Bienvenidos a este humilde espacio para mis pequeñas ideas loquillas de mi cabeza, en este lugar podrán encontrar varios tipos de raitings y temas en los cuales los protagonistas son Elsa y Hans n.n y antes de que me demanden, los personajes de Frozen no son mios, si lo fueran serian pareja y actores porno…. Ok no ._.´ , gracias por darle una oportunidad a "Sonrisas de escarcha".
Título: Ocean stars
Clasificación: K
Palabras: 1533
La marea suave, ondúlate y jadeante chocaba con la fría piedra de coral. Su corazón bombeaba lentamente la sangre por donde corría la sal marina. El dolor de cabeza era insoportable pero el dolor del corazón lo era aún más. Recuperando un poco el conocimiento se irguió tocando la suave arena húmeda. Un leve quejido de dolor escapo de su garganta. Aún sentado en el suelo busco con la mirada en el mar a aquella joven de piel brillante, con ojos del color del cielo. Decepcionado al no encontrarla suspiró melancólicamente.
-¿Estas bien?- Una voz dulce y aperlada como el correr de un riachuelo cristalino. El dolor inminente de su corazón por fin sintió paz. Volteo hurgando en el paisaje con urgencia en encontrarla.
Su cuerpo indigente de toda prenda relucía con el sol, su cabello pálido como la espuma del mar caía con elegancia sobre su espalda y pechos, mientras que el viento jugueteaba con él. Una alegría infinita se apodero de el llenando el vacío que creía abierto nuevamente ante su falta. Con trabajo trato de levantarse emocionado, sin embargo un dolor punzante en el lugar del golpe lo paro de inmediato. Apretando los ojos ante la agonía y doblándose de nuevo. La Elsa, preocupada por aquel humano lo ayudo a enderezarse obligándolo a que apoyara su cuerpo sobre ella. Con pesadez logro colocarlo de nuevo en la arena, solo que un poco más alejados de la costa bajo la sombra de una árbol.
-Estaba preocupada por ti Hans, al no verte creí que estabas…-las palabras comenzaron a pesarle en los labios- muerto, no sabía qué hacer. Hans ignorante de su desconsuelo se acercó a su rostro, besando por primera vez los labios dulces y frescos de su mejor amiga. Un sentimiento de duda la invadió al sentir la boca del joven sobre la propia, moviéndose a un ritmo agonizantemente lento pero adictivo.
Con cautela le devolvió el gesto, presionando un poco más sus labios y abriéndolos para permitirle degustarla como quisiera, al fin de cuentas, se necesitaban más de lo que cualquier ser en la tierra pudiera comprender. Sus escamas azul turquesa brillante, al igual que sus ojos lanzaban pequeños rayos de luz a causa del sol. Sentía un hormigueo condecente en el vientre, sus mejillas se tornaron a rojo sobre el puente de la nariz.
Se habían conocido desde que eran unos niños; una noche de tormenta, mientras escapaba llorando, siendo tan solo el menor de trece hermanos, a los ocho años de edad, corría lejos de los insultos de sus hermanos mayores.
Una fuerte lluvia azotaba y con frio, empapado hasta los huesos, solo se le ocurrió ir al único lugar donde se sentía familiarizado: la playa. Triste, el pequeño con lágrimas escurriendo de sus pecosas mejillas no se dio cuenta que estaba parado justamente sobre la cuerda de un barco pesquero que al iniciar la marcha lo llevó arrastrando consigo al mar. Mientras tanto una pequeña ninfa de amar lloraba recostada sobre una roca sobresaliente del manto marino, rechazada por todos, a causa de sus peculiares colores pálidos, ya que eran lo más extraño entre sus hermanas ya que todas las demás eran de colores terrosos y rojizos como su hermana. El sonido de llanto la alarmó. No se les permitía convivir con los humanos por temor a su crueldad. Con velocidad logró esconderse entre los corales debajo del gastado muelle de madera asomándose aterrada. La visión la tenía anonadada. Ese niño no parecía como los terribles humanos que les contaba su abuela, se veía más bien como ella; asustada y triste. Lograba ver en la oscuridad su cabello como el fuego, y sus dulces ojos enterrados en lágrimas.
Poco a poco pudo sentir más curiosidad y seguridad. De golpe y como si de verdad el mundo se estuviera acabando un grito de terror proveniente del muchacho, que fue arrastrado mar adentro de la nada.
Su desesperación que podría dar por seguro que moriría ahí y nadie lo extrañaría, ni siquiera sus padres. Siempre fue la oveja negra de la familia, el raro y el último en todo por ser el menor. El aire cada vez escaseaba más y la vida se desprendía de él. Como si alguna fuerza celestial escuchara sus suplicas, sintió unos delgados brazos alrededor de su torso, que lograron soltar el amarre de su pie y llevarlo de regreso a la orilla. Al volver a abrirse paso en la superficie tosió el agua que se le metió en los pulmones.
