Le dedico este fanfic a Shev666 por haberme dado la idea que lo ha hecho posible.

Los personajes, desgraciadamente, no son míos, sino de Jotaká. Yo me conformaría con quedarme a Severus, con el resto que haga lo que quiera...


Noche de estreno

Capítulo 1

-¡Corre, corre, ya veo a uno!

-¿Dónde?

-Allí, mira –el largo dedo culminado en una uña rojo sangre señaló la esquina más alejada de donde se encontraban.

-Oh, Merlín, es cierto, ¡es Albus Dumbledore!

-Claro, él tenía que llegar aquí antes que nadie, a ese hombre le encantan estas frivolidades.

-¿Quién va con él?

-¿Quién va a ser? Minerva McGonagall. Ahora deja de decir estupideces y empieza a sacar fotos.

La melena de tirabuzones rubios de la periodista se alejó del fotógrafo para dirigirse a la pareja que se acercaba. Dumbledore tenía una expresión beatífica en el rostro; su acompañante en cambio, al ver a Rita Skeeter trotando hacia ellos, puso cara de haberse tragado un limón enterito, con piel y todo.

-Director Dumbledore, veo que ha decidido asistir al estreno de esta noche… –soltó Skeeter a modo de saludo, mientras deshacía el camino andado para caminar al lado de la pareja.

-Por supuesto, todos vendremos, para eso hemos sido invitados, ¿no?

El rostro de la periodista se contrajo en una mueca de desagrado.

-Bueno, no todos hemos sido invitados, ¿sabe?

Dumbledore alzó las cejas en señal de… ¿sorpresa? ¿Diversión? ¿Indiferencia? En cualquier caso, a Skeeter no le gustó en absoluto.

-Sí, bien, puesto que está aquí, me gustaría hacerle unas preguntas antes de que entre…

-Me temo que no es posible, señorita Skeeter. Ya hemos llegado a la puerta, y comprenderá que a un hombre de tan avanzada edad como yo no le conviene pasar mucho tiempo de pie. Sin embargo, no tengo inconveniente en responder a todas sus preguntas una vez acomodado en el interior… oh, pero disculpe, acaba de indicarme que usted no está invitada al estreno, ¿verdad? Una lástima.

Y con esto, el hombre traspasó el umbral y desapareció en el interior del edificio. Rita Skeeter frunció el ceño molesta, pero, en un intento por no perder la ocasión de conseguir una entrevista, agarró del brazo a McGonagall antes de que desapareciese también.

-Subdirectora McGonagall, ¿puede usted decirme…?

-No. No puedo –fue la lacónica respuesta.

La mujer se deshizo del agarre que atenazaba su brazo y pasó a través de las puertas de cristal oscurecido.

Skeeter pateó el suelo con fuerza, pero el fotógrafo le tocó el hombro para que se girase.

-Mira, allí vienen más.

La rubia se giró al instante, sólo para reflejar una profunda decepción en su rostro.

-Sí, Sprout, Hooch, Pomfrey, Flitwick, Trelawney, ese gigante bobalicón de Hagrid… ¿a quién demonios le importan los profesores de Hogwarts, Roger? ¡A nadie le interesa una maldita entrevista con ellos! Si al menos les acompañara aquel desagradable profesor de pociones, la cosa cambiaría. Mortífago, amigo de Lucius Malfoy, experto en artes oscuras… estoy segura de que él sí tiene incontables secretos que vale la pena desvelar. Si tan sólo pudiera entrar en su mente unos minutillos…

Los dedos de la mujer se movieron en el aire como si delante suyo hubiera algo que deseara alcanzar con las manos, su rostro entero iluminado ante la perspectiva de una jugosa exclusiva. Roger la sacó de su ensoñación.

-¿Y qué me dices de Remus Lupin y Nymphadora Tonks? –Preguntó, haciendo una indicación de cabeza hacia donde acababan de aparecer los aludidos, precedidos a varios metros de distancia por Ojoloco Moody, que no dejaba de mirar a su alrededor, como esperando algún ataque.

-¿Estás de guasa? ¿Para qué voy a entrevistar a un mugriento exprofesor que no sabe conservar ningún trabajo y a una…? Pero espera… ¡Tonks está emparentada con los Black! Quizá sí que pueda sacar algo de aquí.

Fue hacia la pareja que avanzaba cogida de la mano. Ambos fruncieron el ceño al mismo tiempo nada más verla acercarse.

-Señorita Tonks, soy Rita Skeeter, de El Profeta…

-Sé quien es usted –cortó ella, no muy entusiasmada.

-Quería hacerle unas preguntas, si no le importa.

Tonks vaciló, y Lupin se detuvo para darle tiempo a pensárselo.

-Mmmm… ¿como cuáles?

Taimada, Skeeter decidió ir despacio para no asustar a su presa.

