola voltear a su interlocutor y esperar pacientemente a que hablara. Aquella mirada perlada lo cautivó, pero haciendo acopio de todos sus encantos de playboy musitó su piropo con voz ronca mientras que delicadamente acariciaba el torso de la muñeca de la chica.
- He estado pensando en ti. ¿Sabes por qué? Porque me ha costado un segundo enamorarme, un minuto para volver a sentir mi corazón y una hora para atreverme a hablarte. Dime preciosa, ¿cuál es tu nombre?
Todo esto claramente era una mentira. Él no se había enamorado, siempre estuvo sintiendo su corazón y él no tenía miedo de hablarle a mujeres hermosas. Simplemente era un piropo de esos que te facilitan el número. Siempre funcionaban. De hecho, esta vez le había puesto más pasión así que estaba seguro que no solo conseguiría un número sino también algo de acción. Pero nada le preparó para lo que iba a escuchar.
- Disculpa. No estoy interesada.
Y se fue.
Momentos después, una compañera suya le traía el pedido y se marchaba. Él seguía anonadado. Una chica cualquiera, hermosa por cierto, lo había rechazado a él. Quizás sí llegaría el día que el infierno se congelara, después de todo, a él lo habían rechazado por primera vez.
Hinata Hyuga suspiró hastiada. Era la décimo tercera vez que escuchada lo mismo de un cliente. Piropos buscando su cuerpo. ¿Acaso no entendían que por ser ricos no se les iba a conceder todo? El mundo no giraba alrededor de ellos. ¿O acaso pensaban que el tener dinero a montones los hacía superiores? Ella no era menos persona por trabajar en un bar, de hecho, eso la hacía más digna que unos ricachones que fanfarronean con su dinero. Y con ese pensamiento en mente, continuó limpiando las mesas sucias de aquel bar.
Encantadora, fuerte y decidida, Hinata Hyuga era una estudiante de 22 años a punto de terminar su carrera de comunicadora. Estudiaba durante el día, repasaba sus cursos en la tarde y era camarera durante la noche. No necesitaba un enamorado. No tenía tiempo para ese hipotético enamorado. Ella era feliz con sus libros, su familia, sus amigos y con el dinero que le pagaba ese bar. Le bastaba para pagar la renta y eso era suficiente.
No necesitaba de nadie. Ella era un ser independiente que había nacido sola y que moriría sola. Y lo iba a comprobar llevando esa enorme bolsa negra de basura a la calle. Ella podía, porque ella era fuerte! Sí que sí!
Hinata se hizo un moño alto para evitar que la basura rozara su cabello y colocó esa gigantesca bolsa sobre sus hombros con rumbo a la calle. Cumplía ese encargo y ella podría irse a su casa a descansar. Sin embargo, tan atenta estaba con su reto (la basura) que no se percató que al ir saliendo del bar, un cliente ebrio que anteriormente había rechazado la acompañaba a su destino.
Quizás ella no se dió cuenta pero él si. Naruto Namikaze observó todo con atención, con toda la atención posible luego de haber tomado unas cuantas copitas de más. Tan anonadado estaba por el rechazo que necesitó "despejarse" con la bebida mientras que perseguía con la mirada la figura de la joven muchacha. Sabía que tarde o temprano ella tendría que irse a su casa. Y él la esperaría pacientemente y repetiría su oferta. Una vez podía suceder, pero dos...imposible. Nadie rechazaría tan buen partido dos veces. Es más, quizás su juego era hacerse a difícil para captar su atención. Oh, chica inteligente. Nunca antes lo habían engatusado de esa forma pero si ella quería jugar, entonces dos podían jugar el mismo juego. Pero ambos sabían que al final de esa noche, él tendría su nombre y su número.
Grande fue su sorpresa al como un viejo, gordo y peludo cliente con fama de pervertido en la zona se escabullía sigilosamente por donde había desaparecido la muchacha. Al inicio se preocupó. ¿Y si...le hace daño? Sin embargo, aquellos pensamientos se esfumaron rápidamente al recordar su postura rígida y fuerte en aquella figura femenina.
- Ella estará bien. Ella estará bien. - Se lo repitió en su afán de asegurarse.
Pero una mujer fuerte, una mujer decidida, sigue siendo mujer. Una criatura que a pesar de ser fuerte en su interior, es débil comparada con la fuerza de un hombre grande y más, si este está ebrio.
Y aquel grito en busca de un ser auxiliador lo desgarró en su interior. Las extremidades del cuerpo se le tensaron, el ceño fruncido amenazó en permanecer tatuado por la eternidad y un sentimiento de culpa lo inundó. Él debió estar ahí apenas el viejo la persiguió. Él debió cargar esa pesada bolsa en vez de ella. Él debió hacer tantas cosas y que sin embargo, que no hizo. La iba a salvar. Tenía que salvarla.
Corrió tanto como sus piernas se lo permitieron y no fue consciente al momento de quitar el cuerpo grande de encima de la mujer. Solo quería golpearlo, golpearlo hasta que sus fuerzas no dieran más.
No fue consciente de que la muchacha estaba desmayada. No fue consciente de lo rojas que se estaban sus manos al mancharse con sangre. No fue consciente del escándalo que montó esa noche ni del fotógrafo que captó la escena en su totalidad.
Por ello, se sorprendió cuando al día siguiente despertó con resaca y leyó en la portada de los periódicos:
HEREDERO NAMIKAZE GOLPEA CLIENTE POR MUJER
Su mundo se desplomó. Él era hombre muerto.
Y todo por querer saber su nombre.
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att. Le Sofía