La humedad espesa en sus ojos no le permitía ver a su rescatador. Toco la suave arena sólida, parpadeando repetidamente, y logró admirar el cuerpo pálido y desnudo de una niña de su edad o menor.
Cohibido y sonrojado se dio la media vuelta al darse cuenta de las condiciones de su linda acompañante, y su mirada curiosa.
-¿Qué tienes? ¿Estás bien?- Su voz dulce, tranquila y cantarina deleitaron sus oídos.
-Emm… n-no… so...solo que no t-tienes ropa- Con la voz ahogada logró responderle a duras penas.
-¿Y qué tiene?- Su pregunta lo dejó atónito y sorprendido; como es que una persona se la pasara por la vida sin ropa, a la vista de todos y sin ningún remordimiento o recuerdo de vergüenza.
-Se supone que las personas decentes tienen que traer ropa puesta y no andar por ahí como dios nos trajo al mundo.
-¿Y si no eres humana entonces que eres?
-Soy…- Hizo una pausa, sabía que estaba prohibido que hablara con cualquier humano, empero ella ya había llegado hasta ahí, así que en si ya no importaba- soy una ninfa.
Con la mirada crédula, fue entonces que se atrevió a mirarle de cuerpo completo.
Sus codos y rodillas tenían aletas parecidas a las de un pez espada, con escamas que las protegían, brillante e colores tornasol y turquesa.
-De verdad eres una ninfa, mi padre me había hablado de ti, o más bien de tu gente- su emoción la conmovió a la chica, creía que se alejaría corriendo o la golpearía para llevarla con alguien y la encerrarían, pero en lugar de eso era como si la admirara. - ¿es cierto que atrapan a los marinos para llevarlos al fondo del mar y se los comen?
-No, esas son las sirenas y solo algunas- tímida pudo devolverle las palabras, aún seguía anonadada de la reacción del joven muchacho.
-Sería divertido ser como tú, nadie te dice nada, no te humillan, ni te hacen menos, puedes estar donde quieras cuando quieras, nadar libre y feliz sin preocupaciones.- La emoción del pelirrojo entristeció un poco a la niña.
-¿Por eso llorabas? Yo preferiría ser humana, nadie se alejaría de ti por ser diferente, puedes jugar todo el tiempo que quieras y mucho menos te trata mal por tu familia.
Al darse cuenta de lo que ambos tenían y no tenían se miraron al mismo tiempo y rieron divertidos, ninguno sabía exactamente qué es lo que pasaría, mientras las gotitas seguían cayendo del cielo, como una suave brizna.
-Tengo que irme, no puedo hablar contigo –Asustada trato de huir pero un fuerte agarre lo detuvo.
-Espera, no te vallas, no quiero quedarme solo de nuevo- El tono de su voz daba pena y estrujaba el corazón, y de nuevo creyó volver a llorar -¿Puedes volver pronto?
-No puedo
-Por favor- su mirada suplicante logró convencerla y ablandar su frio corazón.
-Te veré mañana aquí por la noche, y te suplico que no le digas a nadie más sobre mí.
-¿Por qué?
-Porque… porque…- Su voz mermo de apoco, no tenía ni idea de porque se les prohibía hablar con los humanos No lo sé.
-Entonces ¿podemos ser amigos?- con un ligero hilo de voz le preguntó le preguntó entre dulzura y pena. Tímido agachó la cabeza esperando su respuesta.
Pareció pensarlo unos minutos, sabía que estaba prohibido, sin embargo algo en él era diferente a los demás. Su corazón era noble pero no se podría confiar tan fácil en alguien así. Tenía miedo.
-No lo sé- Apenada apenas quiso ver su reacción
-¿si te puedo ver aquí mañana en la noche?
-Confiare en ti, pero prométeme que no le dirás nada a nadie sobre mí- Suplicante tomó su mano con suavidad, esperando encontrar tranquilidad en él.
-Lo prometo- Pronunciando cada palabra clara y fuerte, pero reconfortante. Lo bastante para convencerla.
Le sonrió dulcemente y esa curva le pareció lo más hermoso que haya visto jamás, como la Luna menguante de otoño, decorando su rostro dulce e inocente.
Helos ahí, deseándose con toda el alma. Desesperados compartiendo sus sentimientos bajo la luna. Ya ni había frio, ni murallas. Solo el sonido de las olas rompiendo el la playa y dos bocas chocando gentilmente. Se separaron jadeantes, sonriendo y dichosos, sus ojos brillaban. Batalla entre azul y verde.
-Te amo.
-¿Desde cuándo?
-Desde que te vi por primera vez.
Quedando en su memoria el olor a sal y humedad marina.