-Por ejemplo… ¿había venido usted a algún local como este con anterioridad?

-¿A un cine muggle? No.

-Claro, porque supongo que siendo usted de una familia sangre pura como los Black, todo lo muggle debe parecerle…

Tonks echó a andar furiosamente, arrastrando a Lupin consigo y dejando atrás a la periodista, que intentó alcanzarles de nuevo.

-Señorita Tonks, ¡no se vaya! Sólo quería preguntarle…

Pero los dos acababan de entrar en el cine y ya había perdido su oportunidad.

-¡Mierda! –Se quejó.

En ese momento, una horda de pelirrojos pasó por su lado. Uno por uno, todos la fueron empujando con el hombro al pasar, y alguno incluso llegó a pisarla con saña, excepto los cabezas de familia y Percy Weasley, que la adelantaron sin decir ni una palabra, pero tampoco llegaron a tocarla.

-¿Quién demonios se han creído que son estos Weasley muertos de hambre? –Protestó, enfurruñada– ¡Me empujáis porque sabéis que no sois para nada material de exclusiva! –Les gritó mientras desaparecían uno tras otro en el interior de ese local, que cada vez se le antojaba más como un enorme ogro que fuera devorando poco a poco toda la comida que a ella le había costado tanto trabajo reunir.

Se quedó mirando con rencor esas puertas acristaladas durante unos largos segundos; sin embargo, no dejó que el desánimo la venciera tan pronto y siguió apostada al pie del cañón, esperando para ver quién más se presentaba al estreno.

Un grupo de estudiantes de Slytherin, liderado por Draco Malfoy, se acercó a ella para ofrecerse a dar una entrevista.

-¿Tienes algo interesante que yo deba saber? –Preguntó Skeeter.

-Sí, Harry Potter es un merluzo y el Señor Tenebroso le va a patear el culo –dijo Malfoy arrastrando las palabras, como tenía por costumbre.

Sus amigos soltaron unas risitas de hienas y él les acompañó con una sonrisa satisfecha. La mujer resopló.

-Eso difícilmente es noticia, ¿no? Cada verano, desde hace años, te presentas en la redacción del diario para anunciarnos lo mismo. Necesito algo más… sustancioso.

Malfoy junior arrugó la nariz y soltó un bufido, pero como no tenía nada "sustancioso" que ofrecerle, se alejó de allí para entrar en el cine con la cabeza elevada en gesto altivo. El séquito de Slytherins que iba con él le imitaron de inmediato.

-¡Bueno! –Exclamó Skeeter con fastidio– ¿Es que no vamos a pillar a nadie interes…?

De pronto sus ojos se abrieron de par en par.

-¡Harry Potter! ¡El-mismísimo-niño-que-vivió! –Casi gritó, dando saltitos de alegría– ¡Esta es la mía!

El chico iba agarrado del brazo por una pelirroja que le miraba arrobada; justo detrás de ellos venían los otros dos tercios del famoso trío de oro, con las manos enlazadas; y unos pasos más atrás todavía, cerraba la comitiva un pequeño grupo de Gryffindors, encabezado por una extraña joven que llevaba unos pendientes de rabanitos, y un nervioso muchacho que cada tres pasos tropezaba con algo, generalmente sus propios pies.

-Oh, Harry, querido, ¡cuánto tiempo! ¡Cómo me alegro de verte de nuevo! –Soltó la periodista en tono empalagosamente alegre– ¿Vienes a ver tu película?

-¿Mi película? –Inquirió el muchacho con aspereza.

-Sí, ya sabes, la película que habla de tu vida y tus hazañas como héroe de la comunidad mágica.

-La película no es mía en absoluto. Pertenece a una productora. Es una empresa muggle que se dedica a…

-Sí, muy interesante –le atajó–, pero ¿crees que reflejará fielmente todas tus aventuras, o te hará pasar por un niñato inmaduro y con aires de grandeza? ¿Se explicará la verdadera historia de cómo murieron tus padres y del papel que jugaste tú en su caída? ¿Conoceremos los detalles más íntimos y escabrosos de tu vida amorosa?

Este último comentario irritó notablemente a Ginny Weasley, quién avanzó un paso hacia Skeeter y, sin más preámbulo, le propinó un fuerte puntapié en la espinilla que le hizo soltar un alarido. Mientras la mujer se frotaba la parte baja de la pierna enérgicamente, los Gryffindors aprovecharon para hacer mutis riendo por lo bajo.

-Estos mocosos maleducados e insolentes… –murmuró la rubia, y cuando vio que Roger también se estaba riendo, agregó, indignada– oh, te parece divertido, ¿a que sí? Más vale que te estés hinchando a hacer fotos, estúpido, porque sino la que va a encontrar muy divertido que te despidan voy a ser yo, ¿me oyes?

