Izuku Midoriya no podía decir si era la gélida noche o los nervios traicioneros lo que le causaban temblores incontrolables, el viento golpeando los árboles y los sonidos extraños no le permitían mantener sus pensamientos en orden, aun con la luz de la luna era difícil distinguir lo que rondaba más allá de los árboles que rodeaban la laguna de Tyrbak, apretó con más fuerza el platillo que llevaba en las manos, en este se alzaba una vela encendida, su débil luz espantaba la oscuridad que podía alcanzar.

Las personas del pueblos formaban un camino iluminado con velas, una fila de 7 personas a la izquierda y otra a la derecha, una frente la otra, con el suficiente espacio entre medio para que el niño avanzara, cada uno sostenía su correspondiente platillo con vela guiándole el camino hacia la orilla de la laguna, había tres personas más esperándolo en el final, cada uno vestía capuchas cafés que ocultaban sus rostros, Izuku ni siquiera podía distinguir hombres de mujeres, esto obviamente no le ayudaba a recobrar la paz mental que poseía horas antes, el llevaba a diferencia de los demás, un camisón blanco de mangas largas que le llegaba hasta las rodillas, comenzó a avanzar lentamente por el camino de velas, su mirada se concentró por un segundo en lo cuerpos sin rostro, presuroso la aparto y se concentró en el platillo, el imaginar la oscuridad que le observaba no hizo más que desesperar lo e incomodarlo, apresuro el paso pero los temblores traicioneros afectaron sus pies y termino cayendo.

nadie dijo nada, nadie le ayudo, ni le reprocho, permanecieron en sus puestos como si nada hubiera pasado, se levantó avergonzado y recogió la vela que se había apagado en la caída, se acercó a uno de los encapuchados para pedirle fuego, este sin decir nada le compartió, continuo su marcha y cuando llego a la orilla de la laguna las tres personas que lo esperaban se adentraron en el agua hasta que les llagara un poco más arriba de las rodillas, dudo en entrar con ellos al sentir lo gélido del agua en la punta de los pies, pero como ya no podía dar marcha atrás entro con rapidez, pensó que tal vez así no lo sentiría tanto pero en realidad no le sirvió de mucho, cuando los alcanzo a diferencia de ellos el agua le llegaba hasta la cintura, curiosamente el reflejo de la luna estaba sobre el niño, reflejo que había terminado por distorsionarse ante el movimiento, para ese entonces las dos hileras de personas se habían dispersado y ahora observaban la laguna, mientras que a él le indicaron que se mantuviera de espaldas a la orilla, Izuku estaba tratando de no pensar en lo que ocurriría a continuación.

La persona que encontraba a su izquierda comenzó a hablar. — hermanos y hermanas, esta noche se cumplen 30 años del renacimiento del demonio, de aquel que osa retar a nuestra diosa y maliciosamente juega con nosotros, ante el somos débiles y frágiles,... —cuando le oyó hablar Izuku se dio cuenta que era un hombre, intento recordar de quien era esa voz pero no lo lograba, al mismo tiempo le llegaban fugaces ideas del dolor del que sería participe, quiso asimilar lo que le esperaba y vagas simulaciones se le presentaban, pero nada como lo que era el dolor real.

— no podemos hacer nada para defendernos, pero a la vez somos persistentes y tercos, por mucho tiempo nos mantuvimos fieles ante nuestra señora, fuimos leales y nunca nos rendimos ante ese ser despiadado e inmoral, nuestra señora ha sido misericordiosa y no nos ha abandonado. — la segunda persona le acerco una daga de plata con incrustaciones de piedras rojas, el tercero comenzó a bajarle el camisón dejando su espalda al descubierto, en ella estaban dibujados en tinta diferentes símbolos que se apoderaban de él casi por completo, en ese momento se dio cuenta que no era el frió lo que le hacía temblar, ni siquiera notaba ya lo fría que estaba el agua, Izuku Midoriya estaba aterrado.—...un emisario de su luz nos es enviado cada 30 años, el mismo periodo de tiempo en el que el demonio renace, la diosa lo envía para aplacar la oscuridad de esa plaga...— se acercó al niño y poso su mano en uno de sus hombros, Izuku aun llevaba la vela en las manos, casi la tiraba ante el susto, los otro tres habían abandonado en la orilla las celas que sostenían. — por eso estamos reunidos aquí hoy, para ver como el emisario de la luz reencarna en este niño mandado por la diosa, para conectar su ser de donde proviene, para que su luz despierte, esta noche sagrada, vamos a iniciar el enlace etéreo con la diosa Tyrbak — acerco el cuchillo a la espalda del niño y comenzó a cortar, la piel se separaba dejando expuesta la carne rojiza, con movimientos bruscos delineaba los dibujos sobre la piel, la sangre caía a montones, y el escozor era insoportable, el niño trato de no gritar pero termino alterándose y comenzó a gimotear, los otros dos lo retuvieron con la espalda expuesta sin importarles si le causaban más dolor al indefenso niño.

Sus gritos se hacían más fuertes cuando la daga llegaba más a dentro de la tierna carne y no hacían mas que lastimar su garganta, pinchazos que le parecían estallar cada vez que se incrustaban, le hacían perder el conocimiento de lo que sucedía a su alrededor, pero, a la vez, solo le dejaba estar atento a lo que estaba sintiendo.

Suplicaba que se detuvieran, suplicaba porque alguien le ayudara, suplicaba por su madre, pero al final, nadie hacia nada.

Cuando hubo terminado, Izuku no se enteraba de cuánto tiempo había pasado, si fue rápido o tardo más de lo esperado, solo comprendía que ya se había detenido, la mente de Izuku comenzaba a disiparse, pudo reconocer la voz del hombre hablando de nuevo pero no distinguía sus palabras, ni siquiera notaba las manos aun presentes de dos personas sosteniéndolo, su conciencia casi a punto de desvanecerse solo le permitía fijarse en el oscuro de las aguas y el reflejo distorsionado de la luna, ni siquiera se dio cuenta en que momento había tirado la vela, noto que ya no temblaba y después todo fue oscuridad.