-¿Reírme? No, no me estaba riendo, claro que no –se defendió el fotógrafo–, para nada.

-¡Aaaah! –Gritó Skeeter de pronto, llevándose las manos al pecho con emoción– ¡Ahí está! ¡Es Severus Snape! Oh, por los mismísimos trapos sucios de Merlín, quién pudiera acceder a esa grasienta cabecita para extraer toda la información que tiene ahí dentro guardada… eso es lo que yo llamo jugoso. Venga, Roger, sácale miles de fotos desde todos los ángulos. Alguna podremos aprovechar en la que no sólo se vea su nariz…

El hombre en cuestión se acercaba con gesto hosco a un paso casi marcial, dando largas zancadas que hacían revolotear febrilmente el bajo de su túnica detrás suyo como la estela de una estrella fugaz… completamente negra. Al ver a la periodista, sus ojos se entrecerraron y su expresión se volvió, por increíble que pareciera, todavía más hostil.

-¡Señor Snape, señor Snape! Háblenos de sus días de mortífago, o explíquenos algo de los siniestros sucesos que se producen continuamente entre los muros de Hogwarts bajo el auspicio del director, o relátenos alguna historia sobre sus…

-¿Quiere una historia? –La interrumpió, deteniéndose un instante para observar a la mujer de arriba abajo con gesto de profundo desdén– Yo tengo una historia para usted. Trata de una asquerosa periodista metomentodo que sin tener licencia de anibruja se convertía ilegalmente en escarabajo para poder meter su sucia nariz…

-Está bien, déjelo, no necesitamos saber esa historia –le atajó Skeeter, maldiciendo por lo bajo a Hermione Granger y a su gran bocaza.

El labio superior del hombre se curvó en una mordaz sonrisa.

-Me lo figuraba –murmuró y, con gesto adusto, reemprendió su camino sin dedicarle ni una última mirada de desprecio.

-¿A quién se refería con eso del escarabajo, Rita? –Preguntó Roger.

-A nadie –escupió–. Y tú olvídate de las entrevistas que hago y concéntrate en la cámara, que es lo tuyo.

-Las entrevistas que no haces, querrás decir, porque todavía no has conseguido ninguna.

La mujer le lanzó una mirada tan fiera a su compañero, que este se encogió de hombros y guardó silencio, resignado. Durante un buen rato más, ambos estuvieron apostados a la entrada del cine, viendo pasar a numerosos invitados que no les interesaban en lo más mínimo, como Victor Krum, Cedric Diggory, Cho Chang y Kingsley Shackelbolt, entre otros. Gilderoy Lockhart también acudió, acompañado por una enfermera de San Mungo que le guiaba para que no se perdiera por el camino.

-Hola, ¿vives aquí? –Le preguntó el exprofesor a la taquillera del cine, que le miraba impasible desde su cubículo, masticando chicle– Qué casita tan pequeña, aunque tiene buenas vistas…

-Vamos, señor Lockhart –dijo la enfermera, estirándole del brazo–, no tiene que pagar entrada, usted ha sido invitado.

Skeeter negó con la cabeza furiosamente cuando los vio entrar en el edificio.

-¿Has visto, Roger? Han invitado incluso a ese zopenco desmemoriado que no sirve más que para hacer barquitos de papel, y en cambio a mí, que soy la reportera estrella de El Profeta, no se han dignado a enviarme una maldita invitación. Si lo llego a saber, me camelo a ese bobo para robarle la suya del bolsillo, total, no se va a enterar de nada… por cierto, Roger, mañana a primera hora recuérdame que tengo que averiguar quién es el organizador de este evento, se va a enterar ese bastardo.

Después de Lockhart, pasó un buen rato sin más movimiento. La proyección empezó y Skeeter estaba convencida de que nadie más iba a acudir, cuando de pronto sintió que la temperatura bajaba en picado unos diez grados y, con un escalofrío, vio unas siluetas oscuras acercándose sigilosamente.

-¡Roger! –Gritó en susurros, por contradictorio que esto pueda parecer – ¡Por las novias secretas de Merlín, Roger! ¡Ese es Quién-tú-sabes rodeado de algunos de sus mortífagos!

El fotógrafo empezó a temblar y dio unos pasos atrás, pero la periodista le agarró de la manga y estiró de él para acercarse al tétrico grupo. Sin embargo, una vez llegaron a su altura, Voldemort lanzó una mirada tan siniestra a la mujer, que se quedó petrificada en el sitio, horrorizada por esos ojos carmesíes que la taladraban sin piedad. Durante varios minutos permanecieron en silencio mientras el Lord invadía la mente de la periodista, descubriéndolo todo de ella, desde el pensamiento más banal hasta el más oscuro de sus secretos. Cuando tuvo suficiente, se retiró, dejando a la mujer con una momentánea sensación de mareo, y se dirigió a la entrada del cine sin decir ni una palabra.

Skeeter se recompuso como pudo, tragó saliva, se estiró un poco el traje chaqueta y se atusó el pelo con las manos. Al darse media vuelta se encontró con Lucius y Narcissa Malfoy, que la miraban con fingida preocupación.

-¿Se encuentra bien? –Preguntó el mortífago.

-Sí, estupendamente –aseguró la periodista.

Se produjo un pequeño silencio incómodo, que Skeeter se encargó de romper.

-¿No entran al cine? –Dijo y, con una pequeña exclamación esperanzada, preguntó:– ¿Es que quizá no han sido invitados?

Narcissa arrugó la nariz con desdén.

-Por supuesto que hemos sido invitados, ¿para qué íbamos a venir si no fuera así?

Su esposo, blandiendo su bastón, aclaró:

-Si no hemos entrado es porque suponemos que tiene algunas preguntas que hacernos… siendo como somos ricos, guapos y famosos…

La periodista suspiró. No tenía ningún interés en la pareja, pero ya que no había podido conseguir ninguna exclusiva, decidió que podía intentarlo.

-Sí, de hecho, tengo una pregunta –dijo, carraspeando–. ¿Por qué ha llegado tan tarde al estreno aquél-que-no-debe-ser-nombrado? ¿No le parece interesante la película?

-No se trata de eso –contestó el mortífago–. Como comprenderá, el Señor Tenebroso tiene muchos asuntos entre manos, con todos sus proyectos de conquistar al mundo mágico, matar a Harry Potter y exterminar a los muggles, por lo que el retraso se ha debido a algunas gestiones de última hora que no ha podido eludir.

-Eso, y que en la gente con clase, llegar un poco tarde hace elegante, por supuesto –concluyó su esposa–. Aunque no espero que alguien como usted comprenda esto.

Skeeter frunció el ceño, ofendida. Los Malfoy dijeron que si no había más preguntas tenían que entrar en el cine y, cuando hubieron traspasado el umbral, la periodista se giró hacia Roger y escupió, exasperada:

-Si se creen que voy a sacarles en mi artículo después de haberme insultado de esa manera, van listos.

En ese momento apareció Dolores Umbridge trotando calle abajo en dirección al local, ataviada con un espantoso traje chaqueta estampado en diferentes tonos de fucsia que le quedaba completamente ceñido, dándole el aspecto de una morcilla de color rosa. En su cabeza había algo parecido a un sombrero rosa con un pájaro disecado prendido de un lado, y en su solapa una chapa con el dibujo de un gato de angora. Aferraba con ambas manos un pequeño bolso del mismo tono que su sombrero y sus zapatos, y se dirigía con pasos cortos y decididos a la entrada del cine. Sin embargo, al llegar a las puertas acristaladas, el portero no la dejó pasar.

-Sólo se puede acceder a la sala con invitación –la advirtió.

-Oh, pero es que la lechuza que llevaba la mía debe haberse extraviado –dijo la rechoncha mujer, soltando una pequeña risita cómplice–. Míreme en la lista de invitados, seguro que estoy ahí.

-No hay lista de invitados, señora, sólo se puede entrar con invitación.

-¿Sabe con quién está hablando, jovencito? Yo trabajo en el Ministerio de Magia, soy íntima amiga del ministro…

-Lo siento. Sin invitación, no hay nada que hacer.

Umbridge frunció los labios y se apresuró a sacar la varita, pero el portero, para su enorme sorpresa, también sacó una, con la que desarmó a la mujer fácilmente.

-¿Pero esto no era un local muggle? –Protestó.

El joven se encogió de hombros y guardó su varita de nuevo.

-Me han contratado para esta noche por razones de seguridad.

-Esto es una irregularidad muy grave, jovencito, y tenga por seguro que voy a informar al ministro de lo ocurrido. Estoy convencida de que han violado varias leyes esta noche. Esto no quedará así.

La mujer se dio la vuelta y se marchó por donde había venido, furiosa y humillada.

Skeeter no se perdió detalle de lo ocurrido, sintiéndose enormemente satisfecha por dos motivos: primero, porque por lo menos ya no era la única que no había sido invitada al estreno; y segundo, porque ya sabía cómo empezar a escribir el artículo.

-¿Y ahora qué? –Preguntó el fotógrafo, cuando estuvieron solos de nuevo– No creo que entre nadie más, hace rato que ha empezado la película.

-Ahora –respondió la mujer, con fastidio–, nos volvemos a la redacción y me esmeraré en inventar algo más jugoso que las futilezas que hemos conseguido esta noche, mientras que tú te esforzarás en escoger un puñado de buenas fotografías de entre las que has sacado. Si no tengo mucho texto, al menos insertaremos un montón de imágenes, a la gente siempre le gusta ver las caras de sus famosos favoritos.